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martes, 31 de julio de 2018

LA PANDORGA


Fotografía realizada por Jean Laurent con motivo de la boda real de Alfonso XII con su prima Mª de las Mercedes de Orleáns celebrada en enero de 1878

¿Os he dicho que cada día me gusta un poquitín más Ciudad Real?

Pues sí, me gusta, ea. Aunque Reclus dijera, y dijera la verdad, como lo estoy demostrando yo con mis huesos, calcinados a través de la escasísima carne, hoy mojama, que los cubre, que este era el clima más reseco del globo terráqueo, declararlo que me gusta esto, y, si no cambian las tornas, y tengo la suerte de salir de aquí antes de que empiecen a apretar los fríos, más que lo que ahora aflojan los calores, que es el consuelo que me dan, cuando me resiento de los últimos, conservaré de la ciudad de don Alfonso Diez y de don Sancho X, el más agradable de los recuerdos.

¿Qué quienes fueron estos señores?

Ya os lo cuento otro día.

Repito que Ciudad Real me gusta cada vez más: es una ciudad modesta, sin pretensiones de ninguna clase, en la que hace más calor en el verano que en el invierno, y más frio en el último que en el primero; con muy malos edificios en general, porque hay una Diputación Provincial como para sí la quisieran algunas capitales que yo conozco, con Ayuntamiento muy presentable, el Seminario Conciliar y el Casino de Ciudad Real, que pueden hombrearse con cualquier similar; muy malas calles, muy mal agua, peor pan y mucho, pero muchísimos, peores moscas. Tiene en cambio excelentes alimentos, excelentísimo vino y eminentísimo queso, y tiene, sobre todo esto la “Pandorga”.

Esa es precisamente la pregunta que he venido haciendo a cuanto manchego se me ha puesto a tiro, desde que llegué a estas hospitalarias “eras”, hasta el presente momento histórico.

¿Qué es la “Pandorga”?

Una fiesta muy antiquísima que se celebra todos los años, me decía uno; la fiesta de “Las manchegas”, que “se hace” en la noche del 14, en un tablado, que se coloca debajo de las ventanas de la Sala capitular, “pa” que la vean bien los canónigos profesos, respondía otro; ya lo verá usted, me contestaban los más.

Portada de la revista “Vida Manchega” nº 189 del 25 de agosto de 1917, que nos muestra a una señorita luciendo el traje típico de manchega

Pregunté a mi hostelero, probo manchego, pues al mismo tiempo dueño, administrador, cocinero, maestresala y camarero, con más cicerone indispensable para cuantos huéspedes posan en su castillo, y me dio una explicación tan enrevesada, con citas del griego, del latino, del francés y del alicantino, sacando a colación a Homero, Platón, Plinio, el Viejo, Voltaire, Jovellanos y Navarro Rodrigo, que me convenció de la necesidad de ir al Paseo del Prado, para presenciar la fiesta y salir de una vez de dudas.

Y fui y vi y… tan obscuras; y eso que el paseo contaba, además de la municipal iluminación, con la esplendente de la terraza del casino.

Mucha gente, manchegas, manchegos y forasteros; mucho calor, muchos apretones y bastante abuso del tacto, por parte del elemento joven; en el susodicho tablado, a cañón pesado de los señores capiluteros y a tiro del cuarenta y dos de nosotros, los que no tenemos más cruz que la de la existencia, cuatro parejas de bailadoras y bailadores, con los trajes típicos del país, cuatro cantadores, que iban a disputar el premio de la respetada “Pandorga”, (¿si será la morcilla de la vecina Extremadura?) y unos cuantos tocadores, con una hermosa bandera española y grandes jarras de limonada (sangría), para suavizar las gargantas de los cantadores y alijerar las piernas de los danzantes.

