El Teatro Municipal
Quijano acogió el pasado sábado día 9, el
Magno Pregón de la Semana Santa de Ciudad Real, que fue pronunciado por
el cofrade D. Rafael Cantero Muñoz. El acto fue presidido por la Alcaldesa de Ciudad Real, Rosa Romero Sánchez, el
Vicario General de la Diócesis, Miguel Esparza Fernández, El Subdelegado del
Gobierno, Fernando Rodrigo Muñoz y el Presidente de la Asociación de Cofradías,
Emilio Martín Aguirre.
A parte de la
presidencia del acto, el teatro acogió a diferentes autoridades entre las que
se encontraba el Subdelegado de Defensa, el Comandante Militar, miembros de la
corporación municipal de Ciudad Real y Carrión de Calatrava y el Senador Miguel
Ángel Rodríguez.
El pregonero fue presentado por su hermano y
Vicepresidente de la Asociación de Cofradías, Luis María Cantero Muñoz. Ante un
teatro municipal totalmente lleno de público, Rafael Cantero pronunció el
siguiente pregón:
A la memoria de mis padres que me educaron
en la Fe.
A María y Rafael, mis hijos, fermento de mi felicidad.
A Saluti, la mejor hermana del mundo.
A Felisa.
Hoy por fin, mi sueño empieza a
hacerse realidad, he ido arrancando día a día las hojas del calendario,
esperando temeroso pero con ilusión encontrarme con este noveno día del mes de
marzo.
Que
privilegio tan grande ser este año el pregonero de la Pasión del Salvador en esta
antigua ciudad de reyes, que aunque en ella no nací, siento y sufro como los de
aquí, porque yo llegué a Ciudad Real hace 51
años, cuando su fisonomía era muy diferente a la de ahora, cuando las calles
unas estaban empedradas y otras adoquinadas; cuando la luz estaba a 125
voltios, y cada vez que había truenos
saltaban los plomos de las casas; cuando había
serenos que iban cargados con las llaves de la vecindad, un chuzo y daban la
hora; cuando se compraban y cambiaban las novelas del Capitán Trueno y Rin Tin
Tin, en el kiosco de Jesualdo en la plaza del Pilar; cuando teníamos tres sanatorios:
el 18 de Julio, la clínica de Chamorro y la del Dr. Barrejón; cuando las
urgencias se atendían en la Casa
de Socorro de la calle Jacinto; cuando había tres cines de verano: el Savoy, el
Avenida y el Calatrava, dos de invierno: el cinema Proyecciones y el Olimpia y
un teatro, el Cervantes en la calle Alarcos; cuando la Chabola estaba en la calle
Postas y exhibía en su puerta las sardinas de cuba, piezas de bacalao y tripas
para embutir; cuando Casa Fernández era una tienda de postín en la plaza Mayor,
cuando las tabernas de más enjundia eran el Cangrejo, Granito de Oro,
Niño Gloria, Paco Carrión y el Sótano; cuando las montañas del portal de Belén se
hacían con mocos de herrero; cuando empezaron a tener fama las salchichas de
“Mazo” y el “Tranquilo”; cuando los Municipales se desplazaba en bicicleta;
cuando los directores de las bandas de música eran el maestro Chacón, de la de los Salesianos y Bujalance de la Municipal ; cuando los
pasos de Semana Santa iban a ruedas y había cinco parroquias menos… Que quieres
que te diga Ciudad Real, si tu me acogiste con los brazos abiertos y me has
dado cuanto soy, es tan fácil amarte, sentir como
palpita la vida en tus calles gastadas por el tiempo, oír cada mañana ese
amoroso trinar de los pájaros que aletean en torno al canto de las fuentes,
acariciar las paredes imperfectas de tus antiguas casas encaladas, ver como
surgen casas que se estiran hacia el cielo, como si estuvieran en perpetua
oración buscando a Dios, sentir los adoquines de mi barrio bajo los pies,
romper el silencio de la noche con mis pasos, perderme en ti para compartir
sueños, ahogar quejidos del alma y andarte. El aire juega al escondite por las
esquinas y me trae recuerdos de mi niñez en esta
ciudad a la que amo sin medida; ciudad que me abraza desde la Atalaya a Alarcos, ciudad
que me acuna entre silencio y sonrisa, ciudad llana y altiva. Necesito
aferrarme a tu silencio, a esos amaneceres en los que te asomas tras los
visillos y andas de puntillas buscando el calor de la gente, estrenar ojos cada
día para mirarte. A veces siento unas gotas en el rostro y miro a los canalones
y no llueve, son mis lágrimas al sentirte, al pedirte que me abraces con la
ternura de siempre, quisiera decirte desde muy dentro lo que mi corazón siente,
y es que, ser ciudarrealeño es amarte, amarte hasta la misma muerte.
Permitidme que en este momento,
tenga un sentido recuerdo para quienes me abrieron las
puertas de la Fe ,
me guiaron y educaron con celo mimoso, me mostraron el fascinante mundo
cofrade, y gracias a ellos, hoy puedo pregonar las esencias más íntimas
de mi bagaje por la vida. Ellos, no escucharan estos textos desde una butaca de
este teatro Quijano, ellos tienen el privilegio de oír mis palabras desde un
palco en el cielo, y a ellos que me dieron la vida y fueron
ejemplo en mi transitar, con gratitud y con todo el amor de mi corazón,
les dedico esta noche, mi oración hecha pregón.
Dejadme, también que dedique este
Pregón a todos y cada uno de los hermanos de mi querida Hermandad Sacramental
de la Santa Cena
y María Santísima del Dulce Nombre, que este año celebramos el cincuenta
aniversario de su fundación.
Pero, sobre todo, quiero que sean
mis primeras palabras para esa Virgen morena que un día de mayo realizara el milagro
de quedarse entre nosotros en estas tierras que llamaban Pozuelo Seco; han
pasado más de nueve siglos, pero Ella sigue estando, protegiendo y amparando,
queriendo y consolando. A Santa María del Prado, nuestra Patrona, le imploro
que me conceda las fuerzas y acierto necesario, para hablarles de la Fe , transmitirles su Esperanza
y propagarles su Amor.
Madre y Señora del Prado,
Reina de
Ciudad Real,
manchega de tronío
perla de la Catedral,
azucena en la llanura
sabedora de necesidades y
miserias
consuelo de mi alma
maestra de cofrades
y luz da la mañana.
Tus ojos son luceros
que iluminan el sendero
del camino verdadero.
Tu eres estrella,
norte y guía,
sonrisa de mis labios,
espejo de la pureza,
alfombra de mis pasos,
Reina de la realeza.
El sol que día a día en el cielo
brilla
y llena de resplandor
ante tu Camarín se arrodilla.
Yo que me
llamo hijo tuyo,
que nací
para amarte,
que en
salves, tu nombre
me enseñó
mi madre,
que
cuando duermo te sueño,
que al
despertarme te admiro,
que solo
a quererte aspiro.
Madre
nuestra del Prado,
me llenas
el alma de alegría
al oír el
tañir de tus campanas
en cada
amanecida.
