Hay
quien dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque creo que en el tema
que nos ocupa, la Feria y fiestas, lo más acertado sería decir que la historia
común de los ciudadrealeños y de Ciudad Real debe ser conocida por todos para
mantener y preservar en el futuro una tradición compartida. ¿Sabían ustedes que
en Ciudad Real también hubo encierros taurinos, aunque no programados como en
Pamplona, que salían trenes especiales desde Alcázar o Manzanares para venir a
la Feria de la capital, o que había exhibiciones de vuelo? Curiosidades que,
aparte de dibujar una sonrisa en los rostros de muchos, es un legado que todos
debemos compartir con las jóvenes y futuras generaciones para dejar constancia
de las raíces de nuestro pueblo. En este reportaje nos asomamos a la historia
de nuestra Feria, a la Feria de siempre, ayudados por grandes conocedores y
estudiosos de la misma.
En origen, la Feria y fiestas de Ciudad
Real proceden de dos celebraciones distintas como era la feria anual de ganado
y el mercado en paralelo, y las fiestas en honor a la patrona, Nuestra Señora
la Virgen del Prado, diferentes pero que siempre han ido unidas en el
calendario, como esta Revista ya ha mencionado en reportajes sobre la Feria en
años precedentes. El apunte histórico a este respecto refiere que ante la
alarmante despoblación de Ciudad Real por la emigración al continente americano
y la expulsión morisca se decidió unificar la festividad del Prado con la
muestra de ganado, esta última cada vez más en auge, revitalizando así la
población. En esta última nos detendremos, en la Feria de ganado, en su mercado
y otros actos populares, con permiso de nuestra querida patrona.
Antiguamente, en Ciudad Real se
celebraban dos mercados: uno de carácter semanal, que en principio tenía lugar
los martes y que más tarde se trasladó a los sábados; y otro de carácter anual
o extraordinario que coincidía con la feria de ganado. Gracias a ese mercado,
ubicado al principio en la calle Feria y alrededores, posteriormente en la
plaza Mayor, los agricultores, ganaderos y vecinos en general podían proveerse
de los materiales necesarios para el resto del año. Como cuenta el escritor
Rafael Cantero: “Era la ocasión para poder llevar a cabo las compras
importantes de todo el año, aperos de labranza, ajuar doméstico y otros
productos que escaseaban en la ciudad ya que no había un comercio especializado
ni un bazar en la esquina de casa, ni tampoco tenían la suerte, la oportunidad
ni la facilidad de viajar como ahora”.
La disposición de los puestos de este
mercado era como sigue: en la calle María Cristina y portales de la Casa
Consistorial (donde hoy está el reloj carillón) se colocaban las tiendas de
comercio, los puestos de juguetes, y los de garbanzos tostados, alfajores y
turrones; en la plaza Mayor era la zona de la quincalla, cristal, loza,
calderería y frutas; la elaboración de buñuelos se hacía en la Casa del Peso
(actual Ayuntamiento); los carros de panaderos se disponían en la calle
Cuchillería y las hortalizas en los arcos viejos de la plaza. Comenzado el
siglo XX se iba extendiendo esta feria comercial por la calle de Mercado Viejo
y zona del Prado, y en la plaza de Cervantes se instalaron columpios,
caballitos y otras atracciones.
En la Plaza del Pilar tuvo su origen la
Feria de Ganado, un ‘escaparate’ de ganadería lanar, porcino, caballería, etc.,
dispuesta durante los ‘tres días de cuerda’ (del 15 al 17 de agosto) en la que
se verificaban las transacciones de los animales. Que el germen de la Feria
haya sido una muestra de ganado no es algo exclusivo de Ciudad Real, la propia
Feria de Abril de Sevilla empezó siendo eso, una feria de ganado con casetas
hechas por los propios feriantes para comer, dormir y realizar la venta que
ahora son las casetas donde se baila, se come y se divierten miles de personas.
En 1868 el Ayuntamiento establecía lo
siguiente: “Todas las caballerías que se destinen a la venta se colocarán al
otro lado del puente del Pilar y calle de Alarcos, y donde termine dicha cuerda
la ganadería de cerda”. Para darle mayor empuje y atraer a mayor número de
tratantes y labradores, el Ayuntamiento capitalino convocó incluso premios a
los mejores lotes de ganado. A comienzos del siglo XX esa feria se desplaza a
la explanada del cuartel de la Misericordia (hoy rectorado de la Universidad de
Castilla-La Mancha) y en 1914 en las cercanías de la Granja Agrícola motivados
por la búsqueda de fuentes para abrevar a las ganaderías. Más tarde, la
mecanización de la agricultura y el transporte de ganado provocan la
desaparición progresiva de los animales de tiro para el campo y, por
consiguiente, de la feria de ganado. Como bien dice Rafael Cantero: “Toda esa
vida ensayada durante siglos se va transformando aunque permanece en la
historia”.