Estalló un polenque y empezó la función; pero como a Dios no le plugo hacerme buen mozo y la gente que ocupaba sillas y estaba delante de mí, dio en la gracia de subirme a ellas, solo pudo oír, sin entender ni jota, parte del canto, y ver, por los intersticios manchegos, una miaja de baile, que, por cierto, me pareció casi mejor que el queso; de modo que a la hora de ahora estaría tan adelantado en cuanto a lo que es la “Pandorga”, como lo estuve en cuanto a lo que era un soneto, cuando leí uno catastrófico, de cuyo autor no puedo olvidarme. Afortunadamente, la común desgracia trajo a mi lado a un vejete de Tomelloso que “me reconoció” enseguida, me saludo muy afable y…

Mazantini con su rondalla publicada en la revista “Vida Manchega” nº 189 del 25 de agosto de 1917

-No se ve nada, me dijo.

-Ni se oye, le repiqué.

-¡Bah! ¡Después de todo! De seguro no saben cantar, ni bailar. ¿Se acuerda usted de “Paleta”, el de Poblete? Todavía vive y con sus setenta encima el alma y los miles de trabajos que ha “sufrió”, “entoavía” canta; no vamos a decir que con tanto pecho como estos mocetes, pero con más estilo.

En nuestro tiempo sí que se cantaba la “Pandorga”. ¿Se acuerda usted? Ahora… manchegas, y gracias.

“¡En nuestro tiempo!”

De lo que resulta que las “pandorgas” eran unas manchegas de estilo especial que se cantaban en otro tiempo, “en el mío”, y que yo soy una especie de “pandorgo”, que estaría mejor en la cama que estudiando cantos y bailes regionales.

“¡En nuestro tiempo!”

¡Y yo que vine aquí con la esperanza de conquistar a alguna rica molinera de aceite o a alguna sabrosa fabricante de quesos!

¡Maldito sea el queso!

Juan Sierrapando. Ciudad Real 14 de agosto de 1916.

La Atalaya, diario de la mañana. Santander, martes 22 de agosto de 1916, portada.


lunes, 30 de julio de 2018

LA PANDORGA UNA FIESTA POPULAR QUE NO MUERE (II)



EL TRAJE:

Desde la industrialización del tejido y desde la homogeneización de las modas, que empieza ya a mediados del siglo XIX, y va progresando en el tiempo hasta que se hace un tipo de vestido burgués o de vestido proletario, que nada tiene que ver con el arte popular, toda la enorme riqueza de arte popular aplicado a la indumentaria ha desaparecido. Pero, aunque esto haya ocurrido todavía se puede ver en algunas ocasiones el traje “ típico” llevado con estilo y gracia por los hombres y mujeres de la “ tierra” .

Una de estas ocasiones es el día de la Pandorga, en donde lucen el traje de fiesta.

El traje de fiesta de los mozos. Camisa blanca con cuello de tirilla, de mangas amplias ablusadas con puño y botonadura de nácar. Chaqueta corta de paño negro y ribeteada con cinta de alpaca negra. Faja de terciopelo negro profusamente bordada en vistosos colores. Chaleco de paño negro, con cuello cuadrado a la caja, ribeteado con cinta de alpaca. Pantalón de paño negro. Zapatos negros y lisos de piel de becerro. Sombrero negro con la copa cónica y un poco truncada, con el ala un poco vuelta.

El traje de fiesta de las mozas. Corpiño negro, entallado a la cintura, de manga larga y ajustada al final; por el escote del corpiño, el pechero de encaje. Pañoleta de fondo negro o burdeos; en forma de pico por la espalda, cruzada por delante y anudada atrás; sobre la pañoleta, un pañuelo de crespón blanco. Falda de lana con rayas verticales de colores muy vivos. Faltriquera sobre la falda en el lado derecho. Mandil de raso negro. Medias listadas horizontalmente, con vivos colores sobre fondo negro. Zapatos negros de piel de becerro, de punta chata y tacón grueso. Peinado con raya enmedio y el pelo recogido a la nuca, como moño y, sobre él, vistoso lazo de seda de color. Pendientes de oro con incrustaciones o colgantes de aljófar. Sobre el pechero, un vistoso camafeo o “sacramento”, anudado al cuello con una cinta estrecha de terciopelo.

Antes las mujeres llevaban senogiles, que eran unas cintas de lana hechas a mano; en ellas se bordaban letras:

Cada vez que te miro los senojiles se me ponen los ojos como candiles.

