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miércoles, 24 de abril de 2024

LORENZO SELAS. RELATO DE UNA ÉPOCA

 



El pasado martes 16 de abril, el Salón del Antiguo Casino de Ciudad Real, acogió la presentación del libro “Lorenzo Selas. Relato de una época”, publicado por la editorial Serendipia.

Lorenzo Selas fue el primer alcalde de la Democracia de Ciudad Real –puesto que alcanzó en 1979 y en el que se mantuvo hasta 1993, tras cuatro mayorías consecutivas–; senador electo en las IV, V y VI legislaturas; delegado provincial de Obras Públicas y Vivienda… en total, más de 30 años de servicio público de un humilde ciudadano que tuvo la suerte de ser alcalde, sobre todo alcalde, de su ciudad natal.

Aprendió en la universidad de la calle a ser persona, a valorar y a respetar las cualidades humanas de los demás, a constatar que por encima de todo está el valor moral de las personas… principios que trasladó a la política.

Su gestión es recordada por la profunda huella que aún permanece en la ciudad: AVE, Universidad, Agua, Urbanismo… 30 años dan sobradamente para un relato que habla de hechos y de personas que los protagonizaron y cuyo solo recuerdo despierta en el autor la misma pasión que provocaron en su día.




Relato de una época’ se presenta como una biografía dividida en dos partes. La primera refleja el crecimiento de una ciudad que pasó de ser una capitaleja con ínfulas de ciudad grande hasta llegar a la construcción del bosquejo de la ciudad que actualmente se disfruta, en la que Selas sigue echando en falta “proyectos empresariales que den vida a nuestros polígonos industriales”, así como proyectos que parecía que iban a ser una realidad y terminaron sin ver la luz.

La segunda habla sobre todo de política en la que no sólo aportó y aprendió, sino también de unas luchas que acabaron sacándolo del poder, aunque no sea una versión completa. “Muchos papeles los tengo guardados y no han salido publicados”, aunque según el propio autor, “no se trata de pasar factura, sino de contar las cosas tal como sucedieron”.



martes, 23 de abril de 2024

JORNADA DE PUERTAS ABIERTAS DE LA PLAZA DE TOROS HASTA EL PRÓXIMO VIERNES

 



El Ayuntamiento de Ciudad Real, a través de la concejalía de Turismo, y previa a la reinauguración de la Plaza de Toros el próximo domingo 28 de abril, ha organizado un programa repleto de actividades que incluye desde jornadas de puertas abiertas, visitas guiadas, hasta una exposición de fotografía y una presentación de libro.




Desde ayer lunes, día 22, hasta el viernes 25 de abril, hay una jornada de puertas abiertas donde todo el que lo desee, tanto adultos como jóvenes y niños, puede acercarse a la plaza para ver la misma tras su restauración en horario de 11.00 a 13.00 horas.

 



Asimismo, y con carácter gratuito, se han organizado unas visitas guiadas ayer lunes, hoy martes y mañana miércoles, 22, 23 y 24 de abril a las 19.00 horas, si bien este último día se dará prioridad a personas con movilidad reducida. Las inscripciones, bajo reserva, se pueden realizar en la web turismo.ciudadreal.es o en el teléfono 926 21 64 86.




Por otro lado, el programa de actividades previo a la reinauguración incluye, con la colaboración de la Diputación Provincial, la presentación del libro “Las fatigas de un maletilla” del crítico taurino Julio César Sánchez el sábado 27 de abril, jornada previa a la corrida de reinauguración del coso; y la inauguración de la exposición de fotografía de Herrera Piña “Entre el ruedo y la memoria. Historia de nuestra plaza” el domingo 28 de abril.




