La Catedral Basílica de Santa María de Tortosa (Tarragona), acogió el pasado sábado 30 de octubre, la beatificación de cuatro sacerdotes, pertenecientes a la Hermandad de Sacerdotes Operarios, asesinados por republicanos del Frente Popular en 1936. Uno de estos sacerdotes, fue el asesinado en Ciudad Real, cerca del santuario de Alarcos y se trataba de D. Francisco Cástor Sojo López, mayordomo en el Seminario de Ciudad Real.
Nació en Madrigalejo, provincia de Cáceres, el 28 de marzo de 1881. Fue ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903 en la Catedral de Plasencia y realizó su primera consagración en la Hermandad de Operarios al año siguiente. Dedicó toda su vida a la formación sacerdotal en Plasencia, Badajoz, Segovia, Astorga y Ciudad Real, donde llegó a esta última como mayordomo en el Seminario en 1933. Como había hecho siempre, se consagró en cuerpo y alma al cumplimiento de su misión, con una dedicación integral a los alumnos empleando todos los medios a su alcance. No fue un mayordomo que se dedicara a las cuentas sin más. Pronto comenzó dando clases de música a teólogos y filósofos. Siempre se sirvió de ella como un elemento formativo, pues era un excelente intérprete, incansable cultivador de la música, tanto religiosa como profana.
Después de
participar en Tortosa en los ejercicios espirituales, la persecución de 1936 le
sorprendió en Ciudad Real, a pesar de ser tiempo de vacaciones. Con él se
encontraba el rector del Seminario, el Beato José Pascual Carda. El 23 de julio
una turba de forajidos asaltó el Seminario y los dos sacerdotes se vieron
obligados a salir. Por lo que pudiera ocurrir, se apresuraron a sacar del
Seminario y depositar en lugar seguro la custodia, los cálices, las vestiduras
sagradas y las cosas de mayor valor.
No encontraron refugio en casa de amigos por miedo a las represalias, por lo que se instalaron en la Fonda Francesa para estar en contacto con el Sr. Obispo, el Beato Narciso de Estenaga y Echevarría, ya que se encontraba enfrente del palacio episcopal y podían comunicarse por las ventanas de ambos edificios.
Pero después de que el Sr. Obispo fuera martirizado el 22 de agosto de 1936, don Pascual decidió viajar con un salvoconducto a su pueblo de Villarreal (Castellón). Sin embargo, fue apresado el 26 de agosto al llegar a la estación y el 4 de septiembre fue martirizado.
Don Francisco continuó en la Fonda Francesa con el Padre claretiano Francisco García y García de Castro. Una de las mujeres que coincidió con él allí confesó que jamás perdía la serenidad y estaba muy dispuesto al martirio.
El día 12 de
septiembre, a las doce y media del mediodía, se presentaron en la Fonda los
esbirros de la muerte. Sacaron a los dos sacerdotes y a un joven de 18 años,
llamado José Delgado. Durante el trayecto recogieron también al Sr.
Penitenciario de la catedral, don Fermín Isasi Gronda. Los llevaron al
Seminario, convertido en checa, donde pasaron el resto del día. La noche del 12
al 13 de septiembre de 1936 los asesinaron al oeste de Ciudad Real, no muy
lejos del santuario de Alarcos, junto a un abrevadero artificial. Fueron
enterrados en una zanja a la entrada del cementerio de Valverde,
y al terminó de la Guerra Civil Española, sus restos fueron trasladados al
cementerio de Ciudad Real, donde permanecieron hasta el 24 de junio de 2020 (https://diocesisciudadreal.es/noticias/1790/exhumacion-de-los-restos-de-francisco-castor-sojo-lopez.html).
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