El
arco de la calle Pozo Concejo, actualmente se encuentra en el Museo Provincial
En los primeros días del mes de marzo
del presente año, D. Luis Delgado Merchán dio cuenta a la Comisión de
monumentos de que había encontrado un arco muy antiguo en la casa número 1 de
la calle del Pozo del Concejo, y propuso a la Comisión que encargara a algunos
de sus miembros que lo visitaran y estudiasen. La Comisión me honró designándome
para estudiarlo, en unión del arquitecto D. Sebastián Rebollar, y ambos fuimos
allá, lo vimos, y le dijimos á la corporación con fecha 9 del mismo mes lo
siguiente:
“Existen en esta casa (la de Pozo del
Concejo), entre construcciones modernas y muy pobres, dos arcos de principios
del siglo XV, si no se remontan ya á los últimos años del décimo cuarto. En
uno, desvencijado todo y amenazando ruina, es apuntado, exhausto de adornos por
completo y no tiene importancia, ni histórica ni artística. El otro es muy
pequeño, poco más de la altura de un hombre; y la parte superior está formada
solo por dos piedras calizas, cubiertas de cal como el de la calle del Lirio.
(Nos referimos al de la casa del Sr. Muñoz de que anteriormente hablamos.)
Forman entre ambas un arco angrelado de once lóbulos, adornado con una cinta
resaltada que lo bordea y forma sobre cada uno de los lóbulos un anillo. En las
enjutas hay dos bichas, de las que una parece representar un cordero y la otra
es imposible determinar, mientras no se libre de la espesa capa de cal que la
cubre. Todo está encerrado en un marco resaltado con una línea en la arista
interior de puntas de diamante. Este arquito se encuentra en buen estado de
conservación, segú aparece en algunos sitios donde le falta la cal”.
“Sobre otra puerta de la casa han
incrustado los fabricantes, sin duda, un rosetoncito, del renacimiento, que
tiene en el centro una cabecita alada, muy bien trazada en piedra franca” (Hoy
libre de la cal, se ve que es de yeso)
“Los caracteres que decoran estos restos
de construcción parecen indicar que debieron pertenecer á un palacio ó casa
señorial, sin que puedan emitirse otros juicios que resultarían por demás
aventurados, dada la escasez de datos en qué apoyarse.”
Nada más tendríamos que añadir hoy á lo
antes expuesto, si una persona amante de las artes, que ignoramos quien sea, no
hubiera hecho limpiar la primorosa portada en que nos ocupamos. Ya examinada al
descubierto, nada tenemos que alterar de nuestro juicio respecto á la fecha y
carácter de su construcción, pero si respecto á las figuras que ocupan las
enjutas del arco.
Estas son, la de la derecha del que
contempla un león y no un cordero, como antes creíamos. Está echado, y con la
cabeza vuelta, mirando hacia la enjuta del lado opuesto. En la cabeza de la
fiera parece que el artista ha querido poner cierta expresión burlona. Tal, al
menos, se nos figura.
En la otra enjuta hay un centauro, con
medio cuerpo de toro ó caballo, que en la rudeza del cincel y el deterioro del
tiempo, no es fácil apreciar, y la otra
media de figura humana. Esta parte es muy difícil de determinar, puesto que
tiene las manos rotas y no aparece lo que tendría en ellas, acaso una lanza ó
un arco entesado. Tiene las mangas en forma de alas caídas ó plegadas; la
cabeza de hombre con bigote y barba ancha y larga, con las mejillas afeitadas.
Sobre la cabeza una especie de casco, y partiendo de él, un penacho de plumas
anchas y tiesas. Delante de la figura hay algo como otra ala que no se aprecia
bien lo que fuese.
La colocación de ambas figuras en las enjutas,
sin que las llenen por completo, y sin que la ocupación sea simétrica ni
proporcionada al vano, indica que aquello no es un mero adorno, sino que tiene
un sentido simbólico, esto es, que se ha querido poner, ó una alegoría ó una
caricatura. Una y otra cosa entran de lleno en el carácter de la arquitectura
de la época en que se labró.
Podríamos contentarnos con lo dicho,
pero no faltaría lector que nos preguntara nuestra opinión sobre lo que
representan estas figuras, y vamos a darla, si bien previniendo desde luego que
esta es una opinión y nada más, sin que podamos responder de su exactitud. Téngase
en cuenta que no afirmamos más que aquellas cosas que, ó por su carácter, ó por
documentos irrefutables, pueden pasar por verdades, y jamás lo que es sólo hijo
de una fantasía más ó menos rica de galas, pero fantasía al final y al cabo.
Ciudad Real se fundó por Alfonso X
solamente con el propósito de poner un dique á la preponderante orden de
Calatrava que cada día se hacía más fuerte y soberbia. La orden vio con malos
ojos esta fundación desde su comienzo. Consiguió en el período desde la
proclamación de heredero de Sancho el Bravo hasta su exaltación al trono, que
éste le hiciera donación de Ciudad Real, cuya donación de 7 de Agosto de 1280 nunca
llego á existir de hecho. Esto es, la orden no llegó á tomar posesión de la
villa donada. Durante siglos Ciudad-Real en guerra con la orden de Calatrava,
unas veces por medio de litigios y otras con las armas en la mano. En estas
discordias con frecuencia se vieron regadas las calles de Ciudad-Real con la
sangre de sus vecinos y con la de los caballeros de la orden que trataban de
destruirla ó dominarla al menos.
A esta lucha es á la que creemos que
deben referirse las figuras alegóricas del arco de la casa número 1 de la calle
del Pozo del Concejo. El león para nosotros representa á Ciudad Real: está en
reposo pero con el ojo avizor observando los movimientos de su contrario y
dispuesto siempre á enseñar las garras á su poderoso enemigo; y el centauro
representa á la orden de Calatrava amenazante siempre, pero con las alas caídas
porque no se atreve á levantar el vuelo y á lanzarse á la pelea contra su
vecina villa protegida por la corona. Si no es esto, vengan otros más sabios ó
más discretos á dilucidarlo, porque á más no llegan nuestros conocimientos en
este punto.
Rafael
Ramírez de Arellano. “Ciudad-Real Artística. Estudio de los Restos Artísticos
que Quedan en la Capital de la Mancha. Ciudad Real 1893”
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