Las epidemias mortíferas han sido una
constante a lo largo de la historia. Hasta bien entrado el siglo XX, estaban
asociadas a la mala alimentación, la falta de higiene, el hacinamiento y a la
inexistencia de sistemas de tratamiento y depuración de aguas. Además, las
guerras y los conflictos contribuían a empeorar la situación sanitaria,
favoreciendo los contagios y la trasmisión de las enfermedades.
Cuando se consideraba que la humanidad
no tendría que enfrentarse a estas catástrofes sanitarias colectivas, la
globalización de la economía mundial, la agilidad y masificación actual de las
comunicaciones por todo el planeta han derribado tal argumento. La aparición de
nuevas enfermedades, como el SIDA, las mutaciones de la gripe, o el Ébola, han
originado el resurgimiento de los miedos seculares.
Entre la epidemia de peste en 1348 y los
primeros casos de cólera en el S. XIX, se sucedieron todo tipo de enfermedades
como la viruela, la fiebre amarilla, la tuberculosis pulmonar, el paludismo, la
fiebre tifoidea, la difteria, la sífilis o la gripe. La medicina no contaba con
conocimientos ni medios suficientes para enfrentarse a ellas. Así las cosas,
era fácil atribuir su causa a la providencia o a la fatalidad punitiva de un
Dios justiciero, enojado por los continuos pecados de los hombres.
Después, los avances médicos y
sanitarios han demostrado el origen biológico de todas las enfermedades, pero
el temor humano a perder la vida a causa de estas enfermedades contagiosas que
afectan a gran cantidad de personas, sigue siendo el mismo, alterando y transformando
los modos de vida habituales.
En el libro: “Epidemias y salud, del
cólera de 1833 a la gripe de 1918”, editado por la Biblioteca de Autores
Manchegos de la Diputación de Ciudad Real en 2013, prestamos especial atención
al impacto social de las epidemias, las consecuencias en la vida de las
personas, las estrategias de supervivencia, los métodos curativos empleados,
los avances científicos conseguidos, las reacciones públicas y privadas, la
evolución de las enfermedades, los efectos económicos, la repercusión
demográfica y sobre todo, las historias y los dramas personales y familiares.
Datos aproximados de fallecidos por
cólera o gripe entre 1833 y 1918
Brotes Provincia
Ciudad Real España
Brote cólera entre 1833-1835 100.000
Brote cólera 1855-1856 5.172 236.744
Brote cólera 1865 100.000
Brote cólera 1885 1.668
120.000
Gripe de 1918
2.000 200.000
Como sucede en todos los hechos
excepcionales, al inicio de las epidemias, las autoridades restaron
importancia, minimizaron el problema y se resistieron a tomar medidas, hasta
que las presiones de la sociedad, los médicos, la prensa y las evidencias, tumbaban
estas reticencias.
Estos días estamos asistiendo a un
panorama parecido al que describió D. Mariano González de Sámano, doctor en
medicina y catedrático de patología interna de la facultad de Valladolid a
mediados del S. XIX:
“En
1833 nos cobijó el cólera sin organización médica, sin preparativos de ninguna
especie para precaver la invasión, ni para mitigar sus horrores. El instinto de
conservación suplió el vacío que resultara de la legislación y de las
disposiciones gubernativas”.
Enrique
Jiménez Villarta
Desinfecciones
en Ciudad Real noviembre de 1918. Vida Manchega 15 de noviembre de 1918
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