La Plaza de Toros de Ciudad Real se inauguró el 16 de Agosto de 1843, año en el que fue construida. La necesidad de construcción se planteó porque los espectáculos taurinos se celebraban en la Plaza Mayor de la ciudad, y lógicamente el crecimiento de la misma demandó un coso en condiciones. Los terrenos para su edificación fueron cedidos por la familia Muños de la capital, siendo diseñados los planos por el arquitecto ciudarrealeño Manuel Gómez. En su construcción se utilizó piedra procedente de la Peña de Picón y del Convento del Compás de Santo Domingo.




La construcción con materiales ligeros (mampostería, madera y tapial) la han dejado siempre a merced de las inclemencias meteorológicas, por lo que ha sufrido numerosos deterioros con sus consiguientes reformas, la más importante, en 1873. Su diseño se distribuye en dos pisos. Tiene 3 puertas (destacando la fachada sur, con los típicos arcos neomudéjares en herradura) y la arena mide 53 metros de diámetro.




La capacidad del coso tras la remodelación para adaptarlas a las necesidades de movilidad (se han ampliado los vomitorios, que no cumplían las normas de seguridad) es de 6.366 espectadores sentados. Se divide en las tradicionales secciones de barrera, contrabarrera, tendido bajo, tendido alto, tribuna y andanada.

 


lunes, 22 de abril de 2024

UN MONOLITO RECUERDA EL ASESINATO DE LA ATALAYA

 



Junto a las antenas-repetidor en el Parque forestal de La Atalaya, encontramos un monolito que recuerda el lugar donde fueron asesinados los jóvenes Alfredo Lozano Galán y María del Mar Serrano Perales, por el policía nacional Isidro Mejias, en el cual se puede leer: “En memoria de la juventud truncada de Alfredo y M.ª del Mar 21 y 19 años 20 de abril de 1987”. Un crimen que conmocionó a la sociedad ciudarrealeña de entonces, haciéndose eco la prensa local de los años ochenta de nuestra ciudad, que hoy reproduzco. Hay que tener en cuenta, que en aquellos años solo existía el diario “Lanza”.






domingo, 21 de abril de 2024

EL CRIMEN DE LA ATALAYA

 



¿Por qué murieron María del Mar Perales, de 20 años, y su novio, Alfredo Lozano, de 21, en la noche del 21 de abril de 1987? ¿Por qué los mató con su arma reglamentaria el policía nacional, adscrito a la Escala Básica como motorista, Isidro Mejías Carda, de 32 años, casado y padre de dos hijas de 6 y 8, ¿y luego se suicidó? Estas eran las preguntas que se hacían los ciudadrealeños la mañana del 22 de abril de 1987, tras descubrirse los tres cuerpos en las inmediaciones del repetidor de TV de «La Atalaya»; preguntas que aún hoy, seis años y pico después de que sucedieran los hechos, se siguen haciendo cuando la Audiencia Nacional ha condenado a pagar al Estado veintiséis millones de pesetas de indemnización a cada una de las familias de la pareja asesinada.

 

SIN CAUSAS APARENTES

Nadie sabe las causas reales que motivaron aquel trágico suceso, aunque los comentarios de la época fueron diversos y en ellos se mezclaron amores ocultos, deudas por juego y trastornos psíquicos del asesino; incluso hay quien aventuró que Isidro Mejías iba a suicidarse y al ver a la pareja de novios dentro del coche los mató para que no fueran testigos de su, propia muerte. Esta suposición estaba basada en el hecho de que llevara en uno de los bolsillos una nota manuscrita en la que se leía: “Avisar a mi suegra, teléfono… Mi mujer y mis hijas llegan a las ocho y cuarto”. Otras voces apuntaban que el policía nacional tema relaciones extramatrimoniales con una mujer que se parecía a la joven que asesinó y que por ello, al comprobar su error, se suicidó; incluso alguien apuntó que la chica le gustaba y al no ser correspondido la mató por celos, al igual que a su novio. Conjeturas y más conjeturas que no aportaron nada para el esclarecimiento de los hechos, como tampoco lo aportaron las insinuaciones que se hicieron sobre las presuntas deudas de juego que tenía el autor material de las muertes.

