Hasta hace unas semanas no he podido leer - mejor sería repasar, dada su extensión - el libro que sobre «Historia de la Diputación Provincial de Ciudad Real (1835-1999)» ha editado la propia Corporación, en la Biblioteca de Autores Manchegos, coordinado por el catedrático Isidro Sánchez y en el que han colaborado un total de doce historiadores y profesores.
Libro que cuando lo termine de leer podría dar completa opinión sobre él, ya que por mis muchos años de profesional del periodismo he tenido ocasión de tratar y conocerá un buen número de los presidentes que ha tenido, a lo largo del siglo nuestra Diputación y, claro está, con más intensidad y motivo en los años que tuve el honor de ser miembro de la misma, en los que voy a permitirme hacer algunas aportaciones para que aquella gestión quede en su lugar.
Pero antes de seguir adelante en este aspecto quisiera hacer un breve repaso de mi conocimiento de quienes estuvieron al frente de la Corporación a partir de Cirilo del Río Rodríguez, Luis Barreda Ferrer de la Vega y Bernardo Mulleras García, el primero por su posterior actividad política en la que alcanzó el cargo de ministro, primero de Agricultura y después de Obras Públicas en época de la II República, y los otros dos por amistad, no obstante la diferencia de edad.
Después Eduardo Martín López Salazar, cuya
hija Concha fue gran colaboradora en la Federación de Estudiantes Católicos que
se fundara en diciembre de 1931, y que fue el último presidente de la Monarquía.
Ya con la República fue con Francisco Morayta Serrano, gran preboste del
Partido Radical liderado por Lerroux con el que tuve mi primera relación
profesional dentro del periodismo provincial, persona afable aunque no
lo pareciera a primera vista y con cuyo
hijo Francisco Morayta Martínez tuve buena amistad, especialmente en los años
en que fue diputado a Cortes representando a la provincia.
En 1934, con el cambio de Gobierno sustituyó a Morayta Luis Megías Rubio, de Valdepeñas, y a este el banquero de Ciudad Real, Ramiro Sánchez Izquierdo, miembro del Partido Progresista liderado por Pórtela Valladares y en la provincia por Cirilio del Río, pero solo ocupó la presidencia desde enero de 1936 a mediados de marzo, ya como consecuencia del resultado de las elecciones del 16 de febrero y ganadas por el Frente Popular, fue designado presidente el manzanareño Francisco Maeso Taravilla, republicano.
Al iniciarse la Guerra Civil se hizo cargo de la presidencia de la Diputación, Antonio Cano Murillo, caracterizado socialista de Ciudad Real, al que sustituyó posteriorm ente Vicente Ruiz Pizarro, del mismo partido político, periodo en el que por razones obvias no ejercí mi profesión.
Finalizada la contienda fratricida, a primeros de abril se constituyó una comisión gestora que se hizo cargo de la Diputación, presidida por Manuel Aranda del Forcallo- que a su cese se haría cargo de la Asamblea Provincial de Cruz Roja- y al que sustituyó el abogado y catedrático Carlos Calatayud Gil, que permaneció al frente de la Corporación de 1940 a 1943 y que con un presupuesto entre cuatro y seis millones escasos hubo de hacer frente a todos los servicios provinciales de Beneficencia, caminos, educación y claro está, el personal administrativo, de sanidad, vías y obras, etc.
El periodo más largo como presidente lo ostentó el farmacéutico de Ciudad Real Evaristo Martín Freire, pues se posesionó el año 1943 y cesó en 1951, al ser nombrado gobernador civil sucesivamente de Las Palmas, Alicante y La Coruña.
En el primer año de su mandato el
presupuesto de la Diputación era inferior a los seis millones de pesetas para
alcanzar los quince al cesar y ser sustituido por el vicepresidente José
Gutiérrez Ortega.
Evaristo Martín a quién por cierto han
reflejado en el libro que estoy comentando con un escapulario, hubo que echar
mano de algún presupuesto extraordinario para llevar a cabo sus realizaciones,
entre las que hay que destacar la construcción de los grupos de viviendas para
funcionarios y empleados de la Diputación, en las calles Calatrava-Audiencia y
Ruiz Morote, dada la falta de la mismas, y otro grupo aún mayor en la calle
Pedrera Baja, destinado en principio para la Policía Nacional, pero que luego
se ubicó en él la Comandancia de la Guardia Civil, que aún lo ocupa; notables
mejoras en establecimientos de beneficencia, colaboración para convertir
trabajadores agrícolas en colonos, iniciación de las obras del puente sobre el
río Bullaque, que únela N-430 (Badajoz-Valencia) con la carretera de los
Montes, y lo más importante, la construcción de un nuevo hospital, ahora
ocupado en parte por la Escuela de Enfermería.
La gestión de García Noblejas
Dejando aparte la redacción un tanto irónica de los anteriores mandatos a partir de 1939- cada uno tiene su estilo de escribir-, quiero ocuparme ahora de la gestión que se llevó a cabo por la Corporación presidida por un notario, José Antonio García Noblejas y voy a permitirme hacer unas aportaciones, como señalo en el título.
Para entonces ya se accedía a la Diputación como diputado y mediante una elección, pues aparte los que lo hacían como representantes de los Ayuntamientos cabeza de partido, otros lo hicimos mediante elección de candidatos que habían presentado los Colegios profesionales, las Cámara y otras Asociaciones.
Quién escribe fue elegido como representante de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana, de cuya Junta de Gobierno formaba parte, y mi compañero de Corporación Laureano Sáiz Moreno, había sido presentado por el Colegio Oficial de Veterinarios de la Provincia, entre los distintos candidatos de otros Colegios y Corporaciones.
El nuevo presidente tuvo la deferencia de elegirme para vicepresidente, que yo agradecí como la prueba de confianza más inesperada, pues he de confesar que no nos conocíamos hasta el momento de quedar constituida la Corporación.
Pero esto aparte, mi propósito es recordar la gestión que García Noblejas llevó a cabo en poco más de dos años en defensa de los intereses de la provincia manchega.
En el libro a que me estoy refiriendo y casi de pasada se indica en la página 267 que el abastecimiento de aguas a varios pueblos y el mejoramiento de la red de caminos vecinales eran destacados por quien cesaba en el cargo, para ya en la página siguiente decir que la prensa local señala como otros logros de García Noblejas las adquisiciones de la plaza de toros de Ciudad Real y el Castillo de Bolaños. Y nada más, ni una foto como de casi todos los demás presidentes.
Pues bien, yo me creo en la obligación de dar a cada cual lo suyo y voy a referirme, portener conocimiento de primera mano, a la gestión del ilustre notario y buen amigo, adelantando que para ello dispuso de un primer presupuesto de 14.620.000 pesetas en 1952, de 16.860.000 en 1953 y de 24.851.768 en 1954.
Cecilio López Pastor. La Tribuna de
Ciudad Real viernes 24 de diciembre de 1999
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