Desgraciadamente, con el paso de los años, muchas de nuestras antiguas y ancestrales tradiciones fueron cayendo en el olvido, hasta llegar a desaparecer. Una de esas tradiciones en la Ciudad Real de antaño era el día del Santo Ángel de la Guarda, que se celebraba el 1 de marzo en el Parque Forestal de la Atalaya. Autentico pulmón vegetal de la ciudad, se encuentra situado a unos 3 kilómetros al norte de Ciudad Real, a 39º 2’ de latitud Norte y 0º 14’ de longitud Oeste, con cotas comprendidas entre los 670 y 715 metros sobre el nivel del mar y que tiene una superficie total de 102 hectáreas, albergando más de 350 especies de plantas. Actualmente es recorrido por casi 5 km. de carretera asfaltada, 3 km. de caminos y un sinfín de sendas, donde se produce el esparcimiento de los ciudadrealeños, ruta habitual de ciclistas, deportistas y paseantes.
A este lugar hasta casi los inicios de los años setenta del pasado siglo XX, los ciudadrealeños, llegado el día 1 de marzo, se desplazaban en romería para pasar una tarde de campo y realizar una curiosa costumbre que consistía en “Espantar el diablo”. De esta forma se alejaba el mal y el Ángel de la Guarda protegía los campos.
Ángel es un nombre masculino eclesiástico de origen griego "águelos o aggelos" que significa "mensajero" y derivado de "aguélo" cuyo significado es "Aquel que es portador de un mensaje" o "Aquel que anuncia un mensaje". Para los cristianos los ángeles son espíritus celestiales, los mensajeros de Dios. Es el vinculo entre los dioses y la humanidad, son mensajeros para informarlos, educarlos o dirigirlos; también actúan como guardianes protectores, como guerreros y con poder cósmico. Dentro de la jerarquía celestial, los ángeles ocupan el noveno y último lugar. La celebración del ángel de la guarda aparece a finales del siglo XV en Valencia y se extiende durante el siglo XVII por toda la península ibérica, Francia y demás países cristianos. Su festividad primero se celebraba el 1 de marzo, pero luego se adoptó como fecha el 2 de octubre.
Según Joaquín Gómez en su “Historia de la ciudad de Ciudad Real. Y extracto histórico de España y lista de sus Reyes, casamientos y muertes”, en el siglo XIX la Atalaya era “un sitio apacible por los Olivares, las Viñas, la Caza, bastantes yerbas aromaticas, dibersas flores, y Colmenas en varios puntos. En la temporada de Invierno, que hay agua, es un paseo agradable a los vecinos de Ciudad Real; siendo lastima no se componga el Camino, que a veces se pone intransitable, cuando los propietarios costeandolo, ganarían por evitar el que huellen sus tierras y estropeen las siembras.
Del mismo modo convendría depositar aguas, dirijiendolas con mas aseo y utilidad, pues bastantes mugeres haciendo días de campo, van á labar en aquellas corrientes; y los aguadores cargan en una pequeña e inmunda arca, que ni está cubierta, ni impide se llegue á ella toda clase de animales. A la derecha del arca había una hermita del Angel, por lo que el primero de marzo es de suma concurrencia”.
Parece que la ermita ya no existía a finales del siglo XIX, pero aunque desapareció la ermita, la costumbre de salir al campo a merendar perduró en el tiempo y la prensa capitalina de principios de siglo XX nos da cuenta de la celebración. El Pueblo Manchego en su nº 1.839, publicado el 1 de marzo de 1917, en su página 2, bajo el titulo Noticias Generales aparece la siguiente nota: “La fiesta del Ángel. Se observa aquí desde tiempo inmemorial. Esta tarde, según costumbre tradicional, han ido numerosas personas de merienda á la Atalaya. Que el vino les sea leve, y no tengamos que lamentar disgustos”. Un día después el 2 de marzo el mismo diario publicaba en su portada bajo el titulo El día de ayer, lo siguiente: “Cerró el comercio á la una. El día del Ángel como el de San Antón y otros que no tenemos en la memoria son medio fiestas. Nosotros también adelantamos el cierre. A las dos y media echamos el periódico á la calle. Lo hicimos en un periquete y los cajistas corrieron más que el expreso. ¡Oh poder de los piñones en la Atalaya, remojados y cara al sol!”.
