Sería la una media de la tarde del lunes
del corriente, cuando los moradores del barrio de Santiago Apóstol, de esta
capital, escucharon un ruido, como el que produce la explosión de un barreno.
La gente, al principio desorientada, no sabía dónde acudir, hasta que al fin á la misma puerta de la habitación en la que se encuentra el torno, salió una monja agitando fuertemente una campana con sus manos en demanda de auxilio.
El primero que acudió fue Jesús Díaz, que se hallaba tomando el sol en la plazuela de Salido, al cual le hizo la religiosa entrega de las llaves de la iglesia, del convento, para que en unión de varios vecinos que había reunidos, entraran a salvar sus infelices compañeras.
Jesús Díaz, J. Aguado, A. Calahorra, Juan Capilla, Bernabé Segade, Luis Serrano, Cándido Pérez, Mariano Collantes, Francisco Lorenzo García dirigidos por el Capellán de dichas monjas Dominicas fueron, en unión de otros cuyos nombres sentimos no recordar, los que sacaron de entre los escombros a Sor Corazón María, Doña Saturnina
Roldán, sobrina del canónigo de esta
catedral que lleva el mismo apellido, a Sor Ana, Doña Manuela Iriarte, de Navarra,
heridas ambas, aunque por fortuna levemente.
Últimamente fue extraída la maestra de novicias Sor Rosa, D. Francisca Benítez Durán, de Talavera de la Reina, que momentos antes había expirado a consecuencia de un fuerte golpe recibido en la sien, aunque se cree que la muerte se la produjo al caerle sobre el pecho uno de los maderos vigas de gran peso tamaño.
El hundimiento fue producido por la caída
de la cornisa más alta del convento sobre el tejado de la habitación ocupada
por las novicias, que se vino abajo, hundiendo el suelo cuadro yendo todo junto
a caer a la sacristía de la iglesia.
A poco de ocurrir la catástrofe acudieron al lugar del siniestro el Juez de instrucción, el teniente coronel de la guardia civil, el Gobernador, los sacerdotes B. José Cueva, D. Luis Arcos Lamano, D. Serafín Flores, D. Antonio Ortega, teniente de la guardia civil veinte números de dicho cuerpo que se encargaron de vigilar el edificio, unos dentro otros fuera de él.
El provisor. D. Francisco Bastán, dio las órdenes oportunas para que las monjas se trasladaran otras habitaciones del edificio.
Han quedado tres dependencias del noviciado cuarteadas amenazando ruina, así como también la parte alta de bóveda de la iglesia correspondiente al altar mayor.
A veintidós asciende el número de las monjas que se encuentran enclaustradas en el convento de Dominicas.
El Ilmo. Sr. Obispo visitó el lugar del siniestro al poco tiempo de ocurrir la catástrofe, prodigando palabras de consuelo a las aterradas religiosas.
Diario Don Quijote de la Mancha, Ciudad Real 4 de febrero de 1903
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