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miércoles, 12 de junio de 2019

ALARCOS



Desde mi llegada a Ciudad Real hace poco más de un mes, pensaba hacer una expedición a Alarcos, la que al fin realicé hace pocos días en unión de mi amigo D. Ángel Maseda, encargado por la Comisión Provincial de monumentos de sacar fotografías de la vieja ermita, único resto de una antigua e histórica ciudad.

Alarcos está situado a siete kilómetros de Ciudad Real, sobre un montículo que forman hoy las ruinas de la vieja fortaleza, y en un lugar sumamente estratégico para los tiempos a que se remonta su historia, puesto que estando enfrente de Calatrava la Vieja cuando aún no existía la que hoy es capital, de la provincia, antigua aldea de Pozuelo de Don Gil, y siendo la garganta limitada por ambas fortalezas paso preciso para la España meridional, desde uno y otro castillo se descubría por completo el llano y se pedía acudir prestamente á evitar el paso de los muslimes á Castilla si ambos fuertes estaban en poder de cristianos, ó a impedir la entrada de los castellanos en Al- Andaluz cuando Calatrava y Alarcos eran dominios del califato cordobés primero , y de los sultanes abaditas después.

Los historiadores, más seguidos y reputados opinan que Alarcos fue Laccuris ó Larcuris de los romanos, una de las ciudades más importantes de la Oretania ; pero nada refieren de su historia, hasta que en 1078 la conquistó Al-Motamid de Sevilla. Nosotros, aparte del respeto debido a los historiadores antiguos, creemos  que, si bien la fortaleza fue en un lapso de tiempo muy largo importantísima, la ciudad, no debió pasar nunca de unas cuantas docenas de chozas, tan pobres y miserables que no han quedado de ellas ni el más insignificante recuerdo; y nos induce a tomar por cierta esta idea el que D. Alonso el Sabio, en su carta puebla dada a Ciudad Real, nos dice que tuvo voluntad de poblar la villa de Alarcos y que probó á hacerlo de fodas guisas, pero que no pudo, y que también lo, intentaron los otros Reyes anteriores á él, «é non pudieron, ca era el logar muy doliente, é por, ningun algo ni por franqueza, que les diessen; nin que les ficiessen ; non podían hi fincar, ca non podían bi vivir, ca se perdían de muerte». Esta despoblación de Alarcos fué la que decidió al Rey Sabio en 1255 a fundar á Ciudad Real sobre la aldea de Pozuelo de Don Gil, como lugar estratégico para contener las demasías de la Orden de Calatrava, que cada vez se hacía más fuerte, y a la vista misma del principal castillo que poseía aquella ya floreciente y dominante congregación.


La principal importancia de Alarcos está en el recuerdo de la derrota que á su vista, entre el cerro y Poblete, sufrió el ejército de Alfonso VIII el 18 de Julio del 1125, seguida de la toma del castillo por el caudillo de los berberiscos, el famoso Yacub Al-manzur , que sólo para esta jornada vino de África pocos días antes. Desde el cerro se descubre todo lo que fue el campo de batalla, y á lo lejos se divisan Ciudad Real y Calatrava la Vieja de un lado, VilIaverde de otro, y por el lado donde se libró el combate, Poblete, y la aldea y alamedas de Villadiego, por donde se supone que a uña de caballo huyó el Rey derrotado, quedando para eterna memoria de su fuga una gráfica y antigua frase popular muy usada.

De aquellos tiempos no queda nada en pie. Sólo unos desmantelados torreones y algunos aljibes, testigos de la sangrienta batalla, se descubren aún dibujando perfectamente el plano del castillo, y á alguna distancia se ven parecer de trecho en trecho restos de murallas que marcan con claridad el lugar que ocupaban dos recintos fortificados con sus correspondientes barbacanas. Esto, y unas cuantas moharras, varios hierros de lanza, -dos llaves y un precioso acicate que se conservan en una vitrina en la sacristía de la ermita, es lo único que recuerda la importante fortaleza y ciudad de Alarcos, tan memorable en los fastos de la reconquista de los reinos cristianos.

Hoy se levanta un templo en el lugar que la fortaleza ocupó. Este edificio curiosísimo está a cargo del ayuntamiento de Ciudad Real, y ya más adelante hablaremos del modo y forma en que cumple su misión de conservarlo la corporación municipal. Ahora vamos á describirlo y á relatar lo que de su historia nos dicen las piedras que lo forman, porque al hablar de él hay que prescindir por completo de cuanto han dicho los escritores que en él se han ocupado antes de nosotros, puesto que ni un solo dato de los consignados hasta ahora merece fe si es histórico, ni vale tenerlo en cuenta arqueológicamente, según están desprovistos de crítica los artículos que al mismo se han dedicado en diferentes publicaciones.

