Nos relataba D. Ramón González Díaz, en
el artículo que publicó en el Boletín de Información Municipal sobre “El Paseo
del Prado”, reproducido pasados días en este blog, unos sucesos ocurridos en 1821 en torno a la entonces conocida como
“Alameda de la Virgen”, hoy jardines del Prado; y la salida de nuestra Patrona
a la calle, hechos que fueron denunciados
como desordenes. Nos dice D. Ramón, que de tales sucesos se hizo eco el periódico “El
Espectador”, diario publicado en Madrid entre 1821 y 1823, durante el
Trienio Liberal. Estos sucesos se reprodujeron en su número del domingo 17 de
junio del citado año 1821, en su página 3, y a continuación reproduzco:
“También
en Ciudad Real se ha repetido la escena escandalosa de Toledo. El coronel y
oficialidad del dignísimo regimiento infantería de Navarra en exposición que
dirigen a S.M., refieren este desagradable suceso, quejándose altamente de la
convivencia del clero y alcaldes constitucionales en una escena injuriosa a la
religión, porque se toma su nombre sagrado para seducir al pueblo, y prepararle
a la sedición.
El
hecho no sabemos decir si escita la risa o la indignación. Una débil cañería,
que desde cierta huerta conduce el agua a la alameda de Santa María del Prado,
hubo de romperse (quizás porque se dispuso así), y como es natural inundó el
sitio. Una porción del pueblo preparado de antemano embriagado de fanatismo y de
vino, principió a llamar milagro lo que diariamente está ocurriendo, obligó a
repicar las campanas, a que se iluminasen las casas, y concluyó esta ridícula farsa
con una procesión en que se tiraban las monteras a la santa virgen, y mezclaban
sacrílegamente sus vivas con los gritos que anunciaban el desorden de la rebelión.
El
coronel y oficiales que han sufrido en este pueblo infinitos desaires, nacidos
de la prevención con que son mirados por sus sentimientos patrióticos, afirman
que este impío espectáculo iba presidido por los alcaldes constitucionales,
consentidores cuando no promotores de él.
Su
exposición que está llena de liberalismo, concluye con la oferta solemne de
sepultarse, si fuere necesario, entre las ruinas del edificio constitucional.
Nosotros
rogamos al gobierno una y mil veces que conjure la guerra que por do quiera
trata de encender el fanatismo religioso, mucho más temible y rencoroso aun que
el político. No dudamos que removerá los sacerdotes enemigos declarados del
estado, que en Toledo y Ciudad Real se prestan a inaquinaciones obscuras,
indignas de su carácter y ministerio. También desearíamos que el benemérito regimiento
de Navarra fuese prontamente reemplazado, pues esta reducido a tan escasa
fuerza, que los oficiales en número de 16, se ven precisados a patrullar de
noche con sus asistentes. Por esta causa no se reprime este desorden, viéndose en
la necesidad estos valientes de sufrir que a su vista se perturbase impunemente
la tranquilidad pública, y ofendiese la magestad de las leyes.
Espíritu
público, espíritu público, autoridades activas y entusiastas, sacerdotes de
probidad y luces, he aquí lo que necesita Ciudad Real!
Escrito
este artículo hemos sabido que el gobierno ha destinado a Ciudad Real 150 caballos
del regimiento de Alcántara, que van decididos a no permitir que a su presencia
se insulte impunemente el sagrado código de nuestros derechos.”
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