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domingo, 30 de septiembre de 2018

UNA NOVELA SOBRE LA VIDA DE ALONSO DE CÉSPEDES GUZMÁN



En el año 2016, la ciudadrealeña Teresa Céspedes Belda, maestra de educación especial jubilada, publicó una novela sobre la vida de Alonso de Céspedes Guzmán, donde  nos relata su vida azarosa, y cubierta de gloria, capitán de los tercios españoles, nacido en Ciudad Real en mil quinientos dieciocho, conocido como “El Hércules Manchego” o “el valiente Céspedes”. Al mismo tiempo, la autora hace una recreación histórica y a la vez emocionada de la Ciudad-Real del siglo XVI.

Sin Alonso de Céspedes no se hubiera ganado la batalla de Múhlberg contra los protestantes, como así se lo reconoció Carlos V. Así mismo, nuestro héroe combatió bajo las órdenes del duque de Alba en la toma de Ingolstad, y puso la bandera imperial en el torreón de Mansflet, conquistando todas las ciudades a las orillas del Danubio a los luteranos. Combatió en las guerras de Italia contra Francisco I de Francia. Bajo las órdenes de D. Juan de Austria, luchó en la rebelión de los moriscos en las Alpujarras. Era tal su fuerza hercúlea que peleo contra un tigre dándole muerte, no solo eso, montado en su caballo y agarrándose a una viga era capaz de levantar a éste del suelo, con la sola fuerza de sus piernas. Esta obra es un homenaje al glorioso manchego al que insignes escritores han dedicado sus páginas, entre ellos Lope de Vega y Agustín Moreto.

La novela se puede leer y descargar pinchando el siguiente enlace: https://drive.google.com/file/d/0B2CvydwUxwscbGhYYW5hZFVWZWM/view

sábado, 29 de septiembre de 2018

ALONSO DE CÉSPEDES, EL BRAVO


Vista de la calle Azucena en las primeras décadas del siglo XX

La ingente tarea de dar a conocer con detalles el copioso plantel de santos, sabios, héroes, poetas, músicos, pintores e ingenios de artesanía, que de todo hubo y hay en esta bendita tierra de la Mancha, es más difícil de lo que parece a primera vista. Así me explico que Blázquez se limitase a dar una relación de nombres, sin decir en qué consistían sus méritos, que Hervás aparezca  en muchas ocasiones carente de datos, y que Ramírez de Arellano se haya concretado a enumerar los que se citan en un M. S. del archivo de la Merced. Aún contando, como yo cuento con poderosos medios de información en archivos, bibliotecas públicas y privadas, y ayudas siempre de valía en congregaciones religiosas, más una férrea voluntad personal puesta por entero a su servicio, sin escatimar gastos, viajes, ni limitar consultas, hay casos, como el que hoy, que no quedo satisfecho de mi labor ni obtengo lo que deseo y para realizarlo he de atar cabos y enlazar notas sueltas de unos y otros.

A pesar de todo quedará patente que el Capitán Alonso de Céspedes el Bravo, nacido en Ciudad Real, merece ser considerado como preclaro e ilustre.

La familia de Céspedes era, como la de Loaisa, Mexía, Villaquirán etc., de rancio abolengo manchego. En el siglo XVI tenía su casa solariega en el sitio que hoy ocupa la número 14 de la calle Azucena, y era Jefe de ella don Rodrigo de Céspedes y Villaquirán, esforzado paladín de empresas guerreras a quien se cita como Capitán en la relación de militares ilustres de aquellos tiempos que contiene uno de los M.S. del archivo de la Merced. Casado con doña María Flores de Molina tuvo dos hijos: Rodrigo que fue bachiller, y Alonso, que atento a las cosas del campo se fue a vivir a tierras montesinas –según relata el mismo Rodrigo, lamentando su ausencia- Un importante documento publicado en mi libro “Aulas y estudiantes” nos dio a conocer al primero: el bachiller Rodrigo de Céspedes y Flores de Molina, padre del capitán Alonso, y aun nos aclara otra duda: la de que la calle de la Azucena figure en su historial llamándose de Rodrigo y de Alonso de Céspedes. Veamos cómo. Nos describe la procesión de la Virgen del Prado de 1587 y dice que salió el 15 de Agosto de la Santa Iglesia parroquial de Santa María del Prado, la mayor, por la puerta del Sol hacia las casas que eran de la Chancillería, Plaza e por la Obrería (hoy calle de María Cristina) a la de Caballeros y por la calle de don Rodrigo de Céspedes “que es la que viene desde la plazuela de los treviños a la iglesia de Nuestra Señora”. Bien claro se ve que la calle de Rº de Céspedes era la de la Azucena pues hasta el 1603 en que quedó fundado el Convento de las Carmelitas dicha plazuela se llamó de los treviños. Por otra parte el documento 631 del archivo de la Merced nos dice que en 1719 la calle de la Azucena se llamaba de Alonso de Céspedes, y tal noticia dio lugar a confusiones que puntualizando los hechos no debieron existir. El Concejo de Ciudad Real premió primero al capitán  Rodrigo y después a su nieto Alonso, que por lo visto heredó los laureles y timbres de glorias militares de su abuelo. Otro detalle que no debe olvidarse es que entonces el rotulado de calles duraba muchos años y no como en los tiempos modernos que en ocasiones dura menos que la rosa del azafrán.

