Buscar este blog

miércoles, 30 de septiembre de 2020

ASI QUEDÓ EL ALTAR MAYOR DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO EN 1957

 


El domingo 25 de junio de 1950 tomó posesión de la Parroquia de Santiago el Rvdo. Sr. D. Javier María de Castro Díaz, sacerdote que le tocaría restaurar el templo parroquial, enriqueciéndolo y restaurándolo durante los años que estuvo al frente del mismo.

Una de las reformas que realizó, fue el cambio y embellecimiento del altar mayor por dos veces. La primera de ellas, y de la que me voy a referir en esta entrada fue la que realizó en el año 1957. Esta reforma consistió en colocar presidiendo el mismo, una imagen de Santiago Apóstol a caballo de pasta de madera de 1,50 c/m, adquirida por el Padre Castro a la casa de artículos religiosos de José Mur de nuestra ciudad, en el año 1951. Esta imagen se colocó sobre una repisa y debajo de esta a una menor altura y sobre repisas, se situaron las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y del Sagrado Corazón de María. Sobre la mesa de altar se encontraba el sagrario y encima de este la imagen de un crucificado. Completaba el conjunto candelabros de orfebrería.

Así permanecería el altar mayor hasta el año 1962, cuando otra reforma del Padre Castro, colocó en el mismo unas pinturas de Vicente Martín, pero de esta reforma me ocupare otro día. 



martes, 29 de septiembre de 2020

EL ALTAR MAYOR DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO TRAS LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

 


Terminada guerra civil española en 1939, el culto vuelve a las Parroquias, conventos y capillas de la ciudad. D. Alejandro de la Pastora, que fue el Párroco de Santiago hasta 1936 y que se salvó de ser asesinado, se hizo de nuevo cargo de la parroquia en 1939. El fue el encargado de volver a poner al culto el templo parroquial, tras la pérdida de todo el patrimonio histórico-artístico del mismo.

A parte de ser la Parroquia de Santiago la más afectada durante la guerra, era la parroquia más pobre de la ciudad, por lo que al abrir de nuevo al culto el templo se optó por un altar mayor sencillo, solo lo presidia la imagen de Santiago Apóstol, de ningún valor artístico, y  a ambos lados suyos unos cuadros. Completaba el altar varios candelabros y la mesa del altar. Así permanecería el altar mayor hasta el año 1957, que cambio totalmente su fisonomía.

La imagen de Santiago fue retirada del culto, en el referido año 1957, guardada en los salones parroquiales, hasta el año 2000 que fue restaurada y comenzó a procesionar el día de su festividad el 25 de julio.



lunes, 28 de septiembre de 2020

LA DESTRUCCIÓN DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA


La destruida imagen de la Virgen de los Dolores en los años veinte del siglo XX en su altar de cultos cuaresmales


La guerra civil española supuso la pérdida más importante de la historia del patrimonio religioso ciudadrealeño, pese a que nuestra ciudad estuvo en la retaguardia de la contienda. El sectarismo antirreligioso de socialistas, comunistas y anarquistas desató la mayor persecución religiosa de la historia contra la Iglesia católica, siendo asesinados 13 obispos, 4.184 sacerdotes seculares, 2.365 frailes y 283 monjas, lo que equivalía a uno de cada siete sacerdotes y a uno de cada cinco frailes. A estos datos habría que añadir el elevado número —imposible de establecer con exactitud— de tantos católicos españoles que murieron víctimas del odio contra la religión, en una persecución que hasta para asemejarse a la de los primeros cristianos dio cabida a acontecimientos como los de la "Casa de Fieras", el zoo situado entonces en el parque madrileño del Retiro, donde se arrojaban a las personas para que fuesen devoradas por los osos y los leones.

Junto al asesinato de sacerdotes, religiosos/as y laicos, se produjo la mayor destrucción del patrimonio religioso de los templos de culto, y Ciudad Real no iba a ser ajena a esta destrucción por parte de los partidos que formaban el Frente Popular, y sus parroquias, iglesias y ermitas fueron saqueadas, destruido su patrimonio histórico-artístico y robadas las piezas de orfebrería de valor.

La Parroquia de Santiago de nuestra ciudad, fue el templo que mayor destrucción sufrió, perdiéndose casi todo el patrimonio que poseía sus muros. Una relación de lo destruido, elaborada por mí, después de consultar diferentes documentos históricos relacionados con la parroquia sería la siguiente:

-Retablo barroco del altar mayor, presidido por la imagen de Santiago Apóstol.

-Retablo barroco con las imágenes de san Joaquín y Santa Ana.

-Imagen de la Virgen de la Blanca del siglo XIV.

-Imagen de estilo gótico decadente del Cristo de la Caridad.

-Imágenes barrocas de Nuestra Señora del Pilar, San Francisco y San Buenaventura.

-Imagen barroca de San Isidro Labrador.


El destruido relicario de la Santa Espina en la desaparecida capilla de la Virgen de la Blanca


-Imagen de San Antón del siglo XVII, procedente del antiguo convento-hospital de antonianos.

-Paso procesional del Ecce-Homo, compuesto de las imágenes del Ecce-Homo, Pilatos, un soldado romano, un judío y un niño portando la palangana, obra del escultor Federico Zapater del año 1911.

-Paso procesional del Santísimo Cristo de la Caridad, adquirido en el año 1908 al escultor valenciano Federico Zapater, compuesto por las imágenes del crucificado, la Virgen María, San Juan, la Magdalena y el soldado romano Longinos.

-Retablo barroco e imagen de la Virgen de los Dolores de la escuela del Montañes.

-Reja de madera y retablo barroco de la capilla del Cristo de la Caridad.

-Reliquia de la Santa Espina, regalo del rey Alfonso X el Sabio.

-Paso para procesionar la reliquia de la Santa Espina, del año 1909 del escultor valenciano Federico Zapater.

-Cuadro con la escena de la aparición de la Virgen a San Ildefonso, de gran tamaño, que se encontraba en la Sacristía.

-También en la Sacristía había cuatro curiosos cuadritos antiguos pintados sobre piedra.

-Cuadro de Santa Lucia pintado por Jose Boada, y al que se la realizaba función religiosa  el día de su festividad el 13 de diciembre.

-Cruz parroquial de plata de interés del siglo XVII.

-De los siglos XVII y XVIII, un buen terno de tissú de oro, con menudas flores divinamente bordadas.

-Custodia del siglo XVII, y vasos sagrados de diferentes siglos.

-Todo el mobiliario de la parroquia: Bancos, confesionarios y lámparas.

