Una investigación encabezada por Francisco Llamosas Pérez ha permitido arrojar luz sobre este enigma histórico, proponiendo por primera vez una autoría: la talla sería obra del taller del escultor valenciano Enrique Bellido Folgado (1897–1957)
Durante más de ochenta años, la imagen de
Nuestra Señora de los Dolores, titular de la Hermandad homónima de la iglesia
de Santiago Apóstol en Ciudad Real, ha sido y es una presencia constante en la
vida devocional del barrio del Perchel. Es la que "después de la Virgen
del Prado nos pone a todos de acuerdo", como dijera Miguel Barba,
pregonero de la Semana Santa ciudadrealeña en 2024. Conocida popularmente como
'la Perchelera', aunque muchos de sus hermanos, devotos y gente cercana no les
gusta esta forma de llamarla, su impronta en el sentir popular y en el
cofradierismo de la capial es tan reconocible como lo era, hasta ahora,
desconocido su origen. Sin embargo, una investigación encabezada por Francisco
Llamosas Pérez (Ciudad Real, 1989), opositor y que trabaja en una empresa de
seguros, graduado en Ciencias Políticas, ha permitido arrojar luz sobre este
enigma histórico, proponiendo por primera vez una autoría: la talla sería obra
del taller del escultor valenciano Enrique Bellido Folgado (1897–1957), uno de
los nombres menos estudiados del panorama artístico sacro del siglo XX.
Este hallazgo no proviene de un académico ni de un historiador del arte, sino de un joven cofrade, vinculado desde niño a la Hermandad de los Dolores y al barrio del Perchel. "No soy profesional de nada de esto, ni pretendo serlo", aclara Llamosas. "Simplemente me he encontrado con esto y me apetece que se sepa, porque estamos hablando de una de las imágenes con más devoción de la ciudad, y yo diría que es la única de la que no se ha sabido después de casi un siglo de quién es su autor", añade.
La imagen actual llegó a Ciudad Real en
1943, adquirida en la madrileña tienda Casa Caderot, tras la destrucción de la
antigua talla atribuida a Martínez Montañés, como algunas otras en la capital
ciudadrealeña, durante el saqueo del templo en 1936. Desde entonces, y pese a
tres restauraciones, la primera en el año 1950 por el escultor
ciudadrealeño Antonio Lorenzo García Coronado, quien al parecer "modifica
profundamente el aspecto de la talla, hablándose en varios artículos de una
reforma de la estructura, pero considerando que tan solo se debió modificar la
policromía, pues los rasgos fisonómicos se han mantenido hasta la
actualidad", asegura Llamosas.
La siguiente restauración se realiza en el taller de Santos Pastor de Almagro en el año 1988 y la última, "y con toda probabilidad la más profunda", aunque sin modificar tampoco la morfología de la imagen de manera radical, llega en el año 2006 por el escultor sevillano Darío Fernández Parra. Todavía ahí, su autoría había permanecido envuelta en conjeturas. Durante décadas, publicaciones cofrades locales la habían atribuido genéricamente a un imaginero sevillano anónimo. Pero Llamosas siempre sospechó que la Virgen de los Dolores tenía otra procedencia: "Para mí los rasgos fisionómicos de la imagen se adscriben perfectamente a la escuela valenciana", relata.
La chispa que encendió la investigación
fue casual. Hace apenas tres semanas, a través de una publicación en redes
sociales, Llamosas descubrió las imágenes restauradas de la Virgen de las
Angustias de la Hermandad del Santo Entierro de Linares. El parecido con la
Virgen de los Dolores le resultó llamativo, "y nunca me había encontrado
una imagen que se pareciera, porque tiene una cara peculiar". Indagando en
la web de la hermandad, encontró que dicha talla estaba atribuida -con error
tipográfico incluido- a un tal "Enrique García Bellido", nombre
inexistente en los registros artísticos. "Luego ya me entero,
posteriormente, de que hay un lío muy importante con los nombres y apellidos
entre el padre y el hijo", explica. El verdadero autor sería Enrique
Bellido Folgado, escultor e hijo del también imaginero Enrique Bellido Miquel,
ambos activos en Valencia y ligados al taller familiar de la calle Colón,
especializado en escultura y dorado.
