Dejó dicho San Pablo que la vida es una carrera en un estadio, en donde se sufre y se lucha por conseguir la meta que es el resultado final, la corona de gloria que nos hace olvidar las dificultades de la competición. Y no le faltan razón al santo, pues que sufrimos y luchamos por llegar a la meta.
Hace unos días se nos fue para siempre Pepea, que tanto sabía de sacrificio y lucha y meta. Porque desde muy joven, apenas un niño, se curtió con la bicicleta en estadios y carreteras. Es Cierto que no llegó a ser una gloria nacional, pero no fue por carecer de facultades que las tenía en grado suficiente. El hombre, como decía Ortega, se ve envuelto en sus circunstancias que le hacen ser lo que es.
Sin embargo Pepea ha sido nuestro mejor
ciclista local, con un nombre en la provincia que hizo saltar a otras, como al
Levante español donde era conocido y temido sobre la bicicleta, o aquella
vuelta a Jaén que la ganó, si no recuerdo mal, en dos ocasiones; así como sus
escarceos por Andalucía, siempre con las mieles del triunfo. Por los años
cuarenta y cincuenta nos deleitó con su inigualable estilo y velocidad en aquellas
competiciones en el circuito de la Ronda, donde podía observarse perfectamente
y con todo detalle el acontecimiento ciclista sin perderse un detalle. Y era de
admirar la endiablada velocidad de Pepea en las distancias cortas, en las
disputas por las llegadas, así como subiendo.
Dada su pequeña estatura y el poco peso que tenía, era un escalador nato donde pocos le igualaban.
En fin, si no llegó a más fue por las circunstancias, pero ahí está su nombre como figura indiscutible en Ciudad Real y en su provincia en aquellos años de posguerra cuando tan difícil era, incluso, sobrevivir.
Pepea consiguió todo esto sin ayuda de nadie, con tesón, sacrificio y vocación., Pues dos fueron sus vocaciones: el ciclismo y su absoluto mancheguismo, como lo demuestra que, tras varios años trabajando en Zaragoza, no dudó en cuanto pudo volverse a su tierra, donde se abrió camino siempre con la bicicleta ahora construyéndolas, pues hasta llegó a tener una marca, conocida incluso en el extranjero.
Pepea se nos ha ido y yo creo y espero que,
después de luchar por la vida en el estadio del mundo, Dios le haya dado la
corona del triunfo, porque, como ya dije en otra ocasión, Dios sabe lo que
hace.
Francisco Mena Cantero, diario “Lanza” sábado 30 de noviembre de 1996
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