-Todas las campanas de la parroquia. Entre las campanas figuraba una del siglo XV,  Según Ramírez de Arellano fue probablemente costeada en 1492 por el Obispo Iñigo Manrique, Presidente de la Chancillería de Ciudad Real, y fabricada acaso por el mismo campanero que fundió la «del Alba» de la Catedral de Córdoba. También había otras campanas de tradición interesante en los huecos del Mediodía; la mayor refundida tenía una inscripción que acreditaba haber sido construida en tiempo de Felipe II; la otra del Mediodía procedía de 1614 y la del Norte de 1609.

-El archivo parroquial fue casi totalmente destruido, salvándose solo algunos libros parroquiales.


La destruida imagen de San Antón en sus cultos del mes de enero


domingo, 27 de septiembre de 2020

EL RELOJ DE SOL DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO

 


El reloj de sol es un instrumento usado desde tiempos muy remotos con el fin de medir el paso de las horas, minutos y segundos (tiempo). En castellano se le denomina también cuadrante solar. Emplea la sombra arrojada por un gnomon o estilo sobre una superficie con una escala para indicar la posición del Sol en el movimiento diurno. Según la disposición del gnomon y de la forma de la escala se puede medir diferentes tipos de tiempo, siendo el más habitual el tiempo solar aparente. La ciencia encargada de elaborar teorías y reunir conocimiento sobre los relojes de sol se denomina gnomónica.

El reloj canónico, es un tipo de reloj de sol, que marcaba de forma muy exacta las horas canónicas (una división de tiempo empleado durante la Edad Media en la mayoría de las regiones cristianas, que seguía el ritmo de la vida monástica; cada una de las horas indicaba un “Oficio Divino” o “Liturgia de Horas”, es decir, el conjunto de oraciones indicadas para esa parte del día).

Se solía representar en las fachadas de las iglesias, catedrales o monasterios medievales, en ocasiones también se pudo ver en monasterios de épocas más tardías. Su construcción era muy rudimentaria y se denominaban “relojes arañados”.

Estos relojes tenían forma semicircular y estaba dividido por radios con el centro en un punto en común de las líneas. El ángulo que había entre las líneas se intentaba que fuera el mismo. A veces, el número de líneas era variable y no coincidían con las 12 horas de los relojes de sol normales.

El reloj de misa era muy usado antiguamente sobre todo para conocer el Oficio divino que tocaba en el momento del día en que se le consultara. La liturgia exige la utilización de un método para determinar la hora. Allí donde haya una iglesia y un clérigo que deba cumplir con el rezo del Oficio y la celebración de la misa, podemos encontrar un reloj de sol canónico. Los relojes canónicos los utiliza el preste en la parroquia y el monje en el monasterio.



Las horas canónicas son una división del tiempo empleada durante la Edad Media en la mayoría de las regiones cristianas de Europa, y que seguía el ritmo de los rezos de los religiosos de los monasterios. Cada una de las horas indica una parte del Oficio divino (hoy denominado liturgia de las horas) es decir el conjunto de oraciones pertinente a esa parte del día.

San Benito denominó a estas horas de rezo "horas canónicas", y así se haría desde el siglo VI; su nombre proviene de las órdenes y normas o cánones de la Iglesia del medioevo. Durante esa época se organizó el sistema de horas centralizando su uso principalmente en los monasterios benedictinos.

La división del día en siete partes tiene su origen en el Libro de los Salmos de la Biblia, en el que se lee: "Siete veces al día te alabaré", y también se lee "a medianoche me levantaba para darte gracias". De ahí se puede ver que existe una agrupación de las siete horas canónicas de los Ofícios diurnos, y así mismo los Ofícios nocturnos, que a su vez se reparten en tres guardias o vigílias, denominadas Maitines. Cada semana los monjes debían rezar el salterio íntegro (es decir los 150 salmos). En su regla, San Benito recomienda a sus monjes que durante los viajes no dejen pasar el rezo las horas de oración.

Las horas canónicas eran las siguientes:

Maitines: medianoche.

Laúdes: al amanecer, habitualmente sobre las 3:00

Prima: Primera hora después de salir el sol, aproximadamente las 6:00 de la mañana

Tercia: Tercera hora después de salir el sol, las 9:00

Sexta: mediodía, a las 12:00

Nona: sobre las 15:00

Vísperas: tras la puesta de sol, habitualmente sobre las 18:00

Completas: antes del descanso nocturno, las 21:00

La Parroquia de Santiago, al igual que las otras dos parroquias históricas de nuestra ciudad, Santa María del Prado y San Pedro, cuenta con un reloj de sol en la pared sur de la fachada de la sacristía, obra del siglo XVIII.



sábado, 26 de septiembre de 2020

EL ANTIGUO CEMENTERIO PARROQUIAL DE SANTIAGO

 


Hasta el siglo XIX no existieron cementerios civiles alejados de la población. Hasta este siglo los fallecidos eran enterrados en las iglesias, ermitas y conventos de las poblaciones. Las clases más elevadas, nobleza y aristocracia, los personajes más favorecidos o aquellos pertenecientes a hermandades o cofradías ocupaban espacios privilegiados en el interior de los edificios religiosos, bien en capillas privadas, bien en criptas o en bóvedas excavadas en muros y suelos. La nave central, sin embargo, era reservada a las categorías eclesiásticas y familias reales. El resto de la población quedaba fuera del recinto sagrado ocupando todos los terrenos adyacentes a la iglesia, conformándose con la cercanía al templo donde se situaban los llamados cementerios parroquiales o "de feligresía". Eran tumbas en su mayoría anónimas que se reciclaban sin ningún pudor con el paso de los años para dejar terreno libre a los sucesivos enterramientos.

El cementerio de la Parroquia de Santiago, se iniciaba a los pies de la torre de la parroquia, se prolongaba por toda la calle Estrella hasta el ábside de la parroquia.  No fue hasta el año 1834, cuando se crea el actual cementerio de Ciudad Real, por lo que hasta ese año estaría funcionando el cementerio parroquial. Posteriormente los terrenos del antiguo cementerio se convertirían en huerto, y sobre él se levantó las diferentes dependencias parroquiales, que en sus inicios fue guardería.



viernes, 25 de septiembre de 2020

EL ANTIGUO RELOJ DE LA PARROQUIA DE SAN PEDRO ESTUVO EN LA TORRE DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO

 


El antiguo reloj de la Parroquia de San Pedro, fue colocado en la torre de la Parroquia de Santiago en el siglo XIX, cuando esta tenía chapitel. El que fue cronista de Ciudad Real, don Julián Alonso, no lo cuenta en un artículo publicado en el diario “Lanza” el jueves 29 de enero de 1953, bajo el titulo: “Rafael Barahona, su teatro y otras muchas cosas”, en el cual dice lo siguiente:

No sabemos si hasta 1797 conservó la torre de Santiago su gallardo y original estado: Torreón almenado, al cual debe volverse por la belleza de la torre más antigua de Ciudad Real y por exactitud arquitectónica de su estilo inicial, quizá anterior a la llegada de Alfonso X. Lo que si podemos consignar, se regentaba la Parroquia, en estas fechas, por don Sebastián Almenara y que, ese año “se había sacado alguna piedra de la cantera dentro de muralla, inmediata a la puerta de Calatrava, para hacer la cornisa de la torre”, y que en el verano de 1798 ó 1799, la torre estrenó chapitel con linterna y balconcillo y todo el faldón emplomado mandados hacer, por el párroco al maestro Jerónimo Armilla “La cruz la hizo Josef Muñoz de Morales excelente profesor de armería”.

