El
Niño Jesús de la Virgen del Prado luce los zapatitos del siglo XVIII en su paso
procesional todos los años
Afortunadamente está muy arraigada en
España la devoción a la Santísima Virgen en sus diversas advocaciones.
No es una excepción Ciudad Real que
vibra fervorosamente cuando se le habla de su Virgen del Prado.
En el corazón de todos los hijos arde
mayor o menor intensidad, el fuego de su amor, aunque en algunos de ellos,
escasos en número, y en determinado ambiente, quede escondido bajo una gruesa
capa de ceniza.
Esto y la influencia de elementos
extraños nos dan la explicación de las tristes manifestaciones iconoclastas de
nuestra pasada guerra civil que todos lamentamos.
En una de éstas cayeron en buenas manos
los zapatillos del Niño Jesús que la Virgen del Prado llevaba en sus brazos;
manos que los supieron guardar cuidadosamente porque en lo íntimo de su alma
había rescoldo de amor mariano.
Y un buen día, si la memoria no me es
infiel, pasadas las Misiones que los PP. Jesuitas Arturo Romero y Eduardo
Rodríguez predicaron en esta capital con gran fruto en marzo de 1940, y bajo
secreto, fueron devueltos al Excmo.
Cabildo Prioral.
Pero si ésta es la pequeña historia
contemporánea, hay otra, también pequeña, que enlaza los siglos XVIII y XX,
fechas de su hechura y de su restauración.
Fueron hechos aquí en Ciudad Real, y por
el platero Juan Rivera, que dejó grabados en ellos el lugar y fecha junto con
su nombre y apellido en las siguientes inscripciones: “Cd. El año de 1730” y “Juan
Rivera”.
Los
zapatos fueron restaurados, dorados y enriquecidos con piedras finas por el
joyero D. José Puigdollers en 1967
No sé cuánto tiempo la familia Rivera
ejercería este oficio en Ciudad Real, pero consta que en 1751 trabajaba como
platero Francisco Rivera y como oficial Antonio Rivera, -sobrino de Juan
Rivera,- de 26 años y casado con Isabel Moreno.
Los referidos zapatillos son de plata
con motivos cincelados, y primitivamente iban en su color en brillo y mate.
En las suelas van cinceladas las armas
de las Casas Muñoz-Bera, porque el donante fue D. Álvaro Muñoz de Torres
Gutiérrez de Montalvo y Muñoz, Caballero de Calatrava, según datos que
agradezco a D. Ramón, J. Maldonado y Cocat, como a doña Isabel Pérez Valera,
Directora de la Biblioteca Pública de esta capital, los referentes al orfebre.
En el mes de mayo del año actual, han
sido restaurados, dorados y enriquecidos con piedras finas por el joyero D.
José Puigdollers, y a expensas de D. Ricardo Rivera, de cuyo nombre y apellido
ha dejado constancia en los tacones de los mismos con la fecha 28-V-1967.
Dos Riveras, pues, y a 237 años de
distancia, han dejado grabados sus nombres y sumado sus aportaciones,
artísticas el primero y económicas el segundo, en esta primorosa obra de arte
religioso que reestrenó el Niño Jesús en las solemnísimas fiestas de la
Coronación Canónica de su Madre, nuestra Virgen del Prado.
M.
I. Sr. D. Aurelio Gómez Rico, Arcediano de la S. I. Prioral (Publicado en el
Boletín de Información Municipal nº 24 en julio de 1967)
En
la suela de los zapatos lleva las armas de las Casas Muñoz-Bera
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