Los avances explosivos de la medicina y cirugía en esta última década, con sus delicadas y complicadas exploraciones, han obligado a realizar instalaciones sanatoriales monstruosas y costosísimas, que siguiendo el ritmo de evolución de los nuevos conocimientos de la ciencia médica, reúnan todo lo necesario para el exacto diagnostico y tratamiento correcto de nuestros enfermos. Esto, y solamente esto, ha sido la causa de la construcción de una nueva clínica con todos los adelantos de una moderna medicina, con hospitalización cómoda e higiénica de los pacientes que soliciten sus servicios. De “clínica modelo” la calificaba en uno de sus estupendas “Postales de la Provincia”, nuestro querido amigo Dulce Ramírez. Pues bien, Ciudad Real ya cuenta con unas instalaciones sanatoriales que no envidian a las mejores de España.
Pero no es este el motivo por el que escribo estas líneas. La apertura de este nuevo centro, ha originado el cierre de nuestro querido y popular Sanatorio del Prado. Aún reconociendo la necesidad de estas nuevas instalaciones, me producen gran pena la clausura de nuestra querida clínica, puesto que todos hemos de reconocer ha llegado toda una época en la sanidad de nuestra provincia.
Vienen a mi memoria los tiempos aquellos en que Ciudad Real carecía de lo más indispensable para la hospitalización particular de los enfermos, que tenían que ser operados en “quirófanos” instalados en los domicilios de los enfermos, haciendo de mesa de operaciones una de la cocina, sin más luz y accesorios que los que se podían agenciar en locales tan apropiados para realizar cualquier operación quirúrgica.
Fue un hombre, quien con su fina
sensibilidad de gran cirujano, su amor
desmesurado al que sufre, su hiperhumanidad sin afán de lucro alguno, el que
con gran entusiasmo, con un tesón envidiable e ilusión desmedida, logró
instalar un sanatorio que en aquellos tiempos era también “una clínica modelo”.
Me estoy refiriendo al llorado, inolvidable y malogrado cirujano don Ricardo
Chamorro. Encontró, como se comprenderá, infinitas dificultades de toda índole,
principalmente económicas. No se acobardó nunca el doctor Chamorro su
perseverancia, su voluntad, su entrega, hicieron el milagro. El Sanatorio del
Prado, fue realidad.
Recuerdo aquellas reuniones en que sus palabras lograban contagiarnos de su entusiasmo, su buen hacer y su férrea confianza. En la misma línea se encontraba unido a él, don Rafael Gómez Ullate, pioneros ambos de la realización de dicha obra.
Por fin pudieron abrirse sus puertas y el Sanatorio Santa María del Prado comenzó a funcionar.
¿Qué poco lo disfrutó su fundador! En la cúspide de su profesión, en la mejor edad de su vida, Dios se lo llevó de nuestro lado. Me encargó en sus últimos momentos de la dirección de la clínica, cargo que ostenté durante catorce años. No puedo asegurar si lo habré hecho bien o mal, pero si puedo decir que puse todo mi empeño en que las cosas saliesen como él hubiese deseado; mi entusiasmo fue grande ciñéndome siempre a sus directrices y pensando que desde el cielo sabría guiar mis pasos para que mi labor fuera eficaz.
EL Sanatorio del Prado ha sido, no un hospital moderno, con la frialdad y deshumanización de las grandes instituciones, sino un centro intimo, familiar, abierto a pobres y a ricos, no teniendo más misión que procurar sanar a sus enfermos y consolar siempre a sus familiares.
Muchos pacientes recordarán con nostalgia y gran cariño, que entre sus paredes recobraron su bienestar, y también ¡cuántos manchegos vieron la primera luz en este querido centro!
Hace unas pocas horas celebramos en su minúscula y recoleta capilla, construida con todo amor por sus fundadores, una misa en memoria del doctor Chamorro, doctor Fernández (don Alejandro), don Luis Ruiz, nuestro portero Esteban, y enfermos fallecidos en el sanatorio, y hemos sentido una emocionado pena al pensar, que el fin de esta bella obra había llegado. Hubiera deseado una fuera imperecedera como mi recuerdo, afecto y devoción hacia el inolvidable y querido compañero doctor don Ricardo Chamorro, su fundador.
Eduardo Rodríguez Arévalo. Diario “Lanza”, jueves 20 de febrero de 1975
No olvidemos al Dr. Chamorro. Ciudad Real nunca reconocerá, por mucho que se haga, a este prestigioso médico. Su gran vocación, entrega, profesionalidad y tesón hicieron realidad que Ciudad Real dispusiera de ese gran Sanatorio del Prado, donde tantos pasamos como enfermos o a visitar a amigos y familiares. Un gran aplauso y reconocimiento para este eminente MÉDICO (si, con mayusculas).
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