Precisamente “el 24 de febrero de 1800 concluido el reloj fabricado por un hijo de esta ciudad, don Rafael Barona y puesto en el chapitel de la parroquial del señor San Pedro Apóstol y el que tenía antiguo la ciudad –allí colocado-  lo dio a la parroquial del señor San Tiago, el Cebedeo, Apóstol y lo pusieron en el flamante chapitel, donde este “reloj viejo anduvo algunos años”. Lo fabricó el citado Muñoz de Morales como asegura el texto que dice: “En 1793, bajo orden del señor intendente don Vicente Dominguez, para la composición del reloj que hizo el armero Josef Muñoz de Morales, se hizo en la torre del señor San Pedro un cañon de ladrillo para las pesas”.

Curioso sería hallar la marca de Muñoz de Morales en el reloj de Santiago, parado otra vez, desde 1936, y descubrir la de Barona en alguna pieza del reloj de San Pedro, rehecho en fecha reciente.

“Después, bien entrado el XIX porque se llovía el chapitel y se pudrieron algunas maderas, el párroco entonces señor don Juan Muñoz de Canteras lo mando derribar y crearlo de nuevo sin linterna, con empizarrado en el faldón”, que se derrumba y arruina en estas calendas dejando a la vista su maderamen descarnado, guarida de palomas fabricantes de buena palomina.

Así va acabando el chapitel sustituto del mandado hacer por Almenara quien también debió ser el ordenador del famoso desaguisado de cubrir el hermoso artesonado de la nave central del templo que tanto urge descubrir y sacar con tino, con muchísimo tino, pues su deterioro aumenta cada día para vergüenza de nuestro acerbo artístico, bien mermado por cierto y por incuria. ¡Gran obra para inmortalizar a las primeras autoridades eclesiásticas y civil de Ciudad Real”.




jueves, 24 de septiembre de 2020

LA IGLESIA DE SANTIAGO. CARTA ABIERTA

 


Mi querido amigo Julián Alonso:

Muchas gracias por esa llamada a filas que me haces el día 5, en LANZA, en nombre propio y en el de la entrometida e imperecedera amiga doña Curiosidad, un tanto humorística en el retrato que me hace. A vuestro mágico conjuro se han desplegado en semicírculo todos los antecedentes que poseo, antiguos y modernos, de la fundación de esta ciudad, desde las Crónicas y Concordias hasta el último artículo de don Emilio Bernabeu. Delante de mí lo tengo, risueños y tentadores, y ante ellos experimentó la perplejidad de no saber por cual empezar la colaboración de lo que tanto tenemos hablado.

El tema es excesivamente largo para una carta. Prescinde, pues, de las versiones de la aparición de la Virgen del Prado (1020-1088) y más aún de la fundación de la Santa Hermandad a instancias del célebre don Gil Turro Ballesteros. Madoz, Quadrado, Hosta, Blázquez y Espasa revelan deber las noticias a las “Ordenanzas de la Santa Hermandad aprobadas EN MIL SETECIENTOS NOVENTA Y DOS por el Consejo de Castilla”. El propio Cuadrado desconfía de ellas, evitando así el anacronismo de hacer que los portadores de la imagen de la Virgen se detuvieran en Pozuelo de Don Gil un siglo y medio antes de que existiera este señor.

Alquilata bien los siguientes extremos: La Concordia de 1245 cita la iglesia de Pozuelo, aproximadamente en la fecha de las famosas VISTAS de Fernando III y su madre, y, por otra parte, ni Blázquez, ni Hervás citan la iglesia de Pozuelo de Calatrava entre las iglesias de la Edad Media; primera ocasión para empezar a dudar de que el Pozuelo de la Concordia fuera el Pozuelo de Calatrava. En el 1254 Alfonso X acomete la última tentativa de fomento de población en Alarcos, y, en 1255, en vista del reiterado fracaso (atribuible a la insalubridad de la antigua plaza fuerte), extiende el privilegio de la fundación de Villa Real sobre la población de Pozuelo. El nombre es feo, pero el poblado no lo seria tanto. El mismo Blázquez, con fino criterio, observa que Pozuelo, más que una aldea, era una población de alguna importancia, pues de otra manera no hubiera sido posible dar allí albergue durante 42 días a damas y caballeros como acompañaban al monarca.

Y tendría, desde luego, su iglesia, iglesia de nueva construcción o resultado de la adaptación de una iglesia anterior y, por lo tanto, no cristiana. Sin embargo, desde el privilegio de la fundación de Villa Real (1255) y a pesar de los dos documentos de vuestro Archivo municipal (1256 y 1257), relativos a madera, citados por Delgado, parece que transcurren 7 años sin que prospere el intento de población. En 1262 Alfonso X en persona replantea las murallas de la villa. Y aún así y a pesar de la intervención personal del monarca las obras llevan ritmo lento. La Orden de Calatrava sigue dificultando el transporte de maderas, y el rey vuelve a proveer en 1263 y 1266 (Delgado). En esta última fecha Alfonso X visita las obras de Villa Real a su regreso de Murcia a Toledo (Crónica). En 1267 –añade Mariana- el rey vuelve a Villa Real para inspeccionar los edificios y fábricas que en el nuevo poblado se levantan. Observa bien que no habla de IGLESIAS, como dando a entender que iglesia ya la había.



¿Cómo no iba a tener una iglesia la tal población –pensarás tú como yo-. Pero refrena un momento tu impaciencia. Las Cortes de 1272, reunidas en Almagro y no en Villa Real, constituyen una prueba fehaciente de que en tal fecha la última población no se encontraba aún en condiciones de escenario de una solemnidad; solemnidad urgente, pero no hasta el punto de justificar el agravio a una villa real por una diferencia de dos leguas, que si resultaba beneficiosa a unos, perjudicaba a los más. De modo que en 1272, a los 17 años del privilegio de la fundación, Villa-Real distaba bastante de ser una población TERMINADA. Pero tenía su iglesia.