Madre
mía, del Prado
Tu que
bien me conoces
y sabes
que soy frágil como el barro,
te pido
que mi debilidades perdones
y no me
tengas como hijo ingrato,
porque
necesito el calor de tu mirada
y la Gracia de tu amparo.
Tu que
eres Reina de los cielos
y de
Ciudad Real ¡Señora!,
con la
medalla de Tu Hermandad
pegada a
mi pecho,
en esta
noche cargada de emoción
a Ti se
encomienda este pregonero
al
comenzar su pregón.
Ilustrísimo Sr. Vicario
General del Obispado Priorato de las Ordenes Militares.
Excma. Sra. Alcaldesa de nuestra bendita y Muy noble y muy leal
ciudad de Ciudad Rea, y Corporación
Municipal de este Ilmo. Ayuntamiento.
Querido Presidente de la Asociación de Cofradías
de Semana Santa de Ciudad Real y miembros de su Junta de Gobierno..
Sr. Subdelegado del Gobierno
del Reino de España en Ciudad Real.
Autoridades eclesiásticas,
civiles y militares
Hermanos Mayores y Juntas de
Gobierno de las Hermandades de Pasión y Gloria.
Sr. Presidente de la Asociación de Belenistas
de Ciudad Real.
Pregoneros que me precedisteis
en este estrado.
Familiares
y, amigos que en esta noche tan
especial para mi, me honráis con vuestra presencia y vuestro calor.
Queridos Cofrades.
Mi primera obligación de esta
noche es dar las gracias al presentador. Yo agradezco todas la palabras, elogios, y reconocimientos que
el presentador ha citado, como pueden ustedes suponer, estas líneas de agradecimiento
las he escrito sin saber lo que mi hermano Luis iría a decir de mí, pero puedo
asegurar que todo, ha sido excesivo. Mi suerte es que me haya presentado una
bellísima persona, un buen crítico taurino y un erudito conocedor de nuestra
Semana Santa, y no lo digo porque sea mi hermano, sino porque es verdad.
Gracias, Sito, por tu
presentación y te devuelvo el mismo afecto y cariño que has volcado en tus
palabras hacia mi.
Gracias a María y Rafael, mis
hijos, también cofrades, que han vestido la túnica de la Hermandad de la Santa Cena , y que son el
fermento de mi felicidad.
Gracias a todos mis Hermanos, que
al completo me acompañan y arropan.
Gracias a todos mis familiares y
amigos que desde Posadas han venido.
Gracias, Felisa, porque se el esfuerzo
que has hecho y la generosidad que has tenido por estar aquí en esta noche y
sobre todo, por tu implicación en este pregón.
No quiero caer en ese tópico de
decir que he recibido un alto honor que no merezco, porque, ser designado
pregonero, pienso, ni se merece ni se deja de merecer, simplemente, se trata de
una oportunidad que se presenta, que no queda más que agradecer. Por tanto,
agradezco a la Asociación
de Cofradías de Semana Santa de Ciudad Real la designación que en mí han hecho
y por la que me siento enormemente honrado.
Me enorgullece profundamente
ocupar este atril desde mi condición de aficionado a juntar palabras, con la
pretensión de servir de heraldo a la Semana
Santa de Ciudad Real. Un reto al que me enfrento en estos
momentos con toda humildad del mundo, porque yo no soy un experto en historia,
ni tampoco en teología, ni soy especialista en arte, no soy poeta, ni
sacerdote. Yo soy sólo un sencillo cofrade, un amante de la Semana Santa de mi querida
ciudad, y un cristiano convencido, aunque no muy ejemplar.
Son indescriptibles las emociones
y sensaciones que se experimentan al pensar que, en el emblemático teatro
Quijano, te piden que seas ese Gabriel que anuncie a los cuatros vientos la
llegada de la Semana
Mayor , que les pregones sobre los sentimientos cofrades que
tan arraigados tenemos, desde lo más profundo de nuestro ser. Por eso, con la
confianza puesta en el auxilio de lo alto, me presento ante todos ustedes con
espíritu de cofrade y, por tanto, cristiano, para ser portavoz y pórtico
anticipado al mismo tiempo, de la Semana Santa de Ciudad Real.
Nuestra Semana Santa tiene un
carácter íntimamente religioso, pero además es la manifestación de carácter
cultural, artístico y popular más
arraigada en nuestra ciudad. Es un autentico museo al aire libre con más de
cinco siglos de historia, que a través de veinticuatro Hermandades y treinta y dos
pasos representativos de la
Pasión , recorre nuestras calles evocando la muerte de Cristo.
Nuestra Semana Santa es sobre todo un catecismo entre flores y cirios,
pero también es una manifestación tradicional y viva de culto público.
Si estudiamos la
historia de la celebración pasionaria en Ciudad Real, comprobaremos la profunda
relación existente desde antiguo, entre esta celebración y la propia ciudad. El
dialogo callado entre la ciudad y su Semana de Pasión ha sido permanente.
Ciudad Real encierra en torno a si, siglos de vida cristiana, y por eso, tal
como nuestros padres y abuelos han hecho posible que esta celebración se haya
mantenido como testimonio de fe y devoción, nosotros tenemos el deber no sólo
de conservarla sino de inyectarle sabia nueva, porque la Semana Santa es
patrimonio de todos los ciudarrealeños y con ellos tenemos contraída perpetua deuda.
La celebración de la Pasión en Ciudad Real es
varias veces centenaria, y como acabo de decir ha ido desarrollándose en
paralelo con la vida de la ciudad, y es importante que no perdamos de vista esta referencia, que es
la clave de muchas cosas que o no se entienden, o se entienden mal. Si,
tradicionalmente desde hace más de cuatrocientos años hemos celebrado en estos
días la Semana Santa
¿a que viene ahora, eso de “vacaciones de primavera”? A los demandantes de este
término, les diría que eso, por muy floreado que suene, en nuestra ciudad no
cuela. Porque decir Semana Santa en Ciudad Real es decir la Pasión , vivida en clima
sagrado que envuelve toda la existencia del cristiano, de la familia, y de la
ciudad entera que se transforma por unos días. Es algo más que una bella
expresión artística del sentir religioso de un pueblo, es un poco el símbolo de
la Pasión
entera. Es el símbolo del amor que redime y la humildad que perdona. En Ciudad
Real durante estos días, el suspiro es nube de incienso, la plegaria una flor,
la palabra un ritmo y la devoción un sentimiento, y esto es así, porque
nosotros los cofrades somos de esta manera, porque nuestras madres nos
amamantaron con sones de tambores y cornetas, porque aquí, la saeta, el costal,
la mantilla, la túnica y la penitencia, sirven para pedir perdón y un simple
gemido, un lamento de esfuerzo, una lágrima, o una mirada, rompe el aire en
forma de piropo. Esta es la
Semana Santa de mi ciudad, de mi gente, es la Semana Santa de
Ciudad Real que he venido hoy a pregonar.
Fíjense, ya en el siglo
XV, desde que el dominico San Vicente Ferrer viniese a nuestra ciudad a
predicar a los conversos del barrio de la judería, Ciudad Real celebra su Semana Santa en la
calle. La antigua Casa Consistorial, que aún hoy se conserva en un esquinazo de
la plaza Mayor, fue el lugar escogido
por este dominico para bendecir los ramos de olivo en la mañana del domingo de
Ramos y así se siguió haciendo hasta el año 1879 donde la bendición y reparto
de palmas y olivo, empezó a efectuarse en el templo catedralicio.
