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martes, 1 de febrero de 2022

ANTIGUALLAS MANCHEGAS

 



Hace pocas tardes hicimos una provechosa excursión artística por las parroquias de CiudadReal, acompañados del digno párroco de San Pedro y buen amigo nuestro D. Emiliano Morales, Visitamos primeramente el templo de San Pedro, donde admiramos el retablo y sepulcro de D. Fernando de Coca, ya descritos en nuestro folleto Ciudad-Real Artística, y además vimos dos interesantes objetos que habían escapado a nuestra investigación cuando, en 1893, escribimos y publicamos la obra citada. Son un cuadro y una estatua. Estaba el cuadro por encima de un retablo en la capilla del chantre Coca, con una ventana al lado, á buena altura y cubierta la pintura con una vidriera, pues no se puede decir cristal, porque eran varios cristales unidos por tiras de hierro y hoja de lata. En tales condiciones, y, cubierto además de polvo, no se veía lo que fuese, aunque se adivinaba ser una Virgen con niño y al parecer cosa buena. Se descolgó el cuadro, se le quitaron los vidrios, se lavó un poco y apareció una hermosa pintura en lienzo, representando la Sagrada familia. En primer lugar está el niño sentado en un cojín blanco y sobre una tabla o mesa estrecha; detrás la Virgen, de pie, y, en segundo término, San José, también parado. Es de hermoso color y buen dibujo, sobre todo, la cabeza de la Virgen, que es bellísima y parece obra de alguno de los pintores españoles que estudiaron en Roma en la segunda mitad del siglo XVI, sin que nos atrevamos a decir de cual. En adelante se le contemplará sin cristal ni estorbos y el público podrá admirarlo a sus anchas.

La estatua es la del Cristo llamado del Perdón y de las Aguas, imagen de memoria antiquísima en este templo. Está hoy a los pies de la iglesia en un nicho del trascoro, en la nave del Evangelio y, en parte, estaba cubierto por unas enaguillas de terciopelo viejo y sucio que le desfiguraban y que se le quitaron, apareciendo debajo el sudario, tallado en madera, como toda la imagen. Es obra del siglo XIV, y aunque defectuoso, como todo lo de aquel tiempo, tiene una cabeza hermosísima y llena de unción religiosa. Por su antigüedad es importantísimo y digno de consideración.

Desde San Pedro nos trasladamos a la iglesia de Santiago. Como ya dijimos en Ciudad-Real Artística, es el templo más antiguo de esta población. La torre, hoy desfigurada, y á la que se sube penosamente por mal conservada escalera de caracol, muy desigual y carcomida, parece ser lo más antiguo del edificio y acaso fuese un torreón de defensa del primitivo pueblo Pozuelo de D. Gil. En su parte más alta tuvo una bóveda de ladrillo de media naranja u octogonal, que no es cosa clara, porque solo se conservan las pechinas de que arrancaba, formadas de arcos semicirculares partidos en dos por medios arquetes de ladrillo. Los huecos donde están las campanas han sido renovados, excepto en uno de los frentes en que hay dos arcos formando ajimez. Una de las campanas es de fines del siglo XV y es muy bella: parece del mismo campanero que la del Alba, de la catedral de Córdoba, costeada en 1492 por el obispo D. Iñigo Manrique, y como este prelado fue presidente de la Chancillería de Ciudad Real, pudiera haber sido el donante.




En el exterior del templo no hay más que los restos de dos portadas muy sencillas, sin más adorno que unas líneas de puntas de diamante. El interior, aunque muy maltratado por unos reformadores del siglo XVI, es aun sumamente interesante, y si se limpiara de cal y se derribasen las bóvedas, resultaría una iglesia notabilísima y de las más dignas de estudio de toda la región manchega. Forman el templo tres naves, separadas unas de otras por cuatro arcos muy apuntados, apoyados sobre machones octógonos que, como capiteles, obstentan unas molduras de toros los más, y en algunos unas hojas cuyo dibujo es muy difícil determinar por las capas de pintura que las han casi borrado. Estas naves tenían, por techos, colgadizos de madera en las laterales y en la central; a unos dos metros por encima de las bóvedas se conserva, casi completo, un magnífico artesonado o armadura de lazo de á cuatro, del siglo XIV en su último tercio, que es una lástima no esté al descubierto para admiración de naturales y forasteros.

Es el techo de madera, en limpio, y ha tomado un hermoso color de caoba. Tiene un almizate central muy cuajado de lazo de á cuatro, como queda dicho, formando estrellas, y la labor de este almizate se corre por las descendidas en tres fajas, una central y otra en cada extremo. Los centres ó fondos de esta labor, tanto en lo ornamentado como en las descendidas, están estofados, dorados y pintados con brillantes colores, con dibujos geométricos unos y de flores y hojas otros, y si bien esta parte pictórica, que es á la morisca, se halla bastante deteriorada, no es imposible su restauración. Los nueve pares de tirantes que sujetan el artesonado y que se apoyan sobre caprichosos, variados y amplios canes, están también muy hermosamente decorados con pinturas a la morisca. El almarbate, ó sea el friso, se compone de dos líneas de tabicones en los que alternan los escudos de armas de Santiago, Calatrava y el blasón de los Muñíz de Godoy, que es el que nos induce á deducir, con precisión, la época en que se construyó; es decir, que fué costeado por el gran maestre D. Pedro Muñíz de Godoy, en cuyo tiempo se supone aparecida y nosotros diremos esculpida, la Virgen de la Blanca.

Este techo se restauraría, para que pudiera verse, con muy poco dinero, pues solo es necesario tapar dos rajas del ancho de dos solivas de las descendidas, hecho al tiempo de las bóvedas para refrescar las maderas y librarlas de la polilla, y con esa restauración podría durar hasta que se pudiera acometer la de las pinturas, que es más costosa Entre la bóveda actual y el artesonado, sobre el arco toral, hay un rosetoncito bien conservado, aunque con algún desperfecto, compuesto de un rosetón central y cinco o seis alderredor, por donde recibía la iglesia misteriosa y gratísima luz, Los ábsides fueron tres y se conservan, aunque los laterales fueron rotos en sus fondos para dar entrada á capillas añadidas al templo en épocas de mal gusto. Los tres ábsides terminan en bóvedas radiadas poligonales y se apoyan sobre medias columnas que unas arrancan del pavimento y otras de ménsulas ornamentadas salientes de los muros. Todo esto es fácil de restaurar, porque la restauración debería limitarse á quitar la cal y dejar al descubierto la sillería de los muros o las pinturas que hubiese sobre ellos, pues es muy probable la existencia de tales pinturas. Además, tanto en esta iglesia, como en San Pedro, la cal debe desaparecer y desaparecer pronto, porque es una necesidad para tranquilidad de los fieles. Santiago no tiene grietas aparentes, pero San Pedro tiene muchas y algunos machones y bóvedas están desnivelados. La cal forma, a fuerza de capas, una cubierta que disimula las grietas y no deja adivinar la ruina que puede venir lentamente elaborándose, y cuando menos se piensa se cae un templo, que se había creído siempre seguro. Por eso es necesario que en San Pedro se quite la cal para que se vea la importancia de esas grietas, heridas del edificio que, aparentemente, solo afectan a la piel, no son más que rasguños, pero pueden llegar á las entrañas y estar indicando una muerte próxima. En este asunto el arte y el peligro se juntan para pedir a voces la desaparición de la cal.

 

Rafael Ramírez de Arellano. “Memorias Manchegas, Históricas y Tradicionales” Febrero de 1911



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