El
Niño Jesús de la Parroquia de San Pedro la mañana del Viernes Santo en 1918
Una de las mayores satisfacciones y
alegrías que tiene un manchego, es la de volver a su patria chica, y estas
aumentan, si a su regreso tiene el gusto de abrazar a sus amigos de la infancia
y ver siguen con los ideales y fe católica que les enseñaron sus padres.
Uno de los orgullos de los
ciudarrealeños son sus procesiones de Semana Santa. Porque ellas, son
manifestaciones de su fervor religioso, por su orden y por su entusiasmo.
Y si el regreso a la patria chica es en
vísperas de los días de Pasión, es mayor la alegría, al ver los preparativos
que cada cofradía hace, superándose a los años anteriores, para demostrar su fe
y entusiasmo. En todas las tertulias no es otro el tema de las conversaciones,
que las procesiones de Semana Santa y se van dando cuenta al paisano que
vuelve, de las innovaciones que hay, de las cofradías nuevas que salen, de las
imágenes nuevas que se han adquirido. Y nos hacen recordar aquellos tiempos de
la niñez que estábamos deseando llegara el lunes de Pasión y salir de la
escuela a las doce, para ir a casa del Sacristán de San Pedro y alquilar a Eloy
una túnica del “Niño”.
Por estrecha y crujiente escalera de
madera, salíamos a una sala donde de grandes arcones iba sacando las túnicas.
Por cincuenta céntimos nos la alquilaba y por otros cincuenta nos daba el cetro
a los que primero llegábamos. Túnicas de percalina morada las que nos daban, en
unión de unas varillas de madera donde colocábamos el capillo. Y colocando la
cabeza entre ellas, nos las sujetábamos con correas al pecho metiendo los
extremos de las varillas en unos agujeros que tenían las túnicas. A casa con la
túnica bajo el brazo a que nos las plancharan nuestras madres, para el
miércoles, a las tres de la tarde, ir a recoger al Niño Jesús a la Plaza de la
Constitución, en casa del señor Ruiz Moya, donde se guardaba en una vitrina
durante el resto del año. El Jueves Santo, por la tarde, la procesión de
Santiago, en la que los penitentes con túnicas encarnadas, de las que
arrastraban grandes colas y en las que las travesuras de los muchachos ponían
piedras. Al día siguiente, por la mañana, la procesión de San Pedro, en la que
salían el Niño Jesús, la Oración del Huerto, que era adornada con ramas de
olivo, entre las que con pericia colocaba Eloy, el sacristán, naranjas y
limones. Después el “paso” de “Los Judíos”, que causaba temor entre la
chiquillería, por las caras tétricas de dos judíos que con cañas mortificaban a
Jesús, “paso” este que por su falta de gusto religioso y artístico no ofrecía
respeto. Después el “paso” de “Jesús Caído”, también poco valioso en el orden
artístico y, por último, el “Cristo del Perdón”, cofradía la más numerosa y
cuya imagen era de mejor talla que las anteriores, y que su tuvo hasta años
después, que merced al entusiasmo de don Federico Fernández se trajo uno nuevo.
Por la tarde, la procesión de la Merced, en la que lo que más nos llamaba la
atención a los chicos, eran los “armaos” con su reluciente armadura de hoja de
lata, su lanza y sus medias de colorines y en la que el hermano mayor, como
señal de jerarquía, llevaba un bastón de mando. Después de las procesiones a
esperar el Sábado de Gloria, para ir temprano a Misa, a la Merced, y coger
sitio en el coro para desde allí ver batirse a los “armaos” en el altar mayor,
hasta que se cantaba el Gloria, en cuyo momento se los veía tirarse al suelo,
mientras el abanderado agitaba la bandera, el tambor batía, las campanas
volteaban y en la calle sonaban los cohetes que anunciaban la Resurrección.