Lo que sí se pudo saber es que en aquellas fechas Isidro Mejías pasaba un bache en sus relaciones con su esposa y por ello ésta se había marchado con las niñas a Extremadura, de donde procedía, para pasar unos días con la familia, y que los compañeros del policía nacional aseguraron que «era un hombre sencillo, que se llevaba bien con la familia y del que nunca se hubiera podido esperar que hiciera una cosa así» ... Palabras y sólo palabras que no pudieron cambiar los hechos ni mucho menos el devolver la vida de los jóvenes asesinados: Alfredo, que estaba empleado en un almacén de comestibles y era representante de galletas, además de ayudar a su padre en el despacho de pan de su propiedad, y Mara, la joven de la que estaba enamorado desde que tenía dieciséis años y con la que pensaba casarse muy pronto en la catedral. Los dos yacen juntos en el cementerio de Ciudad Real, y, pese a l tiempo transcurrido, ni sus padres, familiares y amigos les han olvidado un solo día.




Tras el entierro de las víctimas comenzó otra batalla, la batalla tendente a que el Estado reconociera su responsabilidad, y para ello los padres de los jóvenes asesinados se pusieron en contacto con el letrado Antonio Díaz de Mera, quien no ha descansado hasta alcanzar que la Audiencia Nacional así lo reconociera y condenara al Estado a pagar esa indemnización de veintiséis millones de pesetas a cada una de las familias.

"Este despacho -nos dice Díaz de Mera- se hizo cargo de este tema desde el primer momento. Un asutilo muy difícil, ya que al no existir autor el procedimiento penal tenía que finalizar porque no se podía condenar absolutamente a nadie, y aquellos que quedó perfectamente claro en la instrucción de los hechos, y se practicaron todas las pruebas que se pidieron, todas las pruebas que el juez instructor considero convenientes, todas las que nosotros pudimos pedir, y aquello estaba clarísimo que no podía continuarse por vía penal y que tenía que reconducirse a la vía civil o la contenciosa. Inicialmente pensamos en presentar un procedimiento civil, presentamos las reclamaciones previas pertinentes al Ministerio y éste nos contestó con una resolución en la que nos decía que, efectivamente, llevábamos razón, pero que entendía el Ministerio que era la vía contencioso-administrativa la que debíamos utilizar y que por tanto no nos daba la razón por una cuestión procedimental”.

 

UNA CANTIDAD INSULTANTE

Llegados a este punto, el despacho de abogados de Antonio Díaz de Mera se enfrentó a varias posibilidades para seguir adelante con sus reclamaciones: una, volver a iniciar el procedimiento civil, o dos, en base a ese reconocimiento presunto, darle la vía del contencioso-administrativo, pensando que ahí sí iban a tener bastantes menos problemas.

«Efectivamente, así fue -nos sigue diciendo el letrado de las familias de las jóvenes víctimas-, y por ello nos decantamos por la segunda solución e iniciamos la reclamación previa a la vía contenciosa. Aquello termino con una resolución del Ministerio del interior de fecha 11/7/1990 en la que, como era preceptivo el informe del consejo de Estado, consideró que efectivamente se daba la circunstancia de lo que se denomina culpa contractual, que está regulada en la vía contenciosa, al igual que lo está en la vía civil. Las bases de aquella resolución contemplaban varias consideraciones: una, que él era un miembro de la Policía Nacional, que estaba armado por el Estado y lógicamente la responsabilidad civil subsidiaria la tenía que asumir éste, y en aquel informe del Consejo de Estado así lo reseñaba , aunque también especificaba que lo único que no podía reseñar era la cantidad que debía pagarse en concepto de indemnización, cuestión que le dejó al Ministerio y el propio Ministerio fijó, casi de manera insultante, una cantidad que era 2.500.000 pesetas para cada una de las familias, amparándose en una sentencia anterior de fecha 15/12/1986 de la Sala 4. del Tribunal Supremo, por analogía.»