Otra referencia importante es el hecho de que en el
siglo XVI, Ciudad Real ya tenía una cofradía llamada de la Santa Espina , fundada
en torno a la reliquia de una de las 72 espinas que dice la historia que tenía
la corona del Redentor. Esta fue regalada por el rey Don Sancho el Bravo con motivo del traslado
del cadáver del infante don Fernando de la Cerda.
Pero fue sobre todo a partir del
siglo XVII cuando surgieron las
hermandades penitenciales de nuestra ciudad, destacando la Hermandad del Santísimo
Crucifijo de San Pedro, tan vinculada a la vieja Hermandad y que hoy procesiona
bajo el nombre del Cristo del Perdón y de las Aguas.
A veces, para evocar el
pasado de Ciudad Real hay que pasear sus calles, interrogarlas, hurgar en su
pasado, adentrarse en sus iglesias y conventos, y respirar de la historia que
en su silencio guardan.
Nuestras calles nos
recuerdan especialmente la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, su dolor, su
ignominia y su triunfo, que se dramatiza de manera intensísima en las
procesiones de Semana Santa. Estos días estallará la ciudad en Pasión, en sus
calles se organizará la tragedia, el lamento rodeará los labios y la boca;
difuntas palabras representaran la majestad divina del Crucificado.
Salgamos a nuestras calles convertidas
en estos días en caminos de seda y veamos el Gran Misterio de nuestra
Salvación. Jesús las recorrerá crucificado, orando, cautivo o despreciado,
atado y maniatado, flagelado, coronado. Nos lo mostraran para que disfrutemos,
nos emocionemos, aprendamos y seamos, juntos, un poco más felices. Sonará amor
en todo Ciudad Real,
En los días venideros túnicas,
capillos, cinturones y capas, reposarán sobre tendederos de cuerda o
barandillas de escalera destilando el rancio perfume de alcanfor, en espera de
ser vestida en los días que se avecinan. Recordemos la experiencia que en las
calles de Ciudad Real se va a vivir un año más. Yo voy a hacer un breve recorrido por nuestras
procesiones y que cada uno de los presentes de rienda suelta a su imaginación y
a sus sentimientos. Ustedes pongan la música, el olor a incienso, el redoble de
tambores y el sonido de las trompetas …Comienza esta homilía cofrade con dos
pórticos, uno el Domingo de Pasión, cuando las puertas de la Parroquia de San Pedro,
se abren para que recorra las céntricas calles de la ciudad Nuestro Padre Jesús
Nazareno. Y el segundo lo vivimos en el barrio del Perchel el Viernes de
Dolores, un encuentro con María en sus misterios dolorosos.
El domingo de Ramos es un día
grande en Ciudad Real, palmas y olivos despiertan a la ciudad en esta luminosa
mañana primaveral, donde el pueblo sale a la calle para dar la bienvenida y
acompañar, como entonces, al Rey de Reyes. Es el día que se inicia y
representa la Pasión
según Ciudad Real. Es día de estrenos, de paseos, de ilusiones, de niños con
palmas y ramos de olivo haciendo guardia de honor al paso de la borriquilla, es
la Entrada de
Jesús en esta Jerusalén ciudarrealeña. Irá precedido de una imagen de un Niño
Jesús, bajo la advocación de la
Paz , que bello y pequeño nombre, para un niño de amor tan
grande.
Entre ramos y palmas, Jesús
montado en un pollino ante la mirada atenta de un hebreo y dos niños, recorre
las calles que separan la
Catedral , del templo salesiano de la plaza del Pilar; con la
mano levantada va bendiciendo a la ciudad con esa dulzura que tan bien talló y
representó el imaginero Rabasa. Jesús cuando entró en Jerusalén, ya sabía de su
otro desfile del viernes por la calle de la Amargura , era conocedor de los pocos días que le
quedaban para su prendimiento.
Desde la calle Cuenca, desde los
Remedios, desde el convento de las Carmelitas, desde la Plaza Mayor , el pueblo sencillo
te mira y parece comprenderte. Pero Tú sigues caminando con las manos cruzadas
y atadas, miras hacia el Cielo del atardecer. Te sientes abandonado. Ciudad
Real abre contigo los misterios de la Semana
Santa. En esta tarde del Domingo de Ramos, las flores del
palio de Santa María del Perdón se abren en leves ramilletes como queriendo
paliar un poco Tu sagrada desnudez.
Mientras, un barrio cofrade cruza
Ciudad Real, la caída de la tarde nos traerá el primer prendimiento amoroso del
Divino Nazareno, por las calles de la feligresía del barrio de los Angeles
paseará capturado de fervores. El paso de Jesús Cautivo cruzará la ronda de
Granada para adentrarse en las entrañas mismas de la ciudad, dejará atrás un
reguero de sentimientos con aroma a incienso. Las angostas calles de este
mariano barrio, van abriendo paso a Jesús en su cautiverio, que camina hacia la
plaza de San Francisco en busca de la iglesia de San Pedro, mostrando su
serenidad al perder su libertad y
comenzar su Pasión.
Por los Angeles va Jesús Cautivo
en su prendimiento, lo han visto mis ojos, ha salido de su Templo. A los pies
de un olivo lo vinieron a prender, en esa noche víspera de Su padecer; con
humildad en su semblante, palidez en su cara, majestad en su porte y dulzura en
su mirada, va cansado de tanto tormento, te lo digo porque lo he visto, por los
Angeles va el Prendimiento. Alza la mirada Cristo de túnica blanca, con rostro
de angustia y dolor lleno, que triste y solo caminas, pasas entre las aceras y
adivinamos tu sufrimiento. Tu que perdonas los pecados y sanas a los enfermos,
que miras de frente mientras vas preso, que lloras amargamente como llora Tu
pueblo. Señor Cautivo de manos atadas y túnica blanca, duro esta siendo el padecimiento, la flor de mi pena se ha
deshojado al mirarte y una primavera de amor has dejado al marcharte. Las
lágrimas de angustia y dolor en la mejilla resbalan, los aplausos se desatan, los sollozos se contienen y las flores se
disparan; fluyen los suspiros y, sin alzar los ojos del suelo, murmuran los
abuelos, y los niños encogidos se abrazan de sus madres amantes al pecho. Que
suerte la de este pregonero del palpitar cofradiero, poder cantar al viento tu
bondadosa condición y el sentir de un barrio entero, poder decir en voz alta, a mi Cristo de
túnica blanca, ahora que ha caído la noche y lo traen preso, y lo digo como lo
siento, que mi alma se estremece cuando miro de frente a Jesús Cautivo en su
Prendimiento.
