EL ALCALDE DE LA CAPITAL ENTREGÓ UNA PLACA DE PLATA CON EL NOMBRAMIENTO DE HIJO PREDILECTO
Muchos comensales, en la Fuente Talaverana, en la cena homenaje a Manuel López Villaseñor, organizada por el Ayuntamiento, y a la que se sumó prácticamente el «todo Ciudad Real», puesto que pasarían de las trescientas personas las asistentes.
En la mesa de honor, con el homenajeado, el alcalde de la ciudad, presidente de la Diputación, gobernador militar accidental y subjefe provincial del Movimiento, con sus respectivas esposas. Asistió la Corporación Municipal en pleno. Tras la cena, el alcalde, al hacer entrega al pintor de la placa de plata en la que consta el acuerdo municipal de nombrarle hijo predilecto de Ciudad Real y un escudo de la ciudad, al propio tiempo que anunciarle que una calle llevaría su nombre, dijo , entre otras, las siguientes palabras:
«La obra de Villaseñor está en el conocimiento de todos. Por eso, mi breve alocución va a ser más una pincelada humana y anecdótica, más amena y quizás más interesante. Manolo — dijo — nace en el Compás de Santo Domingo, calle de la más recia solera ciudarrealeña, para pasar luego a la del Lirio, de no in fe rio r tradición y cabeza de la Judería. Es un ciudarrealeño castizo; nace y crece en la encrucijada más histórica y típica de la capital».
«Desde pequeño, Villaseñor se dedica a descubrir el mundo por su cuenta. Todo ello de forma intuitiva y autodidacta. Cuando cuenta once años, se presenta a un certamen de arte infantil manchego, organizado por dos hombres inquietos y cultivados, simpáticos e inteligentes, Paco y Eduardo, «los de la Radio», como eran conocidos entonces.
Villaseñor obtiene la primera recompensa de su fecunda vida artística, el Premio extraordinario de la Asociación de la Prensa». Narra a continuación, la anécdota de que, el jovencísimo pintor, fue llamado a Radio Ciudad Real porque se dudaba de que un muchacho de tan pocos años pintase de tal forma, pero Manolo, con el lápiz sobre el papel, demostró que él, y no otro, era el pintor del trabajo premiado.
«Asiste por las noches a la Escuela de Artes y Oficios y, después de la guerra, inicia el bachillerato «más bien porque había que hacerlo», en palabras suyas. Para él, sólo existe una vocación: la pintura. Por entonces, cuando nos conocimos, ya era «seco y ardiente», como nuestra llanura, tenaz, dogmático, de m irada vivaz e inteligente y de «pupilas enfebrecidas», como alguien ha dicho».
HABLA EL PRESIDENTE DE LA DIPUTACION
A continuación, don José María Aparicio Arce, presidente de la Diputación, dijo que se sentía feliz por vivir el momento. Con acierto y justicia habéis obrado, añadió, refiriéndose a los acuerdos municipales.
No compartí contigo, dice, dirigiéndose al
pintor, los juegos de niño. Conocí tu gran calidad humana un Día de la
Provincia. Como manchego, me siento orgulloso de que un Ayuntamiento, el de la
capital, con sensibilidad, haya tomado unos acuerdos que le honran y honran a
nuestro gran artista.
«En nombre de toda la provincia, puedo decir que ésta se siente también feliz del homenaje que hoy se tributa a un hombre que supo pasear orgullosamente por el mundo el nombre universal de la Mancha».
Fuertes aplausos acogieron las frases del presidente de la Diputación.
PALABRAS DE LOPEZ VILLASEÑOR
Emocionado, Manuel López Villaseñor, da las gracias. Dice que siente una enorme alegría y que, previniendo que habría de pronunciar unas palabras colgó sus obras en la Casa de Cultura, pues es el mejor lenguaje que él sabe hablar. Siento — añadió— estupor, al ver tantos amigos rodeándome. No me explico el homenaje, pues no he hecho otra cosa que vivir, trabajar y gozar con lo que he querido siempre; es como si me premiaseis por respirar. Alude a unos versos de Alcaide a él dedicados («que se te queme el leño y no te vea») para resumir su pasión por la pintura.
Agrega que, al volver ahora a Ciudad Real, ha sentido el regusto de su niñez; he vuelto a encontrarme el muchacho que fui, dijo, hijo de Serafín, el sastre. Quiero agradecer públicamente a mis padres todo lo que han hecho por mí. Aunque este homenaje me pesa como una losa, pido a Dios que me dé fuerzas para seguir luchando.
En medio de la emoción y de los aplausos de todos los presentes, pone la placa de plata en manos de su madre, diciendo que es, ella, la que la merece.
Terminado el acto, muchos de los asistentes se acercaron a felicitar a Villaseñor y a pedirle un autógrafo sobre la tarjeta que ha de recordar tan grato acto, en el que Manolo ha dado, una vez más, muestras de la sencillez, humanidad y humildad de los grandes hombres.
Boletín de Información Municipal.
Número 34 diciembre de 1970
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