La imagen de culto de Santa María del Prado “Restauradora de las dos Castillas, Fundadora, Patrona y Protectora de Ciudad Real”, tal y como la invocaron desde antiguo los ciudadrealeños, alcanzó la imagen visual por la que hoy es conocida, en sucesivas transformaciones que comenzaron en el siglo XVI.
Hasta finales del siglo mencionado, y desde su aparición en 1088, los ciudadrealeños y demás devotos veneraban, en lo que comenzó siendo ermita y hoy es catedral, a la Virgen María bajo la advocación del Prado, en una talla completa del siglo XIV sentada en un trono dorado, con el niño sentado en la rodilla izquierda de la madre, ligeramente ladeado y con un globo en la mano. Desde su iconografía primitiva como Virgen Hodegetria, pasó a la configuración de imagen de vestir, como Virgen Majestad, con el Niño entronizado en su pecho.
Por los volubles imperativos de los gustos estéticos, la imagen experimentó una radical transformación en 1574, para ser vestida de ricas telas, según la moda de la corte de los Austrias. Fr. Joaquín de la Jara en su obra publicada en 1880, sobre la historia de la imagen de Nuestra Señora del Prado, nos dice que fue para igualarla en disposición a la de la Encarnación que tenía en su casa el licenciado de nuestra ciudad Antonio Poblete de Loaisa.
Hasta finales del siglo mencionado, y desde su aparición en 1088, los ciudadrealeños y demás devotos veneraban, en lo que comenzó siendo ermita y hoy es catedral, a la Virgen María bajo la advocación del Prado, en una talla completa del siglo XIV sentada en un trono dorado, con el niño sentado en la rodilla izquierda de la madre, ligeramente ladeado y con un globo en la mano. Desde su iconografía primitiva como Virgen Hodegetria, pasó a la configuración de imagen de vestir, como Virgen Majestad, con el Niño entronizado en su pecho.
Por los volubles imperativos de los gustos estéticos, la imagen experimentó una radical transformación en 1574, para ser vestida de ricas telas, según la moda de la corte de los Austrias. Fr. Joaquín de la Jara en su obra publicada en 1880, sobre la historia de la imagen de Nuestra Señora del Prado, nos dice que fue para igualarla en disposición a la de la Encarnación que tenía en su casa el licenciado de nuestra ciudad Antonio Poblete de Loaisa.
Grabado del siglo XVII de la Virgen del Prado
La primitiva talla sufrió una drástica intervención en el año referido por el escultor Francisco Carrillo quien la corto primero con un hacha y terminó devastándola con otras herramientas adaptándola para ser vestida. Así paso de Virgen conductora a Virgen Majestad, que, en hierática frontalidad y en eje vertical sostiene al niño con ambas manos delante de si, patentizando la centralidad del misterio de Jesucristo. Como imagen de culto, rebosa contenido doctrinal: se muestra como Virgen, por la belleza sin tacha de su rostro. Como Madre, porta a sus manos a Jesús, el fruto bendito de su vientre. Y puesto que el Niño ostenta el orbe, atributo de la divinidad que alude a la creación y redención del mundo, María se presenta como Madre de Dios. Es Inmaculada y Asunta al cielo, por el vestido de sol y la media luna bajo sus pies. Aparece, en fin, como Reina y Señora, por la corona que ciñe sus sienes.
Rafael Ramírez de Arellano en su obra “Al derredor de la Virgen del Prado” publicaba en 1914, nos describe el estado como se encontraba la imagen a principios del siglo XX. Nos dice Ramírez de Arellano “que estaba cortada por abajo, habiendo perdido los pies; estaba mutilada por delante desde las rodillas (habiendo sido arrancados los pedazos con un hacha) para que pareciese parada, siendo sentada. Le quitaron los brazos para ponérselos postizos, haciéndole manos nuevas en el siglo XVII y, de ese modo, poderla vestir y trasladar el niño del brazo izquierdo de la Virgen, en que estaría, al centro y, para colocar éste, le pusieron á la madre un cincho de hierro y una escarpia en la que el niño se engancha, y finalmente, la cabeza, que tenía pelo, tocas y corona todo de una pieza, fue mutilada hasta arrancar todo esto y dejar solo la mascarilla, quedando el cráneo pelado, sin que ni siquiera se cuidasen de pintarlo ó encarnarlo. El niño lo renovaron todo menos la cabeza, que es autentica, y parte de las manos.