Otro barrio cofrade, un barrio
singular, a extramuros de la ciudad, en la tarde del Martes Santo, también se
pone en camino hacia el Ciudad Real antiguo, para hacer su Estación de
Penitencia. En presencia de una luna incipiente, Jesús de Medinaceli, ese
cautivo de rostro oscurecido que vino a Ciudad Real por la filantropía de José
Mur, vuelve a poner sus manos para que se las aten y se deja que preso lo
lleven. Jesús camina por la calle la
Mata , Libertad, si, camina por la calle Libertad, ahora que
la ha perdido; va erguido, avanza a paso lento. Pero, Jesús de Medinaceli, no
camina solo, y no lo hace porque su Madre no pierde la Esperanza , le sigue, y
va regando las calles con las lágrimas que va derramando. Dolor y Esperanza en
la tarde del Martes Santo.
¡Ya viene enamorando la Esperanza !, Virgen del
alma herida, bondad y confianza, sus cofrades le ponen en sus manos todo
aquello que su poder alcanza. Verde hechicero, malla y alabanza. Pétalos, y pensamientos
sanos. ¡Ya viene enamorando la
Esperanza ! Nos
sentimos ante Ella como hermanos, siguiendo al que es Pastor y al que es
Cordero.
Pero aún tendremos que esperar
que la noche caiga para darnos cita en la Plaza Mayor , nuestra particular
Vía Dolorosa, para presenciar el encuentro entrañable entre el Hijo y su Madre.
La Virgen de la Esperanza en su
encuentro con su Hijo cautivo, arrastrará los dolores, la injusticia,
marginación, e insolidaridad de ese humilde barrio, por eso antes de que la
procesión termine, este encuentro de Jesús de Medinaceli y su Madre de la Esperanza , volverá a
producirse junto a su parroquia ya de recogida, en su barrio, muy cerquita del
busto de don Pedro Pardo, y se transformará en emocionada despedida.
Ya de anochecida, cuando fulgura
indecisa la primera estrella en el cielo, la popular plazuela del Carmen nos
convocará a las puertas del convento de las madres Carmelitas para que
impregnados de esa calma dulcísima que empapa el ambiente conventual,
contemplemos la salida de Jesús cargado con una Cruz. Es impresionante ver al
Señor de las Penas bajo la luz de la luna, es sin duda una escena que impacta y
nos llama a la reflexión. Calvario de romero, tomillo y lirios morados. Cera
roja dando guardia de honor a la imagen de Jesús con túnica de terciopelo rojo.
Y mientras, el incienso perfuma las notas de la música de capilla que le
acompaña, es tiempo de mirar hacia los adentros del alma, tiempo de reflexión
serena. Oscuro silencio quebrado de rezos y música que engrandece, más si cabe,
el silencio.
El Señor de las Penas con la Cruz a cuestas pudiera ser el
mejor icono para reflejar a tantas familias aplastadas bajo la pesadumbre de la
droga, la enfermedad, el paro o los desahucios. Porque todavía hay quien camina
por este mundo con una cruz al hombro. Porque mientras que haya quien mire al
pan con tristeza por no tenerlo, el hombre no dormirá tranquilo. Señor de las
Penas, que tus meditaciones sean consuelo a tanto enfermo y pobre, a tanto
marginado y parado.
Poco a poco nos vamos adentrando
en el corazón de la
Semana Santa , nuestras calles nos seguirán mostrando momentos
de la Pasión y
Muerte de Jesucristo. La tarde del Miércoles Santo, Ciudad Real se vestirá de
blanco para ver a Jesús de la
Bondad flagelado, seguido por el palio de su Madre Nuestra
Señora del Consuelo que con gran elegancia y resignación, asume el destino de
su Hijo. Esta tarde a Ciudad Real se le llena el alma de Bondad y de Consuelo
el pensamiento. Cofrades, abríos el pecho de par en par porque veréis venir a
vuestro Maestro en cada chicotá, en cada levantá, realidad de Pasión procedente
del barrio de Pío XII.
A un golpe seco del martillo del
capataz, se levanta el paso de Jesús de la Bondad en su travesía por el estrecho y evocador
pasaje de la Merced ,
y como deslizándose entre la bulla y el gentío, avanza majestuosamente con la
luna iluminando la escena, entre el crepitar de las velas, el cimbrear de los
varales y la lluvia de pétalos que caen de las azoteas. El pasaje mercedario se
tiñe de la amargura de Cristo que soporta la flagelación en presencia del
Consuelo de su Madre, y a su paso convierte a su Cofradía en templo de
recogimiento y clase estética. Escenas que se tornan casi humanas y se reciben
con gran efusividad y devoción entre una nube
de incienso y el fervor cofrade. Mirarlo por donde viene, amarrado a una
columna, entre dos sayones romanos, que lo azotan con los látigos de sus manos,
¡que tendrá la flagelación de Jesús de la Bondad , que a la ciudad hace llorar, a su
hermandad rezar y a las piedras temblar!; mirarlo por donde va, flagelado y
atado de manos, con la espalda ensangrentada. Jesús de la Bondad , para un poquito tu
andar, que si vuelves la cara, verás a Tu madre detrás, juntos Consuelo y
Bondad. La música y el cielo se unen para consolar al Señor, y nos muestra al
mismo tiempo, Bondad y Consuelo, piedad y alivio, caridad y consolación, benevolencia y sosiego, pero sobre todo,
Bondad y Consuelo. Madre mía del Consuelo; a ti me acerco afligido, porque las
penas que tengo, destrozan el pobre corazón mío. Si sois de Dios Madre, sois al
mismo tiempo, de los pecadores madre y
consuelo. Bondad y Consuelo porque al ver vuestra cara, vi la misma puerta del
cielo.
La noche avanza y la madrugada
que se abre al Jueves Santo, se torna silencio. La noche mas profunda atrapa al
ciudarrealeño y lo hace moverse hacia la iglesia de San Pedro. Solo al escuchar
su tambor ronco nos transportará a otro lugar, a otra época, nos podremos
asomar tímidamente al recogimiento, a las sensaciones del padecimiento, el
contraste se hace realidad. Sin duda, otra forma de ver la Semana Santa de nuestra ciudad.
Cuando daba forma por escrito a este pregón,
arribaban a mi mente viejos recuerdos de mi etapa de adolescente, entre ellos,
recordaba mi primera procesión de la madrugada. Creo que fue la primera vez que
mis padres me dieron la llave de casa con lo que esto representa cuando tienes
12 años. Salí de casa junto a mi hermano Paco una vez que cenamos y mi madre
nos puso varias capas de calcetines, camisas y camisetas debajo de la túnica,
por aquello del frío. Bajamos desde el barrio de Pío XII en una noche que
recuerdo fría, nos cruzamos con poca gente hasta llegar a la calle Alarcos.
Poco a poco cuando íbamos llegando a la plaza del Pilar y subíamos por Ramón y
Cajal, empezamos a coincidir con grupos
de personas, unos con túnica negra y otros de paisano, que caminaban en la
misma dirección: Iglesia de San Pedro. Nunca olvidaré aquellas emociones,
aquella ilusión y aquella luna llena de
aquel Jueves Santo, embarazada de ilusión, que alcanzó su completa redondez
para dar luz al sueño largamente esperado de aquel niño de 12 años.