Actualmente, están sustituidas por comodidad.

En la actualidad, se puede contemplar la noche del 31 de julio cuando los mozos y las mozas ataviados como sus antepasados bailan y cantan seguidillas en homenaje a la Patrona de Ciudad Real.

La gente que los contempla participa, de alguna forma, de la indumentaria y raro es el que no lleva el típico pañuelo de hierba al cuello.

EL BAILE Y LAS COPLAS:

Respecto al baile, según las notas recogidas, ya sean bibliográficas, ya de transmisión directa, parece ser que se incorporan a la fiesta en los tiempos modernos y concretamente en la primera mitad del siglo XX. Pues, aunque se da noticia, en alguna historia referente a la Virgen del Prado se hace mención al baile, queda claro que está en un segundo plano, apareciendo más tarde para reforzar la fiesta:


... se había estatuido la fiesta de la Pandorga que corría a cargo del Alférez Mayor, fiesta en que, además de la típica serenata de bandurrias y guitarras, actuaba también un cuadro de bailes regionales...”
Con esto no se quiere decir que no fuese importante, sí lo era, y más en el país con una clara tradición en este campo. Hay referencias muy antiguas de que la danza existía, como se puede comprobar por medio de la arqueología. Por ejemplo, aparecen vasijas datadas en la segunda mitad del primer milenio a. C. en las cuales las escenas musicales son corrientes: “ Hombres y mujeres bailan dándose la mano” .

Pero la demostración de que el “canto” es lo primitivo de esta fiesta se ve claro cuando dice D. Hermenegildo Moreno: “...En la última noche del mes de julio se juntaban dichos instrumentos en casa del que celebraban la fiesta y salen, primeramente al camarín de la Virgen del Prado y después a casa de los Jueves y Gentes Principales. Les cantan unas cuantas seguidillas y retoman a casa del que tiene la Pandorga...”

O bien, lo que escribe Francisco Pérez en sus Efemérides Manchegas refiriéndose a comienzos del siglo XX: “...homenaje del pueblo de su patrona, salutación a la Virgen con música y cante de seguidillas o torrás...
Los bailes autóctonos de Ciudad Real y su comarca y que participan en la fiesta de la Pandorga son:

SEGUIDILLAS manchegas: Es el baile más característico de La Mancha.

Es la más gallarda y genuina manifestación de la métrica popular española y tal vez la más generalizada. Consta de una estrofa de cuatro versos, heptasílabos los impares y pentasílabos los pares, y una segunda parte que recibe el nombre de “bordón” o “ estribillo”, que contiene tres versos pentasílabos el primero y tercero y heptasílabo el segundo.

Las seguidillas manchegas las tenemos de diferentes formas, unas de carácter picaresco y tiempo animado, que tienen su enclave en la comarca de La Solana; y otras más señoriales y reposadas que son las que se interpretan en Ciudad Real.

El baile está en los pies, los brazos el hombre no los mueve. Pasos muy marcados con tacón y punta muy m arcada. Por este motivo bailar seguidillas no es muy cansado.

TORRAS: Son unas seguidillas más rápidas y a diferencia de las seguidillas que hay con letra “socarrona” y otras muy “amorosas”, las torrás son todas muy "socarronas” y el baile es mucho más rápido.

MELONERAS: Es idéntica a la seguidilla, pero no se canta, sólo se baila en círculo.

FANDANGO Y MALAGUEÑA: Viene de Andalucía, aquí coge un carácter más lento, elegante, pero sin perder su sabor.

Lo más importante es la música de la copla.


El baile es muy similar a la seguidilla, se utilizan los mismos pasos.

Hay una característica especial: que siempre que el “cantaor” canta, el paso va en comparsa con la canción, cobra más importancia al acabar la copla.

En el estribillo coge más importancia el baile.

Que la conoce no diga
el que de La Mancha sea,
que la conoce no diga,
si el fandango no ha cantao
ni ha bailado la seguidilla.

