Y llegamos al número 10, en el que
estuvo muchos años la farmacia del licenciado don Rafael Lamano. Por aquel
entonces -estamos refiriéndonos 10 y 20 sobre poco más o menos- había solamente
cinco o seis despachos de la especialidad farmacéutica en la capital, alguno de
ellos en la misma calle, que entonces no se había legislado todavía sobre la
separación que debía existir entre una y otra farmacia, no sólo para evitar la
competencia sino en beneficio del propio público.
La botica de Lamano, como se la siguió
conociendo no pocos años después de que fuera traspasada al licenciado don
Evaristo Martín Freire, pues ya es sabido lo difícil que resulta al público
acostumbrarse a un cambio de nombre o denominación, era famosa por la tertulia
que se mantuvo en su rebotica durante bastante tiempo y que estaba integrada
por personalidades de la capital: el general Aguilera, en sus repetidas visitas
a liudad Real, siempre pasaba buenos ratos en la concurrida tertulia. No
faltaban a ella los hermanos Pérez Molina; don Lorenzo, don José y el que más
tiempo sobrevivió, don Miguel, alcalde que fue de la capital en los años
1912-13, senador del Reino y comendador de la Orden de Alfonso XII, distinción
muy merecida por cierto, dada su gran labor educacional como fundador y
director de la Academia General de Enseñanza, en la calle de Caballeros, donde
hoy se halla el Museo Provincial. Concurrían también a la tertulia don
Francisco del Aguila, presidente de la Audiencia, y don Diego Carrión, que lo
fue años después; don Gabriel de la Escosura, fiscal de la Audiencia, de
probado prestigio en el cargo; don Joaquín Menchero, hombre muy popular en el
mundo taurino por su gran amistad con el diestro "Joselito", y a
quien se le conocía en Madrid por "El Alfombrista", ya que tenía un
establecimiento de venta de alfombras en la Carrera de San Jerónimo, era punto
fuerte en la tertulia siempre que se hallaba en Ciudad Real, donde adquirió
también gran popularidad como hermano mayor de la Cofradía del Santo Sepulcro
pues con los beneficios del festival que toreara el malogrado diestro de
Gelves, se adquirió un gran farol que había de llevar entre cuatro hombres en
la procesión del Santo Entierro, en la tarde del Viernes Santo, aparte traer de
la guardarropía del Teatro Real, trajes de soldados romanos en gran número, que
eran vestidos por artilleros del Regimiento aquí de guarnición. Todavía pueden
verse en una película de la Semana Santa rodada en los años veinte.
Otros contertulios eran el abogado don
Julián Arredondo, prestigioso y elegante, que tuvo a su cargo la difícil
defensa de los encartados y tristemente célebres Borgueta, Cañamón, Bolaños y
"El Portugués"; don José Gerez Carrascosa, bondadoso catedrático de
matemáticas en el Instituto de la calle de Caballeros; don Rafael Cárdenas del
Pozo, secretario de la Diputación y senador del Reino; don Jesús Muñoz,
interventor de la citada Corporación; don José Maria Rueda, don Félix García
Ibarrola, don José Antonio Sauco -tradición seguida luego por su hijo en años
mucho más recientes-, don Delfino Colorado, corredor de Comercio; don Alvaro
Muñoz y el cura Cañizares, como se conocía a don Lorenzo, que fue muchos años
profesor del Seminario, y como beneficiado de la Santa Iglesia Priora], sacristán
mayor y maestro de ceremonias.
La "compañía de morteros" de
esta famosa botica se hallaba en esas fechas a cargo del joven y simpático
Rafael Mateo, fallecido en los años setenta, y que era gran aficionado a la
fiesta nacional y entusiasta defensor de los fenómenos del día frente al
clasicismo de las llamadas figuras. Para terminar esta amplia referencia a la
pequeña historia local, reproducimos un verso breve cuyo autor fue muy popular
en la materia, referido a la mencionada tertulia:
La botica de Lamano
gran centro de reunión,
donde se cortan los trajes
de toda la población.
Era natural que con tan nutrida
concurrencia se hablara de lo divino y de lo humano y que cualquier suceso de
la más varia índole, sobre todo político, fuera ampliamente comentado, como
después sucediera en las tertulias del desaparecido Casino de la calle de
Caballeros y ahora en las de determinados bares y pub, sin que queramos
señalar.
En la casa siguiente, esquina ya a la
calle de Calatrava, tenía el estanco Ramón Maldonado, muchos años allí
establecido, como muchas eran las marcas de libritos de papel de fumar, pues
por aquel entonces no existía casi el cigarrillo liado. Recordamos las de
"El Cazador", "La Alegría", "El Corsé",
"Bambú", "Abadie", "Indio Rosa", "Jeán"
y más tarde la marca "Smoking", que aún subsiste. También en este
estanco, aunque no había mucho espacio para ello, había varios contertulios. Y
terminaba la calle en la acera de los pares con la popular y acreditada
ferretería de Eduardo Salas, que traspasó más tarde a la Vda. de Marino
Fernández Bravo.
Citada ya la farmacia de Calatayud en la acera de los impares, empezamos por el número 3, donde estuvo instalado un salón de limpiabotas de los hermanos Díaz, uno de ellos fallecido por el año 1969 y que fue muchos años conductor de la Empresa AISA. Estos hermanos eran hijos de Martín, conocido zapatero por entonces, que murió víctima de accidente de automóvil en el puente de Santa María, sobre el río Guadiana, en la carretera de Picón, con otros ocupantes del vehículo.
Seguidamente se hallaba la
guarnicionería de Contado y la corsetería de "El Catalán", así como
varios años se trasladó allí "El Capricho", mientras duraron las
obras de construcción del actual edificio número 8, en la misma calle. Otros
establecimientos fueron los de confecciones para señora de Juan Manuel Segura,
la droguería de Ignacio Navarrete, en los últimos años de la década de los
veinte, la zapatería de Aniceto Claros y hoy el moderno establecimiento Casa
Navarrete, dedicado a óptica, discos, electrodomésticos, etc., propiedad del
hijo mayor de Ignacio, Juan. Muchos años estuvo también en dicho edificio el
establecimiento de Calzados Serrano, hoy Calzados "El Brillante", y
la sombrerería del almagreño Cañizares, hoy de Sánchez Pastor.
Finalizamos la calle con la Farmacia
Moderna, de la que es titular don Ángel López Pérez, y que fue fundada por su
padre, don Contado, una de las más populares desde hace muchos años entre los
adquirentes en el despacho de las recetas médicas, que por aquellos años hacían
trabajar de firme a los boticarios y a sus ayudantes. Precisamente el recién
citado Ignacio Navarrete lo fue muchos años de la farmacia de don Contado,
hasta que se estableció.
Cecilio
López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio.
Ciudad Real 1986
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