La
fosa de cimentación de 2,40 metros de espesor se encuentra ente los muros más pequeños,
de unos 50 centímetros, que servían de cimientos de las casas que se situaban
en ese tramo
Los tres sondeos arqueológicos de
carácter estratigráfico realizados en unos setenta metros de longitud por donde
se alzaba la muralla medieval de Ciudad Real junto a la Plaza de Toros, de
forma paralela a la actual Ronda, han permitido encontrar la fosa de
cimentación de la muralla de unos 2,40 metros de espesor.
Las piedras fueron expoliadas y se
estima que se trata de la fosa de cimentación de la muralla medieval porque el
interior de esta zanja aparece completamente revestido por una costra de
mortero de cal, arena y pucelana (carbonilla) que son los residuos del material
de trabazón del cimiento que estuvo alojado en su momento, comentó el
arqueólogo responsable de los sondeos, Miguel Ángel Hervás, que indicó que,
además, en la parte inferior de la fosa se han hallado residuos del expolio, es
decir, mortero disgregado y piedras sueltas.
El resto de la fosa estaba relleno por
una masa de “basura industrial”, de manera que, aparte de contener una
proporción muy alta de cenizas y carbones, había fragmentos de botellas de
vidrio industrial como de cerveza y vino, ladrillo hueco, aisladores de la
corriente y chapas oxidadas que permiten situar “ese expolio en las décadas
centrales del siglo XX”.
Otros datos que posibilitan certificar
que esa fosa se corresponde con la de la muralla medieval son las planimetrías
antiguas, agregó Hervás, que se refirió a los planos de Francisco de Coello de
1857; del Instituto Geográfico Estadístico de 1886; y el topográfico y
catastral de Martin Sofi de 1925.
La fosa de cimentación de la muralla
medieval se encuentra a “unos cuatro metros del borde interior del acerado de
la Ronda” y, flanqueándola a ambos lados, han aparecido muros de cimentación de
las casas que se alzaron encima y que se derribaron hace escasos años. Estos
cimientos apenas tienen unos cincuenta centímetros, anchura que no se
corresponde con la que tenían las murallas medievales que se defendían desde
arriba y debían tener un corredor lo suficientemente ancho, incluso para que
los soldados se cruzaran por el camino, de cara a las necesidades de defensa y
vigilancia, expuso Hervás.
“La fosa de cimentación vaciada de la
muralla que fue objeto de expolio en torno a la década de los años 40 tiene un
valor documental muy alto porque es una evidencia física muy clara y la única
en este tramo de la traza de la muralla medieval”, agregó el arqueólogo, que
resaltó que es “importante documentarla y, dado que las necesidades de la obra
lo permiten, es perfectamente posible conservarla”. En cuanto a sus
posibilidades de musealización dijo que son “bajas” porque “no deja de ser una
zanja abierta en sustrato geológico que expuesta a los agentes atmosféricos
terminaría por erosionarse, sedimentarse sobre sí misma, llenarse de basura y
perderse”.
“A la espera de lo que acordemos con los
servicios técnicos de la Dirección Provincial de Patrimonio, la hipótesis más
razonable que barajamos es proteger esos restos, cubrirlos con una lámina
geotextil, taparlos con rellenos drenantes protectores y marcar la traza; ese
valor documental de la zanja rescatarlo en superficie marcando la traza de la
muralla con alguna diferencia en los pavimentos de la obra”.
Hervás estuvo acompañado en la visita a
los sondeos por el concejal de Urbanismo, Alberto Lillo, y el arquitecto Emilio
Velado, que dirige las obras de mejora del entorno de la Plaza de Toros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario