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domingo, 6 de febrero de 2022

UNA DESCRIPCIÓN DE CIUDAD REAL EN 1873

 




Ciudad-Real, 5 de Abril de 1873. 

 

En la estación de Alcázar despedimos á los viajeros de Alicante y Valencia; en la de Manzanares a los de Andalucía, y previa la detención en los puntos intermedios, el tren siguió á todo correr de la máquina, porque no hay pendientes, desniveles ni curvas en un terreno de suyo llano y espacioso, hasta llegar á Ciudad-Real. 


Era el amanecer. 

Se oia el canto de los pajarillos y se observaba á la simple vista el número de árboles en donde estaban escondidos. La Mancha es un país rico, produce lo necesario á la vida, y hasta exporta lo sobrante con notables rendimientos. Sus hijos, que son hijos de España, reúnen todas las cualidades de los buenos ciudadanos; afables en el trato, trabajadores en el campo y en el taller, hacendosos en sus viviendas, bravos en el ejército y honrados con la fé de sus mayores. Pero se advierte en ellos cierta rivalidad con la vegetación, pues existen muy contados árboles, y los que se plantan, desaparecen en los primeros meses. Las preocupaciones pueden mucho; la conveniencia puede más todavía. La conveniencia exige que el arbolado aumente, para que las lluvias sean periódicas y eviten la propagación de epidemias y enfermedades. Todos los pueblos siguen este sistema, y aunque la Mancha no tenga aguas abundantes para el riego, fácil es sostener y propagar con solo el cuidado y la perseverancia, la plantación de especies arbóreas, tan necesarias á la salud. 


Llegamos ya á Ciudad-Real. 

Comparado el pueblo de ahora con el de antes se observa una trasformación beneficiosa. E1 camino de hierro avivó el deseo de reformas. 

Al penetrar en Ciudad-Real, se ofrece á la vista un espectáculo agradable. Las murallas, las almenas, las casas, simétricamente colocadas y de trecho en trecho recogidas al abrigo de los templos católicos, llaman la atención del espectador y del viajero. Sobre todo, las antiguas defensas de la plaza, que eran las murallas, en gran parte destruidas hoy, y las torres, en su mayoría echadas por el suelo, reconcentran el entendimiento en el esplendor de antes y en el abatimiento de ahora. 




Para ingresar en la ciudad, tenemos á nuestra disposición siete puertas, que se conocen con otros tantos nombres propios. Ciruela, Alarcos, Carmen, Granada, Santa María, Mata y Toledo, pues la de Calatrava pertenece ya á la historia. Algunas de estas entradas conservan todavía, á pesar de tantos vandalismos artísticos y de tantas profanaciones históricas, la fisonomía de tiempos pasados, y recuerdan el nombre inmortal de Carlos I; la de Toledo, notable para el anticuario por sus esbeltos arcos, por su delicada fábrica, por las torres que le sirven de vigilantes, por su grande ojiva y sobre todo por el gusto arquitectónico que revela, permanece en pié para examen de los inteligentes; y la de Ciruela, que se halla inmediata á la estación del ferro-carril y acaba de ser restaurada á conciencia por la generación contemporánea, tiene el privilegio de reflejar en ella todas las miradas. 

Fijémonos en esta última puerta. Existía al Sur de la ciudad un arco de medio punto, carcomido por el tiempo é inaccesible al paso de las gentes, que la línea férrea hizo necesario su habilitación para llegar directamente,  y sin inútiles rodeos, al centro de la misma. 

Es preciso confesar que la restauración fué hecha con inteligencia y sin mengua del arte. Un arquitecto peritísimo, D. Cirilo Vara, propuso que se colocasen dos torreones, unidos por un lienzo de pared, y en el que se ostentasen gallardas almenas. En el centro debía figurar un arco de gusto gótico. En efecto, la obra se llevó á feliz término por iniciativa del entonces gobernador civil Sr. Cisneros, y el viajero puede contemplar una fortificación guerrera de agradable aspecto y de general conveniencia. 

Ahora que la reforma está hecha, ahora que las gentes transitan sin dificultad; ahora que los vehículos entran y salen según el antojo de sus conductores, parece el trabajo sencillo y la obra producto de escasos esfuerzos. Ha costado, por el contrario, no pocas vigilias y grandes sacrificios. 