Julián Plaza Sánchez y  Purificación Muñoz Lázaro.

EL PANDORGO

Y, después de la fiesta, / el Pandorgo sin cresta.” Hubo un tiempo en que los mozos le cantaron así: con una burla grotesca. Hoy como la fiesta dura todo el año ya no se le puede cantar la copla. Pero al final, el Pandorgo queda para el arrastre, sin linda y m alhumorado porque todo se ha ido en músicas, vino, pan y toros.

Los estudiosos afirman que al principio del siglo XVIII se había instituido la fiesta de la Pandorga que corría a cargo del Alférez Mayor, fiesta que, además de la típica serenata de bandurrias y guitarras dada al pie del camarín de la Virgen del Prado, se invitaba a intervenir a otras agrupaciones de bailes regionales. En alguna ocasión la fiesta de la Pandorga fue suspendida por decisión del primogénito del Marqués de Castellanos.

La figura del Pandorgo se ha reencarnado ha poco. Es el Alférez Mayor de antaño; el que rige la mayordomía de la Fiesta; el “bulle y mando” del baile, el caporal de la cuadrilla guitarrera, el que tiene el poder como Mefistófeles en esa noche del último día de julio. En los tiempos nuevos ya hay una colección de Pandorgos vivos: Tomás, Pablo, Justo, Antonio, Benjamín, Emilio, y el de hogaño, que es otro Antonio con buena pata y metido en carnes. Cada uno ha tocado su palillo y ha gobernado durante un año haciéndole sombra a su ilustrísima el Regidor de la ciudad. La presidencia de los actos profanos ha sido compartida lo que demuestra la importancia de la figura del Pandorgo.

La elección de éste tiene un fondo democrático aunque la participación siempre es limitada. Todo se reduce a las peñas que se consideran genuinas representantes del pueblo. Ellas proponen y la Justicia dispone y, luego, los Pandorgos de otros años le eligen el nuevo, que ha de ser de carne y hueso, y ha de tener la potestad de cambiar la tristeza por la alegría y el mal por el bien y el hambre por el buen llantar y beber.

Este año, Antonio Villaseñor Turri11o se ha convertido por medio de este simple rito en el Pandorgo/86. Ya tiene atalajado el carro con las mejores galas y la yunta con campanillas de plata en el cabezal para llevar a los músicos que cantarán las coplas a Santa María del Prado:
La pandorguera Virgen,
la pandorguera,
déjame mil perdones,
que yo te quiera.
Si no lo haces,
las uvas y mis bésos
son mas agraces.

Despertar. Semanario de Castilla-La Mancha Nº 10 Julio-Agosto 1986



domingo, 29 de julio de 2018

LA PANDORGA UNA FIESTA POPULAR QUE NO MUERE (I)



El escenario, al igual que la fiesta, ha sufrido una evolución con el paso del tiempo. La importancia que tiene está en que es una de las “partes” que forman el “todo”. A través de los distintos escenarios en los que se llevaban a cabo la Pandorga se puede ver cómo se preparaba y la participación tanto del público como de los “actores” de la misma.

Por las referencias de historiadores y de gentes del pueblo, no es difícil intuir que originariamente se llevó a cabo en un escenario no muy organizado, ya que sería el que brindase la naturaleza, para después el hombre intervenir de acuerdo con los tiempos en que vive.

Parece ser que en los tiempos pasados, el lugar escogido para celebrar la Pandorga fue debajo del Camarín. Aquí, unas veces no habría más escenario que el propio de todas las noches, sin ninguna intrusión de elementos nuevos:

Esa noche, la Señora abría la ventana de su camarín, para ver bailar a las mozas batiendo castañuelas, repicoteando seguidillas y fandanguillos manchegos...

Pero el hombre queriendo agradar cada vez más fue introduciendo piezas nuevas dentro de este entorno. Todo esto se puede ver en las crónicas, como la de don Joaquín Gómez. “...La noche del 31 de julio iban en carro cubierto de tapices a cantar a la Patrona...” No solamente se aporta un escenario artificial, sino que además se adorna y engalana.

