En el barrio del perchel, han vivido personas que se
han hecho famosas en todo Ciudad Real por diferentes motivos. Una de esas
personas populares en los primeros años del siglo XX, era “La Carrata”, cuyo
domicilio se encontraba a los pies de la Parroquia de Santiago. Sobre este
personaje publicaba el diario “El Pueblo Manchego”, el 6 Septiembre 1916 lo
siguiente:
“El día de ayer
¿Sabes lector, quien ha muerto? La Carrata. De seguro lo conoces. ¿Quién no conocía a La Carrata? La Carrata era un tipo popular que nombrarla era como invocar un barrio de este pueblo o una fiesta típica. La Carrata no era una mujer indolente y vaga. No, al contrario. Tenía una profesión con la que ganaba el pan que ella comía. Vendía “arena fina de Piedrabuena” y con esta mercancía que expendía a una clientela numerosa que lo eran todas las vecinas, había adquirido su popularidad. La popularidad no consistía solamente en la venta de arena. A lo más podía haber sido una comercianta afortunada. Su popularidad la adquirió a costa de su boca, muchas veces bendecida y otras malditas. Además en el barrió de Santiago tenía su casa, una casa célebre la casa de La Carrata.
Situada al pie de la torre de la parroquia voceaba a sus churumbelillos los inocentes carratillos que heredaron la popularidad ya tradicional.
La Carrata tenía una voz recia, fuerte, hombruna. Su cara fea, muy fea, muy fea no era una fealdad repugnante y antipática, sino graciosa, amena y hasta cierto punto simpática. De ahí, el principal motivo de su celebridad.
Nosotros, sentimos que estos tipos populares y famosos desaparezcan del mundo. Nos infunde su celebridad una cierta misericordia. Desaparecieron “Juanico Soto, el jabegandero” “Mariquita la de los Soldados” “Carrancona”, “Zoila” trasladó su vecindad a Corral de Calatrava y ahora ha desaparecido La Carrata.
Nuestro postrero tributo a esta mujer célebre es recordarla en estas líneas y piadosamente rezar por su alma”.
Pero parece que este anuncio de muerte de este popular personaje fue una información errónea, ya que el mismo diario, dos días después, el 8 de septiembre de 1916, tenía que corregir su infomación sobre la muerte de “La Carrata” y publicaba la siguiente nota:
“El día de ayer
No ha muerto La Carrata. Ayer me lo dijeron. Una noticia falsa, o una creencia errónea involuntaria o intencionada, hizo que nosotros cantáramos sus exequias en vida. Solo en la vida de las grandes figuras históricas, nos encontramos con una que presenció sus exequias sin haber muerto. Carlos V como La Carrata tienen la dicha de haber podido contemplar sus funerales. Es el destino que está reservado a las grandes figuras. Ya sabéis que La Carrata tiene una vida famosa y célebre. El otro día la canté en estas letras que como las de hoy a ella están dedicadas.
¿Quién diría a la propia Carrata que el destino, que con ella es risueña y reservativo, la proporcionara el placer de haber leído nuestras lúgubres responsos, y ver cruzar la comitiva de su entierro y recibir el duelo de sus amigos y admiradores?
Nosotros a veces hubiéramos querido morir o fingir la muerte, con sus funerales, sus pompas y sus tristezas como medio de someter a prueba los que se titulan buenos amigos. En los duelos quedan bien patentes quienes sí y quienes no merecen aquel dictado. La Carrata no tendrá queja de nosotros. Fuera del pavor que en sus huesos haya podido infundir, la lectura de su necrología y mucho más aún de la superstición que ahora la acobarde, hemos proporcionado a La Carrata un canto a su fama, poder compararse con Carlos V y ser la única figura que con él comparte hoy los honores de tanta grandeza.
Nosotros nos quedamos corto cuando afirmábamos que la fama de La Carrata era extraordinaria. Veis como el destino, la casualidad, una noticia falsa, o una equivocación reservó un motivo de celebridad más, que unida a su popularidad, la hace hoy intensamente famosa”.
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