Esta decisión del Ministerio determinó que el bufete de abogados, al que desde el primer momento le dieron carta blanca las familias para que hicieran y obraran como creyeran en cada momento, desechara esa cantidad en base a que por aquel entonces las cuantías fijadas para indemnizar a las víctimas del terrorismo eran las de ciento siete veces las del salario mínimo interprofesional, con posibilidad de duplicar tal indemnización, y las de por muerte en accidentes de tráfico alcanzaban hasta los treinta millones, en situaciones normales.

«Era inconcebible -nos sigue diciendo Díaz de Mera - que el Ministerio obrara así; por ello, con las bases de las muertes por terrorismo o por circulaci6n y que el propio Gobierno había fijado el seguro obligatorio en ocho millones de pesetas, y porque si el Estado arma a alguien es el responsable de lo que éste haga, esté o no de servicio, que ésa era la exculpatoria que esgrimían, que no estaba de servicio, cuando según la Ley Orgánica de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado de aquella época , cualquier miembro tiene la obligaci6n de intervenir en todo momento y lugar esté o no de servicio, por lo que por la misma regla tiene que salir al frente en cualquier acto en que dicho miembro participe.

 

Pero, vamos, el hecho de que sea miembro de la Policía Nacional ya inculpa al Estado, máxime cuando se utiliza el arma que le han facilitado, por lo que tomamos la determinación de recurrir la decisión del Ministerio del 1nterior, solicitando una cantidad de treinta millones de pesetas para cada una de las familias.».

Dicha solicitud fue efectuada en el mes de agosto de 1990 y, ahora, tres años más tarde, ha sido concedida, si no en su totalidad, sí en una cantidad muy cercana, veintiséis millones, cantidad que se puede recurrir por ambas partes.

«Por lo que a nosotros respecta -concluye Antonio Díaz de Mera - no pensamos recurrir, ya que lo de menos en este caso era la cantidad a recibir, lo más importante era el que la Audiencia Nacional reconociera la culpabilidad del estado en el asesinato de Alfredo y Mara por parte de un miembro de una de sus Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, concretamente, que con su arma de reglamento, un revolver Astra calibre 38, disparó seis balas, causándoles la muerte instantánea, y después de cargarla de nuevo se disparó a sí mismo en la sien derecha causándose igualmente la muerte inmediata. Eso era lo que pretendíamos y eso es lo que hemos conseguido, aunque, naturalmente, el Estado puede recurrir y que se pasen otros dos años, pero nos da la sensaci6n de que no lo van a hacer.»

 

Julio Barbero. Revista Bisagra Nº 281, 13-19/6/1993

 



sábado, 20 de abril de 2024

LA ATALAYA YA ES HISTORIA

 



El emblemático edificio claudicó tras ocho días de trabajo de derribo con una máquina retroexcavadora. Unos 13.000 metros cúbicos de escombros serán triturados para su posterior uso en el acondicionamiento de caminos

Lluvia de piedras. Tras uno de los meses de abril más pasados por agua que se recuerda, en los alrededores de la extinta Atalaya lo que cayó durante la pasada semana fueron cascotes de hormigón ladrillos, pilares y vigas hasta un total de 13.000 metros cúbicos.

Una empresa navarra, Excavaciones y Obras Pérez del Río, se adjudicó el concurso público que convocó el Ayuntamiento de Ciudad junto con la Delegación de Bienestar Social. “Era la propuesta más económica”, explica el concejal de Medio Ambiente, Javier Morales.

Descartada la dinamita por su elevado precio y por el arduo proceso de tramitación que requiere, se optó finalmente por el derribo con una máquina retroexcavadora, que iría literalmente cortando los pilares con una tijera o cizalla, hasta convertir en una montaña de escombros el antiguo sanatorio. Empezaron con las labores de derribo el jueves 3 de mayo, y las dieron por concluidas el pasado viernes 10. Ahora sólo queda el tratamiento del material para su posterior reciclaje.

