La mujer manchega lo reúne todo: encanto
belleza y gracia. Dulce y cariñosa como las gallegas, de facciones correctas
como las valencianas y tan salada como las andaluzas, tiene en su vida una
nota más característica todavía: su
sencillez, su recogimiento y la austeridad de sus costumbres. Enemiga de bailes
y diversiones y poco aficionada á la vida de la sociedad, es retraída por
naturaleza y condición.
Al revés que las gallegas, nunca se
alegra con el baile del país, y tan sólo de vez en cuando escucha con afán,
detrás de las cristaleras de los balcones o de las maderas de las ventanas, la
clásica rondeña que, al compás de la guitarra, entonan los gañanes transeúntes.
Por regla general, la mujer manchega es
muy hermosa. Y sobre ello existe la siguiente tradición:
“Cuando Dios hizo el mundo, distribuyó
su Divina gracia entre varias provincias españolas, dotándolas de bellos
paisajes, deliciosos climas, etc., etc., y por un olvido sin duda nada bueno
concedió á la Mancha. Y al preguntar San Pedro qué tal le había parecido su
obra, aquél le contestó:
Señor muy bien, como todo lo que produce
su Divina Majestad; pero paréceme que ha sido algo injusto con los manchegos,
porque únicamente les habéis dado tierras tan poco pintorescas, que sólo
agradan por la primavera, cuando nace el verdor de los cereales, y tan secas, que
las únicas plantas que en ellas encuentran arraigo son la vid y el olivo: los
tristes consortes de la antigua Judea; y tanto es así, que hasta los ríos que
las cruzan, avergonzados de verlas, se esconden entre el carrizo y la masiega y
el junco y la espadilla. Y si á esto se añade que el clima en aquella región es
tan frío en invierno como caluroso en verano, comprenderá, mi Venerable
Maestro, que hay algo de injusticia.
Tienes razón, mi buen Pedro; y para
probártelo, desde este momento concedo a la Mancha una de las mujeres más
bonitas y virtuosas de la tierra.”
Y así fue, en efecto… Y si no véase la
muestra…
¿Qué cómo se llama? El nombre no importa
conocerlo. Baste saber que es una muchacha encantadora, manchega de rancia
cepa, y que sólo con verla será forzoso confesar que la mujer de este país lo reúne
todo: belleza y gracia.
José
Balcázar y Sabariegos
Ciudad
Real y Septiembre de 1898.
Fuente:
La Revista Moderna, Año II número 82
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