La investigación se consolidó con el
hallazgo de un artículo publicado en octubre de 2024 por Francisco José García
Segura, técnico superior en Artes Plásticas y Diseño, que atribuía a Enrique
Bellido la autoría de la patrona de su localidad, Albatera. Ese estudio
aportaba documentación, estilo y cronología que se alineaban con la imagen
ciudadrealeña. A partir de ahí, Llamosas realizó un trabajo comparativo
meticuloso. Fotografió la imagen de Santiago, consultó otras obras del taller
Bellido y realizó cotejos visuales que, a su juicio, y quizás al de muchos
cofrades, pueden resultar concluyentes. Él ya ha hablado con la hermandad,
"el hermano mayor, Antonio Cabrera, se quedó muy impresionado", y ha
redactado un artículo al que ha tenido acceso La Tribuna para
publicar esta información. El propio García Segura ha comentado que "en
algunos casos parece que hasta era la misma mascarilla punto por punto".
El estudio se centra en tres imágenes coetáneas: la Inmaculada Concepción, patrona de La Carolina (Jaén); una Virgen del Pilar en Benejúzar (Alicante); y, sobre todo, un ángel confortador que forma parte del conjunto del Cristo de la Columna de La Carolina. "Para mí esa cara es idéntica a la cara de la Virgen", sostiene Llamosas. Las semejanzas anatómicas entre estas imágenes -el rostro inclinado, la ejecución del cuello, la forma del tabique nasal, los párpados caídos, la barbilla y la comisura de los labios- consolidan la atribución al taller valenciano y, probablamente, a la gubia de Bellido. Además, todas las tallas comparadas fueron ejecutadas en la misma década en que la Virgen llegó a Ciudad Real. Es decir, en aquel frenesí imaginero de la década de los 40 después de la Guerra Civil: "Podemos hablar, seguramente, de imágenes semiseriadas", dice Llamosas.
La atribución, como toda hipótesis
artística sin documentación firmada, no es definitiva ni es una firma apoyada
en algo tangible, o en una factura o albarán, pero sí razonada y respaldada. El
propio técnico, Francisco José García Segura, tras revisar las comparaciones,
expresó su convencimiento de que la imagen pertenece al mismo entorno de
producción: "Le parece bastante evidente que la Virgen es de este señor o,
al menos, del taller", dice Llamosas.
En uno de los albaranes consultados, del 23 de marzo de 1926, para "Sr. D. José Bujalance", y quizás para la localidad de Baena, del taller de Enrique Bellido, se ve que eran un "estudio-taller de talla, escultura y dorado". En el faldón superior de la factura se puede observar como hacían todo tipo de trabajos, desde altares, andas, tabernáculos, esculturas, dorado y pintura a panteones y lápidas y ornamentación de iglesias. Es decir, un taller en serie. Estaba situado en la calle Colón, en Valencia, y hablan de Bellido como profesor de la Escuela Oficial de Artes y Oficios Artísticos de Valencia, además de "premiado en varias exposiciones artísticas y en los congresos eucarísticos de Valencia y Luego". Este albarán era para "una imagen de la Magdalena de 1,60 de altura para vestir y una peana dorada".
Pero más allá del rigor del análisis y de
la atribución por comparación, esta historia tiene también una dimensión
emocional. Llamosas habla con cariño de la Virgen, de sus raíces en el barrio
del Perchel, de su familia llegada de Sevilla por parte de madre y de Cantabria
por parte de padre y de cómo desde niño ha acudido cada Viernes de Dolores
a contemplar su rostro. "Para mí es muy emocionante, la verdad, y tengo
ganas de que se sepa", cuenta emocionado. Él fue bautizado en Santiago.
En su vida, ha vivido 5 años en Madrid y 6 en Sevilla, y volvió a Ciudad Real
hace 4: "Ella es uno de los pilares de mi fe".
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