A este lugar hasta casi los inicios de los años setenta del pasado siglo XX, los ciudadrealeños, llegado el día 1 de marzo, se desplazaban en romería para pasar una tarde de campo y realizar una curiosa costumbre que consistía en “Espantar el diablo”. De esta forma se alejaba el mal y el Ángel de la Guarda protegía los campos.
Ángel es un nombre masculino eclesiástico de origen griego "águelos o aggelos" que significa "mensajero" y derivado de "aguélo" cuyo significado es "Aquel que es portador de un mensaje" o "Aquel que anuncia un mensaje". Para los cristianos los ángeles son espíritus celestiales, los mensajeros de Dios. Es el vinculo entre los dioses y la humanidad, son mensajeros para informarlos, educarlos o dirigirlos; también actúan como guardianes protectores, como guerreros y con poder cósmico. Dentro de la jerarquía celestial, los ángeles ocupan el noveno y último lugar. La celebración del ángel de la guarda aparece a finales del siglo XV en Valencia y se extiende durante el siglo XVII por toda la península ibérica, Francia y demás países cristianos. Su festividad primero se celebraba el 1 de marzo, pero luego se adoptó como fecha el 2 de octubre.
Según Joaquín Gómez en su “Historia de la ciudad de Ciudad Real. Y extracto histórico de España y lista de sus Reyes, casamientos y muertes”, en el siglo XIX la Atalaya era “un sitio apacible por los Olivares, las Viñas, la Caza, bastantes yerbas aromaticas, dibersas flores, y Colmenas en varios puntos. En la temporada de Invierno, que hay agua, es un paseo agradable a los vecinos de Ciudad Real; siendo lastima no se componga el Camino, que a veces se pone intransitable, cuando los propietarios costeandolo, ganarían por evitar el que huellen sus tierras y estropeen las siembras.
Del mismo modo convendría depositar aguas, dirijiendolas con mas aseo y utilidad, pues bastantes mugeres haciendo días de campo, van á labar en aquellas corrientes; y los aguadores cargan en una pequeña e inmunda arca, que ni está cubierta, ni impide se llegue á ella toda clase de animales. A la derecha del arca había una hermita del Angel, por lo que el primero de marzo es de suma concurrencia”.
Parece que la ermita ya no existía a finales del siglo XIX, pero aunque desapareció la ermita, la costumbre de salir al campo a merendar perduró en el tiempo y la prensa capitalina de principios de siglo XX nos da cuenta de la celebración. El Pueblo Manchego en su nº 1.839, publicado el 1 de marzo de 1917, en su página 2, bajo el titulo Noticias Generales aparece la siguiente nota: “La fiesta del Ángel. Se observa aquí desde tiempo inmemorial. Esta tarde, según costumbre tradicional, han ido numerosas personas de merienda á la Atalaya. Que el vino les sea leve, y no tengamos que lamentar disgustos”. Un día después el 2 de marzo el mismo diario publicaba en su portada bajo el titulo El día de ayer, lo siguiente: “Cerró el comercio á la una. El día del Ángel como el de San Antón y otros que no tenemos en la memoria son medio fiestas. Nosotros también adelantamos el cierre. A las dos y media echamos el periódico á la calle. Lo hicimos en un periquete y los cajistas corrieron más que el expreso. ¡Oh poder de los piñones en la Atalaya, remojados y cara al sol!”.
Mis Padres el día del Ángel de 1958
Por las notas publicadas y la transmisión oral de varias personas consultadas, el día del Ángel era esperado en la sociedad agrícola ciudadrealeña, que tenía una total ausencia de lugares de ocio, y la necesidad de expansión y esparcimiento público. Por eso, antes de que la televisión irrumpiera en los hogares y con sus contenidos inundara el tiempo de ocio, nuestros antepasados necesitaban celebrar festivamente varios días del calendario, con el fin de entretenerse y aliviar los avatares de su dura existencia, y el día del Ángel era la oportunidad para dejar los quehaceres cotidianos y salir al campo y estrechar lazos entre los pobladores de la vieja Ciudad Real.