Las corridas de toros.- Ciudad Real no
fue ajena a la gran afición en España a las corridas de toros, que gustaban
tanto a nobles como a clases trabajadoras, además de que sus festejos taurinos
gozaban de fama en los alrededores. Era el acto profano más importante de la
Feria. Para ello salían trenes especiales desde Alcázar de San Juan o
Manzanares aunque también partían trenes de Ciudad Real para no perderse otras
ferias como la de Almagro.
Hasta que se inaugura el coso actual, en
1844, los festejos taurinos denominados ‘funciones de toros’ se hacían en la
plaza Mayor los días 15 y 16 de agosto en honor a la Virgen del Prado y a San
Roque (en agradecimiento por su intercesión durante la peste). Su celebración
se anunciaba al amanecer con lanzamiento de pólvora y a media mañana tenía
lugar el encierro de los toros, “algo muy habitual en ese tiempo en cualquier
sitio que tuviese toros en sus fiestas, pero que en nuestro caso no ha
evolucionado como Pamplona”, comenta Cantero. Estos encierros no eran un
festejo programado como ahora no lo es el apartado, encajonamiento, selección
de lotes y sorteo de animales, pero al que acuden y acudían cientos de
personas.
En un principio los corrales se
instalaron en unos solares de la calle del Carmen y los astados bajaban por ahí
hasta la calle Caballeros entrando a la plaza Mayor por el pasaje Alcor; luego
se cerró el pasaje de la Merced para este mismo cometido, “iban acompañados de
mozos que incitaban a las reses para que corriesen hasta los toriles junto a la
plaza, también había corredores y otras gentes que no quitaban ojo para
comentar lo que había pasado en la corrida de la tarde”. Dos anécdotas, la
calle Caballeros se llamaba anteriormente Correrías por estos encierros, y el
pasaje de San Isidro se conocía como de las Carnicerías porque ahí se vendía la
carne de los toros de lidia, explica nuestro escritor de cabecera.
Más espacio para el baile, el gran
añorado.- En 1916 se traslada el mercado y los puestos de la plaza Mayor y
aledaños al parque de Gasset, recientemente inaugurado siendo el alcalde de
Ciudad Real Don José Cruz Prado. Los puestos se alineaban en los largos paseos
de tierra comenzando a la derecha por los ‘turroneros’, casetas de tiro al
blanco y tómbolas; a la izquierda se colocaban puestos varios de cerámica,
sartenes, cacerolas, lebrillos, tinajas, botijos, etc., salpicados por puestos
de helados y refrescos mientras que al final del parque se montaban los
carruseles, columpios, barcas, caballitos y otras atracciones de moda en la
época.
El programa de feria se completaba con
concursos literarios, teatro, o sesiones de cinematógrafo, exhibiciones de
aviación y vuelos de globo aerostático en los años 20. Actividades éstas
últimas que eran muy innovadoras y algunas suponemos que de mucho coste para
las arcas municipales. Curioso era el horario de algunos de los festejos, como
los conciertos de música a las 8 de la mañana, “en ese tiempo no había
suministro eléctrico general y había que aprovechar la luz natural del día y
evitar las horas de canícula”, afirma Cantero.
La gran novedad del nuevo recinto fue la
aparición posterior de grandes bailes al aire libre con afamadas orquestas y
artistas nacionales e internacionales de primer orden en tres escenarios que
surgieron de forma progresiva: primero en la Fuente Talaverana, seguidamente en
la Pista Municipal y posteriormente los bailes de la Ferroviaria. La fama y el
prestigio de los bailes de gala de la Talaverana corrieron como la pólvora por
la provincia, “eran más que unos bailes, era el acontecimiento social del año,
con las parejas elegantemente vestidas hasta el punto de que algunas personas
se apostaban en el trayecto del Pilar al Gasset para disfrutar de este “vistoso
desfile de modelos” cual hoy sería cualquier alfombra roja de actrices o
celebrities.
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