Media armadura del siglo XVI-XVII del Capitán Alonso de Céspedes, el Bravo. Archivo de la Biblioteca Nacional

Hervás nos da la noticia de que el único hijo ilustre de Horcajo de los Montes es el Dr. Alonso de Céspedes, Rector de la Universidad de Alcalá. ¿Sería también nieto  del capitán Rodrigo, hijo por tanto de aquel Alonso, campesino, que se ausentó de Ciudad Real? Todo está en lo posible.

Y voy a referirme concretamente a lo que se sabe de Alonso de Céspedes el Bravo. Cuando a principios del siglo XVII se inició la guerra de los moriscos era ya capitán y conocemos tan solo algunas de sus proezas y la heroicidad de su muerte. En uno de los hechos de armas tuvo que pelear el solo contra diez de sus enemigos, matando a nueve, y aunque cubierto de heridas intentó hacer lo mismo con el décimo, el tropiezo con una piedra o la debilidad de su cuerpo sangrante le hizo caer al suelo y entonces se le abalanzó su contrario y acabó con él. Dejó dos hijos Alonso y Fernando, el primero Regidor perpetuo de esta ciudad, y el segundo Caballero del hábito de Santiago, que en 1633 ingresaron en la Cofradía de la Virgen del Prado en unión  de doña Catalina de Guevara, esposa de don Alonso, y de un hijo del caballero, santiaguista llamado también Alonso, dando por persona “arroba de cera y fanega de trigo”.

La familia de Céspedes fue muy devota de la Virgen del Prado. Es lo que hoy es capilla de la Dolorosa de la Santa Iglesia Prioral y en el friso del cornisón en donde se apoya la bóveda, había años atrás y supongo que existirá todavía, una inscripción de la que solo podía leerse: 1514. Fue reedificada… por el mayorazgo de don Antonio del Barrio y doña María del Rosario Muñoz de Loaisa y Salcedo”. Dicha doña María de Céspedes era hermana del Capitán Rodrigo.

José Balcázar Sabariegos. Diario Lanza, sábado 18 de diciembre de 1943, página 3.

Grabado del Capitán Alonso de Céspedes el Bravo 

viernes, 28 de septiembre de 2018

LA CALLE AZUCENA



La calle Azucena es una de las antiguas calles de la ciudad, enclavada en el histórico barrio de la Virgen, que recibe su nombre precisamente de su vinculación a la antigua parroquia de Santa María del Prado, actual Catedral, cuyas armas eran las azucenas.

Esta antigua e histórica calle ciudadrealeña, discurre desde la plaza del Carmen hasta su confluencia con la calle Morería, y a ella confluyen las calles de los Reyes, Infantes o Prado.

