Nos dice el diccionario sobre la palabra retablo: “Obra de arquitectura, hecha en piedra, madera o cualquier otro material, que compone la decoración de un altar”. Pero a lo largo de la historia existió un momento en el que los retablos salieron al exterior de los muros de los edificios religiosos, como medio de propagación de la Fe, de sacralización del espacio público, naciendo en el siglo XVI los retablos cerámicos que eran colocados en edificios religiosos y en lugares públicos.
Los retablos cerámicos nacieron en Sevilla en el siglo referido anteriormente, y se fueron difundiendo a otros centros productivos de cerámica de la península, en primer lugar a Talavera y posteriormente a la zona de Levante, Cataluña y Aragón, donde llegaron a alcanzar su desarrollo propio a lo largo de los siglos. Pero fue en Sevilla y zona de influencia donde el fenómeno del retablo cerámico adquiriría unos matices especiales. Su crecimiento a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII es paralelo al de instalación de retablos públicos realizados en otros materiales. Pero ha sido en el siglo XX con el resurgir de las hermandades de penitencia cuando se han propagado como si de una onda expansiva se tratara por todos los rincones de las ciudades y pueblos, no sólo en edificios religiosos, sino en calles, plazas, casas particulares, pisos, terrazas, lugares de trabajo y comercios.
En Ciudad Real en estos últimos años,
hemos podido ver como las hermandades de penitencia han ido colocando en muchas
fachadas de la ciudad, retablos cerámicos con la imagen de su titular que son
detalles de devoción e inciden en la esencia cristiana de esta ciudad de una
manera sencilla, sin estridencias, fusionándose e identificándose con el paisaje
de una forma natural y casi necesaria.
El mosaico no compite con la imagen que representa, ya que suele ser una recreación de un icono escultórico existente previamente, y por lo tanto podemos hablar de un complemento que trasciende a la efigie original, con la ventaja de estar accesible durante todo el día frente al restringido horario de los templos que ejerce una función sacralizadora del espacio público.
La cerámica triunfa como material base de los retablos, por sus características que la hacen inigualable: resistencia a los factores atmosféricos, perdurabilidad del colorido, bajo mantenimiento, fácil limpieza y variedad de recursos decorativos. Es una manifestación artística que conlleva muchas ventajas para su proyección externa, como son el gran impacto visual que provocan su colorido y sus brillos, casi tomando vida propia según la luz; desde la indirecta, hasta el sol frontal, pasando por la nocturna presencia de faroles con iluminación eléctrica.
En la estructura de un retablo cerámico podemos
distinguir desde los de ejecución más simple, consistentes en un panel de
azulejos sencillos a partir de 12 piezas (aunque los hay de tres e incluso de
una) orlados por un verduguillo o guardapolvo, que solemos encontrar en
viviendas particulares, hasta dispositivos arquitectónicos complejos, de gran
formato, con figuras moldeadas e incluso esculturas, cubiertos por tejaroz y
dotados de iluminación. La forma del retablo cerámico predominante es la
rectangular y el estilo artístico que predomina es el neobarroco. Respecto a la
técnica pictórica, suele utilizarse la pintura del azulejo plano policromo, por
el método de “al agua” o “al aguarrás”, aunque también es frecuente la
utilización de la técnica de “cuerda seca” e incluso en contadas ocasiones la introducción
de azulejos de arista en los marcos.
En Ciudad Real como he dicho anteriormente, han sido en los últimos años cuando han surgido en los espacios públicos los retablos cerámicos promovidos por las hermandades de penitencia. Pero si paseamos por las calles de Ciudad Real, podemos encontrar otros retablos cerámicos dedicados a nuestra querida patrona la Virgen del Prado, que han sido realizados por particulares o con la ayuda municipal con motivo de alguna efeméride y que manifiestan el amor de los ciudarrealeños a la patrona y fundadora de esta ciudad.
Sin salir del mismo espacio devocional de
nuestra patrona, el Prado, en la calle de los Reyes nº 7, encontramos el mayor
retablo cerámico de nuestra ciudad dedicado a la Virgen del Prado. Se trata de
una cerámica instalada en 1988, de los talleres de “Mauri y Corrochano”. Estos
talleres fueron fundados en los años sesenta del pasado siglo XX por Mauricio
Delgado y Bernardo Corrochano en el que supieron recoger la herencia del taller
Ruiz de Luna y llegaron a emplear a 120 personas. En 1971 Cerámicas “Mauri y
Corrochano” se constituye como Artesanía Talaverana, S.L., y su fama traspasó
fronteras y su cerámica llegó a ser conocida en muchas partes del mundo.
Estos mismos talleres son los autores de otro retablo cerámico que encontramos junto a la puerta de entrada al Ayuntamiento, en la pared de los portales. Este retablo fue regalado al Ayuntamiento de Ciudad Real por el Ayuntamiento de Talavera de la Reina con motivo del IX Centenario de la aparición de la Virgen del Prado. La cerámica lleva los escudos de ambos ayuntamientos y la siguiente inscripción: “La Ciudad de Talavera de la Reina a la Virgen del Prado en si IX Centenario. Mayo-1988”.
El retablo cerámico más antiguo que existe
en la ciudad y que es de los años veinte del pasado siglo, se encuentra en la
fachada del antiguo colegio de Nuestra Señora del Prado (Marianistas). Es una
obra de los famosos talleres de Manuel Ramos Rejano, fábrica de cerámica
radicada en el popular barrio sevillano de Triana que fue una de las más
prestigiosas del siglo XX. Fundado por Manuel Ramos Rejano en 1895, se
desarrollaría su actividad hasta 1965, en diversas etapas: la primera, desde
1895 hasta 1922 en que fallece su fundador, continuando desde ese año bajo la
razón social “Vda. E Hijos de Ramos Rejano” y posteriormente “Hijos de Ramos
Rejano”, aunque popularmente esta industria siempre se ha conocido y nombrado
con los apellidos de su fundador, ósea, “Ramos Rejano”.
Cerca de este colegio se encuentra otro edificio coetáneo en el tiempo, el actual centro de exposiciones de la Diputación Provincial (CEX), antigua Casa Cuna, en cuya sala de entrada se encuentra otro retablo cerámico de la Virgen del Prado obra de la fábrica de Ruiz de Luna, también de los años veinte del pasado siglo. Este retablo se encuentra tapado inexplicablemente desde la inauguración del CEX, por una pancarta que dificulta su visibilidad.
También en nuestra ciudad existió siempre la costumbre de poner en la entrada de las viviendas, un cuadro, fotografía o cerámica de la Virgen del Prado. Costumbre que ha ido desapareciendo con el tiempo, pero que aún podemos observar en algunos edificios como en la calle Elisa Cendrero nº1, donde en su entrada podemos ver una cerámica de la Virgen del Prado de 1990 bocetada por el desaparecido pintor ciudarrealeño Alfredo Calatayud Saúco. En el patio de la Casa Sacerdotal en la calle Alarcos también hay otra cerámica de la Virgen del Prado desde el año 1994.
Estos son los retablos cerámicos públicos
y alguno privado en honor a nuestra querida Virgen del Prado, cuyo fin es el
promover la devoción de quien lo contemple hacia nuestra patrona. Son en
definitiva una especie de altar público cuya función principal es transmitir
una fe, darle personalidad a lo divino para que los seres humanos podamos
sentir la cercanía de la Virgen del Prado, provocarnos un sentimiento hacia
ella y, por supuesto causar deleite estético en quien los contemple.
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