Nadie puede negar
que Ciudad Real, en la segunda mitad del pasado siglo, ha sufrido - que cada
lector aplique a esta última palabra el significado que más le apetezca- una
transformación urbanística que ha merecido opiniones para todos los gustos y
que en varios puntos de la capital la hace aparecer desconocida, sobre todo
para quienes llegan de fuera, después de varios años de ausencia. De la
tradicional perspectiva de una ciudad de edificios con dos y a lo sumo tres
plantas, pero en las calles principales, porque en la gran mayoría de las
próximas a la ronda de circunvalación las casas eran de una sola planta, muchas
de ellas con un gran patio interior al que afloraban viviendas de construcción
modesta, en las que tenían su habitáculo cuatro, cinco y hasta seis familias.
Y así se
mantuvieron la mayoría de ellas en los primeros años- dos o tres décadas-
posteriores a la guerra civil, hasta que ya por los años sesenta se inició la
fiebre de construir nuevos inmuebles de hasta seis y ocho pisos, dando comienzo
a la transformación de la ciudad con más o menos aciertos por parte de los
proyectos de los técnicos y de los constructores, que se afanaban por ofrecer
pisos con las comodidades para una población que iba creciendo en número de
habitantes, no pocos llegados de fuera y a los que por razones, en su mayoría
económicas, no importaba salirse a las primeras urbanizaciones que empezaron a
construirse fuera por la baratura del suelo sobre el > que habían de
levantarse.
Yo recuerdo que en
los tiempos en que ocupó la Alcaldía Luis Martínez Gutiérrez, a quien tanto
hemos de recordar por su brillante gestión no solo en el Ayuntamiento sino al
frente de otras instituciones de ámbito provincial, se tomó el acuerdo de
prohibir licencias de construcción fuera de rondas durante un año, para obligar
que no pocos inmuebles antiguos y solares ubicados en el interior de la ciudad
se mantuvieran en esa situación, mientras que sé optaba por barriadas
periféricas, acuerdo al que yo me sumé como concejal y que no dejó de ser
objeto de opiniones contrarias, alegando razones más o menos estimables, que
cada uno es libre de expresar su opinión.
Las casas„
en ruina que aun podemos observar
Esta colaboración
que estoy escribiendo para el extraordinario que La Tribuna pública anualmente
con motivo de la Semana Santa, he querido referirla a los inmuebles que aún se
mantienen en el interior dé nuestra ciudad, de construcción antigua y aun en
ruina, algunas en calles principales, y que nos recuerdan lo que era esta
capital en la primera mitad del siglo XX. Concretamente, al pasar estos días
por el primer tramo de la calle de Toledo he podido observar que uno de ellos,
el que tenía el número 14, se halla declarado en ruina, con la prohibición por
parte del Ayuntamiento de acceder a su interior ante el peligro que ello
supone.
Pues bien, este
edificio de tres plantas trae a quien escribe no pocos recuerdos, ya que en él
vivieron familias con las que me unió buena amistad. Allí tenía su acomodo la
familia Morales Sánchez Cantalejo y uno de sus hijos, Luis, fue compañero de la
Redacción del periódico «El Pueblo Manchego», en el que yo hice mis primeras
armas en la profesión que llenaría toda mi vida.
Luis, en la planta
baja interior, tuvo su primer laboratorio fotográfico, que también nos servía
para pasar muy agradables ratos de tertulia con personas muy queridas como el
médico Sánchez de León, los funcionarios provinciales como Andrés Arteche y
Federico Ruyra, el director del periódico Manuel Noblejas, Berdejo y algunos
más como Pepe Cid, también funcionario de la Diputación. Luis, en los años
cuarenta, tomaría la fotografía como profesión y tuvo sus estudios primero en
la calle de la Cruz y después en la hoy Plaza Mayor, con la estimable colaboración
de su esposa, Ceferina y de sus hijos.
