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lunes, 13 de noviembre de 2023

1878: EL CUADRO CONMEMORATIVO DE LA CREACIÓN DEL OBISPADO-PRIORATO DE LAS ÓRDENES MILITARES QUE PENDE EN EL SALÓN DE SESIONES DEL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE CIUDAD REAL (IV Y ÚLTIMO)

 



Con respecto a la pieza sustituida el motivo de este cambio se nos escapa. No obstante, fuera cual fuese dicho motivo —la interlocución con algún erudito local podría hallarse detrás—, lo cierto es que el pintor acertó plenamente, porque la tradición y las referencias escritas más antiguas que tenemos sobre el blasón de Ciudad Real coinciden en señalar que es este un escudo «orlado de torres» que enmarcan la figura de su fundador el rey Sabio, sentado en su trono, «armado con una espada en la mano diestra y en la siniestra un mundo» (17). Será en la segunda mitad del siglo XVIII cuando esas «torres» se truequen por «castillos», y tal cambio se explique entonces porque, siendo don Alfonso X rey de Castilla, únicamente a él correspondía el dominio de la población de Villa Real —luego Ciudad Real— que había fundado (18). A este criterio de índole racional, poco respetuoso —sin duda por ignorancia— con el porqué de la pieza que anulaba en la bordura de aquel escudo, y también minoritario en los armoriales, pero que acabaría por imponerse, se sumó el cronista que certificó las armas de Ciudad Real en 1878.

Por último, hay que señalar que esta sustitución llevada a cabo por el pintor en el cuadro al que nos referimos evidencia que aquel artista no siguió literalmente la certificación oficia que, como antecedente para su obra, él mismo había solicitado al cronista rey de armas don Félix de Rújula (19).

Como se indicó, Álvarez de la Escosura prescindió también en esta pintura del título que subrayaba la nobleza y la lealtad de los ciudarrealeños en defensa de su rey contra los infantes de Aragón en 1420. Sin embargo, aquí, el carácter opcional que, con respecto a su uso, tienen en la heráldica municipal reconocimientos de esta naturaleza, cuando no se incluyen en el campo de los escudos como inscripción, disminuye la singularidad de su ausencia. En el caso de Ciudad Real, el expresado título se comenzó a insertar en su blasón, mediante una cinta colocada en la base, muy entrado ya el pasado siglo.



Pero, es la corona de marqués que cubre el escudo municipal de Ciudad Real lo que más llama la atención en este cuadro. ¿Por qué? Sencillamente, porque es un manifiesto error: inconcebible en el docto cronista rey de armas don Félix de Rújula que lo admitió en su ya expresada certificación; disculpable en el pintor don José Álvarez de la Escosura que, en este punto siguió aquella certificación.

En efecto, no se comprende cómo don Félix autorizó que una población que, como Ciudad Real, siempre había mantenido su originaria condición realenga (20), cubriera su escudo de armas con otra corona que no fuese la real ya abierta ya cerrada.

No se comprende conociendo la historia de esa población —y de ella don Félix se mostró aquí ignorante— aunque pueda explicarse, si se parte del error sigilar que, tal vez, fundamentó aquel timbre. Porque, en efecto, don Félix dio más crédito a la corona —corona marquesal— que aparecía en el único sello heráldico municipal con que entonces contaba Ciudad Real (figura 1) —el que quizá solo utilizaba su Alcaldía— que a la que con facilidad hubiera deducido de la historia ciudarrealeña. De manera que un error —debido muy probablemente a la casa de sellos de caucho que elaboró el que sirvió al cronista rey de armas para su certificación (21)— propició otro el cual habría pasado inadvertido de no haberse visto plasmado en el lienzo de Álvarez de la Escosura.

Y esta es también la singularidad heráldica más controvertida del cuadro cuyo autor y circunstancias de ejecución hemos, además, considerado en el presente trabajo. Tan controvertida que, muchos…, muchos años después, en 1970 motivó una pregunta de la Corporación municipal ciudarrealeña a la Real Academia de la Historia (22).

Demolido en 1972 el noble edificio que, proyectado —como se dijo— por don Cirilo Vara poco más de un siglo antes, albergó al Consistorio, y levantado en su mismo lugar otro de novedosa factura obra de don Fernando Higueras, en el frontis del Salón de Sesiones de este volvió a colocarse el cuadro al óleo que, pintado por don José Álvarez de la Escosura en 1878, el Ayuntamiento de Ciudad Real le había encargado para conmemorar la creación del Obispado-Priorato de las cuatro Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa.

Isidoro Villalobos Racionero. Revista “Hidalguía”, Núm. 350 Marzo-Abril 2000



(17) Cfr.: MÉNDEZ SILVA, R.: Población general de España. Sus trofeos, blasones y conquistas heroycas. Madrid, 1675; cap. XXX, f. 23 v.