Tres de la madrugada, ambiente de silencio, sólo
algo de murmullo y una luna que aguarda la salida del Cristo de la Buena
Muerte. Suena el cornetín y una apertura crujiente de puertas. Apenas el Cristo
de la Buena Muerte cruza el pórtico de la iglesia de San Pedro y se asoma a la
calle, ese Cristo desprovisto de corona de espinas, es apresado de fervor por
una devoción popular que le aguarda y le acompañará en su recorrido del Vía
Crucis. La calle General Rey, Mata, Compás de Santo Domingo….darán fe de un
ejército silencioso y ordenado de cientos de nazarenos con hábito y capillo
negro. No hay bandas de música, no hay tambores
ni cornetas, tan solo un quejido
rasgará el silencio apenas roto por el rachear de los pies y el arrastre de
cadenas.
De la imagen del Cristo de la Buena Muerte y de su
Madre del Mayor Dolor, se pueden extraer abundantes enseñanzas y reflexiones.
Reflexiones que hacen suyas la gente que está en las aceras, que piensa, medita, reflexiona, hace examen de
conciencia, propósito de enmienda,... y también se reconcilia; o las de esa
anciana de rojizos ojos resecos que ya no le quedan lágrimas porque ya lo ha
llorado todo sobre la dura tabla de su vida. Anciana que espera recostada sobre
un ala de la puerta de su casa, cruzar una mirada suplicante con su Cristo de
la Buena Muerte en el corto instante de pasarle por delante; o cuando se ve que
una señora viuda vestida de negro, o quizá una madre con un hijo en manos de la
droga, habla con la madre del Mayor Dolor sin apenas abrir los labios.
Rajando la madrugada, meciendo la
noche oscura, llegará el Cristo de la Buena
Muerte , provocando mi locura. Cuatro cirios encendidos, te acompañan
solamente, Cristo mío de la Buena Muerte ,
a tus pies estoy postrado, ante Tu imagen vencido y ante Tu cruz humillado. Yo
te adoro y te sigo, quiero compartir tus dolores, subiendo a la Cruz contigo. Grito y me
emociono, quince años fui tu costalero, te llevé en la trasera sobre mi hombro
derecho. Mi Cristo del Silencio, enséñame a vivir, Te lo pido por tu muerte,
que otro año vuelva a verte, por mi vida te lo pido, dame salud, dame suerte,
toma mis cinco sentidos y cuando llegue el momento dame una buena muerte.
Estamos a mitad de la Semana Mayor de
Ciudad Real, es Jueves Santo. Nuestras
procesiones pasionales adquieren un matiz especial cuando discurren por las calles
del popular barrio de Santiago. Su plaza se viste de gala en la tarde del Jueves
Santo, para convocar a todas las Hermandades penitenciales de la parroquia en
la procesión que desde antiguo se conoce como la “Pasionaria de Santiago”, es
un desfile procesional con cierto abolengo, con recuerdos inevitables a rincones cofrades, a saetas, a calles
estrechas, a emociones vividas, a reminiscencias de otras épocas, a entresijos
de nuestra ciudad.
En la tarde del Jueves Santo celebramos, más si cabe, esa locura de amor
que es Jesús Sacramentado. Jesús, tomó el día de la Cena el pan más humilde de
todos, el pan “ázimo”, sin levadura ni fermento; y partiéndolo en pedazos y
alzando los ojos al cielo, dijo: Tomad y comed. Este es mi cuerpo, que es dado
para vosotros”. Desde las entrañas del Perchel el misterio de la
Santa Cena representa a Jesús en el momento
de la bendición y partición del Pan en presencia de los doce apóstoles. Jesús
cruzará Ciudad Real, desde el rectorado de nuestra Universidad, instaurando el
Sacramento del Amor.
Para este pregonero resulta
entrañable hablar de la Hermandad
Sacramental de la Santa
Cena y María Santísima del Dulce Nombre, porque desde niño
participa cada Jueves Santo en su Estación de Penitencia, como también lo han
hecho sus hijos, sobrinos y hermanos.
En este año que esta Sacramental
Hermandad celebra el cincuentenario de su fundación, y que esta inmersa en
sencillos pero profundos actos para conmemorar esta efeméride, voy a aprovechar
el momento para contar una anécdota relativa a los primeros momentos de la
fundación, que posiblemente muchos de ustedes no conozcan:
Hace referencia a la primera
salida procesional de la
Hermandad de la Santa Cena ,
allá por el año 1964. Debido a la estrechez de las calles del barrio de la
judería, el impresionante paso de la Santa
Cena con sus tremendas
dimensiones y sus nueve mil kilos de peso, no entraba por la calle del Lirio,
al hacer el giro proviniendo del Compás de Santo Domingo, porque colisionaba
con la esquina de la casa de los Sánchez, y ante esta situación, uno de los
hijos del propietario no dudo en coger pico y pala y recortar el trozo de
esquina que estorbaba, y así de esta manera el paso de la
Santa Cena pudo terminar su primer
recorrido.
Desde el Rectorado de nuestra
Universidad, con un cortejo de estudiantes, viene La Hermandad de la Santa Cena. En la plaza
de Santiago y de las manos de las monjas de la Cruz , recogerá la Cofradía , la reliquia de
Santa Angela y la colocaran a los pies de la Virgen del Dulce Nombre, para que le acompañe en
todo el recorrido. Virgen del Dulce Nombre de
María: la más bella música que han podido crear cinco letras; palabra de
luz y de miel; nombre de indulgencia, de confianza y de perdón. Dulce Señora
del dolor sin llanto, Virgen de blanco albeo, divino e inmaculado, bella como
la azucena en el campo o la rosa en el rosal, que a Santa Angela llevas junto
al martillo del capataz; y entre velas
rizadas, cirios y azucenas, va tu carita morena. Ojos de niña nazarena, Virgen
bonita, nazarena de la pena, déjanos ver tus dulces ojos de esa cara de niña
buena. Bien sabes Tú que al deslizar mi planta por esas calles que de gloria
llenas, voy estrujando y sacudiendo penas porque Tu hermosa juventud me hace la
vida serena. Eres mi amparo y mi guía, mi consuelo y alegría y esperanza mía,
eres el Dulce Nombre de María.
La pasionaria de Santiago seguirá
su Estación de Penitencia por las calles de la Amargura , que en el
Perchel se nominan, Jacinto, Altagracia, Estrella…, camino de la ciudad entera.
A continuación, sobre una reluciente canastilla dorada en pan de oro, Jesús del
Ecce Homo será aupado y paseado por su barrio y por la ciudad. La plaza de
Santiago bullirá de fervor para contemplar al Señor esperando su injusta
sentencia a muerte de Cruz. En este paso de misterio, junto a Jesús se
encuentra Poncio Pilato, que aparece en actitud de presentar al Señor al
pueblo, en una lograda escenografía. Este paso es popularmente conocido desde
antiguo con el nombre de “Pilato”, precisamente por ocupar un lugar relevante en
la escenografía ese personaje de la
Pasión de Jesús, que se lavó las manos y sentenció a muerte
al justo.
El paso del Ecce Homo es portado de forma muy
particular, por las calles de Ciudad Real por 32 hermanos, que cargan todo su
peso sobre los dos hombros. Pueden presumir y motivos tienen, que su paso,
nunca ha tenido ruedas, siempre ha procesionado sobre hombros nazarenos.
