El día tres… a ruego de varias gentes
salió la procesión a las seis de la tarde… en ella y su tránsito no se notó
otro desorden, que el de tributar esforzadamente repetidos y altos vivas a la
divina Imagen y a la Religión, durando estos hasta las diez de la noche dentro
de su santo templo… se oyeron también en la Plaza y Paseo del Prado, por
espacio de ambos días únicamente… según
Testimonio número 2; quedando el pueblo en la mayor tranquilidad y
sosiego, en cuyo estado le encontró el Comandante de la Caballería del
regimiento de Alcántara. Informe número 3 de íd.>>
A este escrito del Ayuntamiento, comenta
don Inocente Hervás: <<Motivó esta representación el recurso que a su vez
hicieron a S.M. el Coronel y Oficialidad del Regimiento de Navarra, acantonado
en esta Ciudad hacía un año, acusando al pueblo de actos de sedición y, al
Clero y Autoridades de promovedores de dichos actos, cuyas calumnias reprodujo
en sus columnas <<El Expectador>>, periódico de la Corte. La
Corporación prueba, además de su inocencia, el recto proceder de todas las
autoridades y vecinos de la población, y que el oficio de falsos denunciadores
no era nuevo en aquel Cuerpo, puesto que por idéntico motivo se le había
trasladado de Badajoz y Toledo.>>
Al año siguiente, 1822, el Ayuntamiento
compró las Casas de Cózar, así llamadas por pertenecer a la vinculación de este
nombre, destinadas para habitación del campanero, frente a la puerta del Sol de
dicha iglesia, con lo que, el Prado adquirió una forma regular, y dando el
Arzobispo de Toledo la piedra para construir su gradería y así quedó constituido
en el más bello rincón de la población.
Hasta época relativamente cercana, bien
entrado ya nuestro siglo, el Paseo del Prado se regaba a brazo a cubos. El pozo
y alberca de que hablábamos anteriormente, se encontraba situado en el patio de
la casa del guarda, en lo que hoy es Casa de Cultura. Desde allí, hasta el
centro del Prado existía una tubería por la que se conducía el agua hasta una
especie de repartidor, del que partían cuatro regueras, una para cada esquina
del Paseo. En cada una de estas esquinas, había una tinaja de regulares
proporciones, semienterradas, que se iban llenando de agua y de allí, los
jardineros, iban sacando cubos y repartiendo el agua por los paseos en las
tardes de verano. Alguna de estas tinajas, está todavía enterrada como mudo
testigo del tiempo pasado.
En los últimos años del siglo pasado y
muchos de los de este, la Banda Municipal de Música, daba conciertos en el
Paseo del Prado, jueves o domingos, alternando primero con la Plaza del Pilar y
luego con el Parque de Gasset. Para esto se levantaba un tablado de madera
cerca de las paredes de la Catedral y luego, más tarde, se levantó un tinglado
de hierro en el paseo central que duró, me parece, hasta después de nuestra
guerra de liberación; desapareciendo cuando se instaló en el mismo paseo la
Cruz de los Caídos. A la gente le agradaban entonces estos conciertos y lo
demostraba asistiendo en masa y aplaudiendo la ejecución de las obras. Claro
está, que esta era la única forma de oír música; la radio, los tocadiscos y los
transistores no se habían inventado y los pocos gramófonos que luego fueron
apareciendo, sonaban muy mal todavía. Por otra parte, era una buena forma de
comunicarse y estrechar relaciones con la gente, porque conocerse se conocían
todos. De estas tardes y noches de concierto salieron muchos noviazgos y muchos
matrimonios que quizá de otra forma no hubieran llegado a celebrarse.
El 7 de junio de 1887, día del Corpus,
se inauguró el nuevo local del antiguo Casino, llamado de los señores,
levantado en la casa de don José del Forcallo, frente al Paseo del Prado.
En los últimos tiempos, el Prado, ha
sufrido una profunda reforma. En la antigua casa del guarda, se ha construido
la Casa de Cultura, modernísima obra del arquitecto manchego don Miguel Fisac.
Desapareció la barandilla de hierro fundido que rodeaba todo el paseo y que
había sido instalada en el año 1822 y fue sustituida por taludes sembrados de
verde, que le dan gran prestancia y belleza y un aspecto moderno, como puede
verse por alguna de las fotos que publicamos. Hubo protestas, ¿cómo no?, de los
eternos detractores, de los amigos de la tradición y de los que creían que el
Prado iba a perder todo su sabor, pero cuando la obra estuvo terminada, todos
quedaron contentos y satisfechos. Hoy el Prado es otro bello jardín, del que
estamos orgullosos todos los ciudarrealeños.
Ramón
González Díaz. Boletín de Información Municipal Nº 29, Ciudad Real marzo de
1969
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