Y esta iglesia, que existía ya cuando la Concordia de 1245, es decir, “27 años antes de una fecha en que Villa Real no estaba aún TERMINADA” o sea, 33 años después de la batalla de las Navas de Tolosa; esta iglesia hay que identificarla con la más antigua de Villa Real, que, en opinión de Ramírez de Arellano, es la de Santiago, cuya torre parece ser lo más antiguo del edificio, y acaso fuera un torreón de defensa del antiguo pueblo. ¡Ese ajinez!... Delgado demuestra la existencia de la Cofradía de Caballeros hijosdalgos de dicha iglesia en 1339, precisamente unos 25 años antes que el Maestre Muñiz de Godoy embelleciera con el magnífico artesonado la única iglesia que había en la población. Y, finalmente, la grata preocupación que me produjo Cuadrado al hablar del “notable rasgo del arco de herradura de una de las capillas de la iglesia” y que tú resuelves ahora al comunicarme el hallazgo de caracteres pre-góticos en las obras dispuestas por el actual párroco, todo, todo me afirman en mi convicción de que vuestra iglesia de Santiago es la autentica iglesia de la concordia, la iglesia de aquel Pozuelo que dejó de llamarse Pozuelo para empezar a llamarse Villa Real…

Desmenuzar todo esto exigiría muchas páginas, que suplo recurriendo a tu exquisita sensibilidad histórica. Si ves este verano a mi pariente Alfredo Palmero, dile que en el fondo de su cuadro ponga algo parecido al torreón de vuestra iglesia, que estará muy en su punto. Dime lo que pensáis de estas sugerencias y que seguís apreciando (así en plural, pues también es para esa señora, aunque vieja), el fuerte abrazo  de tu buen amigo.

 E. Agostini. Diario “Lanza”, jueves 12 de agosto de 1954 página 3  



miércoles, 23 de septiembre de 2020

EL MALTRATO MUNICIPAL AL MONUMENTO A LA SEMANA SANTA DE CIUDAD REAL

 


Ciudad Real cuenta desde el año 2006, con un monumento a su Semana Santa, declarada de Interés Turístico Nacional, obra del escultor Kirico y que se encuentra instalado en la Plaza de la Merced. Esta es una escultura más de nuestra ciudad, que debería gozar, al igual que el resto de monumentos de Ciudad Real, de un plan de vigilancia, limpieza, mantenimiento y si fuera necesario su restauración, por parte del ayuntamiento de la capital.



Aunque desconozco si existe ese plan en nuestra ciudad, lo que es totalmente injustificable, es que el equipo de gobierno del ayuntamiento PSOE-Ciudadanos, muestre desidia y desinterés para proteger y valorizar el rico patrimonio escultórico de Ciudad Real. Una muestra de esa apatía, está ocurriendo con el monumento a la Semana Santa, que ha quedado encajonado entre dos casetas de obras, e incluso una de ellas tapa parte del monumento.



Qué imagen proyectamos de nuestro patrimonio escultórico, cuando la apatía del equipo de gobierno muestra un desinterés total por un monumento que aparte de su valor artístico, simboliza a miles de cofrades de Ciudad Real. Ahora nos dirán que no había otro sitio donde colocar esas casetas, cuando esto no es cierto, la plaza da otras opciones para colocar las casetas y a 100 metros tenemos la Plaza de la Constitución donde se hubieran podido instalar sin problema. El maltrato a nuestro patrimonio muchas veces no viene de vandálicos, sino que son las mismas instituciones, en este caso la municipal, quien lo realiza. ¿La concejalía de cultura y sus técnicos no tienen nada que decir?, porque cuidar la imagen que se proyecta de Ciudad Real es cosa de todos, y más de la institución municipal, que con este maltrato a este monumento que nos representa a muchos, solo proyecta apatía, desinterés y da una pésima imagen de Ciudad Real, ya que nos muestra una desoladora imagen.



martes, 22 de septiembre de 2020

LAS TORRES DE SANTIAGO Y DE DON FADRIQUE

 

Vista de Santiago en los años cincuenta del pasado siglo

He aquí la torre de don Fadrique, como la llaman. En el centro del compacto caserío sevillano, con arrogancia recia de matrona vetusta, bajo el claro cielo, recorta su silueta triunfadora, sobre azoteas, cupulillas, torres y campaniles.

Dice la Historia en caracteres monacales, se elevó, por los años 1252, por mandato de don Fadrique, hijo de Beatriz y del rey de España, Fernando –el Santo amigo de la ley-. Es románico ojival de transición. Tiene tres pisos separados por sencillas molduras, y con elegantes ventanales los dos últimos, Almenas erizan su remate.  

Está enclavada en la huerta del palacio que perteneció a don Felipe, primer arzobispo de Sevilla y hermano de don Fadrique y de don Alfonso. Al renunciar al Arzobispado, y emigrar bajo el título de Duque de Alba, pasó a ser de don Fabrique, que elevó la torre, y a su muerta, acaecida en 1276 por estrangulamiento, ordenado por su hermano Alfonso X, este tomó la posesión del palacio, de la puerta y de “la torre bella y esbelta llena de riquezas”, con todos  los bienes confiscados en Sevilla, al desdichado Fadrique.

En 1289, el usurpador don Sancho, el Bravo, cedió palacio, torre y huerta, para convento de clarisas y, en nuestros días, por enajenación de las monjas, adquirió la famosa torre el Ayuntamiento sevillano y la restauró juiciosamente.

“La leyenda, extiende sobre ella velos lindos de enredaderas floridas y hiedra reparadora y nos dice, por el cronista González de León, que vio, al mediar el siglo XIV, como, doña María Fernández Coronel, hija de don Fernando Coronel y mujer de don Juan de la Cerda –muertos por mandato de don Pedro, el Cruel- retirada en el convento de Santa Clara, huyó un día a la huerta y se hizo meter en un hoyo, y cubrir de tierra. Al llegar don Pedro o sus ministros, asaltantes del convento y perseguidores de la dama honrada y hermosa, para sacarla violentamente de la clausura y facilitar los deseos regios malvados, la hierba había crecido, sobre el enterramiento de modo tan rápido y milagroso que imposible les fue encontrarla. “Así la divina providencia premió la virtud de la bella recatada”.

Dicen otros no ser tan poética y providencial la leyenda que vio la torre, y que lo que podría testificar es la tragedia de una belleza inmolada por salvar la virtud, pues, la honesta doña María, para librarse de la persecución odiosa del rey Pedro, llegó al heroísmo de desfigurarse el hermoso rostro y quemarse el pecho con aceite hirviendo, y lo extraordinario es que, según parece, su momificado cuerpo, recientemente removido, elevan la historia a leyenda, pues se aprecian en la cara y en el pecho del cadáver inequívocas señales de haber sido cierta la brava decisión de doña María.

Torre de don Fadrique en Sevilla

Todo eso me contaban, el otro día, mientras contemplaba la torre encantada, y a la mente se vino mi tierra, y de ella, Ciudad Real y de él, la también histórica y legendaria torre de Santiago, el Cebedeo, algo más antigua, a juzgar por su arquitectura de mayor arcaísmo, que la de don Fadrique, y pensé, como otras veces dije, que por los años 1255, presenciaría las andanzas de don Alfonso cuando fijándose en Pozuelo, más viejo de lo que parece y más populoso de lo que se cree, en él, y precisamente por estas características y por su proximidad a Alarcos y a la hostil Calatrava, fundó su “grand  Villa e bona”, que ya tenía iglesia sobre mezquita y consagrada al santo vencedor de la morisma.

