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jueves, 1 de noviembre de 2012

UN PASEO POR EL CEMENTERIO DE CIUDAD REAL, A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX


El Cementerio de Ciudad Real el día Todos los Santos. Revista semanal ilustrada Vida Manchega. Año IV Número 149-1915 10 de noviembre.

La imprenta del Hospicio Provincial, publicó en 1914 un libro escrito por el poeta Rafael Abellán titulado “Cuadros A Pluma. Notas Descriptivas de Ciudad-Real”. En su pagina 69 nos describe sus impresiones de la visita que realizo al Santo Cementerio de Ciudad Real a principios del siglo XX. Dice así:

Acudí una plácida tarde a conocer en Ciudad Real el sagrado recinto en que duermen el sueño de la santa eternidad los que, libres sus almas de la humana escoria, abandonaron para siempre la terrena vida.

Dirigí mis pasos por la histórica puerta de Toledo y atravesé la solitaria senda que, entre doble fila de cipreses conduce directamente al sencillo pórtico de entrada al Cementerio.

En el centro del pequeño vestíbulo se halla la Capilla, humilde y severa, con esa modestia que tanto engrandece.

Sobre la puerta, en lápida de mármol, se encuentran grabados estos versos:

Paso doy á los despojos
de la vana humanidad;
vivos, postráros de hinojos,
y alzando hasta Dios los ojos
lo que seréis, contemplad.

Vida manchega: revista semanal ilustrada Año II Número 83 - 1913 noviembre 6

Medite sobre el poema filosófico que encierra esa estrofa de ultratumba y pensé, emocionado, que en este mundo falaz, nuestra conciencia nos dice que todo es ilusión menos la muerte.

Atravesé los tres patios del Campo Santo, sin ver á nadie, causándome honda tristeza; muchos nichos parecen abandonados, no conservan ni un recuerdo; otros ostentan sus lápidas con sentidas dedicatorias, con coronas y floreros, con retratos y crespones; todo lo que significa la íntima unión del cariño, que no acaba, y el dolor, que no concluye.

Vi que entre las humildes fosas se alzan suntuosos panteones, y en tan sagrado lugar se mezclan y se confunden vanidades y miserias; los débiles atributos que deposita la piedad del desheredado, con las magnificencias arquitectónicas del arte que consagran á los opulentos; al pie de un granítico sepulcro, un hoyo en la tierra; al lado de un ángel de mármol, una Cruz de madera.

Entre los mausoleos merecen especial mención los que pertenecen á las familias de Muñoz Jarava, Barrenengoa, Rubisco, Martin Moreno, Vázquez, Arredondo, Nogueras e Ibáñez, y el del Cabildo Prioral, que ostenta los cuatro emblemas de las Ordenes Militares.

En las sepulturas leí inscripciones que dictó el sentimiento y versos que inspiró la ternura; y continué silencioso, abstraído, rememorando en mi mente que nunca pude transigir con las torpes indiferencias del escéptico en la hora de la muerte, y que siempre me conmovieron las plegarias que elevan los corazones cristianos al dar su adiós á la vida.

Sepulturas de principios del siglo XX en el Cementerio de Ciudad Real. Estas son las humildes fosas a las que hace referencia Rafael Abellán.

Iba á retirarme cuando entró una dama enlutada, y dirigiéndose á la tumba de un niño, se postró de rodillas, rezó breves instantes y depositó sobre la fosa un ramo de violetas. ¡Era una madre que, cariñosa, regaba con lágrimas el sepulcro de su hijo! ¡Las flores eran el símbolo poético de su amor eterno!

El sol declinaba entre flotantes nubes de ópalo y grana; era la mística hora del crepúsculo vespertino; me alejé del Cementerio, y, al regresar á la ciudad, las campanas de la Merced llamaban á los fieles para que sus labios fervorosos musitasen la oración de la tarde; y en ese momento solemne, pletórico de poesía, consagré un piadoso recuerdo á la querida memoria de mis buenos padres, que yacen en sus veneradas tumbas, y pensando en la lúgubre soledad del sagrado recinto del Campo Santo al tender la noche su manto de estrellas en la región de lo infinito, sentí profunda tristeza en el fondo del alma y exclamé, convulso, con honda pena: “¡ Dios mío, que solos se quedan los muertos!

Mausoleo de la Familia Rubisco, uno de los que dice Rafael Abellán que merece especial mención.

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