Los alrededores de la iglesia de San
Pedro eran ayer un hervidero de niños acompañados casi siempre de uno o dos
adultos. Pequeños y grandes se arremolinaban en la rampa que forma el atrio de
la céntrica parroquia en espera de la salida de la procesión de San Blas, que
cada 3 de febrero recorre las calles más céntricas hasta concluir de nuevo en
el templo de salida, donde se presenta la reliquia del santo a los fieles.
La tarde soleada reunió sobre todo a
niños pequeños, muchos aún sentados en la silla de paseo. En este sentido, el
sacerdote Pablo Martín del Burgo reconoció que cuando esta procesión se
organiza en días laborables, baja mucho la asistencia puesto que buena parte de
los niños están desarrollando actividades extraescolares.
A pesar de ello, se formó una comitiva
densa en la que las filas de quienes salieron a acompañar al santo de los niños
y protector frente a las afecciones de garganta no alcanzaron toda su longitud
hasta que el estandarte que abría la marcha está a punto de llegar a la plaza del
Pilar, mientras que el santo se encontraba todavía detenido a la altura de la
delegación de Hacienda, en la parte alta de la calle Ramón y Cajal.
Tras rebasar la plaza del Pilar, la marcha prosiguió por la de Cervantes y la calle Bernardo Mulleras para pasar bajo el Ayuntamiento camino de la capital antes de regresar a la iglesia de San Pedro por las calles Carlos Vázquez y Ruiz Morote. Una vez en el templo, los asistentes a la procesión tuvieron ocasión de contemplar y besar la reliquia de San Blas de Sebaste (actual ciudad turca de Sivas) que se conserva desde el siglo XVI en la iglesia ciudadrealeña.
Martín del Burgo explicó a La Tribuna
que como preparación de esta cita «en la catequesis se trabaja un poquito en la
vida de San Blas y se les anima a que vengan a la procesión». Al mismo tiempo,
el grupo de liturgia de la parroquia se encarga de preparar el santo, montarlo
en las andas para cuatro porteadores y de montar las flores.
El sacerdote recordó que «San Blas es
obispo», razón por la que se representa «con el báculo, la mitra y el anillo»,
a lo que se añade su condición de médico, a la que corresponde la tradición de
que «salvó a un niño que se atragantó con una espina cuando se estaba
asfixiando y muriendo». Martín del Burgo señaló que se desconoce la antigüedad
de esta procesión en Ciudad Real, aunque «siempre se le ha tenido mucha fe, en
la ciudad y sus alrededores».
Al mismo tiempo, recordó que el santo
murió en una de las persecuciones en el imperio romano anteriores al Edicto de
Milán, por el que el emperador Constantino autorizo el culto cristiano. Por ese
motivo, la imagen de San Blas lleva en la mano derecha la palma, que simboliza
el martirio.
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