Vino a mi recuerdo la torre de Santiago de nuestro Perchel con pujos juveniles, en su ancianidad, tratando, malhumorada, de destocarse el actual capirucho negro, como protesta del mal que le hicieron al quitarle sus almenas de nacimiento allá por 1798 ó 1799, por lo menos. Sí, porque según los datos que tenemos en esos años –da antes no conocemos noticia alguna- hizo el párroco don Sebastián de Almenara le pusieran chapitel con linterna y balconcillo y todo faldón emplomado construido por el maestro, Jerónimo Almilla. “La piedra para hacer la cornisa se sacó de la cantera, dentro de murallas, inmediata a la Puerta de Calatrava”. Luego bien entrado el siglo XIX, otro párroco, don Jesús Muñoz Contreras, porque se llovía el chapitel y se pudrieron algunas maderas, lo mando derribar y crearlo de nuevo, sin linterna y empizarrado, para qué, como digo, en nuestros años, la torre, a gritos de ruina y buen gusto, se lo quiera quitar por anacrónico y podrido, y, a voces más fuertes y nobles todavía pida lucir, de nuevo, bellezas de bóveda, afirmada en las pechinas aun existentes de la primitiva, y almenas, arrebatadas en funestas épocas decadentes. ¡Cuidado estaría guapetona, mordiendo, hogaño, nuestro cielo con su corona almenada, como su casi hermana de época la encantada torre de don Fadrique, y como lo hacía antaño! ¿No remata así, y no es torre y es más viejo –del ¿siglo XII?- y abandonado el campanario de Alarcos?, del cual no hay que olvidar sus enseñanzas arquitectónicas al restaurar la torre de Santiago.

Y siguió la ilusión de mi delirio:

Aquel rincón de nuestra ciudad estaba convertido en el más bello y atrayente de los muchos que tiene de los muchos que tiene y eso gracias a las artes del buen gusto y del tino consciente de la restauración: La plaza empedrada, sin adornos, silenciosa, manchega, rodeada de casitas bajas, bien entonadas, manchegas también, sobre las cuales se empinaba, a lo lejos, la mole del convento de Altagracia, y sin edificios armatostes como el detestable que inicia la entrada por la vecina, plaza de don Agustín Salido y que por ornato, no debió permitir el Ayuntamiento se construyera y profanasen aquellos típicos parajes. Al fondo, la fachada del templo, bonita como está ahora, salvo el “porche” de entrada. Pegada a ella, la torre sin caperuza tétrica, pero con su prístino coronamiento repuesto, y palomas haciéndole rueda de arrullo, y una cigüeña, a patita coja, cada año, unos meses, en cada almena de sus esquinas, tal que como ocurre en Trujillo y en Sta. María de Cáceres.

Por el lado de “los panteones” había surgido el contraste de jardín monacal –que rememoraba este verano, en este periódico- escueto, jugoso, ensoñador: Un ciprés, unas lapidas mortuorias, tapando los huesos amontonados que aparezcan al remover escombros; mucha hierva verde y pocas flores, y un rustico banco de piedra; una fuentecilla leve ante la otra fachada de la iglesia, no menos interesante que la principal, y un libro en las manos para poderlo leer en el reposo romántico de la sombra de la torre roto, al mediar el día, con el tañido del saludo a María.

El desaparecido campanario de Alarcos

Entre plaza escueta y frondoso jardín, dentro -¡ay, dentro!-, había vuelto a la más antigua iglesia de Ciudad Real la austera severidad de su sabor secular, tan precioso y tan maltrecho por todos lados. El incomparable artesonado que en el siglo XIV mandara poner, en épocas de convivencias realengas y calatravas, el maestre Muñiz de Godoy, se iluminaba por el óculo, hoy inservible, abierto en el crucero, entre el artesonado, y la antipática bóveda de yeso posiblemente colocada en los tiempos del cura Almenara, el del chapitel del balconcillo y la linterna.  Una vieja, quedita y contrita, reza, acurrucada, de rodillas en las grandes losas de barro cocido del suelo, que está pidiendo la antigüedad del templo. La Virgen de los Dolores, en la sosa capilla de la cabecera, rota, de la nave epistolar, aprieta contra su pecho las manos cruzadas mientras el reloj de caja late el ritmo de las horas, y el aceite de la lamparilla del sagrario parpadea su vigilia perpetua.

No sé donde lo he leído, pero conste no lo he inventado, el siguiente dato que, por curioso, como inciso consigno: El maestre Muñiz de Godoy cerró las puertas del castillo de Caracuel nada menos que al rey Pedro, el Cruel, cuando allí quiso hospedarse, y hubo de pasar de largo con sus huestes. Valioso seria hallar conexión entre la valiente arrogancia del Maestre, la protección de rey a los judíos, la amistad circunstancial de realengos y calatravos citada y el fratricidio de Enrique de Trasmatara en Montiel.

¡Animo y acierto, antiguo amigo P. Castro, cura de Santiago! Ahí tienes la fotografía que te prometí de la torre sevillana de don Fadrique y no olvides lo que sobre la parroquia de Santiago y su torre Alfonso X, escribió Agostini este verano en LANZA. Pide, que sabes pedir. No te vayas de ligero, que peor es hacer mal que no hacer nada. Que con buenos y cultos asesores emprenderías y culmines con éxito la obra. ¿Has visto la discreción y corrección con que ha reconstruido Turismo “el patio trilingüe” y el salón de grados de la Universidad Complutense? Acércate a regiones devastadas y acércala a Santiago, que se sabe hacer muy bien las cosas, y ten en cuenta que, en el próximo centenario, todos habemos de poner nuestra piedrecita, sutil o inteligente, pero entrañable, siempre y honesta en su bondad… y no sería chica la vuestra, ni mala, si presentáis, a quienes nos visitan, tres iglesias y sus tres ambientes.

Santa María del Prado con –al menos y es poco- la puerta del fondo sin tapieja ocultadora y los ventanales del ábside con sus góticas celosías, y el Prado –tan descuidado, el pobre- pulido como en sus mejores tiempos.

El estrecho y frondoso jardín de San Pedro apretando los muros de la iglesia en cuyo interior la Virgen de la Guía y su templete –muy elogiado este verano por el gobernador civil- luzcan restaurados… y sin esa solería injuria, ni ese Vía Crucis trianero en castizo templo castellano.

