Los bailes de la Talaverana duraron 60
años, tiempo en el que se vio pasar a los artistas más cotizados del momento,
engalanando el lugar para el baile y para las cenas de gala servidas por los
mejores restauradores de Ciudad Real. Para la clausura, en la feria de 1985, se
celebró una velada o despedida nostálgica de la Talaverana con la Orquesta
Topolino y con la elección de las reinas mayores. El 14 de agosto de 1986, el
alcalde Lorenzo Selas inauguraría el nuevo recinto de La Granja, hecho en
exclusiva para la Feria, por todos conocido.
Vivencias y testimonios. “Con un duro en
el bolsillo”.- Como el mercado anual de antaño, la Feria del parque de Gasset
era la única fiesta grande del año, todo el mundo esperaba expectante y con
ilusión estas fechas, hasta el punto de que algunos niños, acompañados de sus
padres, corrían a ver embelesados cómo los feriantes montaban las atracciones,
algo que hoy puede parecer ridículo cuando cualquier niño tiene a su alcance
poder ir a un parque temático en cualquier momento.
Como tantos otros, el joven Rafael
Romero Cárdenas (concejal en el Ayuntamiento de Ciudad Real durante 28 años
-muchos de ellos en Festejos-, escritor, folklorista, empresario…), esperaba
con ganas los días de Feria porque “era el único momento del año en el que
podíamos disfrutar de los toros, cuando veíamos deporte con algún equipo
destacado que venía a jugar contra el Manchego o cuando íbamos a la feria y al
baile”.
De niño, Romero “bajaba con mis hermanos
y mis primos, quizá con un duro en el bolsillo para varios días, y veíamos
ordenados en el paseo principal de tierra los puestos de siempre: primero los
turroneros, los juguetes, la tómbola y al final las atracciones como los coches
eléctricos, las barcas, la noria y los caballitos”. Después de montar en los
cacharritos, acompañaba a sus padres para tomar un refresco o una horchata en
el gran quiosco de música situado en La Talaverana, hoy inexistente, en el bar
de sus parientes, los fundadores del Bar España.
Cuando ya era mozo, a Rafael Romero le
atraía más el ambiente del baile como a sus amigos. Primero fue el de La
Talaverana y la Pista Municipal (donde hoy están los juegos infantiles del
parque de Gasset) y hubo un tercero en la Ferroviaria que se conocía como el
baile de ‘las chachas y los soldados’, sonríe Romero. Recuerda que para entrar
en el baile de La Talaverana, “teníamos que ir con corbata, sino no, no te
dejaban pasar, ahí han actuado artistas de gran talla mundial, yo he visto a
Julio Iglesias, a una jovencísima Isabel Pantoja, o a cantantes internacionales
como Sandie Shaw que ganó el festival de Eurovisión en 1967 y cantaba descalza,
aunque ese día la menor preocupación eran sus pies sino que cantara”, apunta
sonriente Rafael. También rememora con nostalgia el Día de la Provincia que
tenía lugar el 16 de agosto con un desfile de carrozas con reinas y damas
representando a distintos pueblos de Ciudad Real. “Venían 10 o 12 carrozas más
la de la Diputación y la de Ciudad Real, se realizó un circuito que iba por la
avenida Rey Santo, plaza del Pilar dando tres vueltas, una primera y segunda
vuelta de exhibición, y la tercera de calificación del jurado en la que se
tiraba confeti y flores al paso de las carrozas”.
Era un momento muy esperado por los
jóvenes ciudadrealeños, sobre todo porque acudían 300 chicas de la provincia,
todas con sus trajes blancos de gala, acompañadas de su familia y de las
correspondientes corporaciones municipales y estaban en el baile hasta las 2 o
3 de la madrugada, “era la ocasión pintada para sacar a bailar a la más guapa,
aunque no era fácil porque había que pedir permiso a sus padres y estos se
hacían de rogar”.
No recuerda Rafael cuánto dinero recibía
para pasar la noche en el baile, al que entraban con un abono, pero sí que en
su pandilla aguantaban con un cubata pegado a ellos toda la noche, rellenaban
la coca-cola con alcohol que guardaban en una petaca cogida a sus padres. Así
hasta las 2 o 3 de la madrugada y luego a tomar los churros con chocolate.
Mucho éxito tuvo también la hípica en
sus inicios, se realizaba en la puerta de Santa María donde el Manchego tenía
su estadio, con su campo de fútbol y sus gradas. Fueron años de fuertes
apuestas no solo de los vecinos de la capital sino de gentes que acudían de
varios pueblos de la provincia.
Un año antes del traslado al recinto
ferial de La Granja, Rafael Romero destaca especialmente la fiesta de la
despedida de La Talaverana: “Yo era concejal, trajimos la Orquesta Topolino que
sonaba muy bien y nombramos reinas carrozonas a Prado Reinoso, Prado Lérida,
María del Prado Sánchez y otra mujer de un ingeniero que vivía en La
Poblachuela, resultó fantástico, algunos echaron o echamos alguna lágrima
porque era el final, ya no se volvería a repetir”.
También se sintió apenado por la
desaparición de la Batalla de Flores cuando se empezó a tirar agua. Se creó una
polémica porque ese año hubo una gran sequía y la mayoría era partidario de
acabar con ese acto, aunque el propio Romero defendió la idea de darle una
vuelta a la mencionada batalla, algo pasada de moda, controlando la cantidad de
agua gastada pero manteniendo una tradición que podría haber acabado como la
tomatina de Buñol. Incluso redactó unas bases de participación en las que las
carrozas debían montarse con temas alusivos al agua, de Neptuno, con sirenas,
peces,… Sin embargo, tras dos o tres años en suspenso, la cosa se quedó parada,
nunca más se retomó.
En la configuración del nuevo espacio
ferial en La Granja también intervino Romero. Se buscaba un auditorio
polivalente, para teatros, ballets y para la feria, con patio de butacas y
plateas con cabida para las mesas de las cenas de gala que siguieron
celebrándose hasta los años 90. El auditorio de La Granja se estrenó con una
adaptación flamenca de ‘Medea’ del Ballet Nacional y la actuación de los
bailarines Joaquín Cortés y Manuel Márquez.
En nuestra sección de El Termómetro
también los ciudadrealeños tienen sus propias vivencias de la Feria. El baile
de La Talaverana, por el ambiente, las actuaciones y la puesta de largo de los
vecinos es, sin duda, uno de los más recordados y añorados, así como el
ambiente en el Parque de Gasset donde toda la familia podía disfrutar durante
la mañana y la noche, como indica Teodoro, fontanero jubilado. También la
festividad del Prado el 15 de agosto era para Susana, agente de viajes, un
momento muy especial en el año, ya que ese día, cuando era niña, estrenaba
vestido y zapatos para salir en la procesión y luego la cena familiar era fuera
de casa. Mientras, para Yolanda, dama juvenil hace 11 años, vivir la Feria de
esta manera resultó muy especial, una experiencia para contar a sus hijos y que
no dudaría en repetir.
Por nuestra parte contada queda la
historia de la Feria, al menos unos retazos, que sirvan de conocimiento a esos
jóvenes y niños que solo han conocido el recinto de La Granja.
Texto:
Oliva Carretero
No hay comentarios:
Publicar un comentario