Esquilache no pudo acortar el largo de las capas ni acabar con su uso, al menos en Castilla; como tampoco ha podido con esta prenda un personaje mucho más tirano, la moda, y hoy, varios siglos después de crearse esta prenda, en Ciudad Real sobrevive con una fuerte carga cultural y social. Pero esta supervivencia se debe exclusivamente al esfuerzo y la pasión de un puñado de hombres que no se resignan a guardar en los baúles su preciada capa.
Este domingo pasado unos cuantos hombres y una sola mujer salieron por las calles de la capital a festejar el día de su patrón, como tradicionalmente vienen haciendo. Celebran el día de San Martín, pero no el Fray Escoba, sino el San Martín que compartió generosamente una capa con los pobres. Van a misa a la catedral, a las 12 en punto; pasean por los lugares céntricos y luego comen -cada año en un sitio distinto-, toman café, copa y puro y demuestran a cuentos los ven y a ellos mismo que la capa, bien lucida eso sí, es la prenda más española, castiza y estilosa de cuanta pueda haber.
Este año el domingo les ha hecho una pequeña faena y un sol casi radiante los ha acompañado en su paseo.
«Hace algunos años -cuenta Emilio Redondo, miembro de los Amigos de la Capa, que así se llama esta asociación- nos reuníamos a comer en el Bar Felipe, allí teníamos nuestra sede, pero ahora variamos mucho. También ha cambiado el hecho de que ahora se vengan las esposas de los caperos, aunque no tengan capa, antes no era así.»
De todo el grupo de Amigos este año sólo
una mujer capera se ha apuntado a la celebración, Elisa Medrano, el resto del
grupo, como una decena de hombres lo forman los más locos por la prenda; como
Hermenegildo Gómez Moreno, decano de los Amigos de la Capa, por antigüedad y
méritos propios, que tiene fama de ser uno de los que con más garbo llevan la
capa, «es que hay algunos que parece que les ha caído la capa del cielo y se
les ha quedado colgada. Lo de llevar la capa es como lo de llevar el mantón de
Manila las mujeres, que hay que hacerlo con gracia» -dice Hermenegildo.
Hermenegildo, profesor e historiador local, fue uno de los fundadores de los Amigos de la Capa. Todo empezó, como en los cuantos, hace muchísimos años, cuando un trío de amigos, el citado Hermenegildo, el conocido camisero de la ciudad Próspero Pavón y Manuel Tolsada Picazo, tuvieron la idea de salir un día de San Martín ataviados con capa y sombrero, «como debe ser» -según el decano- y se decidieron a rendir el culto que una prenda tan popular y castiza se merecía.
«Cuando era la época de la pelliza, la
gabardina y la capa, se distinguían a los señores por la que usaran y cada uno
diferenciaba a una clase social distinta» -explica el historiador.
Parece ser que los más admiradores y fieles de la Capa todo lo tapa, como se decía, eran los artistas, pintores, escritores, poetas, etc.
«A mí me costó la primera capa que tuve -cuenta Hermenegildo- 30.000 pesetas y era en el año 40. Me la compré en Seseñamen Madrid y recuerdo que primero me probé una preciosa de un paño estupendo; cuando pregunté cuánto costaba y me dijeron que 150.000 pesetas dije: ¡Huy, pero cuánto pesa, ¿no tendrán una más ligerita?».
Pero no era ésta la capa que lució el domingo Hermenegildo, hace unos años se compró una nueva porque les da mucho uso, «yo me la pongo mucho. Menos cuando hay días de viento la saco siempre».
Desde que los tres fundadores se
organizaran como Amigos de la Capa, la Asociación fue creciendo y teniendo más
y más simpatizantes (aquellos aficionados a la prenda pero que no disponían de
ella). En el año 72 ya eran 12 los caperos y se ha llegado incluso a
contabilizar 70 miembros. Han pasado por caperos conocidos personajes de Ciudad
Real, muchos de ellos ya fallecidos. Pepe Sobrino fue el primer decano de los
caperos, Paco Muñoz Lorca y Collado han sido algunos de sus miembros. Otros
famosos del siglo que se les conoce como aficionados a la Capa fueron los
pintores Carlos Vázquez y Ángel Andrade -según Hermenegildo, el folklorista Mazantini
y el historiador Paco Pérez.
Ahora en la Asociación están registrados una treintena, la mayoría artistas, algunos funcionarios, magistrados como Carlos Cezón, pintores como Alfredo Calatayud, Vicente Martín y Lola Almanza, también profesora de la Escuela de Artes y Oficios, escritores como José Lara y algunos que son de la ciudad pero que tenían el capricho de pertenecer a los Amigos de la Capa, por disponer de esta prenda y hacer uso de ella, es el caso del popular payaso Gaby, Gabriel Aragón. Otro conocido simpatizante, pero sin capa es el exsenador del Partido Popular, José Luis Aguilera.
Emilio Redondo, capero desde muy joven, quiere dejar claro que el pretende algo más que una reunión anual de amante de la capa, «Siempre ha tenido un importante matiz cultural, lo que ocurre es que resulta muy difícil organizar actividades sin tener más dinero que las 500 pesetas de cuota anual y el Ayuntamiento nunca nos ha dado un duro».
La última actividad fue una exposición de pintura en el año 88 para conmemorar el noveno centenario de la Virgen del Prado. Expusieron siete artistas, todos ellos caperos: Vicente Martín, Lola Almansa, Elisa Medrano, Laura Calvillo, Alfredo Calatayud, Carlos Cezón y Hermenegildo Gómez.
Hubo un tiempo en que los Amigos de la Capa estuvieron a punto de formar un convenio con el grupo Mazantini, pero al final la cosa no cuajó, aunque ellos siguen en solitario alardeando de capa y garbo y luchando para que se siga usando (aunque minoritariamente por tanta pelliza y gabardina como hay) y sobre todo, luchando para que, como dice Hermenegildo. «que ninguna capa acabe como faldilla de mesa, que desgraciadamente es el fin de muchas».
Revista Bisagra Nº 104
-Del 19 al 25 de noviembre de 1989.

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