Santiago… de modo que la sombra del fundador, del sabio Alfonso, nuestro señor, no se avergüence de pasear por allí, ni de tener que rezar a una imagen de hojaldre del Cebedeo, cuando a nosotros venga en las fiestas centenarias de hijos agradecidos. Del mismo modo que merecimos honor real cuando vino en cuerpo mortal a Pozuelo, el año  1255, para convertirlo en su “grand Villa a bona” recíbalo él, ahora, colmado de sus vasallos.

Diario “Lanza”, jueves 28 de octubre de 1954, páginas 5 y 6

Imagen de Santiago Apóstol que en los años cincuenta del pasado siglo presidia el altar mayor de la parroquia

lunes, 21 de septiembre de 2020

LA TORRE DE SANTIAGO



El conspicuo escritor y crítico de todos o casi todos los monumentos de la Mancha, don Rafael Ramírez de Arellano, gran amigo que fue mío, aunque alguna vez hubo discrepancia en la apreciación arqueológica, ha sido el primero y el único escritor en sentar que la torre de Santiago, en un principio debió ser un torreón almenado a modo de fortaleza.

He creído siempre que era esta opinión un tanto aventurada, pues nos dijo en que fundamentos sólidos tenía su apoyo que sin género de duda fuera una fortaleza aparte de ella la dicha torre.

Quiero decir que las pechinas que existen en los cuatro ángulos interiores del actual campanario podían probar de que en tiempo antiguo, cuando se construía este monumento, por encima, y sobre ellas se levantaba otro piso y también su almenado.

No negamos en el terreno de la hipótesis tal suposición, aunque pudiera resultar temeraria al final de las averiguaciones que se practiquen algún día, bien sea en el archivo de la parroquia y mejor aún en su libro becerro, que creo estaba en la Vicaria del Palacio Episcopal.

Hay que hacer otras consideraciones de no poca fuerza que sean pruebas negativas del asesto del señor Ramírez de Arellano. ¿Se concibe que dentro de la población se levantara un torreón de defensa, cuando tenía su recinto todo amurallado con ciento cincuenta torres almenadas?

¿Qué papel podría representar la torre de Santiago en caso de que los enemigos, los calatravos como es consiguiente porque desde el triunfo de las Navas en 1212 ya no había moros que entraran en la ciudad?

¡Pocos defensores armados caben en el espacio donde están los ventanales que tuvieron las campanas antes de la guerra pasada! Seguramente no podían caber veinticinco y muy apretados.

Además no tiene la torre ni señales sobre puertas ni huecos de ventanales, de barbecarias, ni de adarves, ni en sus fuertes murallas sadrias, troneras, etc., como se ven en la iglesia de Nuestra Señora de Alarcos.

Esperemos que peritos en la arquitectura medieval o documentos fehacientes digan la última palabra sobre la hermosa y bien conservada torre de Santiago.

Al decir bien conservada no nos referimos al campanil, flecha o cúpula que por desgracia está para caerse cualquier día, aunque confiamos que el inteligente y dinámico párroco P. Castro, evitará su completa ruina.

Emilio Bernabeu, diario “Lanza”, martes 3 de febrero de 1953, página 2 

 

domingo, 20 de septiembre de 2020

SANTIAGO

 


El templo más antiguo de Ciudad-Real es el parroquial de Santiago, contemporáneo de la creación de Villarreal por D. Alonso el sabio. En su exterior no presenta nada de notable, puesto que sus dos puertas, que tienen como único adorno hoy un arco resaltado con puntas de diamante, han sido casi destruidas al construirles en época muy reciente los porches que las resguardan de la intemperie. Su torre, también en sus orígenes del final del siglo XIII, ha sufrido grandes transformaciones y de su primitiva ornamentación no conserva más que restos de un arquito trebolado de ladrillo en un estado deplorable y casi total ruina.

En el interior conserva más. Tenía desde su primitiva fundación la iglesia tres naves, de las que la central era más larga que las laterales. Todas tres tenían ábsides, la del centro dodecaédrico y las otras octógonos. Donde terminaban los ábsides laterales estaba el arco toral que daba ingreso al ábside de la nave de en medio.

Todos los ábsides terminaban en bóvedas radiadas y se apoyaban los nervios de los rincones en medias columnas que partían del pavimento y los intermedios en medias columnas que arrancaban del muro y en ménsulas muy curiosas, puesto que presentaban medias figuras humanas saliendo del muro desde la cintura, y que apoyando las manos en los muros hacían esfuerzos para sostener el peso que se apoyaba en ellas. Todo esto se conserva hoy, pero casi borrado por completo a fuerza de capas de cal y pintura que se han ido acumulando sobre las labores de ménsulas y capiteles.

De toda esta construcción antigua no quedan más que los ábsides y la capilla central del presbiterio. Aún son de esta época también los machones que sostienen todos los demás arcos de la iglesia, pero estos, así como los techos, que probablemente serán artesonados, corresponden a una época posterior, No nos atrevemos a determinar ésta porque no estando, ni los techos ni la sillería de los arcos al descubierto, no hay elementos bastantes para apreciar el tiempo de su construcción.

En el siglo XVI, a pesar de ser una época de cultura artística, tapió las ventanas de los ábsides que eran unos ajimeces de forma lancetal y probablemente con celosías de piedra que una restauración inteligente podría descubrir. Rompió los centros de los ábsides para hacer puertas y levantó a los lados del ábside central y detrás de los laterales dos capillas con bóvedas de crucerías que no ofrecen de notable otra cosa que el haber descompuesto la artística armonía de la iglesia. El mismo siglo XVI hizo la capilla donde se da culto hoy a la virgen de la Blanca, que tiene un arco y una media bóveda de rosetones del renacimiento, todo tosco, monótono y pobre.

La virgen de la Blanca es una escultura de finales del siglo XIII o principios del XIV, muy apreciable históricamente, pero de ningún valor artístico. En aquellos tiempos, lo mismo que hoy, había artistas buenos y malos; y si bien debe conservarse todo lo de entonces por su antigüedad, hay unas obras más dignas de aprecio que otras. Pues bien, el escultor que hizo la virgen de la Blanca no fue el mismo que labró la de las Batallas de Sevilla, la de Linares de Córdoba, la de la Peña de Brihuega, ni la misma de Calatrava que aún se conserva en el vecino pueblo de Carrión. La virgen de la Blanca es muy apreciable por la devoción que le tienen los manchegos, por la historia más o menos cierta de su descubrimiento y por su antigüedad, pero no por su valor artístico. En la iglesia de Santiago hay unas esculturas de San Juan Evangelista y Santa Ana en el retablo mayor y cuatro pinturas en mármol en la capilla mayor que son dignas de aprecio.