Pero además, en
dicho inmueble de la calle de Toledo, hoy declarado en ruina, vivió no pocos
años el que fuera secretario de la Audiencia Provincial José Luna, que además
ocupaba las tardes en dar clases particulares de los estudios de Derecho y con
él los hicimos de Romano, entre otros, quien escribe y Celestino Barreda,
Pepita Valle, desaparecida prematuramente, y algunos más, que luego íbamos a
examinarnos a la Universidad Central en Madrid, anticipo de la hoy Complutense.
Esta última era
hija de un muy recordado maestro nacional, Pedro Valle, padre del ilustre
letrado Tomás Valle Castedo, que tenían la vivienda en este inmueble que
estamos comentando.
Y ya antes de
pasar más adelante, como ya hacía constar en mi libro sobre Ciudad Real: Medio
siglo de su comercio», recordar que en este edificio de la calle de Toledo, con
tres plantas y buen número de balcones hoy cerrados, estuvo hasta 1904 el Banco
de España, luego trasladado a la Plaza del Pilar, en cuyo edificio se ha
acabado de instalar una Residencia para la Tercera Edad.
Después se
establecieron los hermanos Pérez Pastor en imprenta, que se trasladarían más
tarde a la calle de Caballeros numero 4 con un completo negocio de artes
gráficas y la revista y luego periódico «Vida Manchega», con Enrique al frente,
mientras el otro hermano, Carlos, se instaló en la calle de la Feria número 7,
con librería y papelería, que tenía como título «La Enseñanza», con gran
clientela estudiantil.
Años más tarde se
establecieron en la planta baja de este inmueble las dependencias del Juzgado
Municipal y Registró Civil, hasta que construido en los años treinta el Palacio
de Justicia, en la antigua casa-palacio de la familia Muñoz, se trasladaron allí
junto con la Audiencia y el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción,
ocupando los locales que dejaba en la calle de Toledo, el establecimiento de
Ramón Prado Astilleros, con materiales de construcción y la representación de
«Uralita», mientras que en la otra parte del mismo inmueble se establecía la
farmacia del licenciado Manuel Romero.
Pedimos
acierto en la sustitución de las casas
Nos alargaría un
poco esta colaboración si hiciera relación pormenorizada de las casas en ruina
o a punto de alcanzar esta situación, que aún quedan en el interior del casco
urbano de Ciudad Real, en calles de mayor o menor categoría urbanística.
Por ello me
permito pedir a quien corresponde que se tenga cuidado a la hora de conceder la
correspondiente licencia de construcción de los nuevos inmuebles que habrán de
sustituir a los que se hallan en esta situación. Para terminar, quiero recordar
una circunstancia de la que fui testigo y partícipe en una sesión dé la
Comisión Municipal de Urbanismo, que presidía el teniente alcalde Eduardo
Rodríguez Arévalo, gran amigo de quien escribe desde los años de juegos en la
calle del Corazón de María y luego mi médico muchos años hasta que por motivos
de edad dejó la profesión.
Problemas
de aparcamiento
Pues bien, Ciudad
Real empezaba ya a tener problemas de aparcamiento por la proliferación de
vehículos, que hoy ya alcanza niveles difíciles de resolver.
En dicha Comisión
se pedía licencia para construir un edificio de varias plantas en una calle
ahora peatonal., la de Ramón y Cajal. Y pudimos observar quienes integrábamos
la Comisión que en el proyecto se hacía caso omiso de dotar al futuro inmueble
de garaje para los futuros ocupantes, aunque ya los servicios técnicos le
habían dado el visto bueno.
Y se acordó, por
unanimidad, rechazar el proyecto hasta que se incluyera en él dotarlo de tantas
plazas como viviendas había de tener. Y así se siguió exigiendo, gracias a
Dios.
Cecilio López
Pastor. La Tribuna de Ciudad Real , sábado 15 de abril de 2000