A lo largo de la historia han sido muchos los nombres que ha recibido esta calle, sabemos por el historiador ciudadrealeño, D. José Balcázar Sabariegos, en un artículo que publicó en el diario lanza el 18 de diciembre de 1943, sobre Alonso de Céspedes el Bravo, que en el siglo XVI, esta calle se llamó Rodrigo de Céspedes, debido a que en la misma tenían su casa solariega la familia de Céspedes, que era de rancio abolengo manchego. En la obra del historiador ya citado, D. José Balcázar Sabariegos, “La Virgen del Prado a través de la Historia”, se nos relata que en el año 1719, esta calle se llamó de Alonso de Céspedes,  nacido en Ciudad Real en 1518, “bravísimo Capitán que nació en la casa que había en el sitio que hoy ocupa la que tiene el número 14 de dicha calle” (1). Este mismo historiador ciudadrealeño, en un artículo que publicó en el diario Lanza el viernes 31 de diciembre de 1943, que lleva por título “Noticias nuevas en papeles viejos” (http://elsayon.blogspot.com/2018/06/noticias-nuevas-en-papeles-viejos.html), nos cuenta que esta calle recibía el nombre en 1739 del Dulce Nombre de Jesús. Hay que recordar que en la antigua parroquia de Santa María del Prado, existió una capilla y hermandad bajo esta advocación. Por último en D. José Balcázar, en su obra ya citada sobre la historia de la Virgen del Prado, nos dice que en el año 1789, la calle recibía el nombre de Cárdenas, por haber nacido en ella el ilustre mercedario descalzo, D. Francisco Cárdenas (2).

  
Ya en el siglo XX, más concretamente el 20 de octubre de 1910, la calle recibió el nombre de “Pintor Ángel Andrade”, por haber nacido en ella el pintor ciudadrealeño, D. Ángel Andrade Blázquez en 1866, siendo rotulada con ese nombre el viernes 18 de agosto de 1911. El 29 de diciembre de 1982, el pleno del ayuntamiento acordó que  volvería a rotularse con su antiguo nombre de Azucena, dedicada a Ángel Andrade.

En cuanto a su fisonomía, la calle Azucena estaba edificada de viejos caserones, que daban la imagen de un gran pueblo manchego. Hasta que se creó el actual cementerio municipal en 1834, los feligreses de la parroquia de Santa María del Prado, eran enterrados en el cementerio parroquial, que se encontraba en la calle Azucena y ocupaba todo lo que actualmente son las cocheras y acera del recinto catedralicio.

Según D. José Balcázar y Sabariegos en su obra ya citada “La Virgen del Prado a través de la historia”, la puerta de la Umbría de la Catedral, que se ubica en la calle Azucena, tenía en el centro “del arco que la cubre la antiquísima imagen de la Virgen de los Desamparados, que se alumbraba con faroles de aceite, alumbrado sostenido, como un gran honor, por los vecinos de la barriada(3).

En esta calle, más concretamente en el número 13 de la misma, estableció su residencia en 1877 el primer Obispo-Prior de nuestra diócesis, Dr. D. Victoriano Guisasola y Rodríguez, al no contar nuestra ciudad con Palacio Episcopal que lo pudiera acoger, y en ella permaneció hasta 1881, cuando se trasladó al núm. 4 de la calle Caballeros.

También en esta calle  la Diputación  crea la Escuela Normal Superior de Maestros, que comienza a funcionar en el curso 1914-1915, en el edificio que la Diputación adquirió esquina a Reyes.

(1) José Balcázar Sabariegos, “La Virgen del Prado a través de la Historia”, página 109.
(2) Ibidem, página 120.
(3) Ibidem, página 183.


jueves, 27 de septiembre de 2018

LOS SUCESOS OCURRIDOS EN CIUDAD REAL EN 1821 SEGÚN “EL ESPECTADOR”



Nos relataba D. Ramón González Díaz, en el artículo que publicó en el Boletín de Información Municipal sobre “El Paseo del Prado”, reproducido pasados días en este blog, unos sucesos ocurridos en 1821 en torno a la entonces conocida como “Alameda de la Virgen”, hoy jardines del Prado; y la salida de nuestra Patrona a la calle,  hechos que fueron denunciados como desordenes. Nos dice D. Ramón, que de tales sucesos se hizo eco el periódico “El Espectador”, diario publicado en Madrid entre 1821 y 1823, durante el Trienio Liberal. Estos sucesos se reprodujeron en su número del domingo 17 de junio del citado año 1821, en su página 3,  y a continuación reproduzco:

“También en Ciudad Real se ha repetido la escena escandalosa de Toledo. El coronel y oficialidad del dignísimo regimiento infantería de Navarra en exposición que dirigen a S.M., refieren este desagradable suceso, quejándose altamente de la convivencia del clero y alcaldes constitucionales en una escena injuriosa a la religión, porque se toma su nombre sagrado para seducir al pueblo, y prepararle a la sedición.

