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sábado, 5 de julio de 2025

MI LLANURA, CULPABLE

 



¡Ay, tierra mía, tú tienes la culpa! ¡Tú tienes la culpa, tierra novia, si desde este instante no me supieran a agua fresca tus besos apretados! ¡Tú tienes la culpa, madre tierra, si mi cabeza, cansada no descansase con placer, como antes, en tu seno henchido de recuerdos y melancolías! ¡Tuya es toda la culpa del desaguisado que me han hecho! Entre ti y yo, me han pegado una cosa rara que se llama “Cronista”. A ti no te gusta eso. Ni a mí tampoco. ¡Ya parecerá no estamos solos cuando estruje tus labios o duerma en tu halda, parda de lana merina! ¡Nosotros, que gozamos el encanto mutuo de gozarnos solos! ¡Porque sí! Me forzaste a decir, en alto, mi cariño a ti y, ahora, ¿lo ves?, por ello –tú eres culpable—tengo de desbordar sin riberas, el río grande del agradecimiento a ellos, pues si el hecho me incomoda, la distinción, inmerecida e indeseada me honra.

Después, ¡déjame a mí!, cualquier día haré mi oficio tan mal, para ellos, y tan bien, para nosotros, que vengan en la cuenta de la verdad, que les dije con ansias, del error en que caían y habrán de cumplir la justicia de degradarme.

¡Así volverá mi libertad, sin sombras, querida, alegre, gris, recoleta, y feliz sorberé tus labios, limpios de la tinta oficial con que los han tocado ahora, y levantaré, descansada, mi cabeza vencida en tu regazo, sano, oloroso panjino florido y a terrones mojados de barbecho! ¡Que alegres, estaremos entonces! Igual que éramos antes. Si tú quieres, podemos triunfar sobre ellos. ¿Vamos? “¡Chócala!”

Pero ¿ves, tierra mía, cómo eres la culpable de todo lo que me ocurre? ¿Por qué me hostigas después de prometerme lo contrario, para contar cosas muy sabidas y otras leídas en papel pajizo, de viejo y escritas con tinta descolorida? Te empeñas y ahí va, pero será como noticia escueta, que alterado y emocionado está el ánimo y apenas puede “gañir” y tan a trueque de tropezar, y tan cierto de mal decir y peor escribir, y tan enclenque, que bien pudiera comenzar aquí “cualquier día”, antes invocando, de nuestra liberación plena:


Reja de la casa número 9 de la calle Barrionuevo


Pues, señor, el convento de Santo Domingo, de la Orden de Predicadores de la Provincia de Andalucía, estuvo enclavado hacia la mitad de la calle de la Mata, a la izquierda mano según se sube de la parroquia de San Pedro y San Pablo, y se fundó en 1399 y tenía iglesia dedicada a San Juan Bautista –así lo quiso el fundador— consagrada sobre la sinagoga mayor después de los sangrientos sucesos sufridos por los judíos en el siglo XIV. Sabido es: la Orden predicadora perseguía la proximidad de los barrios judíos, si no es que sobre ecos se asentaba y enraizaba.

Solo la calle del Compás de Santo Domingo nos recuerda, en Ciudad Real, la grandeza de estos frailes.

Noticias, escritas de 1835 relatan existían varias capillas en la iglesia:

La de Jesús. El añorado imponente y bellísimo Nazareno que miraba al pueblo enseñándole a llevar la cruz con virilidad y serenidad. El que se veneró después durante un siglo justo, --1835 a 1936— en la Iglesia de San Pedro. El Jesús de ahora rinde su rasero al suelo, no es castellano y recio y sufrido y no vencido.

La capilla del Rosario, con el camarín donde el Padre Prior recibió en confesión, a la monja carmelita medio loca, o ¿qué?, que una madrugada se escapó de su monasterio dejándose caer, a la calle del Carmen, por la cuerda de las campanas. Amarró Bien uno de los cabos para que no tocara el badajo, y el otro lo tiró, sobre los tejados, a la calle. ¡Ah, y en las manos se puso las badanas del breviario, “para que no se le ardieran” al deslizarse por la maroma. Estas precauciones sensatas no están muy acordes con la locura que se le achaca a la monjita. La Virgen del Rosario, desde su trono, escuchó a la penitente, y vio el refrigerio que le sirvieron antes de retornar, contra su voluntad a la celda. Encantador grupo dieciochesco –destruido en las Dominicas, donde lo trasladaron al siglo pasado el de aquella Virgen del Rosario, sedente entre nubes y ángeles, dando el Rosario al Fundador, postrado. Sin este, mucho nos la recuerda la Virgen de la Consolación agustiniana de la calle de Valverde, de Madrid. Más ciertamente, que la grandota y poca afortunada reproducción hecha, estos últimos años, para el Convento de Calatrava, de Almagro.


Imagen destruida en 1936 de la Virgen del Rosario


Cuentan, estaba dedicada a Santa Juana otra capilla, y que la sillería coral pasó a la iglesia de Torralba, donde se conservaba, y alguien me apuntó, no sé con qué fundamento, también era de ese convento el hermoso Cristo de la Agonía, de Picón.

¿Dónde tendrían los PP. Dominicos colocado, y cómo sería, la antiquísima Virgen de la Valvanera –típica advocación riojana—que les entregaron, para darle culto, ¿una vez fenecida su capilla propia de la puerta de la Mata?

En 1835, al desaparecer el convento y hacer el inventario de los bienes –en la Biblioteca Provincial, donde se guarda, nos lo muestra la bibliotecaria doña Isabel Pérez de López Salazar—se consigna la existencia de sesenta cuadros, nada menos, y su distribución en cada capilla, en la sacristía y el coro, colocados junto al cancel, en la galería baja, en la subida a la escalera principal, en la celda del Prior, en la cocinilla baja del Prior, en la galería alta.

Hace algunos años, quizá se pudieron localizar estos lienzos en iglesias y casas, pues el inventario describe los asuntos de cada uno y detalla las características de los marcos, pero, en la actualidad ¿cuáles quedarán?, ¿dónde pararan? En otra ocasión, cuando el horno este para bollos, volveremos sobre esta local pinacoteca dominicana.

Escucha. ¿No sabes cuántos religiosos tuvo el convento?, pues lee esta nota que me facilita la señora de López-Salazar, sacada de un próximo y sustancioso trabajo suyo que esperamos con avidez: “En 1750, había veinticinco religiosos. Los diez y siete sacerdotes y los ocho legos”

Y ¡hasta otra, tierra llana! El verano se apaga. Lejos, obliga la obligación.

A ti, al pie de la reja que hay en la casa número 19 de la calle de Barrionuevo con la cruz de Santo Domingo en los hierros, y que debió de pertenecer al convento y, a ellos, a esos que en grupo, a traición premeditada, atropellaron mi ilusión sentimental y me ataron a ESO tan raro --¡Dios, y es lo grande, sin nadie amigo que viniese en mi auxilio!— a ti y a ellos digo, y a ese entrometido buen amigo García Pavón--¿ quién le dió vela en este entierro?— al comenzar mi emigración golondrina, a pesar de los pesares, honrado sin valimiento, como hombre de bien, y como el gañán de ronda y “vigüela”, y al “dirse”

“La despedida sos echo

la que Cristo echó en Belén

y El, que aquí nos ha juntao,

nos junte en la Gloria. Amén

Julián Alonso Rodríguez. Jueves 23 de septiembre de 1954



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