Rafael Ramírez de Arrellano “Ciudad Real Artística: Estudio de los restos artísticos que quedan en la Capital de la Mancha”. Ciudad Real 1893



sábado, 19 de septiembre de 2020

MÁS SOBRE EL ARTESONADO DE SANTIAGO Y OTRAS COSAS

 

Vista del interior de Santiago en los años cincuenta del pasado siglo con las falsas bóvedas que cubrían el artesonado


He olvidado a quien oí decir que lo prometido, si pronto no se hace no se cumple nunca, y para verme libre de tal peligro aquí va, a no muchas fechas de la promesa, la descripción del artesonado de Santiago. No la hago yo, pues, tras salir oscura y enmarañada, sería vestirme apolillado traje de pavo real y nada decente, cuando bien clara y limpia la hizo, en 1911, don Rafael Ramírez de Arellano. Lo copio como lo tengo hecho, en ocasiones múltiples y papeles varios, desde la primera, que data del 20 de noviembre de 1919, en “Vida Manchega”, revista regional ilustrada, de gratísima recordación en nuestra ciudad, y que hoy repito, a los 36 años, en este, para mí al menos, siempre abierto y condescendiente LANZA.

En la nave central, “a unos dos metros por encima de las bóvedas se conserva, casi completo, un artesonado o armadura de lazo de a cuatro magnifico, del siglo XIV en su último tercio, que es una lástima no esté al descubierto para la admiración de naturales y forasteros”.

“Es el techo de madera, en limpio, y ha tomado un hermoso color de caoba. Tiene un almizate central muy cuajado de lazo a cuatro, como queda dicho, formando estrellas, y la labor de este almizate se corre por las descendidas en tres fajas, una central y otra en cada extremo. Los centros o fondos de esta labor, tanto en lo ornamentado como en las descendidas están estofadas, dorados y pintados con brillantes colores, con dibujos geométricos unos y de  flores y hojas otros, y si bien esta parte pictórica, que es a la morisca, se halla bastante deteriorada, no es imposible su restauración. Los nueve pares de tirantes, que sujetan el artesonado” –uno fue serrado después y sustituido por un madero en bruto- “y que se apoyan sobre caprichosos, variados y amplios canes, están también muy hermosamente decorados con pinturas a la morisca. El almarbate, o sea el friso, se compone de dos líneas de tabicones, en los que alternan los escudos de armas de Santiago, Calatrava y el blasón de los Muñiz de Godoy, que es el que nos induce a deducir, con precisión, la época en que se construyó; es decir, que fue costeado por el gran maestre don Pedro Muñiz de Godoy.

“Este techo se restauraría, para que pudiese verse, con muy poco dinero, pues solo es necesario tapar dos rajas de ancho de dos solivas de las descendidas, hecho al tiempo de las bóvedas para refrescar las maderas y librarlas de la polilla y carcoma, con esa restauración pudiera durar hasta que se pudiera acometer la de las pinturas, que es más costosa” y debe ser muy meditada y cuidadosa.


El artesonado de Santiago oculto por la misma época que la anterior imagen


“Entre la bóveda actual y el artesonado, sobre el arco toral, hay un rosetoncillo bien conservado” -no lo está tanto ahora- “aunque con algún desperfecto, compuesto de un rosetón central y 5 o 6 alrededor, por donde recibía la iglesia misteriosa y gratísima luz”.

Las naves laterales “tenían, por techos, colgadizos de madera”.

La última vez que vi el artesonado en el verano de 1954, aún pudimos comprobar, los que allá subimos, merece la pena descubrirse. Mas: es necesario, urgente, hacerlo volviendo a la iglesia esa joya oculta en mala hora y restaurar el ventanal circular del arco toral, que casi solo conserva el arranque de los rosetones marginales y cuya hechura nos dejo escrita Ramírez de Arellano, como consignamos arriba.

Con serrar la bóveda de yeso y desmontar las cornisas en que se apoya; tapar provisionalmente, al menos, “las dos rajas de ancho de dos solivas de las descendidas”, y reconstruir con material noble el ventanal circular, ya sería suficiente, de momento, para restituir esta belleza a la casa de Dios y al arte.

Por añadidura, los yesones, al caer desde lo alto, romperían la moderna y anacrónica solería, y eso saldríamos ganando si en la sustituida a poco más bajo nivel, que es el propio, por grandes losas de arcilla cocida en armonía con tan rancia iglesia. Al posarse el polvo sobre los rayados negros de las paredes los ocultaría y eso saldríamos ganando también. Y sin estos alucinantes adornos (?) que distraen la devoción, y sin la visión de visiones de pobres retablos de marquetería en templo de tanto abolengo, y sin olor a pintura, se rezaría más a gusto a Santiago apóstol, pues, como dijo quien otra vez olvidé, el aspero “fato” de la pintura reciente es incompatible con los delicados aromas de la oración y del incienso, y con el noble recreo de la vista.

Julián Alonso Rodríguez, diario “Lanza”, jueves 27 de octubre de 1955


Plano de la Parroquia de Santiago antes de la restauración de los años ochenta del pasado siglo


viernes, 18 de septiembre de 2020

EL ARTESONADO DE SANTIAGO Y OTRAS COSAS

 


-Y el artesonado ¿Cuándo lo descubren?- me decía quien yo me sé hace unas semanas, después de un delicioso rato de contemplación, a la luz de la luna y bien entrada la madrugada, de la torre almenada de Santiago que tendrá sus “peros” de demasiada modernización en su restauración y de cegar airosos campaneros ¿para qué?, pero que ha vuelto a su original ser proporcionando un bello empaque, sin igual a la iglesia; a ese rincón de turismo, inmejorable si con cuidado y cariño se cuidase, y al paisaje ciudarrealeño demasiado encucuruchado en sus torres y sin perdón en alguna como, hasta ahora, en la perchelera, en buena hora desmochada, donde, quien sabe si apoyado en una de sus prístinas almenas y perdida la vista en la llanura impresionante, el rey sabio cuajara la idea de convertir en su villa real famosa a Pozuelo de Don Gil no tan insignificante y despoblado, entonces, como se viene diciendo.

Y reparamos, también, en esa noche clara, en el destruido y tapiado arco de ingreso, situado hacia el final de la nave de la epístola del templo, que pudiera estar entero, en el interior, bajo las molduras de yeso de la hornacina del reo altar allí existente de antiguo.

Si cuerdamente se quitara ese tapón interno y apareciera claro el arco de herradura que buscamos y citaron sabios investigadores, ¡qué grande y definitivo paso se hubiera dado para confirmar fue mezquita, y no despreciable por cierto, el principio de nuestro más antiguo templo cristiano!

Nuestro más antiguo templo cristiano y, por añadidura, el más interesante y maltratado sucesiva, insistentemente, al correr de días y días, años y siglos. Entre las “faenas” de incultura artística con sumadas no fue la más insignificante, ni la menos funesta, ocultar con infame cascarón de yeso el artesonado extendido en la nave central, desde el crucero a los pies, que se estropea cada vez más y tan hermoso es. ¿Cómo estarían cubiertas las naves laterales? No queda vestigio delator, pero como están no estarían y no es aventurado pensar se prodigaron otras armaduras de madera semejantes a la central, pues, hasta estos días, de una de igual traza quedaban restos en la “Sala de la Santa Espina”.

