D. Antonio Galiana Bermúdez,
Caballero del hábito de la Orden Militar
de Montesa, natural y vecino de esta ciudad, hombre muy poderoso, hizo
solicitud a la ciudad para que le vendiesen la casa del hospitalillo de San
Andrés, donde habitaban los párrocos de Sta. María y San Tiago. El hospital
tenía su localización en el sitio que hoy ocupan el Convento y la Iglesia del Monasterio de
Religiosas Carmelitas Descalzas de San Antonio Abad. La fachada la tenía a la
mitad de la plazoleta, viniendo línea recta con la calle de Pedrera. La Ciudad le concedió su
pretensión y con sus haberes compró el piadoso señor Galiana, el dicho
hospitalillo. Le demolió y en su terreno hizo el Convento para Monjas de
Montesa dejándolas heredades para su subsistencia. Estas Señoras, enteradas de
que con los caudales asignados por el fundador, no podían sostenerse con el
esplendor que exigía su Orden Militar
desde luego, desistieron de fundar y ocupar el Convento.
Enterado el General de los
Carmelitas hace su pretensión a la
Ciudad que si admiten Religiosas del Carmen, inmediatamente
pondrá Comunidad de monjas descalzas que ocupen el Convento. Fueron admitidas y
la Prelada
fue discípula de Sta. Teresa y su nombre, la
Madre San Bartolomé. Esta fundación se hizo
por los años de 1580.
La iglesia se hizo después del
Convento, por un devoto de Santa Teresa que le ofreció cuanto dinero fuese
necesario para hacer un templo a las Religiosas de su Orden. El General de los
Carmelitas lo llegó a entender y preguntado quien era el devoto de esa oferta,
resultó ser el Tesorero General de la
Madre del Sr. D. Felipe III, el señor Guevara. Este lo
ofreció si la Santa
le sacaba con bien de cierta desavenencia con el Ministro. Se le dio aviso que
las Monjas de Ciudad Real se hallaban sin iglesia. Le sacó Santa Teresa, con
toda felicidad, de su grande apuro y le hizo la iglesia que hoy existe, en el
año 1603. El crucero tiene, de ancho, 16 varas, con media naranja, sin
linterna. Toda la iglesia tiene, de largo, 35 varas.
Según Delgado Merchán, lo que se
hizo a principios de siglo XVII fue terminar el Convento, y la iglesia no se
levantó hasta el reinado de Carlos II con los bienes de Don Juan de Benavente,
es decir, sesenta y tantos años después y por otro señor. En verdad, si lo
consignado en el párrafo precedente no fuese cierto, bien merecía serlo por la
belleza que encierra su composición.
El día 7 de septiembre de 1803, a las once y media,
cuando vio que ya era hora de que la comunidad podía estar recogida y vencida
de sueño, dispuso la Madre Paula ,
religiosa Carmelita de esta Ciudad Real, salir de su celda y dirigirse a una
escalera en donde se hallaba la ventana de una guardilla que está inmediata al
alero del tejado que da al patio del Claustro. Sale de la guardilla, con
inminente peligro de caer al patio; se dirige, gateando por el tejado, línea
recta a donde estaban los cordeles de las campanas, y sobre la corriente del
tejado que cae a la calle del Carmen, con mucho peligro de caer, tira del cordel
de la campana mayor y le hace un nudo escurrizo; lo tira al palo del rodillo
que está a cinco varas de donde estaba de pies (es muy difícil esta operación);
entra el nudo del cordel por el palo; lo afianza bien con el nudo escurrizo, y
tiene la preocupación de poner las badanas del breviario en el cordel para no
encenderse las manos con el cañamo. Se ase al cordel, que como estaba pendiente
del palo no podía tocar la campana; baja
a la calle por el cordel, junto a la puerta de la iglesia que está en la calle
Carmen; se dirige a la Plaza ,
y pregunta a unos meloneros por donde se va al Convento de San Francisco. Los
meloneros se lo dicen y se sorprenden de ver un espectáculo de aquella clase a
esas horas.
Llego a San Francisco y había
gente esperando abriesen la iglesia. Preguntóles donde estaba Santo Domingo y
le dicen suba la calle la Palma
y en entrando a una calle ancha, en medio de ella, verá la puerta del Compás.
Llega a la puerta, la ve cerrada y espera que habrá el P. sacristán, Fray
Joaquín Sánchez Palomo. Cuando abrió se quedó helado y le dice:
-
Madre: ¿qué es
esto? ¿Qué es lo que Vd. ha hecho. ¡Jesús! ¿Qué es lo que Vd. quiere?
-
Ver al Padre Prior.
Al avisarle inmediatamente se
viste el P. Prior, que era el Lector Bustamante, bajo reconvino a la monja, se
la llevó al Camarín de Nuestra Señora del Rosario y le dieron chocolate. Contó
lo que había ejecutado para su salida y quedaron aturdidos al considerar y ver
el peligro de haber fenecido en el escalamiento. Le dijo la monja como le había
llamado la tarde antes para confesarse y que, como no había parecido iba a
confesarse, pero en manera alguna quería ir a su convento y su voluntad era ir
a las Dominicas.
El confesor trató de persuadirla
de la necesidad de volver a su Convento. Resiste fuertemente la madre pero las
reconvenciones del Prior la convencen al fin y la llevó a su Monasterio. Al
llegar al torno el P. Bustamante dijo:
-
Diga a la
Priora abra la puerta Reglar, que le traigo una monja.
Abrieron entró y la encerraron.
Estuvo en encierro hasta 1809 que la
comunidad desalojo el Convento por la revolución de los franceses. La
M. Luisa y la
M. Paula quedaron en el Convento. Habitaba,
quien nos lo cuenta, la casa que se halla frente de su portería. Con este
motivo tuvo en su casa a la M. Paula … y
experimentamos tenia manías de no tener juicio. Decía mil disparates.
El Vicario D. Juan Alonso de
Gándara cuando supo el lance de la monja, dijo que el Prior procedió muy de
ligero, que en tal caso debía haberle dado aviso, el Tribunal tomado conocimiento,
tomada declaración a la monja, de sus resultas, hubiese dado las providencias
que estimase justas.
Así termino la historia de la
intrépida y aventurera Madre Paula.
Julián Alonso Rodríguez
Publicado en el diario “Lanza”, nº 1746,
año VI, página 3, el 9 de diciembre de 1948
No hay comentarios:
Publicar un comentario