El
antiguo paso de Jesús Caído destruido en 1936, a su salida de la Parroquia de
Santiago la mañana del Viernes Santo
Años después, ya las túnicas que
llevaban los del “Niño” eran casi todas propiedad particular; no llevaban
varillas de madera sino capirotes de cartón. Se trajo el “paso” de la “Oración
del Huerto”, que tenia figuras muy buenas y, sobre todo, un ángel de fina
escultura. Se trajeron nuevos pasos, como “Jesús Caído” y el nuevo “paso” del
“Cristo del Perdón”, fue mejorado y aumentadas las imágenes. El gran entusiasmo
de don Federico, hace aumentar el número de cofrades; que ya son tantos que han
de ir dos horas antes a organizarse en las galerías del Hospicio y bajar
formados por las calles del Horno, Ciruela, Pilar y Mejora, donde se unen a la
procesión. Se hacen muchas túnicas nuevas en todas las cofradías, ya los
penitentes llevan zapatos charol y guante morado, negro o blanco, según le
corresponde a la túnica y cordones de oro. En la del “Cristo del Perdón”, cada
penitente lleva un cetro con una alegoría de la Pasión. Entre las filas de
penitentes van niños ataviados primorosamente representando personajes de la
Pasión. La Virgen, la Magdalena, la Samaritana, San Pedro, San Juan, las
Virtudes Teologales, un grupo de hebreos y como van muchos niños, hay uno con
túnica diferente que en una cesta lleva galletas para ir obsequiando a los
pequeños.
En Santiago se adquiere un paso “nuevo”,
“Pilatos” y los nazarenos llevan túnicas de raso blancas con grecas rojas en
las mangas.
En la Merced y por el entusiasmo de don
Joaquín Menchero se trae un “Santo Sepulcro” nuevo que es de buen gusto
artístico, aunque inferior al actual. Le acompañan numerosos faroles y, entre
ellos, uno monumental, regalo del torero “Joselito” que es hermano mayor de la
cofradía. Los “armaos” son más numerosos y llevan trajes más adecuados a la
época. Se traen trajes de soldados romanos de caballería, que visten los soldados
del Regimiento de Artillería, que montan briosos caballos. Acompaña al “paso”
la Banda de Ingenieros de Madrid. En todas las cofradías despliegan gran
entusiasmo y merece recordar el que pusieron aquellos ilustres paisanos como
Rubisco Acosta, Rueda, Martín Serrano, Messia y tantos otros.
Niños
pasionarios que procesionaban en la Cofradía del Cristo del Perdón y de las
Aguas
Después la República con su sectarismo…
El Frente Popular, las persecuciones religiosas, para desembocar en las hordas
que habían de robar, quemar y destruirlo todo, creyendo con ello habían de
destruir una fe y unas tradiciones religiosas, que han renacido con más fervor
y entusiasmo. Unos años de barbarie, crímenes, robos, profanaciones,
sacrilegios, saqueos, hasta que nuestro invicto Caudillo nos trajo la victoria
de las tropas nacionales, la Paz, el Orden y la Justicia.
Y los que por desgracia nos encontramos
ausentes, pena y tristeza al enterarnos de los amigos asesinados, de los
sacrilegios, de las profanaciones cometidas, añorando, más que nunca, volver a
nuestro pueblo.
Y al regresar a él, alegría al ver
renacer con más pujanza que nunca el entusiasmo y el fervor de las procesiones
de las que nuestros amigos de la infancia nos van dando noticias que deseamos ver
y admirar. La procesión del Silencio, que en la madrugada del Jueves Santo sale
de San Pedro y verla pasar por la típica calle del Lirio y allá en las Monjas
Terreras, escuchar en el silencio de la noche una saeta que rasgue el aire y diga al Salvador, con voz de llanto, el
fervor de este pueblo cristiano tiene y retire sus creencias católicas, su fe y
su amor al que murió en una Cruz por salvar a la Humanidad.
Pedro
Majan. Diario Lanza, extraordinario de Semana Santa, Ciudad Real 28 de marzo de
1945
Antigua compañía de
la Soldados Romanos
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