Portada
del semanario del 5 de febrero de 1887 con la ilustración del que fuera Alcalde
de Ciudad Real, Ceferino Sauco Díez
“Madrid Cómico” fue uno de los más
importantes semanarios de toda la historia de la prensa de humor española. Lo
fundó Miguel Casañ. Contaba con ocho páginas y se vendía al precio de diez
céntimos.
La impresión corría a cargo de M. G.
Hernández y Antonio Marzo y la redacción se instaló en Concepción Jerónima, 10.
Fueron sus colaboradores iniciales Constantino Gil, Ricardo de la Vega, Miguel
Ramos Carrión, Vital Aza, Navarro Gonzalvo, Pérez Zúñiga y Rodríguez Chaves.
Sus redactores tenían un salario de
cincuenta pesetas. En 1881 se cerró el periódico pero uno de aquellos, Sinesio
Delgado, se lo compró a Casañ por doscientas cincuenta pesetas (que le prestó
Balbina Valverde, célebre actriz del Teatro Lara) y lo resucitó convirtiéndose
en su nuevo director.
Lo condujo con maestría, preocupándose
desde la contabilidad a la maquetación.
Contó con la inestimable colaboración
gráfica de Eduardo Ramón "Cilla", y entre sus sucesivos colaboradores
incorporaría a Luis Taboada, Leopoldo Alas "Clarín", Peña y Goñi,
Eduardo Sáenz-Hermúa "Mecachis", Xaudaró, Ricardo Martín, Sancha,
Rojas, Leal de la Cámara, Tovar, Fresno, Medina Vera y Juan Gris.
A lo largo de su existencia tocó los
temas principales de la época: el teatro y los toros; y la política (aunque se
empeñara en negarlo).
Cultivó la parcela erótica desde el
enfoque gráfico, las crónicas epigramáticas y la crítica social y de
costumbres. Hacia final de siglo fue perdiendo su vertiente cómica para
convertirse en revista literaria y de espectáculos. Se despidió Sinesio
Delgado, siendo sustituido por breve tiempo por Ruíz de Velasco.
Poco después será su director
"Clarín" y con posterioridad traspasará la dirección a un joven
Jacinto Benavente.
Pero cada día que pasa, pierde humor y
apoyo del público. Y termina por echar el cierre defini
El número 207, del año VII de su
publicación correspondiente al 5 de febrero de 1887, aparecen varias
ilustraciones de Ramón Cilla sobre Ciudad Real acompañadas por un pequeño texto
satírico obra de Sinesio Delgado sobre nuestra ciudad.
En la portada de este número aparece una
ilustración del que fuera alcalde de Ciudad Real y director de “El Labriego”,
D. Ceferino Sauco Díez, de quien se dice en la portada: “Tiene talento, es afable, y honrará al pueblo manchego la figura
respetable del director de El Labriego”.
En su página número 3 el apunte satírico
escrito por Sinesio Delgado sobre nuestra ciudad, en la sección “España Cómica”
dice lo siguiente:
“Ni
un alma en la estación. Sólo, á lo lejos, se ve la sombra del que toca el pito,
que, envuelta la cabeza en la capucha, atraviesa el andén, muerto de frio.
Cruzamos un pasillo solitario, y una sala lo mismo que el pasillo… A dos pasos
está Puerta Ciruela, y no hay bicho viviente en el circuito, y hay que pasar la
noche en pleno campo, ¡y hay que pegarse luego cuatro tiros! Un sujeto embozado
en una capa llega secretamente, y al oído, como un revendedor de los de Apolo,
me ofrece, no butacas, sino asilo.
¡Dios
te bendiga, oh sombra bienhechora, como yo en mis adentros te bendigo, pues
vienes á probar que vive gente en ese inmenso poblachón dormido!
No
hay nada en Ciudad Real. Nada notable. De calles y personas y edificios no se
puede charlar cinco minutos, porque en cuatro palabras está dicho. Las casas
jalbegadas, calles anchas, todo bien arreglado y todos limpios, nada raros en
costumbres y lenguaje, nada extraños en detalles ni utensilios.
Hay,
sin embargo, gentes pacienzudas que huyendo del barullo y del bullicio há que
viven aquí más de dos meses sin enfermar siquiera de fastidio. ¡Casi las tengo
envidia! Ellas disfrutan los gratos goces del hogar tranquilo, y habitan, sin
saberlo, en una aldea donde llegan las nuevas y los ruidos como llegan á
orillas del estanque las ondas del pequeño remolino.
Una
mañana entera me he pasado corriendo calles y buscando tipos, y… ¡parece
mentira! Casi casi, me va gustando andar por estos sitios. Sereno y puro el
cielo, sol brillante unas casitas blancas como armiños, los vagos paseándose en
la plaza, un silencio agradable, soporífero, en todo solitario pero alegre que
recuerda las siestas del estío á la sombra de un chopo de la huerta donde
cantan cigarras y pardillo… ¡esto es encantador! Uno respira con grata fruición
el aire tibio y hace de Ciudad Real, allá en la mente, las puertas del soñado
paraíso, en que el alma en su centro se recoge sin deudas, ni papeles, ni
amoríos…
A
través de una reja de dos metros mira con deleite, embebecido, una modesta sala,
con su mesa donde juegan al tute los vecinos su consola con conchas y floreros
y un niño de la bola muy bonito, su perrito de lanas en un cuadro con una rosa
atroz junto al hocico, sus cromos de Matilde á las cruzadas con orden admirable
repartidos y sendas cortinillas en los huecos sujetas con cordones amarillos,
cuando acertó á salir por una puerta una niña gentil que era un prodigio.
Miróme
la manchega dulcemente, habló después á la mamá al oído, se sonrieron ambas con
malicia y echaron calle arriba, acto continuo. –¡Aventura tenemos! –dije entonces,-
yo tengo mucha suerte, soy un pillo, ¡hasta en la Mancha atrapo corazones! ¡y
luego me dirán que no conquisto!- Y seguí la pareja de mujeres pensando dar
remate á mis designios, creyendo amor naciente las sonrisas y las miradas trasformando
en guiños, como el buen don Quijote, en esta tierra, tomaba por gigantes los
molinos.
Ella
volviendo el rostro á cada paso, yo haciéndome ilusiones como un chico, dimos
en las afueras de allí á poco y… se quedó la historia en el principio. Llegó un
joven. El novio. ¡Era una cita! Ella le dijo… ignoro lo que dijo, el caso es
que el futuro matrimonio se me rió en las barbas de lo lindo.
He
caído en la cuenta. ¡Me tomaban por un recaudador los angelitos!”
Varias
ilustraciones sobre Ciudad Real capital en las paginas centrales
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