Cuando se llega a Ciudad Real por la
carretera de Toledo, a la vista de la Puerta del mismo nombre, el visitante
puede pensar que se halla en una ciudad monumental, porque la mencionada Puerta
posee indiscutible belleza proporcionada por la robustez que le presta la
piedra, al tiempo que la gracia de sus arcos árabes.
Más tarde, cuando el supuesto visitante
entra en la ciudad, pronto observa que de monumental apenas si le quedan
restos.
Es una pena que salvo los templos de San
Pedro, la Catedral y Santiago, ese triángulo donde se asentaba en siglos
pasados el barrio judío, ya no le quede nada. Se ha querido hacer una ciudad
funcional y moderna, pero sin personalidad alguna. Solamente la Puerta de
Toledo en testigo de su histórico pasado. El resto de las denominadas “Puertas”:
de Santa María, del Carmen, y tantas, sólo han quedado ya en el nomenclátor de
la ciudad.
Recuerdo que en los años cincuenta y
posteriores, aún se conservaban restos de la muralla de la Puerta de Toledo,
frente al cementerio, así como en algunos otros lugares de la Ronda. Aquello no
debió perderse. Hubo que restaurarlo y protegerlo para testigo de la historia
de Ciudad Real -¿verdad, Hermenegildo Gómez?-, ya que, salvo el triángulo
aludido antes, es como si nuestra ciudad careciese de pasado. Es como una
ciudad hecha en serie como los coches, y esto que apunto no será práctico, ni
nos salvará del paro que se tiene o de la escasa renta “per cápita”, pero sería
un orgullo y hasta -¿quién sabe?- si no produciría ingresos turísticos.
Así como tenemos ahora la ciudad ¿qué
podemos ofrecer a ningún visitante?
Sin embargo, la provincia es rica en
lugares que ofrecer. Ahora lo hemos aprendido con la Guía Turística, que era
otra cosa que hacía falta publicar, y, al fin, se logró.
En los años de mi niñez recuerdo hasta
cómo subíamos a la Puerta de Toledo. Una puerta pequeña, de hierro oxidado por
el tiempo comunicaba con una estrecha escalera de piedra, que a los chicos nos
gustaba subir hasta llegar a lo alto y fantasear con lo que todo aquello fue.
Hoy, no sé si esta puerta se abre o, como tantas cosas en Ciudad Real, se ha olvidado
o lapidado. Lo desconozco.
En la biografía de Mazantini, digo cómo
a éste y a su amigo Enrique Lérida, les gustaba pasear, calle de Toledo
adelante hasta llegar a la Puerta que da nombre a la calle. Allí se extasiaban
recordando hechos y sucesos, aparte del paseo cara al campo, ya salvada la
Ronda y en plena carretera.
No es que yo sea de quienes afirman que
cualquier tiempo pasado fue mejor, pero hay cosas, sucesos, monumentos, hechos
históricos y lugares que convendría guardar como tesoro histórico y testigo de
una ciudad con historia, con personalidad; no como hoy, desangelada, triste,
funcional, sin paternidad alguna… Esto es lo que podemos ofrecer a ese posible
visitante. Una pena.
Francisco
Mena Cantero (Diario “Lanza” 7 de agosto de 1986, página 4)
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