El templo pertenece a varias épocas. Su primitiva planta debió ser mucho más pequeña que la actual, Es probable que en el siglo XIII se hiciese allí una ermitita muy reducida, en donde se diera culto á alguna imagen dévota (que con seguridad no es la que hoy se venera); y se deduce esto de la portada principal, que ocupa el centro del imafronte, la cual está formada por un arco apuntado rodeado de una ancha y tosca moldura, y cuya altura es poco más del cuerpo de una persona. Estas dimensiones acusan que el templo á que daba ingreso había de ser también una capilla raquítica y miserable. Esta portada no tiene pormenor alguno que la avalore, y parece lo más antiguo del actual santuario.


El resto del templo, exceptuando la capilla mayor, es del siglo XIV. En su exterior está formado por muros lisos, en donde de trecho en trecho se abren estrechas saeteras dispuestas para la defensa, caso de que el edificio hubiera de servir de fortaleza contra los musulmanes, que aún poblaban una buena parte de Andalucía. En el imafronte, sobre la raquítica portada y formando con ella extraño maridaje, se abre un magnífico rosetón formado por diecinueve rosetoncitos lobulados de bellísima labor mudéjar, encerrado todo en un marco rehundido y cuadrado. En los costados laterales de la  iglesia se abren dos puertas mucho más grandes que la principal, y de las cuales la del lado de la Epístola es apuntada, de ancho arco, con toscas molduras, y la del lado del Evangelio parece del siglo XV, siendo su arco, escarsano y casi adintelado, sin labor alguna que la embellezca. La planta de la iglesia está formada por tres naves separadas unas de otras por arcos apuntados, que se apoyan sobre macizos pilares, en cuyas caras hay empotradas medias columnas octogonales con capiteles de piedra franca, adornadas con hojas de cardo y luciendo alguna que otra endriagos y toscas figurillas. Todos estos adornos; tanto en el corte de la piedra como en los elementos constituyentes, son análogos a los que decoran las ménsulas y capiteles de la puerta de Toledo de Ciudad Real, labrada en 1328, y no cabe duda, por lo tanto, que su origen es del mismo tiempo, diez años antes o diez años después.

Las naves son de altura desigual, más alta la del centro que las laterales, y los techos, que eran artesonados, están cubiertos por cielorrasos de cañas y yeso, al parecer de este siglo, y que desfiguran por completo la estructura interior de la iglesia. La capilla mayor luce un detestable retablo del siglo XVIII.

Tiene esta iglesia en las cabeza de las naves laterales dos capillitas que forman los brazos de una cruz latina, forma total de la planta del edificio, y en ellas hay, en un estado de lamentable ruina, unos artesonados de alfarjes pintados, y al parecer del siglo XIV, según se colige de los adornos mudéjares muy obscuros que aún duran de su primitiva decoración, y he aquí que en estas capillas está lo más importante que se guarda en el templo y que ha pasado desatendido para los muchos visitantes del templo, entre ellos de algún ilustre académico que no hace mucho hizo desde Madrid una excursión á Ciudad Real, y de ésta a Alarcos.

Al hacer el retablo mayor que hoy se mira se quitó el antiguo, y de entonces deben datar los remiendos de los artesonados de estas capillitas. En ellos hay unas tablas interesantísimas que deben ser procedentes de aquel altar mayor, y representan en la del Evangelio a Santa Ana sentada en un hermoso sitial, teniendo en sus rodillas a la Virgen, y ésta en los brazos al niño Jesús. Todo está encerrado en un ateo en forma de gablete, y con adornos de hojas de cardo y cresterías.


La pintura, a juzgar por la materia con que está hecha, por los trajes, telas de los vestidos y pormenores arquitectónicos, es del siglo XIV, y se conserva muy bien, excepto la cabeza del niño, que está perdida casi por completo. La tabla de la capilla del lado de la Epístola es un santo obispo, acaso San Raimundo, fundador de la Orden de Calatrava. Está más deteriorada que la otra y no tan completa. Estas inestimables obras, rarísimas por la fecha de su ejecución, están llamadas a desaparecer si la Comisión central de monumentos no acuerda trasladarlas de aquel lugar al Museo arqueológico nacional, donde deberán colocarse en lugar preferente.

En el altar mayor se conserva una virgen de piedra, acaso del siglo XIV, pero que ha sido restaurada hace pocos años de una manera tan inicua que no se puede juzgar lo que pudiera ser en un principio.

En uno de los muros, y dentro de una saetera, se conserva un relieve de piedra que representa á Cristo en la cruz, con San Juan y la Virgen á los lados, en muy mal estado de conservación, por la que tampoco nos atrevemos á determinar la época.

El ayuntamiento de Ciudad Real hemos dicho que tiene á su cargo la conservación de este templo. Pues bien: esta Corporación ha blanqueado con cal los muros, las columnas las ha pintado con ocre, las portadas con añil, y gracias que ha dejado sin, embadurnar el hermoso rosetón de la fachada principal. Si sigue la iglesia en sus manos, el día menos pensado pintará las tablas de que antes hablamos, de modo que se perderán para siempre.

Sírvales este artículo de aviso á los señores de la Comisión central de monumentos, ya que a la de Ciudad Real le hace tanto caso el Municipio como si le hablase de las coplas de Calaínos.

Rafael Ramírez de Arellano. Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. Año I, núm, 6. Madrid 1 de agosto de 1898


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