El hecho no sabemos decir si escita la risa o la indignación. Una débil cañería, que desde cierta huerta conduce el agua a la alameda de Santa María del Prado, hubo de romperse (quizás porque se dispuso así), y como es natural inundó el sitio. Una porción del pueblo preparado de antemano embriagado de fanatismo y de vino, principió a llamar milagro lo que diariamente está ocurriendo, obligó a repicar las campanas, a que se iluminasen las casas, y concluyó esta ridícula farsa con una procesión en que se tiraban las monteras a la santa virgen, y mezclaban sacrílegamente sus vivas con los gritos que anunciaban el desorden de la rebelión.

El coronel y oficiales que han sufrido en este pueblo infinitos desaires, nacidos de la prevención con que son mirados por sus sentimientos patrióticos, afirman que este impío espectáculo iba presidido por los alcaldes constitucionales, consentidores cuando no promotores de él.

Su exposición que está llena de liberalismo, concluye con la oferta solemne de sepultarse, si fuere necesario, entre las ruinas del edificio constitucional.

Nosotros rogamos al gobierno una y mil veces que conjure la guerra que por do quiera trata de encender el fanatismo religioso, mucho más temible y rencoroso aun que el político. No dudamos que removerá los sacerdotes enemigos declarados del estado, que en Toledo y Ciudad Real se prestan a inaquinaciones obscuras, indignas de su carácter y ministerio. También desearíamos que el benemérito regimiento de Navarra fuese prontamente reemplazado, pues esta reducido a tan escasa fuerza, que los oficiales en número de 16, se ven precisados a patrullar de noche con sus asistentes. Por esta causa no se reprime este desorden, viéndose en la necesidad estos valientes de sufrir que a su vista se perturbase impunemente la tranquilidad pública, y ofendiese la magestad de las leyes.

Espíritu público, espíritu público, autoridades activas y entusiastas, sacerdotes de probidad y luces, he aquí lo que necesita Ciudad Real!

Escrito este artículo hemos sabido que el gobierno ha destinado a Ciudad Real 150 caballos del regimiento de Alcántara, que van decididos a no permitir que a su presencia se insulte impunemente el sagrado código de nuestros derechos.”    


miércoles, 26 de septiembre de 2018

EL PASEO DEL PRADO (II)



El día tres… a ruego de varias gentes salió la procesión a las seis de la tarde… en ella y su tránsito no se notó otro desorden, que el de tributar esforzadamente repetidos y altos vivas a la divina Imagen y a la Religión, durando estos hasta las diez de la noche dentro de su santo templo… se oyeron también en la Plaza y Paseo del Prado, por espacio de ambos días únicamente… según  Testimonio número 2; quedando el pueblo en la mayor tranquilidad y sosiego, en cuyo estado le encontró el Comandante de la Caballería del regimiento de Alcántara. Informe número 3 de íd.>>

A este escrito del Ayuntamiento, comenta don Inocente Hervás: <<Motivó esta representación el recurso que a su vez hicieron a S.M. el Coronel y Oficialidad del Regimiento de Navarra, acantonado en esta Ciudad hacía un año, acusando al pueblo de actos de sedición y, al Clero y Autoridades de promovedores de dichos actos, cuyas calumnias reprodujo en sus columnas <<El Expectador>>, periódico de la Corte. La Corporación prueba, además de su inocencia, el recto proceder de todas las autoridades y vecinos de la población, y que el oficio de falsos denunciadores no era nuevo en aquel Cuerpo, puesto que por idéntico motivo se le había trasladado de Badajoz y Toledo.>>

Al año siguiente, 1822, el Ayuntamiento compró las Casas de Cózar, así llamadas por pertenecer a la vinculación de este nombre, destinadas para habitación del campanero, frente a la puerta del Sol de dicha iglesia, con lo que, el Prado adquirió una forma regular, y dando el Arzobispo de Toledo la piedra para construir su gradería y así quedó constituido en el más bello rincón de la población.

