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domingo, 2 de febrero de 2025

LEYENDAS DE CIUDAD REAL: EL RAPTO DE LA MORA (II)

 

El patio de la Casa Hernán Pérez del Pulgar



III 

En ensueños transportada

halló a la hermosura impía;

rica flor jamás hollada

que cerró el cáliz airada

al oír—¡Ave María!

 

Dá un paso más, pero al ver

belleza tal, para luego,

y gime aquella mujer

sin llorar; no puede haber

lágrimas en donde hay fuego.

 

Su mirada penetrante

en el mozo arrogante

que turbó su sueño, aleve,

y aquel hombre no se atreve

a dar un paso adelante.

 

El vencedor antes fiero

vé que a veces suelen ser,

más temibles que un acero

en las manos de un guerrero,

los ojos de una mujer.

 

Mas al fin dice:—Temblar

ni defenderte es en vano,

ningún mal puede causar

cuando lía dicho algún cristiano

«Ave María,» al entrar.

 

Ni te asustes, ni te asombres

ni tu paz de diosa alteres,

no soy ladrón de placeres;

quien sabe dominar hombres

sabe respetar mujeres.

 

—¿A que vienes

—A buscarte

—¿Y con arte tan villana?

—De los tuyos es tal arte,

pues vengaré con robarte

el robo de una cristiana.



Y si por tu mala estrella

el hurtador enemigo

ha maltratado a mi bella,

¿Lo oyes bien? haré contigo

lo que hayan hecho con ella.

 

—Cristiano, por fin venció

tu fuerza; nada sufrió

la que vienes á vengar

yo la mandé aprisionar

por ser más bella que yo.

 

—Vive Dios, grande jornada

vá a ser hoy por Belcebú,

que al libertar la cuitada

para dar honra a mi espada

llevaré dos; ella y tú.

 

IV

Intrigadas son las dueñas

por el suceso de anoche

que con formas diferentes

todos los labios recorre.

Tristes están los infieles

por dos desgracias enormes:

hánles matado a su jefe

y hánles robado dos soles:

un sol quitado al cristiano

y otro sol de sus amores.

Alegres por e1 contrario

están los cristianos nobles

que, aunque no saben de fijo

en que pararán las voces,

fían en la buena estrella

del que hizo sus intenciones.

Así llorando y riyendo

suenan varios é inacordes

santones en las mezquitas

y campanas en las torres.

 

V 

Ya no llora el viejo padre,

no tiene porque llorar;

ha recobrado a su hija

y en su poder además

tiene a la mora envidiosa

de sus encantos rivál.

¿Y quien hizo la proeza?

aquel mozalvete audaz,

el de la gran estatura,

el de fuerzas de Titán,

al que adoran mil doncellas

tras el velado cristal,

el que yendo a Andalucía

a los moros vencerá;

el hazañoso, el valiente

Hernán Pérez del Pulgar.

 

Rafael López de Haro. Leyendas en verso, imprenta  El Labriego 1898



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