 

DE ARRIBA HACIA ABAJO

Victorino del Río se sienta a los mandos de la retro excavadora de marca japonesa, con un brazo capaz de picar a 25 metros de altura. Entre una espesa nube de polvo que convierte el sol en niebla, dirige el extremo del brazo mecánico, la cizalla, hasta la última altura, equivalente a un quinto piso. Allí comienza a cortar los pilares verticales entre el rugir del motor de la retroexcavadora, hasta que la estructura va venciendo. “Vamos derribando la fachada y luego accediendo hacia el interior. Planta por planta, siempre de arriba hacia abajo. Cortamos los pilares y vamos troceando todo. No es más”, explica Del Río sin gastar palabras demás.




Se oye el crujido de un árbol, que se rompe fácil como palillo de dientes, para que la máquina pueda maniobrar a sus anchas. Una vez situada, estira el brazo hasta lo más alto. Entonces, arremete sin piedad contra los laterales de un piso, en el que se aprecian las baldosas de un suelo que albergó una de las habitaciones del antiguo hospital psiquiátrico.

Empezaron por la parte trasera del edificio, desde la que se contempla Ciudad Real en toda su extensión, una vista privilegiada para los internos de un centro que acogió en su última etapa a minusválidos psíquicos profundos. En esa posición, organizaron el trabajo de oeste a este, para luego llegar al centro, a la entrada. ¿Y para llegar hasta el centro? Victorino del Río contesta con su sobriedad del norte: “Vamos accediendo por encima del escombro”.

 

ALGUNOS PELIGROS

El propio Del Río asegura que los peligros son pocos, “siempre que no se te caiga el edificio encima”, afirma con gesto serio. Sin embargo, luego reconoce que hay que andarse con ojo a la hora de dar los cortes, pues los cascotes podrían caer sobre la cabina. Reconoce que eso es lo más difícil, «estar ahí metido”, a pesar de la protección que lleva, una hilera de barrotes que dejan un hueco de unos quince centímetros entre cada uno. “Si cierras eso ya no ves”, reconoce el trabajador. Añade después que los cristales son dobles, de seguridad, laminados. Para evitar sustos innecesarios, ha desarrollado sus propios trucos. “Tener el tajo siempre limpio, procurar que los cascotes caigan hasta abajo, que no reboten por todos los sitios, porque cuando rebotan es cuando te pueden caen”, explica.

Otro de los riesgos en este tipo de trabajos son la presencia de sótanos. Juan Manual Rubio, que asiste al conductor de la retro excavadora y vigila que no haya problemas, recalca la importancia de extremar las precauciones. “Hay que preguntar siempre si hay sótanos. Si no lo sabes, igual te matas”, explica sin dobleces. El peso de la máquina podría hacer ceder el piso y caer al suelo, provocando un accidente grave. También hay que cerciorarse de que la corriente eléctrica no esté prendida, para evitar males mayores. «Hemos tenido que llamar a las fuerzas eléctricas, para asegurarnos. Te puedes quedar electrocutado», advierte Rubio.




LABOR DE RECICLAGE

Es viernes 11 de mayo y ha trascurrido una semana y un día de trabajo de derribo. El edificio, alzado en los primeros años de posguerra, ya no existe, tan sólo queda de él la materia prima, hormigón, ladrillo, hierro de las vigas y las varillas, y pequeños materiales como la madera de las persianas o de baldosas de las cocinas y los baños.

Los encargados de tirar el edificio no sienten especial placer en su destructiva labor. «Es una pena que se tire», dice el ayudante Juan Manuel Rubio. El conductor corrobora el comentario: «Lleva unas vigas impresionantes, está muy bien hecho el edificio, no es fácil tirarlo».