Durante la visita a la Atalaya, los ciudadrealeños realizaban un ritual que en el lenguaje popular se denomina “atar el diablo”, cuyo acto consistía en anudar los tallos de una planta o las briznas de una hierba alta, una mata de trigo verde o la rama de un arbusto, con lo que simbólicamente se ata o arroja fuera del lugar a un diablo alegórico. Costumbre de origen anterior a la cristiandad, aún se celebra en muchas localidades de nuestra provincia, como el día de San Marcos en el Campo de Montiel.
Durante la visita a la Atalaya, los ciudadrealeños realizaban un ritual que en el lenguaje popular se denomina “atar el diablo”, cuyo acto consistía en anudar los tallos de una planta o las briznas de una hierba alta, una mata de trigo verde o la rama de un arbusto, con lo que simbólicamente se ata o arroja fuera del lugar a un diablo alegórico. Costumbre de origen anterior a la cristiandad, aún se celebra en muchas localidades de nuestra provincia, como el día de San Marcos en el Campo de Montiel.
Actual capilla en una roca cerca de los repetidores de
televisión
El origen de este rito según Alejandro Faustino Idáñez de Aguilar, del Centro de Estudios de la Sierra del Segura, era habitual en la vida del mundo primitivo. De ahí que los romanos celebraran en estas fechas la fiesta de la Robigalia, cuyo fin era preservar las siembras de trigo de la temida enfermedad de la roña, entonces muy frecuente. En estas mismas fechas tenía lugar en la época romana la fiesta del Annus pastorum o Año de los pastores, según explica Caro Baroja. Todas estas conmemoraciones se prolongan durante los siglos siguientes, manteniendo un carácter muy popular y participando en ellas incluso los cristianos a pesar de su naturaleza pagana.
Por este motivo, y ante la imposibilidad de suprimir este tipo de fiestas tan usuales en otros tiempos, la Iglesia Católica procedió a cristianizarlas poniéndolas bajo la advocación de un santo protector cristiano, y de este modo la transformó. En Ciudad Real se desarrollaría bajo la protección del Santo Ángel de la Guarda.
El escenario donde se desarrolla esta celebración tanto en nuestra provincia como en muchos otros lugares de España, es siempre campestre, al aire libre y en plena naturaleza, que suele ser un lugar seleccionado por la costumbre en cada pueblo, en el caso de Ciudad Real era la Atalaya, lugar frondoso, de montaña y con abundante vegetación.
La tradición de ir a la Atalaya el día del Ángel, se vio ininterrumpida durante la Guerra Civil Española de 1936 a 1939, volviéndose a celebrar en los años cincuenta como nos lo recuerda la siguiente nota publicada en el diario Lanza el viernes 2 de marzo de 1956: “La Romería del Santo Ángel. Numerosísimas personas se desplazaron ayer tarde desde la capital a distintos puntos de los alrededores, pero de manera principal a “La Atalaya”, con motivo de la festividad del santo Ángel de la Guarda, que en tiempos se celebraba con extraordinaria animación. La costumbre de “espantar el diablo” y comer piñones parece que se ha restablecido este año y fueron centenares de personas los que ayer tarde acamparon en las proximidades del deposito del agua y en otros lugares, para merendar y disfrutar de la agradable temperatura”.
A comienzos de los años setenta del pasado siglo XX, y con la llegada de la democracia, esta tradición desapareció de nuestra ciudad permaneciendo aún en la memoria de nuestros abuelos, que con ellos desaparecerá para siempre. Hoy el Parque Forestal de la Atalaya es un lugar de recreo para los ciudadrealeños, que como único vestigio religioso de otros tiempos guarda una contemporánea pequeña capilla labrada en la piedra en el camino cerca de los repetidores de televisión. Parque que es el testigo mudo de una tradición ancestral que hundía sus raíces en la Ciudad Real de antaño.
Actual merendero en el Parque Forestal de la Atalaya
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