Uno de los momentos entrañable y
que más expectación despierta esta Hermandad en su transitar por las calles de
Ciudad Real, es cuando se produce el saludo de Jesús del Ecce Homo a la Virgen del Prado, a los
pies de su Camarín, esa casa de Dios en la que su Hijo tiene a su Madre.
Emotivo es este encuentro en que Jesús del Ecce Homo antes de cargar con la Cruz mira de frente a su
Madre Santa María del Prado.
En esta tarde, las calles de
Ciudad Real se visten de cirios y
flores, se envuelven de nubes de incienso y se cubren de túnicas encarnadas,
como ese elemento líquido que emana del costado del Cristo de la Caridad. Toda la
dureza del martirio y crucifixión de Jesús la contemplamos perfectamente en el
paso de misterio de este Cristo Perchelero, que recibe la lanzada de Longinos
sobre su costado.
San Juan de Avila hizo uno de los cantos mas bellos a Jesucristo
crucificado, con el pensamiento puesto en la lanza del soldado Longinos y así
decía: “Cuando yo, mi buen Jesús, veo que de tu costado sale ese hierro con
esa lanza, esa lanza es una saeta de amor que me traspasa; y de tal manera
hiere mi corazón, que no deja en él parte que no penetre”.
Y después de haber visto por
nuestras calles a la cofradía del Cristo de la Caridad , llega nuevamente
su Madre, Nuestra Señora de los Dolores, no hace falta que la Reina del Perchel vista de
negro para que sepamos que es una Dolorosa, que Ella lo condensa todo; el dolor
es único. Todo lo entendemos al contemplar su rostro triste, mirada perdida
pero consciente de la realidad histórica, que llenará las calles de la ciudad con su dolor.
Virgen de los Dolores, eres el más hermoso clavel y la flor más
temprana, Reina del Perchel y Madre de Dios Soberana. Sales con sol y entras
con la luna, paseas con luceros y estrellas, entras de noche y sales de día,
pero todas las calles te alumbran por donde pasas María. Ciudad Real te mira y contempla tus dolores,
entre rezos y clamores;
te pide que le bendigas en este día, porque Tu Hijo muere para darle al mundo
vida. Por las calles de Ciudad Real, en un palio azul y oro, María llora su
dolor; hermosa talla entre flores, ante Ti mi alma esta rendida, virgen de
frente erguida, que enmudezcan los ruiseñores, que por sufrir la muerte de tu
Hijo, en tu barrio te llaman Virgen de los Dolores.
Ciudad Real por unos momentos, se
ha quedado apacible a la espera de la procesión del Señor de la Ciudad , otra vez, la
iglesia de San Pedro nos vuelve a convocar en la media noche. Jesús Nazareno
atravesará el dintel del templo parroquial, para servir de estimulo,
sentimiento, reflexión y meditación a cuantos aguardan su salida.
Imaginemos por unos momentos, A Jesús Nazareno por la vieja calle del
Lirio en esta noche del Viernes Santo, entre cirios, hachones encendidos,
misereres y rezos. Porque si hay una calle cofrade por excelencia, que nos
hable de nuestra Semana de Pasión, esa es la calle del Lirio. Ver pasar por
ella a Jesús Nazareno constituye un mundo aparte en el itinerario de nuestras
procesiones. Esta calle, judía antiguamente y hoy cristiana, está repleta de
leyendas y embrujo, recuerdos de bambalinas, saetas desgarradoras, redobles de
tambor y toques de cornetas.
Esta vía siempre fue un espacio de devoción en el que convergían muchos
aspectos visuales, donde sus pequeñas casas encaladas fruto de su pasado judío,
acrecentaba la plasticidad del cortejo. Hoy, el escenario no es el mismo, hemos
creado un espacio poco propicio para una
representación de esta naturaleza. Digo esto porque El Nazareno ya no sale del
desaparecido convento de los padres dominicos, donde fue fundada su Hermandad
un 6 de enero del año 1725, ya no existen esas casas bajas, enjalbegadas, con
rejas, donde vivía la Judía Sara
que miró en su agonía a Jesús Nazareno con ojos hebreos y murió con alma
cristiana. Sólo Dios sabe cuántos han aprendido a rezar en estas calles.
Sólo María conoce cuántas miradas de fe, cuántos propósitos de conversión
sincera han arrancado sus lágrimas de los corazones pecadores. Cuantos deseos
de amor y seguimiento arranca la contemplación de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
A las doce de la noche
Jesús de San Pedro sale.
Cargando con una Cruz
viene un hombre justo y bueno
en el silencio de la noche,
es mi Jesús Nazareno.
Hacia el Calvario camina
con una Cruz pesada,
va dejando con los pies
una huella ensangrentada.
Va llorando la cera
y va cayendo el rocío,
Nazareno de Ciudad Real
ya notamos escalofrío.
Con la Cruz cargado,
he venido a verte en la calle
y pensando que me hablabas
le he dicho al silencio que
calle.
Con que majestad vienes
cargado con las culpas mías,
con la cruz sobre tus hombros
Por Ciudad Real caminas.
Nazareno de Ciudad Real,
viéndote cargar el madero,
el calor que tu desprendes
me quita el fresco del sereno.
Vas andando y encorvado
con tu túnica morada,
Señor que todo lo puedes
¡Levanta, ya, la mirada!.
De claveles rojos y cera,
te voy a hacer un cíngulo
que se ajuste a tu cadera
como si fuera un bordón
de una guitarra torera.
Señor Nazareno morado,
Señor de la ciudad,
que embelesados todos te miran
con ansias de ver tu cara,
Unos piden por sus hijos
otras, salud, que les falta,
o quizás darte las gracias
por ver su pena aliviada.
Ya sé cual es tu respuesta,
que la cruz es la que salva.
Cargando con una Cruz
viene un hombre justo y bueno,
Él es el que nos conviene,
es mi Jesús Nazareno.
En la mañana del Viernes Santo,
la ciudad se hace plegaria para presenciar, en el largo entramado de sus
calles, lo que antiguamente se conocía como la pasionaria de San Pedro.
Vislumbraremos cinco escenas o
momentos de la Pasión
del Señor. En primer lugar nos encontraremos con Jesús rezando en Getsemani.
Escena imponente, Jesús aparece en oración ante el Padre, mientras un
ángel intenta darle el consuelo que no
tiene y tres de sus apóstoles están dormidos a los pies del olivo, de donde
cuelga un Cáliz que se mece al viento de la mañana y al bien hacer de sus
costaleros.
Es la Hermandad de los
Agricultores, esos hombres del campo, esos mozos de labranza, hombres
que de sol a sol, aran, cavan, podan y ensarmientan las viñas de nuestras
tierras, hombres con la piel y el aspecto físico quemados por sol y el frío de
la mañana, que no dudan cada Viernes Santo unirse en Hermandad y vistiendo su
túnica morada y capillo de terciopelo granate, dejan sus faenas para pasear con
dignidad y humildad a Jesús orando en el Huerto por las calles de Ciudad Real.
