¡Qué bien conocemos los ciudarrealeños,
-los de la capital-, la copla popular que nos anuncia la bajada, el
acercamiento, de la Señora del Prado! ¡Qué bien la conocen también en tantos y
tantos pueblos de nuestra provincia ampliamente representados durante estos
días del mes de agosto en el templo catedralicio! ¡Qué bien la conocen y
cantan, igualmente en otros lugares de España y del Mundo donde reside un hijo
de nuestra capital, donde, a través de los teléfonos y las ventanas abiertas, llega el alegre
mensaje cada año repetido y cada año nuevo, que anuncian cada víspera de San
Lorenzo, a la puesta del Sol, “las lenguas de bronce” de “San Jerónimo”,
“Pueblo de Dios”, “Jesús, José, María”, “Año Mariano”, “Noveno Centenario”,
“Santa Teresa” y “Virgen del Prado”, que así se llaman las campanas de la
Basílica Prioral, y de cuyos nombres, -su razón de ser-, y su orientación, ya
he hablado en otras ocasiones.
Y olerá en la tarde a pólvora, con aroma
de fiesta. Y se inundará la Catedral de cantos. Y se “apretujarán” entre las
flores –a sus pies- las súplicas. Y se embriagará la ciudad de prisas por
saludar de cerca, a la Madre y Reina del Prado. Y llorarán emocionadas una y
otra “madres terrenas”. Y observará, absorto, el niño. Y Ella, Santa María
Virgen, -triunfalmente aclamada- nos atenderá paciente.
Un año más, habrá comenzado la más
anhelada, para los hijos que aman de todo a la Madre, y más emocionante
audiencia. Un año más, jubilosos recibiremos a la Patrona que, en víspera de
San Lorenzo y a la puesta del Sol, -como inmortalizó el poeta de quien ahora
parafraseo sus palabras-, baja desde su Camarín al Altar Mayor.
Eduardo
Muñoz Martínez, Diario Lanza, sábado 7 de agosto de 2004, página 2
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