Hasta época relativamente cercana, bien entrado ya nuestro siglo, el Paseo del Prado se regaba a brazo a cubos. El pozo y alberca de que hablábamos anteriormente, se encontraba situado en el patio de la casa del guarda, en lo que hoy es Casa de Cultura. Desde allí, hasta el centro del Prado existía una tubería por la que se conducía el agua hasta una especie de repartidor, del que partían cuatro regueras, una para cada esquina del Paseo. En cada una de estas esquinas, había una tinaja de regulares proporciones, semienterradas, que se iban llenando de agua y de allí, los jardineros, iban sacando cubos y repartiendo el agua por los paseos en las tardes de verano. Alguna de estas tinajas, está todavía enterrada como mudo testigo del tiempo pasado.


En los últimos años del siglo pasado y muchos de los de este, la Banda Municipal de Música, daba conciertos en el Paseo del Prado, jueves o domingos, alternando primero con la Plaza del Pilar y luego con el Parque de Gasset. Para esto se levantaba un tablado de madera cerca de las paredes de la Catedral y luego, más tarde, se levantó un tinglado de hierro en el paseo central que duró, me parece, hasta después de nuestra guerra de liberación; desapareciendo cuando se instaló en el mismo paseo la Cruz de los Caídos. A la gente le agradaban entonces estos conciertos y lo demostraba asistiendo en masa y aplaudiendo la ejecución de las obras. Claro está, que esta era la única forma de oír música; la radio, los tocadiscos y los transistores no se habían inventado y los pocos gramófonos que luego fueron apareciendo, sonaban muy mal todavía. Por otra parte, era una buena forma de comunicarse y estrechar relaciones con la gente, porque conocerse se conocían todos. De estas tardes y noches de concierto salieron muchos noviazgos y muchos matrimonios que quizá de otra forma no hubieran llegado a celebrarse.

El 7 de junio de 1887, día del Corpus, se inauguró el nuevo local del antiguo Casino, llamado de los señores, levantado en la casa de don José del Forcallo, frente al Paseo del Prado.

En los últimos tiempos, el Prado, ha sufrido una profunda reforma. En la antigua casa del guarda, se ha construido la Casa de Cultura, modernísima obra del arquitecto manchego don Miguel Fisac. Desapareció la barandilla de hierro fundido que rodeaba todo el paseo y que había sido instalada en el año 1822 y fue sustituida por taludes sembrados de verde, que le dan gran prestancia y belleza y un aspecto moderno, como puede verse por alguna de las fotos que publicamos. Hubo protestas, ¿cómo no?, de los eternos detractores, de los amigos de la tradición y de los que creían que el Prado iba a perder todo su sabor, pero cuando la obra estuvo terminada, todos quedaron contentos y satisfechos. Hoy el Prado es otro bello jardín, del que estamos orgullosos todos los ciudarrealeños.

Ramón González Díaz. Boletín de Información Municipal Nº 29, Ciudad Real marzo de 1969


martes, 25 de septiembre de 2018

EL PASEO DEL PRADO (I)



Hace casi cuarenta años, existía en Ciudad Real, en el Ciudad Real de mi niñez, un joven de unos 25 o 30 años de edad, que vestía impecablemente al estilo de la época. Sombrero de fieltro de ala rígida, o “canotier” de paja, según la estación, bigote bien dibujado y de guías engomadas, cuello duro y brillante, bastón de ébano negro, botines blancos de paño encima de las botas negras bien abrochadas con sus botones y ojales y unos lentes con montura de oro, sujetos a la solapa izquierda de su bien planchada y larga americana, con una cadenita de oro, que le daban gran prestancia. Nuestro hombre, así vestido, llamaba muchísimo la atención de nuestra pequeña ciudad, porque no era corriente ver personas tan elegantes y tan correctamente vestidas por nuestras calles, sobre todo en los días de trabajo.

A mí, que entonces contaba escasamente unos diez años, cada vez que lo veía me impresionaba grandemente, ya que parecía un tipo arrancado de las páginas de <<Blanco y Negro>>. No tenía ni idea de cuál era la ocupación de este buen hombre, pero estoy seguro que muchos de nuestros lectores, con edad suficiente, lo recordarán. Debía contar con pocos amigos, ya que casi siempre deambulaba sólo por nuestras plazas y paseos, procurando no descomponerse, siempre muy serio, muy correcto y saludando ceremoniosamente cuando se cruzaba con alguna persona mayor o dama conocida.