El proyecto llegó á su término, y la Puerta de Ciruela, que ofrece un ancho de 10 metros por 11 de altura, que su ornamentación corresponde al género arquitectónico, que hasta el más insignificante detalle, fué previsto y realizado, es el adorno más completo que podía ofrecer la ciudad favorita de Alfonso el Sabio á los viajeros, ya por la proximidad al desembarque del ferro-carril, ya por el sitio en que está colocada. 

Ciudad-Real es un conjunto desordenado de obras antiguas y de obras modernas, de recuerdos históricos y de trabajos presentes. 

Como obra de otras generaciones, sobresale el. templo de Nuestra Señora del Prado. Admira ver aquella sola nave, tan alta, tan esbelta, tan espaciosa, que rivaliza en magnificencia con los demás templos de España. Es posible que no haya otro que le exceda; pues cuenta 50 metros de longitud y 47 de latitud. Las dos bóvedas interiores, que recuerdan los primeros años del siglo XVI, el retablo, las esculturas de los apóstoles, la torre elevadísima, todo está primorosamente hecho y con arte dirigido. Domina en la construcción el gusto gótico. 



Allí se encuentran dentro del templo los estandartes que sirven para las proclamaciones de los Reyes, del mismo modo que en la Basílica de Atocha, custodiada por los inválidos del ejército, ondean para perpetuo recuerdo y para eterna enseñanza los trofeos y las banderas ganadas por los españoles en los campos de batalla ó en los combates navales.

Otras dos parroquias á más de la de Santa María del Prado, existen en Ciudad-Real. Tiene la de San Pedro Apóstol y la de Santiago; esta última, la más antigua de todas, pero también la más maltratada por impericia de los restauradores y revocadores. Aquella techumbre, que priva al templo de su primitivo carácter, no está en armonía con el resto del templo, con las tres naves, con las anchas ojivas y con el retablo que adorna la Casa de Dios. 

La iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, es antigua: ofrece á la vista tres naves espaciosas, un coro, obra del siglo XVI; un altar dedicado á la virgen de la Guía, modelo de estilo churrigueresco; grandes columnas; hermosísimas gradas para llegar al presbiterio, y un retablo de escayola, tanto más notable, cuanto que fué hecho por un hijo de la ciudad, por el Sr. López Donaire, nada menos que en 1863, es decir, hace pocos años. 

Tres puertas dan ingreso al templo, las tres de construcción antigua y distintas en el orden arquitectónico. Las murallas y las puertas revelan el espíritu guerrero de pasadas edades; los conventos y las iglesias, la piedad de nuestros mayores. 

Ya hemos dicho el estado de las primeras, ya hemos indicado los templos; solo falta recordar los conventos, el de Carmelitas y el de Dominicas, que cuentan por centenares los años de existencia. Y de esta suerte completamos todo lo antiguo, todo lo que legaron nuestros ascendientes en fuerza de sacrificios por la religión y por la patria. 

En contraposición á las obras antiguas, ofrece el sistema constitucional las obras modernas. Aquellas se destinaban á la oración, á la caridad y al recogimiento; estas se aplican á las artes, á la enseñanza, á la ciencia, á la industria y al dolor. Templos, hospitales y monasterios constituían las primeras; fábricas, talleres, escuelas, institutos, hospicios, casas de socorro, constituyen las segundas. 

Entre las construcciones recientes figura la Gasa Consistorial, terminada en 1869. E1 edificio es suntuoso por fuera y admirablemente distribuido por dentro. Una esbelta y graciosa escalera, adornada con estatuas, convida el ingreso al palacio popular. 

El salón de sesiones puede enorgullecer á una capital de tercer orden, y aun de segundo y de primero: 13 metros de largo por 6 de ancho, á más de las pilastras, capiteles, balaustrada y trabajo artístico, base de la ornamentación: hé aquí lo que ofrece la sala destinada á las conferencias de los concejales de Ciudad-Real. 