Después nuestra mirada se
enredará en ese paso de misterio de la Hermandad Ferroviaria
del Encuentro. Nuestros ojos quedarán clavados en ese Cristo de mirada plácida,
serena, dulce, con los ojos turbios. Jesús avanza por las calles de Jerusalén
en medio del gentío, pero todos estos dolores y sufrimientos pasaron a un
segundo plano de repente, Jesús alzó la vista y allí estaba Ella, María, que le
miraba ansiosa y destrozada pero firme y decidida; pero no pudo más que
mirarla, los soldados le obligaron a caminar y seguir con la cruz al hombro,
que dolor el de esta madre, que ha visto a su hijo dolorido y ayudarle no ha
podido. Pero, Jesús sigue caminando por las calles de Ciudad Real en esta
mañana luminosa del Viernes Santo, Jesús carga con la Cruz , pero a su madre le pesa
la pena. A cada paso de su caminar, las fuerzas le van faltando; la Cruz le va hundiendo el
hombro y clavando sus pasos en la tierra.
En este caminar de Jesús por las
calles de Ciudad Real, nos encontramos con la escena de la Pasión que recoge el paso
de la Hermandad
de Jesús Caído. Este paso representa el momento en que Jesús cae al suelo en
presencia de las Santas Mujeres, el Cirineo
y la Verónica.
Una mujer, la Verónica , rompe el cerco
de la guardia de romanos y sayones y se acerca con un paño en las manos y
limpia el maltratado rostro del Redentor. Una mujer, como esas otras tantas mujeres
santas de corazón inmenso que huyen de las vanidades,
que su sentido de la vida es dar la vida por los demás, y que forman parte de
diversas congregaciones religiosas que trabajan desde el anonimato para hacer
la vida mas agradable a los que menos tienen, pero de forma especial quisiera
hacer mención al Instituto que fundara Santa Angela, Las Hermanas de la Cruz , monjas que hacen
Estación de Penitencia los 365 días del año, y contradictoriamente, siendo la
penitencia tan dura, le sabe a procesión de gloria. Estas Hermanas el único
orgullo que llevan a gala es formar parte de la Iglesia. Y …Hermanas tendríais
que recordarnos más a menudo que también vosotras sois Iglesia. Recordárselo a
esa parte de la sociedad que considera a la Iglesia Católica
una lacra social y al mencionarla suelen hacerlo con ironía y desprecio, a esos
debierais recordarles que sois vosotras las que os hicisteis cargo del cuidado
de sus padres y abuelos cuando estaban enfermos, sin pedir nada a cambio. Pero
también tendríais que recordárnoslo a nosotros, a los que nos llamamos
cristianos y somos unos acomodados utilizando el nombre de Dios en vano.
Ciudad Real tiene la inmensa
suerte de contar con un convento de las Hermanas de la Cruz , una acogedora morada en
un idílico entorno, sin lujos pero con los condimentos necesarios para cubrir
las necesidades de los que hasta allí se acercan, aderezados con el cariño que
prestan las Hermanas. Hay que dar gracias a Dios
todos los días por tener entre nosotros a las Hermanas de la Cruz. Unas autenticas
nazarenas de estameña marrón y capillo negro. Merecéis todo nuestro
reconocimiento. Sé que vuestros votos os prohíben caer en vanidades y
ostentaciones públicas, vuestro premio está en otro mundo. Pero, lo siento
Hermanas, a nosotros nada nos impide hacer pública nuestra gratitud: por eso
aquí el pregonero quiere pedir un aplauso, evidentemente no para mí, sino para
vosotras, en reconocimiento de vuestra muy noble labor en pro de los
necesitados. Gracias y benditas seáis por siempre ¡Hermanas de la Cruz !.
Después del paso de Jesús Caído,
nuestros ojos se nublaran de nuevo al
ver la cara del Cristo del Perdón y de las Aguas crucificado entre dos ladrones. Ver al Cristo del
Perdón y de las Aguas, es recordar las palabras de San Juan de Avila: “La
cabeza tienes inclinada, para oírnos y darnos besos de Paz)…, los brazos
tendidos para abrazarnos; las manos agujereadas para darnos tus bienes; el
costado abierto, para recibirnos en tus entrañas; los pies enclavados, para
esperarnos y para nunca poderte apartar de nosotros”.
Jesús del Perdón y de las Aguas, con trompetas y pregones, en el monte
Calvario, te han crucificado los sayones, eclipsando tu hermosura en medio de
dos ladrones. En esta escena de la
Pasión , Jesús, tiene a un lado y otro, a la humanidad entera
representada por Dimas y Gestas, uno el buen ladrón que aceptando su destino
abría los brazos a la redención, y el otro, con el mismo fin y la misma
justicia, rechazaba lo que Jesús le podía ofrecer, porque no le interesaba ni
la vida eterna, ni la paz del alma.
Al final, volvemos a sentir una vez más esa, indescriptible sensación de ver a María, en esta ocasión
bajo la advocación de la
Misericordia , que camina tras de su Hijo con manto granate y
desprovista de palio, como queriendo ver descender un coro de ángeles en vuelo
silencioso para consolarla en estos momentos de tanta angustia.
Tan solo unas horas después, Ciudad Real volverá a ofrecer sus calles
para que por ellas discurra el cortejo fúnebre de la procesión del Santo
Entierro.
Los jardines del Prado rebosaran de vecinos y visitantes, para ver
salir al Cristo de la Piedad
sobre un calvario de claveles rojos portado por una experta cuadrilla de
costaleros. Iniciará el recorrido hacia la plaza de la Merced con cadenciosa y
suave mecida, más que andar parece flotar por las calles de Ciudad Real. La Cruz donde esta clavado el
Cristo de la Piedad
es el mástil que sujeta la vela de la Salvación , irá acompañado en todo momento por
túnicas negras e impulsada por los generosos vientos musicales. Será la última
vez que veamos en Ciudad Real a Cristo crucificado antes de ser descendido de la Cruz.
Y tras el Hijo crucificado va la Madre amantísima de los
siete Dolores, Virgen coronada de aspecto majestuoso. Madre de rostro blanco de
nácar y azucena. Salvará por milímetros el dintel de su morada en una maniobra
difícil y apurada de los briosos costaleros que con el alma de rodillas, el
corazón en el costal, pletóricos de alegría, van avanzando con mimo, dejando
atrás tu capilla. Tener cuidado costaleros, llevarla poquito a poco y tirar por
lo derecho; que no se claven más los puñales de su pecho. Virgen del Ave María,
el Prado te recibe, impaciente en este día, y al ver tu belleza, Ciudad Real se
hace poesía, la respiración contenida, la emoción en la mejilla, Dolorosa,
Virgen mía, da a mi pecado perdón y a mi tristeza alegría, que gozo más grande,
ver a la Virgen
del Ave María y que triste debió quedar Lastrucci, cuando dejaste Sevilla.
En la impavidez de la tarde, un
drama gravita en el ambiente, se intuye un suceso: Jesús ha muerto. A los
ciudarrealeños esta Muerte no nos deja indiferentes. La Crucifixión y Muerte
del Señor estará siempre constituida por su amor a la Humanidad. Por eso
hay que elevar una oración al Cristo del Amor, cuando en la tarde-noche del
Viernes Santo esté saliendo de la ermita de los Remedios.