Ahora, queda gestionar las toneladas de escombros que ha generado el derribo, para lo que se han previsto medidas de reciclaje. «Si hubiéramos llevado todo esto a la escombrera municipal, se habría colapsado», afirmó el concejal de Medio Ambiente, Javier Morales.

Por eso se ha convenido con RSU que trituren el hormigón hasta lograr una fracción muy fina La máquina machacadora o tolva dejará acopiado el material en lo que queda de las instalaciones de La Atalaya, en la zona despejada. Deberá separar el hierro del hormigón y el ladrillo, mediante un sistema de chasis imantado que retiene los metales. Con ese material se crearán caminos en zonas rurales, labor encargada a Tragsa, empresa que se dedica a soluciones medioambientales. El edificio acaba reducido a polvo, pero no las todas las historias de misterios que se le atribuyen, pues esa cuesta más derribarla.

 

Eduardo Laporte. La Tribuna de Ciudad Real, lunes 14 de mayo de 2007

 


viernes, 19 de abril de 2024

FIN DE UN EDIFICIO CON MUCHA HISTORIA

 



Como si de la pinza de un gigante cangrejo se tratara, una máquina trabaja desde ayer en la demolición del antiguo edificio que, pese a que fue proyectado para ser un hospital de tuberculosos, albergó hasta 1996 el psiquiátrico de la Atalaya. Comenzó así la desaparición de un inmueble que durante años, desde que comenzara a construirse en 1942, ha sido, por motivos muy distintos a los que supusieron su concepción, uno de los edificios emblemáticos de Ciudad Real. La curiosidad y las innumerables leyendas que ha generado siempre este edificio, especialmente en los últimos años entre los más jóvenes, desaparecerán definitivamente dentro de 15 días, cuando ya no quedarán más que sus escombros con los que arreglar los caminos de la provincia.

Después de que el pasado mes de agosto saliera a licitación por procedimiento urgente, y tras salvar numerosos escollos, finalmente ayer se inició la demolición del antiguo edificio de la Atalaya, una actuación que se concluirá en el plazo de una semana y que cuenta con un presupuesto aproximado de 114.00 euros.

Así lo explicó ayer la delegada provincial de Bienestar Social, Prado Pérez de Madrid, durante una visita que realizó a la zona, para comprobar in situ el derribo que está desarrollando la unión temporal de empresas (UTE) de Pérez del Río SL y Hadinsa Ambiental, ambas de Pamplona, a través de una máquina -ya que hoy llegará la segunda- que a través de una especie de "tijera" va cortando el edificio desde las plantas superiores a las inferiores.

"Esta obra era urgente debido al mal estado que se encontraba el inmueble y el peligro que conllevaba, ya que por más que poníamos vallas en la zona, la gente seguía entrando.

Entonces, tras una primera investigación para comprobar quien era el propietario que resultó ser la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, sacamos a concurso el proyecto y por fin hoy se ha iniciado", explicó Pérez de Madrid.




Respecto al futuro que se le dará a la zona, la delegada provincial de Bienestar Social reconoció que aún se están barajando varias opciones, porque se trata de un lugar privilegiado y que dispone de muchos metros cuadrados, concretamente entre 50.000 y 60.000.

"Entre las opciones que estamos estudiando se encontraría, por ejemplo, que el solar se convierta en un parque medioambiental con un aula de la naturaleza o la creación de un campamento o un albergue juvenil. Pero también se ha pensado en su utilidad para las personas mayores, por lo que podría crearse un área de descanso para ellos", apuntó Prado Pérez de Madrid.

Unas posibilidades a las que por cierto, también se refirió la candidata del PP a la alcaldía de Ciudad Real, Rosa Romero, quien propuso, además del albergue juvenil, un museo de la naturaleza y una senda verde.

 

Años de incertidumbre

Con esta demolición se pone fin a años de incertidumbre en los que se barajaron multitud de opciones, como la de reconvertirlo a un centro geriátrico, para el mastodóntico edificio que quedaba definitivamente cerrado el 25 de marzo de 1996.

