La Virgen
del Prado en la procesión extraordinaria del jueves 20 de noviembre de 1918, con
motivo de las rogativas de la mal llamada “gripe española”. Revista Vida
Manchega 25 de noviembre de 1918
El azote de las epidemias fue un
calvario que padeció la población de Ciudad Real a lo largo de su historia. La
peste, el cólera, la viruela y otras muchas enfermedades contagiosas se cebaban
periódicamente en sus habitantes, afectando con especial virulencia a las
clases más humildes. El año 1918 ha pasado a los libros de Historia como una
fecha especialmente aciaga para el recuerdo. Durante la Segunda Guerra Mundial,
en primavera, un peligroso virus gripal se extendió rápidamente por
Norteamérica y Europa, llegando hasta España y por ende a Ciudad Real (1). En los primeros meses de la infección las
noticias comenzaron a aparecer en la prensa local, cada vez con mayor
frecuencia. Antes de llegar la gripe, desde la primavera, una oleada de cólera
había provocado grandes problemas de salud entre los vecinos de toda la provincia,
aunque al analizar el verano parecía estar remitiendo.
A pesar de esta amenaza, por otra parte común
todos los años, la vida en la capital se desarrollaba con sus altibajos, dentro
de la realidad general propia de la Restauración. La prensa conservadora del
momento estaba representada por dos periódicos: Vida Manchega y El Pueblo
Manchego (2). En sus páginas
tenían cabida todo tipo de noticias, desde la crónica de la sociedad burguesa
hasta las sesiones del ayuntamiento, pasando por el repaso a los
acontecimientos exteriores o la crónica de sucesos. La vida religiosa también
ocupaba mucho espacio entre sus páginas. El 20 de julio, El Pueblo Manchego,
recogió entre sus noticias, el siguiente acuerdo municipal: a iniciativa del
concejal don Rafael Cueva, y a propuesta de la comisión de festejos, se decidió
plantear al Obispo Prior, don Javier Irastorza Loínaz, la posibilidad de
comenzar en breve los trámites necesarios para proceder a la coronación oficial
de la imagen de la Virgen del Prado, a imitación de otras ciudades como Granada
o Zaragoza.
También en muchos artículos de la prensa
local se referían los éxitos de los artistas oriundos de Ciudad Real o
establecidos en ella, destacando las figuras de los pintores Ángel Andrade y
Carlos Vázquez, o el escultor Tomás Argüelles García. Andrade y Argüelles habían
realizado bastantes proyectos en común, no solo por encargo institucional, sino
también para particulares y para la Iglesia. Por aquel tiempo Andrade era
hermano mayor de la Cofradía del Santo Cristo de la Piedad que se veneraba en
la Catedral de Nuestra Señora del Prado, habiendo colaborado de forma altruista
con otras cofradías y hermandades de la ciudad, sobre todo para conseguir dar
mayor realce a las procesiones de Semana Santa.
Pero, tras el verano, durante el mes de
octubre, la epidemia de gripe se recrudeció extendiendo su rastro de muerte por
toda la provincia. Las autoridades gubernamentales y locales estaban
desbordadas. El viernes día 4, Fernando Palacios, hasta entonces alcalde de la ciudad,
presentó su dimisión aduciendo falta de apoyos entre sus concejales e incluso
entre sus propios compañeros de partido. Su puesto sería ocupado en el mes de
noviembre por un nuevo alcalde: José Cruz Prado. Después de varios titubeos
iniciales que evitaron poner freno a la expansión del virus, comenzaron a
multiplicarse los esfuerzos para detener los contagios. Las instituciones
médicas, apoyadas por distintas congregaciones religiosas de la ciudad,
multiplicaban sus esfuerzos para atender a los enfermos e intentar contener la
epidemia. El ayuntamiento comenzó a plantearse la posibilidad de cerrar
escuelas, teatros e iglesias, escuchando la opinión de los facultativos médicos
que denunciaban, como motores que propiciaban el éxito de la gripe y su rápida
difusión, la falta de higiene y las aglomeraciones.
Ventana
del camarín que se decoró en agradecimiento a la Virgen del Prado, por el cese
de la epidemia de la “gripe española” en Ciudad Real
Según avanzaba el mes de octubre, ante
la inoperancia de las medidas adoptadas desde el ayuntamiento, comenzó a
extenderse entre los ciudadanos el deseo de acudir ante la Virgen del Prado en
busca de auxilio, siguiendo el ejemplo de sus antepasados en situaciones parecidas.
Se planteó entonces la posibilidad de realizar unas rogativas en la Catedral.
Escuchando el deseo de los fieles, el domingo 3 de noviembre, la autoridad
eclesiástica y el Cabildo Prioral acordaron bajar la imagen de la Virgen del
Prado a la nave de la Catedral para celebrar solemnes rogativas “como siempre
se había hecho en las grandes aflicciones y calamidades públicas”.
Probablemente dichas autoridades no se imaginaban la enorme difusión y masiva
participación que los fieles iban a demostrar, provocando un conflicto de
intereses y creando una situación realmente comprometida. Desde el sábado por
la tarde y hasta bien entrada la noche muchos vecinos comenzaron a acercarse
hasta el templo esperando encontrar ya a la Virgen en el altar mayor. Pero la bajada
no se realizó hasta la mañana del día siguiente. Aunque las rogativas se
celebrarían por la tarde, aquel día los fieles comenzaron a llegar al templo
a las seis de la mañana, para escuchar la misa de siete, abarrotando el templo.