El último momento de Cristo en la Cruz lo simboliza la imagen
de Jesús del Amor en su Descendimiento. Jesús está siendo desclavado y
descendido de ella por Nicodemo y José de Arimatea. La mezcla de claveles
rojos, iris morados y encarnadas rosas formará el contraste con las túnicas
negras con fajín blanco. Lo contemplaremos en la Plaza que lleva su nombre,
mientras efectúa el giro para entrar en la calle Cuenca y dirigirse hacia el pasaje
de la Merced ,
pasando por la calle Estación del Vía Crucis, única que no ha perdido su
denominación original cristiana a través de los tiempos.
Cuando hablo del Cristo del Amor,
recuerdo lo que hace unos años, le ocurrió a un misionero gallego amigo mío,
estando de misión: una pobre niña le pidió una limosna. El misionero respondió,
“lo siento amor mío, no tengo”. La niña se puso a llorar y el misionero le dijo apenado: “De verdad
que no tengo, no te pongas triste”. A lo que la niña respondió: “Estoy
llorando, porque nadie me había dicho nunca amor mío”. La falta de amor, es
otro tipo de hambre del mundo, hambre de felicidad.
Los primeros tintes del ocaso
anuncian la hora del sepelio. Ciudad Real acude, con la dignidad y el respeto
que el momento requiere, al Santo Entierro de Cristo, a sabiendas de que el
cuerpo del Redentor, una vez bajado de la cruz, fue rápidamente depositado en
el sepulcro. Es decir, no hubo entierro. Ciudad Real, quiere cubrir este vacío,
organizando el cortejo fúnebre que nunca tuvo el Señor. Esta será la última vez
que veamos a Cristo por nuestras calles antes de la Resurrección.
En esta noche de plenilunio,
noche quieta, callada, silente, noche del Viernes Santo, en la entrañable plaza
de la Merced
se formará el cortejo fúnebre. Se hará patente ese momento desgarrador en el
que el cuerpo inerte del Señor va a pasar de la Cruz al regazo amoroso de la Madre , y del regazo de
Nuestra Señora de las Angustias, el cuerpo de Cristo será trasladado al
Sepulcro.
Amargo consuelo fue para María
recibir en sus brazos el cadáver sacrosanto de Jesús. En este momento, a solas
con los discípulos de su Hijo, a buen seguro María recorrería en su memoria
toda la vida de Jesús, desde la noche feliz de Belén, hasta la noche horrenda
en que el Hijo de Dios ha sido sepultado. Angustias, punto culminante de la Pasión. María , lléname de tu
angustia, pósame entre tus brazos, que al buscar tu ayuda me sienta en tu
regazo, quiero llenarme de tu angustia, quiero ser tu pañuelo blanco que
aplaque tu tristeza, soñar con tu dulzura y despertarme pensando que si cambio,
calmaré tu angustia. Préstame ese pañuelo
para pintarlo de besos, con besos del alma triste, un pañuelo para secarme las
lágrimas de los tormentos, que tu presencia pregona, a la rosa de los vientos.
El trono sepulcral, monumento
andante que roza lo sublime, se abrirá paso entre la multitud expectante de la
calle Toledo y Plaza Mayor. Conmueve cuando lo hacen pasar con cuidadosa
lentitud. El cuerpo del Señor descansa en lo alto de un catafalco acompañado
por un arcángel y sujetado por cuatros ángeles.
Señor Jesús del Santo Entierro,
que enmudezcan todas las voces que no salgan del corazón en este momento, y
ante Tu sepulcro, te diría que daré por ti mi vida, pero soy débil a la hora de
la verdad. Reconozco que te he negado, que te he sido infiel, no permitas que
mi actitud jamás pueda acercarse al orgullo de Judas, que llegó a pensar que su
pecado era más grande que tu misericordia y tu poder. Como Pedro, te niego tres
y más veces, pero confieso que te quiero, que te amo.
La tarde del Sábado Santo vendrá impregnada de
ritos nostálgicos, anunciadores del epílogo final, el Sábado Santo Ciudad Real dedica sus calles y todas sus miradas a
la Señora de la Soledad.
Madre de la Soledad , queremos lavar
con lágrimas del corazón la ingratitud monstruosa de toda nuestra vida;
queremos abandonar y olvidar cuanto nos hizo olvidar y abandonar a Dios, los
gemidos de nuestro arrepentimiento mitigaran tu pena y no estarás ya sola y
abandonada.
Costaleros que cargáis con el
peso del palio de Nuestra Señora de la Soledad , que con vuestro esfuerzo estáis
contribuyendo a que María transite con la elegancia digna de su majestad, que
recorra las calles con, sencillez y hermosura, sin miedo a salidas accidentadas;
y, pasee su belleza y coquetería celestial con la suprema gracia que ella
atesora. Que grande es la penitencia de sudor y esfuerzo. Ocultos en la galera, en silencio y con
respeto, mas con la única vanidad de
llamarse costalero y pasear con majestad a la reina
de los cielos.
Cofrades: La iglesia, nos pide en este año de la Fe , un mayor compromiso
cristiano, que hagamos crecer nuestra vida interior y que demos testimonio
público de nuestra Fe. Estas tres demandas, particularmente la última, las
llevamos intentando cumplir las cofradías desde hace siglos. Porque esa es
nuestra razón de existir: expresar en la calle y ante todos el contenido de lo
que creemos, apelando a lo más genuino del ser humano: el sentimiento, y
llegando a él a través de la belleza.
Somos cristianos y así lo proclamamos sencilla y rotundamente cuando
sacamos nuestras cofradías a la calle, al ponernos nuestra túnica, al ceñirnos
el costal, al golpear el martillo el capataz, al vestir las mantillas y
ponernos los capillos. Nos sentimos orgullosos del sacrificio que ofrecemos al
Señor cuando recordamos su Pasión, tanto de lo externo como de lo que no se ve
pero se siente.
El pregón avista ya las puertas
de su templo, la cera de mis palabras, esta casi consumida.
¡Marchemos de frente todos por
igual!, con la cabeza bien alta porque esto es lo nuestro, lo que nuestros
antepasados han hecho desde siglos, sin avergonzarnos porque ningún daño
hacemos. ¡Y marchemos de frente todos por igual, con la cabeza alta, pero con
el corazón humilde y sincero porque nos queda mucho por hacer, hay que levantar
el paso del tercer mundo, el de la pobreza, el de la tolerancia, el de la
seguridad, el del marginado, el de la perdida de valores de la sociedad, el de
la paz, y éstos pasos y palios también están muy necesitados de que nos
ajustemos todos bien el costal: Hermandades, hermanos, público y sociedad,
porque esta procesión es de todos.
Parafraseando a nuestro paisano
Doctor de la Iglesia ,
San Juan de Avila, diré: “Dios dé a
vuestras mercedes buenas salidas de Pascua y mucha perseveranza en el gozo de
la resurrección, y aunque le vengan días de cruz, que le sean días de
Pascua”.
HE DICHO
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