El tiempo pasa, el público aumenta y ese escenario primero se convierte en un “tenderete” o “quiosco de la música” que era el nombre como se conocía. Estaba situado en un lugar muy próximo al que ocupa actualmente la Cruz de los Caídos, pero dejando libre toda la rotonda central, que era donde se situaba el público, ocupando los bancos los más madrugadores y permaneciendo el resto en pie.

Sobre el escenario hay siempre unos personajes. Han pasado por estos muchos músicos-cantores, bailadores, pero los personajes en los que nos detendremos con un poco más detalle por su importancia en la fiesta son: por un lado, un músico del pueblo, durante toda su vida, alma viva de la fiesta, es Mazantini; por otro, un personaje unido a ella como la uña a la carne, el Pandorgo.

Mazantini era un hombre sencillo, netamente del pueblo, tenía una fibra popular que era la suya propia.

Un día, allá por los años 20 de 1900, se le podía ver un 31 de julio en el templete metálico del Prado.

Los primeros en llegar ocupan los bancos; los demás, de pie o en sillas propias. Después del rezo obligado de la salve a la Virgen del Prado, hacia las once de la noche, suenan los aires manchegos desde el templete del Prado.

La voz de Mazantini era un rezo hecho canto, al principio. Luego, las letras varían, y la noche se hace seguidillas manchegas, fandangos, torrás o meloneras. El grupo de bailadores y bailadoras se mueve, con su gracia y garbo, y majestad habituales, y la rondalla no pierde compás.


Es natural pensar que por aquellos tiempos Mazantini era el número base para el cante, con aquella voz un tanto chillona, pero muy entonada, para expresar las letras de las manchegas, en las que no faltaba al final o al principio la alusión a la Virgen del Prado.

Este hombre, que vivía por la antigua calle del Caballo, era el director del grupo y con él se ponía de acuerdo el concejal o teniente alcalde que presidía la Comisión de festejos para que no faltasen con su actuación en la fiesta de la Pandorga.

Este hombre estaba acompañado, según testimonios, por Paco Argumosa, que tocaba la bandurria principal, así como Pepe el “gordo”.

Todos actuaban aquella noche, pero el alma del grupo era Mazantini.

Otro personaje singular, más que necesario, típico y folklórico, es el Pandorgo.

El origen de este personaje está ligado a la Pandorga. Sería en un primer momento el que tendría la Pandorga, o sea, el que se hacía cargo de la fiesta. Este significado es el que tiene en la actualidad.

LA MÚSICA:

Uno de los elementos imprescindibles de esta fiesta es la música, pero no una cualquiera. Nos referimos a la manifestación de la música popular.

Desde tiempo inmemorial, junto a las manifestaciones sabias y eruditas, se ha desarrollado un tipo de expresión cultural ingenua, espontánea, directa y vivaz, nacida generalmente en los estamentos inferiores de la sociedad o en medios rurales. Esto es el arte popular, que, en la variedad musical, ofrece un sinfín de problemas en lo que atañe a su origen y estimación.

En la actualidad, la música popular, al igual que la artesanía, está en trance de perecer, aunque quede guardada para evitar su completo olvido en disco o cinta que es el medio más moderno de que disponemos para tal fin.

En las manifestaciones populares tenemos, en primer lugar, un cometido utilitario de sus productos; y, en segundo lugar, su adscripción a unas formas inmutables que se repiten a través de las generaciones.

Otro de los escollos que encontramos en el estudio de la música popular, es el de la determinación de su valor y el de señalar su alcance y objetivos. A esto hay que decir que los estudios musicales acotados al universo folklórico no constituyen modernamente una sección de la musicología y que los especialistas en la materia designada con el nombre de “ etnomusicología” , lo que hasta hace unos lustros era considerado como una materia propia de la investigación musical.

Respecto a la cuestión relativa a la forma de originarse, hay que ver, en primer lugar, las afirmaciones de los románticos, para poder contrastarlas con las actitudes de los investigadores modernos.

