Y ya que hablo de religiosas Dominicas
voy a relatar, como nota para la Historia de Ciudad Real, la visita, que hice a
su Convento, de la, calle de Altagracia el 18 de septiembre de 1935,
conmemorando el quinto centenario de su fundación. Conocedor de tal fecha fui
al Palacio Episcopal a solicitar el oportuno permiso, y Monseñor Estenága, que
Dios tenga en descanso, con aquella bondad que en su principal característica,
recibióme en el acto y en el acto me dio un permiso, escrito, para que “por una
vez” se levantara la clausura en dicho, convento para que yo, y los que me
acompañaran, pudiésemos pasar dentro, con el fin de hacer un trabajo
periodístico, para El Pueblo Manchego. Estuve una media, hora conversando con
S.I., a quien agradecí los elogios que había tributado a mis Memorias. A requerimientos
suyo le hable de otros libros en preparación y al tratar del tema cervantino
escuché sabias indicaciones que serán inolvidables, porque Monseñor Esténaga
era cultísimo y de un talento ejemplar. Creo que fue la última vez que hable
con él. Antes del año, el 22 de agosto del 36, caía asesinado por la horda roja
lo mismo, que su paje Don Julio Melgar, a quien dieron libertad los rojos y
prefirió morir con su Prelado. Ambos ofrendaron su vida por Dios y por España.
De lo que escribí acerca de la visita al convento copio el siguiente párrafo:
«...Al celebrarse ahora e1 quinto centenario de su fundación hemos pasado unas horas dentro del Convento de las Dominicas, horas de emoción. Hay 24 monjas profesas y una novicia. Es priora la Rda. Madre, Sor Julia de Jesús, quien en el mundo se llamo Sofía Sánchez Cortés, es de esmeradísima educación y de1 ilustre familia de Cáceres. Su padre fue Presidente de la Audiencia de Sevilla y tiene un sobrino Abogado, del Estado en Barcelona. La (comunidad no ejerce ya la enseñanza, dedicándose por completo a la penitencia y consagrándose de por vida el amor de Dios, entre privaciones y carencia de comodidades, pero muy satisfechas, no obstante, de su ascético ideal. Por el hermoso patio orlado, con árboles, macetas y embriones de jardín y pasos de baldosín fino, vaga la sombra augusta de Santa Catalina de Sena. Más dentro hay una gran huerta, que recuerda a «La Flecha »... Es lástima que no se haya podido continuar el entoldado de parra que inició la filantropía del hermano, de una religiosa, ya difunta. Pasamos a1 refectorio de la comunidad. Es muy humilde. Presídenlo una copia bien hecha en la pared del antiquísimo cuadro de la Virgen del Prado que regaló la fundadora y que se conserva en otra de las salas.
El misticismo más puro se respira en
toda la casa, donde unas santas mujeres dedicadas a la oración, son dignas de
loa y respeto. Cuando la. Priora y dos monjas más, con sus sayales blancos y el
velo negro echado a la cara, y tintineando a cada momento nuestros pasos, nos
acompañan en la visita, se avivaba nuestra fe y pensábamos que los buenos
creyentes no debían olvidarse de ellas porque si como dijo el sabio dominico
Fr. Justo Cuervo: «donde está el espíritu del Señor, está la libertad» todos
debemos acatar la ejemplaridad ajena y contribuir al sostenimiento de las que
han renunciado a las vanidades del mundo, por un santo amor que todo lo
espiritualiza...
Acordémonos de las monjitas de Santo Domingo y de que su casa conventual necesita de urgentes reparaciones...»
Y me despedí de las monjitas, y conmigo Luis Morales y César Martín, y salimos llenos de optimismo para un futuro, en favor de ellas, y nos equivocamos, porque a los diez meses los sicarios de Satanás las echaron de su casa, profanando el santo recinto, abriendo puertas y ventanas a la calle del Jacinto, y destrozando imágenes, saqueando libros, inutilizando el pobre ajuar de las monjitas e instalando una checa que sirve de prisión para los que iban a ser asesinados, y allí pasaron su última noche el Conde de la Cañada y su hermano Fernando, el marqués de Treviño, Celestino y Pancho Barreda, Demetrio y Ricardo Ayala y el hijo de éste, los Sánchez Izquierdo, los Peco y otros y en aquella checa, antes casa de reposo y recogimiento místico, sólo turbados por el bibeseo de la oración, volvió a ser invadida por el celestial aroma de la fe, pues, con santo arrobamiento, aquellos grandes amigos míos que dieron, su vida, por Dios y por España, rezaron el rosario y encomendaron su alma al Altísimo antes de ser llevados al horrendo paraje de Carrión…
José Balcázar Sabariegos “La Virgen del Prado a través de la historia”, Ciudad Real 1940
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