Un día de la Octava de la Virgen, por la tarde, cuando el <<todo Ciudad Real>> esperaba en el Paseo del Prado la salida de la procesión de nuestra patrona y el entonces único jardín de nuestra ciudad se encontraba abarrotado de gentes de todas clases sociales, apareció por la escalerilla que existía enfrente de la terraza del Casino nuestro elegante caballero, tan impecable como de costumbre y tan ceremonioso como en él era habitual. Avanzó hacia el centro del Paseo con su aire de pavo real y todas las miradas convergieron hacia él de una forma casi instintiva. De pronto, y sin saber de dónde había salido; un individuo, alto, fortachón y decidido, que tendría seguramente menos de 20 años, sin mediar una palabra, le agarró fuertemente con una mano del cuello y con la otra del <<fondillo>> del pantalón y empujándole velozmente le dio, ante los atónitos ojos de todos los presentes, lo que entonces le llamábamos la <<carrera del señorito>>. Aquel bruto, gamberro le llamaríamos ahora, hizo corre a nuestro elegante personaje desde el sitio en donde se encontraba hasta casi las paredes de la Catedral. En la época actual, la cosa hubiera tenido una relativa importancia y apenas si habría originado algún comentario jocoso; pero entonces, el espectáculo de aquel buen señor, corriendo casi sin poner los pies en el suelo, los brazos abiertos en cruz, en la mano izquierda el sombrero que nadie sabe como tuvo tiempo de agarrarlo, en la derecha el bastón, los lentes al aire enganchados de la cadenita y los ojos y la boca muy abiertos, dieron qué hablar durante mucho tiempo a todas las tertulias y reuniones caseras tan frecuentes y numerosas en aquellos tiempos. 


Como final, fue empujado con más fuerza si cabe y soltado violentamente a unos doce a catorce metros de la pared de la iglesia. Dando unas zancadas inverosímiles, fue a aterrizar sobre la mesa de un <<aguaducho>>, tan corrientes entonces en aquel sitio y en el que se vendía <<agua de cebada>> y otros refrescos propios del tiempo. Estuvo a punto de deshacer todo aquel tinglado y derribó y derramó los vasos y jarros que había por allí encima. Cuando a duras penas logró recobrar el equilibrio, le rodeaba una multitud de gente casi en su totalidad chicos y niñeras. Las personas mayores le observaban con gesto serio y duros desde más lejos, como si él fuera el culpable del desaguisado. El bromista había desaparecido casi tan de repente como apareció. A mí, testigo presencial de esta parte del espectáculo, me dio la sensación de que aquel pobre hombre se encontraba en un gravísimo apuro. Para colmo, la dueña del <<aguaducho>>, una mujer madura, gorda y vestida de negro, no dejaba de dar voces e intentaba abalanzarse sobre él para pegarle, sin duda considerándole culpable de la ruina de su pequeña industria. Inmediatamente apareció un Guardia municipal, un <<guindilla>> como se le conocía entonces, y en seguida dos <<romanones>>, y después de intentar despejar aquello de gente, sin conseguirlo, se llevaron a nuestro personaje, al que aquel día vi por última vez.

He recordado ahora este incidente de mi niñez, porque quiero hablar algo aquí sobre nuestro Paseo del Prado, que fue durante bastantes años nuestro primer paseo público, hasta que apareció el Parque de Gasset.

Tiene su historia: D. Inocente Hervás y Buendía en su Diccionario Histórico de la Provincia de Ciudad Real, dedica un buen espacio para hablarnos del Prado.

Un vecino de Ciudad Real, Isidoro Madrid, decía al Ayuntamiento que desde el año 1778 venía realizando por su cuenta <<sin gravamen de los vecinos ni exacción de los caudales públicos>> el desmonte y allanamiento del sitio del Prado para su riego, por lo que la ciudad le asignó doscientos ducados anuales para que continuara su labor, año 1792. Dice don Inocente Hervás, que por aquel tiempo, 1780 a 1790 el Prado <<era un lugar asqueroso, depósito de inmundicias, indecoroso e impropio del soberbio templo que la piedad cristiana había levantado a la Virgen María>>.