La parte exterior, reúne á la sencillez la elegancia. El frente á la plaza es un trabajo digno de examen minucioso, descollando las armas de la ciudad, las de Castilla, la lápida de la Constitución, las estatuas representativas de la Justicia y la Prudencia, la Industria y la Agricultura, las ventanas centrales y la torre, y sobresaliendo entre la parte constructora de la obra, la tan conocida y apreciada piedra de Novelda. 

La Plaza Mayor, ó sea de la Constitución, es de forma irregular. Viene ya de tiempo de Fernando VI, de aquel diligente monarca que fomentó la marina, construyó el Jardín Botánico de Madrid, estableció el Observatorio astronómico, protegió á los hombres de saber, auxilió á la industria y al comercio, creó la Academia de Bellas Artes, y firmó un tratado de paz, el de Aquisgrán, en 1748. La plaza es un trapecio de 4.000 metros cuadrados, y fué objeto de reparaciones importantísimas en 1860, sin detrimento del arte y en honor de la belleza. 

El género que domina en las construcciones particulares, es el greco-romano, destacándose el piso principal por sus adornos, por sus ventanas, por sus pilastras y por sus capiteles. 

En el centro de la plaza se levanta una fuente erigida á la memoria de Hernán Pérez del Pulgar el de las Hazañas y hijo de Ciudad-Real, que debe servir de base á la estatua de tan insigne guerrero. Allí, en el propio pedestal y mirando al Ayuntamiento, aparece en letras de oro y en elegante lápida de mármol, la siguiente inscripción: 

 

HERNÁN PÉREZ DEL PULGAR 

EL DE LAS HAZAÑAS 

NACIÓ EN CIUDAD -REAL EN 1454 

Y MURIÓ EN GRANADA EN 1534. 

LA CIUDAD NATAL CONSAGRA 

ESTA MEMORIA AL SEÑOR DE LOS 

MOLINOS DE TREMECÉN, 

AL HÉROE DE ALHAMA, DEL SALAR, 

DE GUADIX, DE SALOBREÑA, 

DE GRANADA Y DE MONDÉJAR. 

 

Los pueblos que recuerdan las virtudes, la inteligencia ó el valor de sus hijos predilectos, merecen el aplauso de la historia y los plácemes de las generaciones contemporáneas. Honrar la memoria de los grandes hombres es honrarse á si mismo la patria, es honrarse á si mismo el pueblo que les vio nacer. 

Ciudad-Real se enorgullece con Alfonso de Soto, jurisconsulto; Juan de Molina, historiador; Alonso de Céspedes, guerrero; Fernán Gómez, médico y literato, hijos todos de esta población. 

 


Continuando las obras y restauraciones modernas, ya públicas, ya particulares, debemos mencionar el cuartel de caballería, fundado á fines del siglo anterior para casa de misericordia por el cardenal arzobispo de Toledo, señor Lorenzana, y convertido más tarde en alojamiento de la fuerza armada. El edificio es cómodo, espacioso, bien situado, perfectamente restaurado y propio para tres ó cuatro regimientos. 

El Hospicio provincial, reformado en todas sus partes, ofrece grandes departamentos; el Instituto, tiene aulas y colegio de internos con absoluta separación, y el Hospital civil, extramuros de la ciudad, ostenta salas ventiladas é higiénicas. 

Como edificios particulares sobresalen los palacios de Barrenengoa y Almagro, y como paseos, el de la Libertad, inmediato á la puerta de Calatrava, que fué un tiempo interminable serie de lagunas, causa permanente y ocasional de enfermedades para el barrio de Santiago, y hoy es una planicie agradable y una larga extensión de terreno bien dispuesto para la gente de á pié. 

E1 tiempo era limitado, pero suficiente á recorrer todas las calles y visitar todos los edificios públicos. El aspecto que presenta esta capital revela grandes mejoras realizadas en los últimos años, y un deseo vehemente de llegar en breve término á la altura de otras ciudades, superiores en importancia política, aunque no en riqueza y recuerdos históricos. 

 

Del libro “Portugal contemporáneo: de Madrid a Oporto pasando por Lisboa: diario de un caminante” de Modesto Fernández y González  (Madrid: Imprenta y fundición de  M. Tello, 1874)

 



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