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miércoles, 15 de enero de 2025

CIUDAD-REAL

 




Ciudad-Real es la capital de la Mancha española, esta provincia que no puede mencionarse sin evocar al mismo tiempo el recuerdo de la inmortal obra de Cervantes y de estos dos héroes incomparables que vivirán tanto, tal vez más, que el idioma español: don Quijote y Sancho Panza.

Sentados en medio de un paisaje exuberante, los clanes en el que la vid, los cereales y el olivo crecen libremente, la ciudad de los reyes, como llamaron sus fundadores, tuvo un pasado que no estuvo exento gloria; su mercado agrícola fue alguna vez el lugar de encuentro de toda España, y contaba nada menos que con cincuenta mil habitantes.

¡Cuánto ha caído de esta antigua prosperidad! La mayoría de sus barrios están desiertos;

las paredes y las murallas de las que estaba tan orgullosa ya no ofrecen ahora sólo un montón de ruinas; la hierba crece en los pocos palacios que han sobrevivido a su desaparecido esplendor; contiene apenas diez mil habitantes tanto, y, por ejemplo, no lo reconocemos ¡hoy solo es feria de mulas y burros!...

¡Triste compensación!..

Sin embargo, todavía quedan algunos vestigios de su grandeza pasada. Entre los monumentos de antaño que permaneció de pie, admiramos con razón su antigua Colegiata, cuya arquitectura es realmente destacable. La nave única de esta venerable iglesia tiene nada menos que cincuenta y cinco metros de largo y su construcción es tan armoniosa como atrevida.

También podemos citar el lugar de la Plaza de la Constitución, que forma un gran rectángulo, rodeado como de costumbre una doble hilera de arcadas superpuestas; sus numerosas calles, anchas, bien ventiladas y bien pavimentadas; y sobre todo, su nueva puerta, que reproduce nuestro grabado, y que, como podemos convencernos estudiándolo es una auténtica joya arquitectónica.

Con todas las ciudades españolas, Ciudad-Real tuvo que pagar su deuda de sangre con la invasión napoleónica. Esta fue en 1809, al iniciarse la Guerra de la Independencia, que la Ciudad de los Reyes cerró sus puertas ante las tropas francesas; y fue entonces, bajo sus muros, cuando el general Sébastiani entregado al general español Urbino una batalla donde mató a mil quinientos hombres, hizo cuatro mil prisioneros, le quitaron siete piezas de cañón y le quitó cuatro banderas.

Así, la fortuna sonrió ante los primeros pasos de Napoleón en la Península; sabemos lo que ella tenía reservado para el futuro.

C. LAWRENCE. Traducido de la Revista francesa “La Semaine Des Familles”. 9 de octubre de 1869


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