Julián
padre, Julián hijo, Manuel y un operario en el parque Gasset de Ciudad Real, al
final de los años 50
Manuel y Julián Terriza Barrajón se
llevan 9 años. Con hondas raíces familiares en Almagro – donde su padre tenía
el oficio de “calderero” y un taller en el que elaboraba, y reparaba,
utensilios de hierro y cinc, como sartenes de patas, ollas, calderas de cobre,
barreños, cubos, cangilones para las norias…-, desde su tierna infancia
empezaron a colaborar tanto en la fabricación como en la venta de dichos
utensilios para el hogar. Hoy, más de 70 años después, siguen estando al pie
del cañón de dos de las tiendas más importantes de Ciudad Real, Terriza Menaje
y Terriza Regalos, aunque sí es verdad que ya son sus hijos quienes llevan la
gestión de ambas.
Pero para entender bien el origen de
esta empresa tenemos que remontarnos, al menos en cuanto a los nombres, al
abuelo de ambos, Julián, que empezó el negocio a finales del siglo XIX. El
nombre se repite, puesto que el padre de ambos también se llamaba Julián, el
cual coge el negocio a principio de los años 20 y sigue fabricando los mismos
utensilios, pues estos, en contra de lo ocurrido en los últimos años, no
variaban durante decenios. Además todo era artesanal y para ello el taller
contaba con una fragua (un fuelle para mantener encendido el carbón), una
cizalla manual, una brocadora manual, un yunque y las herramientas de mano como
martillos, limas, tijeras para cortar hojalata, sierras, etc. Pero todo muy
básico y elemental. Tanto Manuel como Julián recuerdan muy bien aquel taller en
el que, con ocho años, trabajaban jornadas completas, yendo por la noche a
recibir clases en una escuela de pago al no poder asistir regularmente al
colegio. Uno de los trabajos de Manuel consistía, cuando sólo tenía ocho años,
en tirar de la cadena del fuelle para mantener activo el fuego, labor que tenía
que realizar subido en un cajón dada su poca estatura.
El sistema de trabajo consistía en
general, y dependiendo también de las épocas, en dedicar las mañanas a la venta
y parte de la tarde a elaborar las piezas que se vendería al día siguiente.
Teniendo en cuenta que los clientes se encontraban en los pueblos de toda la
provincia, principalmente en los más cercanos, y que el género había que llevarlo
allí, el sistema de transporte y el tiempo invertido eran factores muy a tener
en cuenta. Lógicamente en el siglo XIX y la primera parte del XX el sistema de
transporte era de tracción animal, borricos o mulas, a los que se añadía según
el volumen de carga, un carro. Posteriormente se sumó la bicicleta, con la que
se ganaba en rapidez, aunque no en volumen de carga, para decidirse, cuando se
pudo, por un camión.
Foto
de la familia al completo a mediados de los años 40. De izquierdaa derecha
María (la hermana mayor) Julián Padre con Julián hijo en brazos, Virginia (la
madre) y Manuel
Este paso se dio a principio de los años
50 adquiriendo una furgoneta Chevrolet modelo 1929 que, por entonces daba más
problemas que soluciones y que Julián hijo que entonces tenía unos 14 años,
conducía con toda solvencia y profesionalidad.
Dependiendo de la importancia de los
pueblos se mantenían visitas periódicas o no. Así, en localidades como Daimiel,
se acudía todas las semanas en un día fijo, en este caso los martes. También se
mantenía en estas poblaciones un pequeño almacén para no tener que transportar
la mercancía. Además los días 15 de cada mes se iba a Malagón y los 9 a
Villarrrubia. Esto los vecinos, mejor las vecinas, lo sabían y estaban
preparadas para la llegada del “calderero”. En el caso de Ciudad Real era
distinto, ya que se hacán dos visitas a la semana, lunes y sábados, situándose
el puesto junto al mercado municipal, casi enfrente de donde ahora están las
dos tiendas.
Puede pensarse que al ser un producto de
elaboración artesana y fabricado con materiales muy duraderos, las ventas
serían escasas, al tardarse mucho en romper. Pero no era así. Las ventas se
mantenían y la empresa funcionaba relativamente bien a base de echar muchas
horas de trabajo.
Pero los tiempos cambian, la sociedad de
los años 60 evoluciona, llega el “desarrollismo” y esta empresa no sólo no
desaparece sino que, adaptándose a los tiempos, da un gran salto tanto en la
gran oferta de productos como en la mecanización de su transporte. Así compran
su camión nuevo AVIA, un modelo que entonces se estaba introduciendo en dura
competencia con los Pegaso, Ebro y Barreiros, y que resultó una gran
adquisición, tanto por la rapidez de los desplazamientos como por el volumen de
mercancía que podía transportar y la seguridad que daba en la carretera.
Pero evidentemente lo que cambió fue la
introducción de los nuevos productos, como las nuevas ollas Express (auténtica
revolución para las amas de casa junto con la Mini-Pimer), las vajillas,
cristalerías, cuberterías y cualquier elemento propio de menaje de porcelana,
cristal, plástico, madera, metal, etc.
A
la izquierda la vieja camioneta Chevrolet modelo 1929. Al lado, el AVI, un camión
que resultó revolucionario
A finales de los años 60 Julián padre,
por enfermedad, va dejando el negocio en manos de sus dos hijos, los cuales
decidieron instalarse definitivamente en la capital abriendo la primera tienda
Terriza. Estamos en el año 1974 y el negocio da un vuelco total. Se olvida la
fabricación de utensilios de hierro, se olvidan los viajes y se empieza a
trabajar con todo tipo de productos de menaje para el hogar y para hostelería
surtiéndose de las primeras marcas nacionales.
En aquellos momentos compraban camiones
enteros de porcelana, ya que este producto se vendía muchísimo en aquellos
años. Y así, con pocos altibajos, llegan a la actualidad con dos tiendas en las
que se encuentra cualquier producto, todos ellos de fabricación nacional,
algunos de ellos todavía de hierro, sobre todo paelleras.
Finalmente debemos destacar la excelente
relación que ambos hermanos han mantenido a lo largo de toda su vida,
trabajando codo con codo sin problemas dignos de mención, lo que al final se ha
traducido en la puesta en marcha de una importante empresa con dos tiendas que,
al final, y siempre de común acuerdo, han decidido separar.
Ambas están ya en manos de los
respectivos herederos de Manuel y de Julián, lo que significa que, aunque se mantiene
una estrecha colaboración entre ambas, es seguro que sigan caminos diferentes.
Pero pase lo que pase, en Ciudad Real
quedará siempre un nombre que durante muchos años los ciudadrealeños
identificarán siempre con al menaje de cocina: Terriza.
Gracias Emilio por este reportaje q me ha hecho emocionarme...soy hija de Julián y seguiré todo lo q pueda con la empresa fundada por mis bisabuelos...no es fácil con tanta competencia q hay hoy pero nuestros más que consagrados clientes y el buen precio-calidad que tenemos nos permite tirar para hacia delante...gracias de corazón.
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