A Isidoro Madrid se debe la idea de hacer en el Prado un plantío de árboles y lugar de recreo.

Con motivo de un incidente con los mandos del regimiento que guarnecía la población, el Ayuntamiento, en 25 de junio de 1821, dirigió a S.M. Fernando VII, el siguiente escrito, en el que se da cuenta de un hecho verdaderamente curioso ocurrido en el Prado:


<<Se trataba por el Ayuntamiento a fines del mes próximo pasado, dice el Ayuntamiento, de regar cierta alameda que hay en las inmediaciones de la Parroquia Santa María del Prado, como desde su aparición se ha venido ejecutando (?). El agua se conducía de un pozo próximo a dicha alameda propio de unas memorias de la Santa Imagen y habiéndose conferido a censo cierto terreno de las mismas memorias a don Fermín Díez, excorregidor de esta capital, se creyó equivocadamente, que había entrado en el contrato, no siendo así…>> (El señor Díez, corregidor de Ciudad Real y dueño de la casa que ocupa hoy el Gran Casino en la calle de Caballeros, adquirió dos solares lindantes con ella con salida a las calles del Prado y Camarín para hacer de ellos un jardín. Las reclamaciones del Ayuntamiento le hicieron dejar la noria para el riego del Prado, y su hijo don Vicente pedía después de estos sucesos pagara el Concejo la parte que le correspondía de los censos (3 de julio de 1852). Pero sigamos con el escrito del Ayuntamiento: <<Y en ese intermedio se rompe un antiguo conducto, ciego desde antes de la guerra pasada (1808), que se dirige a dos fuentes o pitones que hay en medio de dicha alameda y paseo público, brota el agua con abundancia a la superficie de la tierra en los regueros de la cañería; se advierte el hecho por las gentes de ambos sexos y de todas las edades y corren precipitadamente al Prado, a ver y cerciorarse de aquella novedad, que sin enterarse ni detenerse en averiguar su origen lo tuvieron por milagro. El cura propio de la misma Parroquial les hace palpable con la mayor eficacia y esfuerzo que el agua de aquellos depósitos procedía de la trasvenada de la alberca inmediata, pero aún las gentes titubean. Hace llamar al Alcalde de primer voto para que le ayudara a convencerles y se logra a poco esfuerzo separarlos de esta maniática creencia. Más suplican aquellas gentes que se vuelva a la Virgen su pozo y se riegue su arboleda, y así se verificó. Reúnanse por la tarde del mismo día, varias mujeres, jóvenes y algunos hombres, limpian las fustas e hierbas del Prado, traen caballerías a su costa y principian a regar, pidiendo para ello el correspondiente permiso al Gobierno. Al anochecer del propio día y concluido el riego, se pasan las mismas gentes a casa del Párroco; seis granaderos provinciales le conducen en brazos (sic) a la del Vicario eclesiástico y le ruegan permita, que la Virgen salga a otro día en procesión alrededor de su Prado. El Vicario se lo concede, con tal de que el Jefe político lo consienta, con quien contaban también las gentes, regresando al Párroco a su posada, tanto aquél, como por este y los Alcaldes se consiguió el retiro a sus respectivas casas, sin que ocurriera la menor indisposición; así lo demuestra el Testimonio número 1 que acompaña al expediente.

Ramón González Díaz. Boletín de Información Municipal Nº 29, Ciudad Real marzo de 1969


lunes, 24 de septiembre de 2018

LOS RELIEVES DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL



El antiguo Palacio de Justicia de Ciudad Real, hoy Audiencia provincial, se encuentra situado entre las calles Caballeros y Camarín de nuestra ciudad, edificio proyectado en 1976 por Velasco Viejo, que presenta una solución de chaflán en la esquina con relieves de Ramón Poblador.


Los relieves de Ramón Poblador en la actual Audiencia Provincial, pasan desapercibidos para los viandantes que a diario pasan por las calles Caballeros y Camarín de Ciudad Real. Estos relieves se encuentran coronando el chaflán exterior del edificio y fueron realizados en 1978. En él se representa a través de un relieve en el que su escultor busca los valores plásticos y táctiles, la justicia personificada en una mujer joven, a la manera de la mitología romana, sosteniendo una balanza (símbolo de equidad entre el bien y el mal) y una espada. La justicia es la virtud que decide lo que pertenece dar a cada uno.

A ambos lados se representa dos palomas y espigas, símbolos de la paz y el trabajo y que vienen a relacionarse con la imagen central.

Esta obra muestra una representación figurativa pero no marginada de abstracción.


El autor de estos relieves es el ciudadrealeño José Ramón Poblador, escultor nacido en vuestra ciudad en 1940, que también diseño joyas, pinta y dibuja. Después de iniciarse en la ilustración de libros, se forma artísticamente en las clases del Círculo de Bellas Artes, de Madrid, donde obtiene en 1965 una beca de Dibujo, y por dos veces seguidas, el segundo premio en la Exposición Fin de Curso (1966 y 1967).

A lo largo de su vida, consigue multitud de premios y participa en gran cantidad de exposiciones colectivas, realizando murales y obras monumentales por toda España.


domingo, 23 de septiembre de 2018

SALIDA EXTRAORDINARIA DEL MISTERIO DE LA ORACIÓN EN EL HUERTO DE MANZANARES, CON MOTIVO DE SU SETENTA Y CINCO ANIVERSARIO



La hermandad de la Virgen de la Paz y Oración en el Huerto de Manzanares conmemoró ayer sábado, 22 de septiembre, el 75 aniversario de la llegada a la ciudad del paso de la Oración en el Huerto. 


Los actos organizados comenzaron a las seis de la tarde con una eucaristía en la ermita de la Virgen de la Paz, seguida a las 19:30 horas con la procesión extraordinaria con el paso de la Oración en el Huerto.


Participaron las diferentes hermandades y cofradías de la localidad, autoridades eclesiásticas y civiles y los fieles que quisieron. El acompañamiento musical corrió a cargo de la Asociación Músico-Cultural “Julián Sánchez-Maroto”. La procesión partió de la ermita de la Virgen de la Paz y recorrió las calles Virgen de la Paz, Toledo, Reyes Católicos y vuelta por la calle Jesús del Perdón hasta la citada ermita.


Cabe destacar que el paso de la Oración en el Huerto fue portado de nuevo a hombros, tras llevar cinco años saliendo a ruedas en Semana Santa. Los encargados fueron los componentes de la primera cuadrilla de costaleros de Manzanares que empezaron a portar este paso hace 24 años, así como por algunos costaleros que se ofrecieron a salir para llevar el paso a hombros con motivo de la conmemoración de este 75 aniversario.


En 1943 la hermandad de la Virgen de la Paz llevó a cabo la adquisición del grupo escultórico de la Oración en el Huerto de Nuestro Señor Jesucristo, compuesto por la imagen de Jesús orante arrodillado ante el Ángel que se aparece en el monte Getsemaní, junto con dos Ángeles sustentantes de cirios.


El importe de la imagen fue sufragado con diferentes donaciones que realizaron tanto hermanos de la hermandad como personas que no pertenecían a ella, pero que colaboraron en la adquisición de la misma con diferentes donativos. El importe, según los datos que tiene la hermandad, fue de aproximadamente 6.270 pesetas (equivalente a 37,68 euros).


El Jueves Santo de 1944 salió en procesión por  primera vez a ruedas. Un año después se adquirió el antiguo paso que llevaba a la Oración en el Huerto, que es el que actualmente porta a San Juan Evangelista en la estación de penitencia de esta hermandad cada Jueves Santo.


En 1993, los respiraderos del paso de la Oración en el Huerto fueron alargados para que pudiera ser portado a hombros por costaleros en Talleres Ortega. Esta hermandad se convirtió en la primera de Manzanares en sacar un paso a hombros. Fue una cuadrilla de 20 personas de la hermandad de la Oración en el Huerto de Ciudad Real. Fue en 1994 cuando una veintena de jóvenes costaleros manzanareños portó el paso por las calles de la localidad. La cuadrilla se fue renovando con nuevos integrantes y algunas bajas hasta que en el año 2013 dejó de procesionar con costaleros teniendo que volver a salir los Jueves Santos a ruedas.


En 2018, 24 años después de la primera salida a costaleros manzanareños y con motivo de la conmemoración del 75 aniversario y de la procesión extraordinaria, el paso de la Oración en el Huerto de Manzanares fue de nuevo portado a hombros por las calles de Manzanares.