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lunes, 4 de agosto de 2025

CIUDAD REAL MONUMENTAL

 

El libro esta ilustrado con dibujos de Vicente Martín


A veces caigo en la nostalgia, en ese estado de añoranza por el pasado cuando al futuro se le comienzan a quedar cortas las alas, pero no se trata de una nostalgia total o, mejor, de caer en la absoluta nostalgia porque todavía siente uno la vida por delante. Es una especie de volver al pasado, desandar lo andado, como rebobinar la película que después vamos a ver. Y contemplar, reviviendo, épocas pretéritas. Esto me ocurre casi siempre después de algún viaje a Ciudad Real, luego de haber pasado unos días con «mi gente», como se dice de Despeñaperros para abajo.

No hace mucho pasé un par de días en La Mancha y me traje a esta Sevilla luminosa y también cara, un librito, publicado en mil novecientos ochenta y cinco, de Hermenegildo Gómez Moreno, ese maestro veterano, de capa y modales elegantes, que todavía siente la desazón de su Ciudad. Pues bien, se trata de «Ciudad Real monumental» en donde con sencillez, sin pretensiones de ninguna clase y con dibujos, hechos como al desgaire con la habilidad que acostumbra, de Vicente Martín, este maestro de la pintura, y portada también de él, nos describe los tres hitos monumentales de nuestra capital. Descripción del triángulo mágico en cuyo interior está latente la historia de Ciudad Real: la catedral. San Pedro y Santiago.




Es una obrita que se lee con facilidad, con fotografías y los mencionados dibujos del imprescindible Vicente Martin ducho en esta clase de trabajos. Mas según se adentra uno en sus páginas, sin quererlo, tornamos a ese «rebobinado» que conmueve al lector que vive lejos -en el tiempo y en el espacio-. Volvemos a Visitar los templos, a asomarnos a sus bóvedas, a contemplar sus retablos y, la verdad, surge ese estado al que me referí más arriba. Ello en virtud de la palabra.

Hoy, cuando más que nunca, está de moda lo de "una imagen vale más que mil palabras», porque aquélla nos asetea constantemente, resulta extraño que existan quienes nos conmovemos con sólo la palabra. Sin embargo, ésta posee el encanto, la magia de la sugerencia, más rica que lo concreto de la imagen. Es magia el poder de la palabra más fuerte que las cosas y que explica -según decía Zenón, aquel filósofo y mago del Siglo XVI- los asertos del "Sepher Yetsira». La palabra, no sólo nos dice, sino que, con su connotación, nos hace revivir o inventar, según se hayan vivido o no, otros tiempos. Con su poder denotativo y, sobre todo, sugerente la palabra despierta experiencias dormidas, y uno ya no se limita sólo a lo que ve, sino que surge toda aquella Vida, anclada en torno a la sugeridora voz. Es algo parecido a lo insinuante de ciertas mujeres; no a lo que enseñan. El misterio es siempre más hermoso que la misma realidad.




De donde, para mí, la mayor riqueza emocional y espiritual se halla en la palabra, porque con la lectura de "Ciudad Real monumental» no sólo he adquirido algunos conocimientos que no poseía -cosa que cada vez necesito menos, no porque tenga muchos, sino porque busco sensaciones y experiencias más que erudición-, sino que he vuelto a ser el niño y el adolescente de los años de andar por Ciudad Real, a la vez que resucitaban tantos amigos, o tantos otros que, hoy, yacen en el olvido. ¿No es esto demasiado cuando los cambios son tan brutales que llega uno a su ciudad y ya ni la conoce? ¿No es asombroso contemplar la película que, por ley de vida, ya pasó? Pues todo ello ha sido posible gracias al afán espiritualmente aventurero de Hermenegildo Gómez, que dedica su tiempo a rebuscar datos, a hurgar en las viejas tradiciones, siempre alrededor de los templos o muy cerca del manto de su Virgen del Prado.

La catedral, San Pedro, Santiago, lugares que la prisa y la costumbre hacen soslayar al diario habitante, que cruza olvidando que aquí, entre sus esquinas, ocurrieron hechos, vicisitudes y leyendas, guardan entre sus piedras esos detalles arquitectónicos que hablan de antigüedad, historia y acontecimientos en este triángulo mágico-histórico de Ciudad Real, porque también la capital tiene su corazoncito, y el hombre necesita, de vez en cuando, alimentar el espíritu rescatando de la fugacidad del tiempo esos instantes que solo vuelven ya mágicamente.

Francisco Mena Cantero. Diario Lanza 6 de abril de 1989

 

Para consultar el Libro: https://ceclmdigital.uclm.es/viewer.vm?id=0001817724&page=1&search=&lang=es&view=libros

 



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