Tan grande fue el gentío que se agotaron las sagradas formas debiendo volver a
hacer consagración en la misa mayor. Semejante concurrencia de público ocurrida
por la mañana desencadenó entre algunos vecinos y autoridades el temor a que
las rogativas de la tarde atrajeran a muchos fieles más, denunciando que tal
aglomeración podría provocar la multiplicación del virus de la gripe. La Junta
de Sanidad creyó conveniente intervenir, rogando al gobernador eclesiástico que
suprimiera la función de la tarde. Éste recogió la solicitud y dio la orden para
suprimirlo. Pero a pesar de la prohibición, a las cuatro de la tarde el pueblo en
pleno invadió la Catedral, llenándola por completo: era imposible entrar en la
Templo. Muchos vecinos, habiéndose difundido el rumor de la prohibición,
protagonizaron un conato de rebelión, situándose armados con garrotes en la
puerta de la iglesia. Ante las circunstancias, en previsión de males mayores,
el Cabildo, bajo su responsabilidad, acordó por unanimidad gestionar ante el
gobernador eclesiástico la celebración de los actos anunciados. El culto se desarrolló
con normalidad. Terminadas las rogativas el pueblo entonó la Salve y desfiló
ante la Virgen del Prado.
Como inmediata reacción a la insumisión demostrada,
aquellos que temían que la reunión de personas en la Catedral propiciaran la
expansión de la epidemia, utilizando como plataforma las páginas del diario La
Tribuna, capitaneadas por Ramiro Ruiz, comenzaron a multiplicar las críticas
contra las autoridades religiosas que habían permitido el acto, en un momento
en el que las escuelas públicas y privadas, el Instituto de Enseñanza
Secundaria, el Seminario, Escuela Normal e incluso el teatro estaban cerrados.
Desde Vida Manchega arreciaron los comentarios en defensa del pueblo y del
clero, acusando a su vez a los detractores de no criticar la clausura de otros
establecimientos como el casino de la ciudad, que continuaba abierto.
En plena controversia, varios días
después, comenzó a ser evidente un hecho: las muertes por gripe comenzaban a
disminuir en la capital. En la ciudad empezó a difundirse un rumor: la Virgen
del Prado, como en tantas ocasiones, había acudido en auxilio de sus fieles. Muchos
devotos, entre los que se encontraban los habituales del Círculo Artístico y
del Casino, comenzaron a propagar el deseo popular de agradecer el favor divino
sacando la imagen en procesión extraordinaria. Fue tal el clamor que las
autoridades civiles y eclesiásticas claudicaron en favor del pueblo, determinándose
la celebración de un recorrido con la imagen de la Virgen para el domingo 17 de
noviembre que, comenzando a las cuatro de la tarde, recorrería los jardines del
Prado. Durante el trayecto, presidido por el obispo, se cantaría el Santo Rosario,
las letanías lauretanas, la Salve y finalmente el Te-Deum. Pero el domingo la
lluvia hizo acto de presencia de forma torrencial. Los actos debieron entonces
realizarse en el interior de la Catedral. En esta ocasión acudieron todos: el
pueblo, sacerdotes y políticos, contando con don Fernando Maldonado Pareja, gobernador
civil, el ayuntamiento en pleno y la Ilustre Hermandad de la Virgen, encabezada
por su prioste Sr. López Pan. La procesión debía esperar hasta que el tiempo
mejorase. Se determinó que, el primer día que no lloviese, a las doce del
mediodía las campanas de todas las iglesias de la capital sonarían juntas para anunciar
al pueblo que esa tarde, a las cuatro, bajo el anuncio “La Virgen Sale”
comenzaría la anhelada procesión.
El jueves 20 de noviembre, salió la
Virgen a la calle para recorrer los jardines del Prado. Toda la ciudad,
encabezada por las autoridades civiles y eclesiásticas, la siguieron. La
polémica quedó atrás. Aquel mismo año de 1918, bajo la dirección de Ángel
Andrade, el escultor Tomás Argüelles García procedió a reformar la ventana del
camarín de la Virgen del Prado añadiéndole una nueva decoración (3). Encima de esa misma ventana por la
que, desde los años cincuenta del siglo pasado, muchos ciudadrealeños veneramos
a la Virgen cuando el templo está cerrado, aún hoy en día puede leerse la
siguiente inscripción: “19 NOV(iembre) 1918”.
Pilar
Molina Chamizo
Fuente:
BOLETÍN
INFORMATIVO DE LA ILUESTRE HERMANDAD DE LA VIRGEN DEL PRADO • II ÉPOCA • N.º 48
• EXTRA 50 ANIVERSARIO CORONACIÓN • MAYO 2017
Inscripción
que se puede leer en la ventana del camarín
(1). Enrique Jiménez
Villalta en su libro Epidemias y salud. Ciudad Real: del cólera de 1833 a la
gripe de 1918 (BAM, 2013), recopila gran cúmulo de información, sobre todo de
origen periodístico, para todo aquel que quiera profundizar en el tema desde un
punto de vista histórico, político y social.
(2). El Pueblo
Manchego (1918), Año VIII, números 2217, 2254, 2316, 2317, 2335, 2341, 2342,
2343, 2345, 2346, 2347, 2353, 2354, 2356. Idem (1919), Año IX, número 2460.
(3). LÓPEZ SALAZAR,
C. y HERRERO GÓMEZ, J. Cien años de Escuela de Artes, Ciudad Real, 1911-
2011. BAM, Ciudad Real, 2011, Pág.31.
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