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martes, 14 de enero de 2025

EL ÚLTIMO LIENZO AÑORA SU MURALLA

 

Fotografías del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha. Colección Amador Ruibal



Ciudad Real fue villa murada desde su fundación hasta bien entrado el siglo XX. Hoy, de aquel perímetro defensivo sobrevive un último lienzo de algo más de 40 metros de longitud junto a la Ronda de la Mata.

Curioso, este resto a viene. a ser casi con exactitud matemática el uno por ciento del recorrido total de la originaria defensa medieval, 4.500 metros, según datos del libro El recinto amurallado de Ciudad Real y sus puertas de acceso, publicado en 1986 por el Fondo Editorial del Ayuntamiento de Ciudad Real y cuyo autor, Jorge Sánchez Lillo, obtiene el dato del Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Pascual Madoz.

El artista y profesor ciudadrealeño, Pedro Lozano, evoca sus recuerdos de niño al seleccionar este monumento para La Tribuna, «en el colegio me contaron lo que supongo que es una leyenda: el trazado de1a muralla que protegía Villa Real fue hecho por Alfonso X el Sabio marcándola al arrastrar la punta de su espada en tomo al Pozuelo de Don Gil».

A partir de ahí evoca sus fantasías infantiles de un rey guerrero contra los moros, aunque pronto le llegaron noticias de que el auténtico objetivo de este muro no era detener a los guerreros musulmanes, sino a las huestes de la Orden de Calatrava.

Desde esté enfoque, Lozano se declara sorprendido porque actualmente Ciudad Real haya asumido como propia la estética de los caballeros que fueron sus constantes enemigos, en referencia a los reposteros con los emblemas de las Órdenes Militares que la Plaza Mayor ha lucido durante la pasada Semana Santa.

Una vez que las tensiones de las guerras civiles de Castilla pasaron al recuerdo y el desarrollo del Estado Moderno acabó con el poder paralelo de las Órdenes Militares, las murallas de Ciudad Real consiguieron mantenerse en pie y en uso aunque por motivos diferentes.

LA MURALLA DE IMPUESTOS

Pedro Lozano recuerda que sus abuelos le contaban que en el siglo XIX aún se cerraban las puertas al anochecer y se abrían al alba, aunque el motivo era, simplemente, controlar la entrada de mercancías en el tiempo que aún pervivieron los peajes y aduanas interiores. En aquel tiempo la función de la muralla era ya-la de una simple valla fiscal en avanzado estado de deterioro.




El futuro de aquellos muros ya decrépitos empezó a ser sólo la memoria cuando se acordó demoler una parte y subastar las piedras como elementos de construcción, fue la primera de varias brechas que abrió la piqueta. Pero, aun así, la mayor parte del perímetro llegó hasta el siglo XX, aunque algunas fotografías que ilustran el libro de Sánchez Lillo, muestran ya zonas en avanzado deterioro. No fue bata 1932 que se acordó la demolición de lo que quedaba, al considerar que los restos no eran más que una ruina. Sin embargo, hubo aún algunos intentos de resistencia.

Para Pedro Lozano, esta demolición debió ser «para nuestra vergüenza» y afirma también que «hubiera sido alucinante vivir en una ciudad con murallas medievales, no tendríamos que inventar el reino de nadie, sólo mantener nuestro pasado, para hacer de nuestro entorno un espacio de interés cultural».

ÁRBOLES QUE NO DEJAN VER LA PIEDRA

Pedro Lozano se muestra sorprendido de que el lienzo de muralla que todavía está en pie haya quedado separado de los jardines a los que ha dado lugar por una “cortina” de tupido ramaje que casi oculta el monumento a quienes se encuentran en la zona verde. Para el artista, sería «una gozada» tener la posibilidad de estar sentado en alguno de esos bancos, contemplar el viejo paramento interior y evocar el tiempo en que el muro estaba completo y daba una protección real a la urbe.

El escueto trozo superviviente de las viejas defensas de la Villa Real alfonsí tiene todavía restos del adarve, un cubo, que tal vez se deba contar como uno de los 130 torreones que clasificó Pascual Madoz en el siglo XIX, y en el extremo derecho desde la visión de hipotético atacante, una elevación de la almena, que debería corresponderse con alguna variación en el perímetro debida a una puerta o torre.

La piedra caliza con que se forman estos muros es el material típico de la zona, que se completaba con tierra Y. adobe en diversos puntos. De hecho en algunos puntos del antiguo recinto amurallado, lo que pervivía de la defensa medieval a principios del siglo XX era poco más que un gastado terraplén y los torreones.

Diego Farto. La Tribuna de Ciudad Real domingo 8 de junio de 2003



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