Durante estos diez años, el inmueble ha sido uno de los lugares preferidos por muchos jóvenes Ciudarrealeños para hacer botellón mientras esperaban descubrir tos misterios que las leyendas urbanas han concedido al mismo.




Pero lo cierto es que el único “misterio” que albergó este edificio fue el de una concepción sobre la discapacidad que hoy en día no cabría en la cabeza de los ciudadanos, y en la que cuanto más se les aislara del mundo exterior mejor, ya que muchos lo consideraban un "castigo de Dios". Así, con esta demolición, se han derrumbado también, simbólicamente, aquellas ideas del pasado dignas de desterrar.

De esta forma, ayer comenzó el fin de un edificio que sí que ha estado marcado por su “mala suerte” desde el principio, ya que aunque se inició en 1942, no se finalizó hasta 1971 porque su construcción se paralizó en varias ocasiones. Asimismo, tampoco llegó a ser un hospital para tuberculosos porque cuando se concluyó ya se había erradicado la enfermedad.

El Hospital Psiquiátrico Infantil "La Atalaya", tal y como se denominó en sus inicios, cuando llegó a contar con 266 internos y 33 mediopensionistas ha comenzado a formar parte desde ayer, de la historia de Ciudad Real, permitiendo ver un horizonte más amplio desde la ciudad y desde la Atalaya.

Mercedes Camacho. Diario Lanza viernes 4 de mayo de 2007



jueves, 18 de abril de 2024

LA ATALAYA ESPERA EL FIN TRAS 25 AÑOS DE SERVICIO Y 11 DE SOLEDAD

 



La licencia de obra para iniciar el derribo del Centro de Discapacitados de La Atalaya se entregará la semana próxima y a partir de ese momento las empresas adjudicatarias tendrán vía libre para reducir a escombros un edificio que sólo estuvo en funcionamiento efectivo durante 25 años.

Para el director del complejo en el momento del cierre y hoy responsable del Centro Guadiana, Santiago Alonso, éste es un momento de sensaciones ambivalentes, «es un lugar en el que he vivido mucho tiempo, en el que trabajé con mucha intensidad, tanto en momentos duros como en los agradables y donde puse y recibí muchísimo cariño. En ese sentido, me da pena el derribo». El otro extremo de dicha ambivalencia es que la demolición, «de alguna manera pone fin a un modelo muy antiguo de tratamiento de la locura que ya no tiene sentido ni cabida en la sociedad actual y me alegro de que lo tiren».

Antes que centro de discapacitados psíquicos, el complejo de La Atalaya había sido un hospital psiquiátrico infantil en el que confluyeron niños de toda España. Aquella fue una forma de dar utilidad a un gran centro sanitario al que la propia medicina había dejado sin razón de ser antes de la inauguración.

El proyecto de La Atalaya data de 1942, cuando se diseñó como Sanatorio de enfermedades torácicas, en una época en que la tuberculosis era un mal muy extendido. Pero cuando el edificio se terminó de construir, la ciencia había. conseguido reducir la incidencia de la enfermedad, por lo que nunca se llegó a utilizar como tal.




NUEVO USO. En 1971 el Gobierno aprobó el cambio de destino del edificio a sede del Hospital Nacional de Psiquiatría Infantil. En unos meses llegaron los residentes, niños y jóvenes de 5 a 21 años procedentes de toda España que periódicamente recibían la visita de sus progenitores. El periodista Pedro Peral recuerda que las familias de menos recursos «llegaban en el autocar y pasaban todo el día en La Atalaya.

Con la llegada de la democracia y la estructura autonómica del Estado, la responsabilidad sobre el hospital se transfirió a la Junta de Comunidades entre 1981 y 1985. La nueva Administración renombra el hospital como Centro de Discapacitados Psíquicos Profundos.

La redenominación incluía un cambio en el enfoque terapéutico yen un último extremo una mayor incidencia en la reinserción del paciente que, al final, sería determinante en el abandono del edificio.

Fue en esa nueva etapa cuando se hizo cargo de la dirección Santiago Alonso, quien recuerda «la ilusión con que recibieron todos casi hace 20 años, fue el 1 de abril. Los trabajadores, las familias, los propios pacientes, todos tenían muchísimas ganas de cambiar las cosas y de hacer un esfuerzo para aumentar la calidad de vida de los residentes».

En 1994 se iniciaron las obras de acondicionamiento del edificio del convento de las Adoractrices, situado en la ronda del Parque de Ciudad Real, como nuevo centro de discapacitados que sustituiría al de La Atalaya. Estos trabajos duraron hasta 1996, que fue cuando se produjo el traslado a lo que hoy se denomina Complejo Residencial Guadiana.

Desde entonces, el edificio de La Atalaya ha permanecido vacío, y ha sufrido durante casi 11 años un notable deterioro. Hubo algunas propuestas para reutilizarlo, entre ellas su cesión a la Guardia Civil o la instalación de una residencia de mayores. Ninguna fructificó.

 



Un gran lienzo entre escombros para los amigos del espray

La antigua residencia de discapacitados de La Atalaya aguarda la llegada de las excavadoras que la harán desaparecer de la falda del monte que le da nombre en un estado lamentable fruto de la soledad y los años de abandono, pero también de la mano de las personas que poco a poco han ido destrozando su interior. Aunque vista desde la parte baja de la carretera, esta inmensa construcción no parece que esté en demasiado mal estado, salvo por algunas pintadas un poco más grandes.

Una vez en el recinto se aprecia que casi hasta el último centímetro de la planta baja de la fachada se ha aprovechado para realizar grafitis, la mayoría de las ventanas han desaparecido y una parte de las habitaciones muestran todavía las señales del incendio que hace unos años se produjo entre las ruinas.

Todo el interior está lleno de escombros y en las paredes se repiten grafitis con reivindicaciones políticas o sociales, expresiones a favor de determinadas corrientes musicales y ocurrencias cuyo sentido real sólo conocen sus autores.

Los huecos de los ascensores situados junto a la escalera están igualmente llenos de cascotes que ocultan en parte lo queda en las cabinas, unos metros por debajo del nivel de entrada. Ocasionalmente, restos de un mueble o una puerta calcinados indican donde se prendió una hoguera. El aspecto general es tétrico y sólo la pista deportiva, pintada para una competición de coches de radio control y el antiguo campo de fútbol dan una falsa sensación de normalidad.




La zona situada entre la piscina y el edificio principal presenta restos de difícil catalogaci6n, tal vez piezas de los talleres o restos de muebles, incluso la mitad de una pila aparece en medio de las cenizas de una hoguera. Por todo el recinto afloran botellas, vasos de plástico, bolsas de supermercados y otros productos, sobrantes de posibles fiestas nocturnas.

No es de extrañar que con ese aspecto el edificio haya despertado la fantasía de algunas mentes más o menos enfermizas, como las que a mediados del año pasado animaron al equipo de un programa de televisión centrado en supuestos fenómenos extraños a realizar una visita a La Atalaya, de la que salió un reportaje en el que se daba, pábulo a sucesos que nunca ocurrieron o se recordaban otros hechos ocurridos en el parque forestal como asociados por extrañas fuerzas al edificio, tal fue el denominado crimen de los novios.

En este sentido, el antiguo director del Centro de Discapacitados. Santiago Alonso. señaló que el próximo derribo del edificio «acabará con especulaciones y visitas que pueden dar lugar a un accidente». De hecho, este edificio ha sido el escenario de la crónica de sucesos real, como incendios o la caída de un visitante por el hueco de uno de los ascensores.

La Tribuna de Ciudad Real. Domingo 4 de febrero de 2007