Siglo XIV. El rey Pedro matado había al Maestre de Calatrava Juan Núñez. De crueldades, o justicias, igualmente se dolían los ciudarrealengos y, como nada une más a los hombres que el odio a un tercero, para tregua y amistad abriose entre los siempre rivales realengos y calatravos. Es, por entonces, cuando otro Maestre, soberbiamente rebelde al rey. Muñiz de Godoy, mando hacer el artesonado de Santiago según testifican sus armas y la cruz calatraveña campeando profusas, con pinturas todavía brillantes, en el friso de la armadura.


Arco cegado sobre la pared de la iglesia al que hace alusión Alonso en el artículo


Y Muñiz de Godoy ordenó tallar una imagen de la Virgen para sustituir a la antigua de la iglesia consagrada sobre los muros de lo que fue mezquita mayor de Calatrava la vieja, junto al Guadiana, y desaparecida al desbordarse la marisma como consecuencia de la derrota cristiana de Alarcos. Influencia grande tuvo, en nuestra vida local, la nueva imagen nacida en calatrava y que entre nosotros pereció no hace muchos años. Se inició ese influjo, en incierta fecha, con gran posterioridad a la fundación de Muñiz, al envolver aquella sustitución en leyenda graciosa y pastoril de aparición.

Un pastor y sus dos hijos pastaban su ganado en la jurisdicción de Carrión de Calatrava, cerca de él, junto al rio y distante legua y media de Ciudad Real. El zagal más joven soñó tres noches, que en su descanso tuvo posada la cabeza sobre un tesoro soterrado, y de este modo se lo refiere a su padre que rechaza el sueño, pero la insistencia del hijo le decide a buscarlo removiendo ambos la tierra en el sitio señalado. A poco, los golpes de azada suenan a hueco y, a profundidad somera, vinieron a descubrir “un arca de ladrillo, muy bien labrada, dentro de la cual había otra de plomo y, en el interior de esta, otra de tablas muy fuertes, dadas con betún blanco, encerrando una imagen de María” que, por el color banco de la caja, llamóse, para siempre Nuestra Señora de la Blanca. El pastor envía al zagal a dar cuenta del suceso a Carrión, por pertenecer a su jurisdicción aquellos parajes. Toda la noche la paso el muchacho en recorrer tan corto espacio y, cosa singular, subió lomas y corrió veredas que no conoció nunca en sus frecuentes visitas a Carrión y que alargaban ahora su camino. Al amanecer, rendido de cansancio, cree, al fin, estar en esa villa, y con las murallas de la puerta de Calatrava de Ciudad Real las que reconocen sus ojos. Desalentado desanda el camino convertido en el corto, y conocido de siempre, comprendido entre Carrión y la majada. Cuenta a su padre el raro acontecimiento, quien, malhumorado, de día lo envía de nuevo, para evitar el extravio. Al cabo de andar y andar más de la cuenta, sin saber cómo, las murallas realengas aparecen por segunda vez, y por segunda vez el camino de retorno se hace corto. Padre e hijo, “en campaña” pretenden llegar al cercano Carrión y, por tercera vez, largo es el trayecto…y las murallas realengas topan. Tal prodigio le advierte que la Virgen de la Blanca quiere ser de aquí y no carrionera y deciden pasar a la ciudad y relatar lo sucedido. Cundió la noticia; acogióse con júbilo el milagro; salieron gente con el clero y las justicias, y en presencia de las de Carrión, que allá se llegaron conocedoras del buen suceso; concordes todos; desconsolados estos; gozosos aquellos; los de Ciudad Real toman posesión de la imagen, pero la dejan donde quiso mostrase a los pastores. Solo en grandes alegrías o en calamidades grandes, temporalmente, la traerán a Santiago para hacerle fiestas, novenas y rogativas.

Quizá de entonces radica el privilegio de posesión, pero no de jurisdicción, de Ciudad Real sobre el santuario, como, ya en el siglo XVI, lo hizo valer el Consejo de la ciudad.


Ruinas de Calatrava la Vieja a mediados del siglo XX


Alcanzó inusitado auge la devoción a la Virgen de la Blanca, que por Patrona la teníamos, pero decayó en la siguiente centuria a medida que se acrecentaba la veneración a la del Prado, y tan olvidada quedó en el siglo XVIII y tan maltrecha la iglesia, que empezaron a profanarla pastores y ganados hasta que el párroco de Santiago, sin otra autorización que la del Vicario, trasladó la imagen en 1774, al altar mayor de su parroquia. Pensó en restaurar el santuario, a la sazón sin puertas ni ventanas, y no logró termino a sus descos, por lo cual, “don Sebastián Almenara, en 1778, pidió se le concedieran los materiales que aún quedaban y las rentas, para darle culto” y colocarla en la bellísima y armoniosa capillita –tan desvirtuada hoy a fuerza de rocalla pintada- donde la destruyeron en estos postreros años.

En su última época, vestiduras de telas tenía la Virgen, según esa costumbre de mal gusto que tantos destrozos artísticos consumo. Fuera de ellas solo se apreciaba una mano desproporcionada, y los rostros de la Madre y del Hijo. Despojada de ropajes, lucía, casi integra, la belleza de la efigie. Poco correcto era el rostro, pero candorosa la mirada: La túnica, de escasos y plano pliegues, se cerraba con profusión. Sentada, en actitud maternal, apretaba la Virgen al Niño, contra su pecho, con la mano izquierda. El sujetaba el libro de la Ley y, con su diestra, bendecía la manzana que la Madre debió tener en la mano suplantada por la deforme que asomaba entre las ropas postizas.

 -Pero… ¿y el artesonado famoso?

Dilatado seria poner en esta croniqueja su descripción y encarecer su interés. Quédese, hoy, esto aquí. Quédese para en otro día satisfacer tu curiosidad, y alcancemos la Virgen de la Blanca, de su Hijo, el favor de que cuando escriba, lo que escribir quiero, llegue a conocimiento del Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo Prior, mueva su cultura y decrete la ruina de la detestable bóveda yesera para que, de este modo, puedan clavarse nuestras oraciones, como las de nuestros antepasados, en el cielo del techo de madera de la nave central de la parroquia de Santiago. Y como, con sano y envidioso orgullo, enganchan las suyas los parroquianos de Almodóvar del Campo de Calatrava en el también magnifico artesonado de su iglesia.

Julián Alonso Rodríguez, diario “Lanza” jueves 20 de octubre de 1955


Primera hoja del Libro de Actas de la Hermandad de Nuestra Señora de la Blanca