El personaje histórico de Aben Canes que nos ocupa, procedía de la importante fortaleza de Calatrava
Un hecho histórico acontecido cerca de Carrión (Ciudad Real) a un valeroso alcaide musulmán de Calatrava la Vieja (Qal´At-Rabah) que defendió heroicamente la fortaleza (cuna luego de la famosa Orden Militar de Calatrava) de los ataques de los ejércitos de Alfonso VIII que se dirigían a combatir en las Navas de Tolosa; resistencia que, sin embargo, no pudo impedir que tan importante plaza cayera en poder cristiano en junio de 1212, pocos días antes de librarse la famosa batalla del Muradal. Así, el actual cerro forestal de “la Atalaya” se nombró en épocas pasadas con el topónimo de los montes de la atalaya de Aben Canes, en memoria de aquél valiente, pero tal denominación popular se perdió con el tiempo.
El personaje histórico de Aben Canes que nos
ocupa, procedía de la importante fortaleza de Calatrava, que se hizo aún más
grandioso al estar gobernada por alcaides de reconocido valor, como el repetido
Aben Canes. Esta fortificación militar estaba defendida por Aben Calex, un moro
veterano y experimentado de enorme valor. El principal problema,
antes de tomar la fortaleza, hacía dudar al propio rey Alfonso VIII, era la
conveniencia o no de asaltar la plaza de Qal´at-Rabah. Sin embargo, el monarca
cristiano adoptó la decisión final de atacar la fortaleza el 30 de junio de
1212, venciendo la plaza.
Tras días de lucha se conquista la zona norte de la fortaleza, y perdida la esperanza de resistir el asedio, la guarnición capitula al prometérsele respetar la vida de Aben Canes y setenta valientes que formaban los miembros de la guarnición (según las crónicas árabes). Diego Lope de Haro preservará a los vencidos de ser masacrados, aunque luego serán muertos los árabes por orden del propio califa almohade.
La reacción de las tropas musulmanas existentes en el recinto fue la de luchar con arrojo y esfuerzo, a pesar de que no pudieran contrarrestar el gran empuje de las tropas cristianas muy superiores en número. Aben Canes, tras la entrega de la plaza de Calatrava a las tropas de Alfonso VIII, serían recibidos en un posterior encuentro por el califa que les acusó de traicionar a Aben Canes y los suyos, mandándolos degollar.
En otro orden de cosas, el deslinde del año
1230, entre Miguelturra y Pozuelo Seco de Don Gil, señala a “la atalaya de Aben
Canes” dentro del término de Miguelturra, pero dicho deslinde sería modificado
por Alfonso XI en 1347, al adjudicar mayor territorio a Villa Real, entre ellos
los montes de la Atalaya, que entonces son integrados en el alfoz de la villa
realenga.
El cronista Blázquez y Delgado-Aguilera, nombraría a este personaje como Aben Cadix, Aben Cales o Aben Caliz. Hoy existe una calle en nuestra ciudad por acuerdo del Ayuntamiento en 1992, con la denominación de Aben Canes (antes callejón de Morería). El antropónimo del personaje Aben Canes nos ha llegado muy deformado a través del tiempo modificado en ocasiones. En efecto, de ningún modo se han puesto de acuerdo incluso los propios historiadores árabes en esta cuestión del nombre del personaje. Lo que ignoramos es cuándo se adopta el dicho antropónimo a este altozano cercano a Ciudad Real, que era conocido simplemente por Atalaya.
Atalaya fue un lugar entrañable para Ciudad Real, conocido aún en las primeras décadas del siglo XX por los ciudarrealeños al trasladarse el 1º de marzo, en la festividad del “día del Ángel”, para conmemorar una jornada rural de campo y merienda. No obstante, ignoramos los motivos de la dicha efeméride, pero parece que tal costumbre popular se ha perdido.
Sí sabemos, según dato recogido, que la
denominación de Atalaya fue tomada por una torre de vigilancia que en la cima
se erigió. ¿Fue obra de Aben Canes, y por esta circunstancia se le llamó
“Atalaya de Aben canes”? Nada de esto se ha podido constatar documentalmente
con visos de certeza, pero aquí queda el curioso dato para memoria de los
ciudarrealeños.
Interesante artículo. Desconocía totalmente a este personaje y el anterior nombre de la Atalaya.
ResponderEliminarSobre la fiesta del 1 de marzo, en algunos pueblos de nuestra provincia se sigue realizando esta tradición de hacer meriendas en el campo para "espantar al diablo" y pedir por una buena cosecha. Una pena que en la capital se haya perdido esta tradición.