Dice Jacobo Grimm: “Como cualquier cosa buena de la naturaleza, las canciones populares emanan silenciosamente de la pacífica fuerza del todo”, lo cual es corroborado por Canteloube al afirmar que “el pueblo crea sus cantos”. Por su parte, Cecil Shaup considera que la canción popular nace del subconsciente colectivo”.


Frente a este idealismo ilusionado y vago, las escuelas modernas aceptan de antemano la dificultad de aprehender el sujeto activo de la relación, el pueblo. ¿Qué pueblo? Más que valorizar estéticamente la creación popular a lo que tienden modernamente es a fijar los rasgos que esencialmente delimitan su manifestación. En este aspecto, Davenson dice que “lo que cuenta, no es lo que ha originado la canción popular, sino lo que ha sido de ella”, actitud compartida por Bel Bartók piensa que ante la transmisión oral de las melodías y, por tanto, falta de fijación escrita lleva necesariamente implícita la variación, lo que no significa evolución, sino simplemente cambio dentro de sus elementales estructuras.

En definitiva, el estudio de la música popular es empleado como instrumento de conocimiento sociológico con el cual desentrañar formas de vida, costumbres, tradiciones y creencias que constituyen vivencias peculiares de los pueblos.

Otra cuestión importante es la concerniente a la determinación de su autor. Hoy se acepta que no se trata de creaciones anónimas, sino literalmente de ausencia de autor. Si se piensa en la palabra de B. Bartók, concluiremos que la creación musical popular tiene un carácter colectivo, con lo cual se trata de una creación en cuya manufactura intervienen múltiples generaciones, lo que determina que su producto esté en perfecta elaboración.

Esbozadas las precedentes cuestiones, llega el momento de ver las manifestaciones específicas que se dan en esta fiesta: las seguidillas, la jota manchega y el fandango.

El baile, las coplas y los instrumentos con los que se interpretan son las tres notas principales de la Pandorga.

De todo esto se deduce que el Pandorgo es toda una autoridad en la fiesta; es el elemento representativo masculino de la Pandorga.

Este personaje no ha seguido una línea de continuidad a lo largo de la Historia de la Fiesta. No se sabe bien por qué causas, pero desapareció volviéndose a instituir en 1980. Su misión como ya dejaban ver los antes dichos cronistas municipales, es la de un mayordomo que preside la fiesta junto a las autoridades municipales, también invita a la gente a “limoná”, dando a la fiesta un aire alegre y bullicioso.

La forma de elección se hace de la siguiente manera: A partir del año 1984, las Peñas proponían al Ayuntamiento distintas personas, La Comisión de Festejos hace una terna, y se entrega. A los Pandorgos anteriores y estos son los que eligen.

Pandorgos a partir de 1980 fueron:

1.º D. Tomás Valle
2.º D. Pablo Romero
3.° D. Justo Serrano
4.° D. Antonio Cárdenas
5.° D. Benjamín Gómez-Serrano
6.° D. Emilio Arjona

Pandorgo hace una ofrenda leída a la Patrona, cada uno lo hace de forma diferente, es el protagonista de la Fiesta en toda la expresión de la palabra.

Despertar. Semanario de Castilla-La Mancha Nº 10 Julio-Agosto 1986


sábado, 28 de julio de 2018

SAN PANTALEÓN EN VALVERDE



El anejo de Valverde está celebrando sus fiestas en honor a su patrón, San Pantaleón. Ayer festividad del santo, la procesión con su imagen partía a las 22:00 horas de la iglesia parroquial, recorriendo las calles de esta pedanía ciudadrealeña.












jueves, 26 de julio de 2018

PROCESIONÓ POR PRIMERA VEZ A COSTAL LA IMAGEN DE SANTIAGO APÓSTOL



Ayer festividad de Santiago Apóstol, patrón de España, la imagen del Santo procesionó por las calles de la barriada perchelera, por primera vez portado a costal. La procesión partió a las 21:00 horas del templo parroquial, organizada por las hermandades de la parroquia, que participaron en el cortejo procesional. La procesión era abierta por la banda de tambores de la Hermandad del Ecce-Homo (Pilatos), y tras el paso iba la banda de música de Almagro.