(18) Cfr.: MOYA, A. d: Rasgo heroyco…Madrid, 1756; p. 95.

(19) Esto, por tanto, invalida lo que al respecto escribió Ramón José Maldonado, para quien el señor de Rújula, en su precitada (v.: nota 11) «Certificación de blasones de Ciudad Real» (3/X/1878) «se limitó a copiar la pintura de tan repetido cuadro, origen de tantos malos entendidos» (cfr.: MALDONADO COCAT, R. J.: El escudo de Ciudad Real. Ciudad Real, Ayuntamiento, 1972; p.18) Insistimos: El artista Álvarez de la Escosura no siguió literalmente la certificación de Rújula, ni este copió literalmente la pintura de aquél.

Por otra parte el propio Maldonado contribuyó con su inexplicable confusión de torres con castillos a algunos de esos «malos entendidos» que denunciaba. Al describir el cuadro conmemorativo señala que en su bordura «se pintan doce castillos en vez de los ocho de uso común» (cfr.: Ob cit. p. 12) «…doce castillos», cuando en el cuadro se observa con absoluta claridad que se trata de doce torres.

(20) Que sepamos, solamente en una ocasión se contempló la enajenación de Ciudad Real de la Corona. Fue en 1640. Queriendo el rey don Felipe IV recompensar al duque de Aveiro sus servicios a la Monarquía, le consignó rentas; y, entre otras cosas le hizo merced entonces de Ciudad Real. Pero enterado su Ayuntamiento constituyó una comisión presidida por don Juan de Aguilera, la que, pasando a la Corte, se personó ante aquel monarca y le hizo desistir de semejante propósito (cfr.: DELGADO MERCHÁN, L.: Historia documentada de Ciudad Real. Ciudad Real 1907 (2ª Edic.); libro IV, cap.XLIV, p. 333).

(21) No sería nada extraño. A este respecto es ilustrativa la «historia» que recoge don Vicente de Cadenas en su comunicación al I Congreso italo-español de heráldica municipal (cfr.: CADENAS VICENT, V. de: Antecedentes referentes a los sellos municipales de Castilla la Nueva que se conservan en la Sección de Sigilografía del Archivo Histórico Nacional de Madrid, p. 108; en ASOCIACIÓN DE HIDALGOS A FUERO DE ESPAÑA: Ponencias, comunicaciones y conclusiones del I Congreso italo-español de Heráldica Municipal (Roma, 1958). Madrid, Hidalguía, 1958; pp. 107-123.

(22) Preguntaba el Ayuntamiento ciudarrealeño acerca de la corona que debía timbrar su escudo de armas. Esta cuestión se había planteado a propósito del Reglamento para la concesión de distinciones y recompensas honoríficas que la Corporación había elaborado en el otoño de 1969, y, en concreto, con relación al artículo 12 del Título y Sección Segundos de dicho Reglamento referente a la «medalla de la ciudad». Con su pregunta aquella Corporación descubría, sin duda, su desconocimiento de una parte de la historia del municipio que administraba. Hacía suyo el error injustificable de don Félix de Rújula, evidenciado por el pintor don José Álvarez de la Escosura, en cuyo cuadro se apoyaba para mantener que la corona de marqués era la que correspondía a Ciudad Real. Y, al parecer, porfiaba en ello. Por dos veces —en 27 de mayo y 16 de octubre de 1970— tuvo la Real Academia de la Historia que informar al Ayuntamiento de Ciudad Real de que la corona que éste debía usar en su blasón era la corona real «pese a su representación de florones y perlas marquesales». Finalmente, el Ayuntamiento ciudarrealeño, en sesión ordinaria de 30 de diciembre de 1970, acordó «aceptar íntegra y totalmente» el último informe académico, «por el que se acredita que es corona regia la que ha de timbrar el escudo de armas de esta Capital» (cfr.; AHMCR: Actas, 1970, 30 de diciembre; f. 128).

¿Por qué el pintor Álvarez de la Escosura, que había sustituido la pieza —castillo— que, según el cronista rey de armas Rújula, cargaba sobre la bordura del blasón de Ciudad Real, por otra —torre— más acorde con la tradición heráldica del Municipio, no rectificó también su corona? El sello heráldico municipal en que, casi con seguridad, basó su certificación de blasones de Ciudad Real el, por otra parte, siempre riguroso señor de Rújula no ofrecía aquí duda. Álvarez de la Escosura, que, quizá, también lo vio, tampoco dudó. Carguemos, pues, entonces la culpa sobre las espaldas del operario de la casa de sellos que confeccionó el de referencia. Él fue quien equivocó el timbre: La corona real antigua o abierta la hizo corona de marqués. Una fácil, y hasta corriente, confusión gráfica; un detalle que, sin embargo, falseaba el pasado de la población que fundara el rey don Alfonso X el Sabio en 1255.


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