Allá por los años veinte, la Semana
Santa de Ciudad Real estaba adquiriendo un esplendor y una categoría artística
y procesional incuestionables. Hoy queremos referirnos a un “paso”
desaparecido, como los demás, el año 36, pero no restaurado como otros muchos,
por las razones y circunstancias que vamos a detallar.
Las distintas Hermandades de Ciudad Real, por aquel entonces circunscritas en sus salidas procesionales a las fechas del Jueces y Viernes Santos, habían alcanzado un grado de emulación, gracias a un grupo de ciudarrealeños, amantes de las cosas y tradiciones de su tierra, rivalizando en general en mostrar cada año, unas mejoras en el desfile de su respectiva Cofradía. La procesión de la parroquia de San Pedro, el Viernes Santo por la mañana, constaba de tres “pasos”, además del Niño Jesús que figuraba al principio, y en el que buen número de niños del Hogar Provincial acompañaban a lo largo del recorrido.
Eran los “pasos” de “La oración del huerto”, “Jesús Caído”, con cuya Hermandad recordamos hiciera su presentación la banda de música del Hogar, bajo la experta dirección del maestro Segura, y el “Cristo del Perdón y de las Aguas”, conocido popularmente como “Las Tres Cruces”.
Al principio de la calle de la Mata, en la acera de los pares, vivía un abogado que había cobrado justa fama como profesional y como político, por el acierto de sus iniciativas y la galanura de su pluma, ya que había ejercido también el periodismo en su juventud y seguía colaborando en la Prensa provincial. Nos referimos a don Francisco Herencia Mohino, que el año 1922 fuera elegido concejal. Entre sus cargos profesionales, era abogado de la Compañía M.Z.A. de Ferrocarriles, y los ferroviarios le tenían en gran estima y respeto. Herencia, gran conocedor de la historia y de las tradiciones locales, hacía tiempo que proyectaba la creación de una Hermandad de Semana Santa. Y al fin, animado por algunos amigos y apoyándose en la Asociación de Empleados y Obreros de Ferrocarriles, cuyos directivos se pusieron incondicionalmente a su lado, constituyó la Hermandad de la Coronación de Espinas, momento de la Pasión de Cristo que faltaba en nuestra Semana Santa y que debía figurar en la procesión de la mañana, precisamente a continuación de “La Oración en el huerto”.
Y Herencia, que unía a su capacidad y a
su prestigio un gran tesón, llevó adelante la iniciativa, para lo cual encargó
el “paso” a un escultor catalán, Felipe Coscolla, que trabajaba en su taller de
Olot con un aire renovador de lo que hasta aquí había sido la imaginería
religiosa. Cuando “La Coronación” llegó a Ciudad Real en el año 1924, fue
objeto de mucha discusión por los “entendidos”, como luego en los cincuenta y
sesenta ocurriera con el “Jesús Resucitado” de Donaire. Aun vivimos no pocos
que recordamos aquel grupo de notable volumen, que precisaba de sesenta hombres
para llevarlo a hombros por todo el largo recorrido procesional en nuestra
Semana Santa, y que cuando llegaban a la calle de María Cristina, momento que
recoge la fotografía de Plaza que ilustra este articulo, sudaban por todo su
cuerpo y estaban a punto de desfallecer más de cuatro, dentro de su túnica de
percalina morada.
No faltó, incluso, quien a la vista de la envergadura del conjunto escultórico, con cinco figuras, hiciera un chiste a costa de la fuerte anatomía del “judío” que, colocado tras Jesús estaba a punto de descargar un golpe sobre sus laceradas espaldas. Pero lo cierto es que el “paso” de Coscolla causaba sensación entre la abigarrada muchedumbre, al contemplar la figura de un Jesús de cabellera rubia, de carnes muy blancas y al que el artista había querido dar un aire traslúcido de idealización en su gran sacrificio por la humanidad.
Pero el “paso” no podía salir solo. Había que crear la Hermandad y vestirla. Y así fueron unos meses de febril actividad, en la propia casa del hermano mayor, para confeccionar las túnicas y bordar los estandartes, valiosa colección que aún se conserva –fue casi lo único que pudo salvarse de la Semana Santa ciudadrrealeña- y que ahora realza el desfile de la Hermandad de “El Encuentro”, también integrada en su mayor parte por ferroviarios. Al propio Herencia y a Pepe Mur, el artista que tanto hizo por “vestir” nuestra Semana Santa, se deben el modelo de túnica, muy original y de valor, y los diseños de los varios estandartes, que el acierto de las bordadoras, sin escatimar el oro y las ricas telas, cuajaron en espléndida realidad.
Quedaba así completada la procesión del
Viernes Santo por la mañana, gracias al desinterés, en constantes aportaciones,
de don Francisco Herencia y a la constancia de algunos colaboradores y de los
propios ferroviarios, orgullosos de su Cofradía. Persona muy allegada el
hermano mayor nos ha dado la cifra de treinta y tantas mil pesetas, las que
hubo de pagar al escultor por las cinco figuras, cantidad que en aquel entonces
suponía importante desembolso.
Como señalado antes, 1936 supuso la destrucción de todos los “pasos” de la Semana Santa capitalina. Y “La Coronación” fue unos más. Pasada la guerra civil, pronto se pensó en ir restaurando todo lo perdido. Y el gran ciudarrealeño que era don Francisco Herencia, no obstante el daño moral padecido, no se había olvidado de la Hermandad de sus amores. Coscolla preguntó por su “paso” y al enterarse de su destrucción, pronto llegó a un acuerdo con el hermano mayor para hacer uno nuevo, fiel trasunto del que tanto llamara la atención cuando salió por primera vez. Y en ello estaba el artista catalán, cuando un desgraciado accidente, al ser víctima de la agresión de un operario, en el propio taller, le costó la vida. Ya no había que pensar en que de nuevo “La Coronación” formase en la procesión del Viernes Santo por la mañana. Y el interés “semanasantero” de Herencia encontró el cauce de otra Hermandad de la misma parroquia, la del Cristo del Perdón, a cuyo auge y esplendor colaboró junto con otros destacados cofrades.
No queremos terminar esta colaboración sin dedicar un recuerdo a los hombres que hicieron posible el auge y esplendor de la Semana Santa de Ciudad Real en los años veinte y que conocimos en nuestros primeros pasos de cofrade. Así, don Federico Fernández, don Joaquín Menchero, don José Martín, don Juan González, don Maximino Díaz, los Villaseñor, don Manuel López, don Carlos Rojas, don José Navarro, don Enrique Pérez, familia Ayala, los Moraga, a los que luego se unieron los de Balcázar, Sánchez de León, Hilario Richard, Pascual Crespo y un etcétera largo, a los que Ciudad Real y en especial los amantes de nuestras tradiciones deben guardar gratitud.
Cecilio López Pastor, Expresidente de la Comisión Permanente de Semana Santa. Revista “Ciudad Real Semana Santa 1985”.
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