Rafael Ramírez de Arellano en su obra “Al derredor de la Virgen del Prado” publicaba en 1914, nos describe el estado como se encontraba la imagen a principios del siglo XX. Nos dice Ramírez de Arellano “que estaba cortada por abajo, habiendo perdido los pies; estaba mutilada por delante desde las rodillas (habiendo sido arrancados los pedazos con un hacha) para que pareciese parada, siendo sentada. Le quitaron los brazos para ponérselos postizos, haciéndole manos nuevas en el siglo XVII y, de ese modo, poderla vestir y trasladar el niño del brazo izquierdo de la Virgen, en que estaría, al centro y, para colocar éste, le pusieron á la madre un cincho de hierro y una escarpia en la que el niño se engancha, y finalmente, la cabeza, que tenía pelo, tocas y corona todo de una pieza, fue mutilada hasta arrancar todo esto y dejar solo la mascarilla, quedando el cráneo pelado, sin que ni siquiera se cuidasen de pintarlo ó encarnarlo. El niño lo renovaron todo menos la cabeza, que es autentica, y parte de las manos.
Primitiva imagen de la Virgen del Prado destruida en 1936 por los republicanos
Tiene la Virgen, sobre la madera que quedó en la cabeza, una peluca muy vieja y casi pelada y sobre ésta una toca de encaje, de seda y oro, preciosa, pero muy vieja, y encima las tocas que se le ven. Tiene en el cuello un encaje análogo al de la toca, y encima dos ó tres jubones de seda muy rica, que no se le pueden quitar, y después, por todas partes, y sobre todo desde la cintura para abajo, unas grandes almohadillas de lienzo basto, rellenas de lana ó pelote y clavadas con clavos de hierro gordos, de modo que no se puede ver bien la talla del traje, que está muy rota”.
Tras el proceso de fijación la imagen de la Virgen del Prado, la configuración visual quedó definitivamente fijada con la ráfaga y el rostrillo comenzando así a darle culto de la forma que ha llegado hasta nuestros días vistiéndola desde entonces con joyas y ricos mantos, algunos de ellos regalo regio y entre los que se encontraba el que se hizo con el rico vestido de corte que le regalo el Emperador Carlos V, después de muerta su esposa la Emperatriz Isabel.
Tras el proceso de fijación la imagen de la Virgen del Prado, la configuración visual quedó definitivamente fijada con la ráfaga y el rostrillo comenzando así a darle culto de la forma que ha llegado hasta nuestros días vistiéndola desde entonces con joyas y ricos mantos, algunos de ellos regalo regio y entre los que se encontraba el que se hizo con el rico vestido de corte que le regalo el Emperador Carlos V, después de muerta su esposa la Emperatriz Isabel.
Actual imagen de la Virgen del Prado de 1950
Desaparecida la imagen de la Virgen del Prado, ante la cual habían rezado nuestros antepasados, en 1936 junto al rico ajuar que poseía, la actual talla es una obra de 1950 de los escultores valencianos José María Rausell Montañana y Francisco Lloréns Ferrer, es de talla completa con ricos adornos dorados y cincelados a mano en los moldes tanto de la túnica como en el manto.
Así quedo configurada la imagen visual de la Patrona de Ciudad Real, que permite que la silueta de una ráfaga, identifique de inmediato la figura de la Reina de Ciudad Real y evoque el universo de piedad, de fe y de emociones que la rodea.
Así quedo configurada la imagen visual de la Patrona de Ciudad Real, que permite que la silueta de una ráfaga, identifique de inmediato la figura de la Reina de Ciudad Real y evoque el universo de piedad, de fe y de emociones que la rodea.
Hola! Me parece muy interesante su artículo. Durante la lectura me ha surgido una duda que espero pueda resolverme: en el periodo de tiempo que va desde la destrucción de la imagen antigua en el 36, y la aparición de la talla actual, ¿no hubo ninguna talla temporal o "provisional" con la advocación de la Patrona en Ciudad Real?
ResponderEliminarUn saludo y gracias