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sábado, 10 de agosto de 2024

YA BAJÓ LA VIRGEN DEL PRADO

 



Hemos ido a visitar a la Virgen del Prado. Unos cohetes y el volteo de campanas, nos avisaron de que nuestra Patrona, había bajado de su camarín para así recibir, más cerca, más íntimamente, a todos sus hijos. Durante el resto del año está siempre presente, pero un poco más alejada de nosotros. Nuestra Señora antes, ahora y siempre, necesita de las oraciones de sus fieles y todos necesitamos de las suyas; quizás por esto se recluya gran parte del año, para pedir por nosotros y llegar después durante estos días, llena de gozo y amor, como el mejor símbolo de que siempre podemos y debemos contar con ella.

 



Nunca pudimos redactar bien las notas necrológicas, ni escribir sobre un determinado santo en los programas de feria y fiestas. Son frases, a nuestro juicio, que se repiten sin sentido, vulgarmente, sin poner el corazón y aún poniendo mucho interés en ello no suelen salir un trabajo brillante. En el caso concreto de exaltación de nuestros “Patrones” o “Patronas”, lo más convincente es el sermón; un buen orador puede llegar a emocionar con su lirismo a los oyentes. Esa poesía por el contrario es difícil trasladarla al lector. Esta al menos, es nuestra creencia.

 



Lo que no cabe duda es que la Virgen María, bajo cualquier advocación, para los manchegos concretamente la del Prado, sin necesidad de esos piropos al uso, nos hace sentirnos otros; con alma renovada, más humildes, más cordiales, más caritativos, cuando llegan estas fechas. Todos sabes que esa Virgen es la misma que sufrió por Cristo, su Hijo, que la podemos encontrar representada en cualquier imagen; con el corazón traspasado de dolor tendiéndonos una mano para sacarnos del purgatorio o viendo levemente teniendo sobre su regazo al Niño-Dios. No importa, lo realmente bonito es sentirse más pequeño, más desamparado, más insignificante que nunca, en los días que van desde San Lorenzo hasta la octava, para poder ir a la Catedral, año tras año y decirle a la Madre cuanto se nos ocurra.

 



Lamentamos que algunos nos tachen de paleto o, lo que es peor, de plañideros; nada más lejos de nuestro ánimo, pero si los caminos para llegar a Dios son infinitos, nosotros en este mes de agosto, preferimos seguir el tradicional camino del Prado y, un tanto egoístamente, ahora en que no haya muchos fieles en la iglesia, para así, en intimo coloquio, hablar con nuestra Madre confiadamente; de cosas incluso pequeñas, como muchas veces hablamos a la otra madre. No se si nos llegaran a comprender todos, pero es un gozo particular, totalmente al margen de fetichismos y ramplonerías.

 



La realidad es que salimos confortados. Nos preocupaba poco si en determinada batalla apareció o no apareció sobre un árbol y si las huestes de tal o cual caudillo ganaron una batalla para llevar en su tienda de campaña la imagen; todo eso es bonito, es tradición o leyenda. Lo bueno, lo encantador, es llegar, arrodillarse y decir: “Aquí estoy Madre mía”, el resto de la oración, de tu diálogo con Ella, te fluirá a los labios, incluso te sorprenderás de la elocuencia que te brota del corazón.

 



Y no creáis que será un mono logo mudo. Lo que ocurre es que a la Virgen hay que hablarle con sencillez y sin voces. Como dijo el poeta, en estas ocasiones “hay que hablar claro, pero bajo, para encontrar el encanto de los misterioso”.

 

D.N. Ramírez Morales. Diario Lanza 11 de Agosto de 1965

 




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